Pedro Pierre
El encuentro en Cuba entre el papa católico Francisco de Roma y el patriarca ortodoxo Cirilo de Moscú abre nuevas expectativas para el cristianismo, sus respectivas Iglesias y la sociedad en general. En su declaración común, en presencia del presidente Raúl Castro, afirman: “No somos competidores, sino hermanos”. Esa frase nos permite entender la situación en la que se encontraban las 2 Iglesias, a lo menos sus cúpulas: pasar de la ‘competición’ a la ‘hermandad’. Las Iglesias ortodoxas tienen 2 representantes máximos de igual autoridad: el patriarca de Constantinopla, Bartolomé, y el de Moscú, Cirilo, mientras que las Iglesias católicas tiene uno solo en la persona del papa Francisco.
Esa competición secular era un escándalo, tanto para todos los cristianos como para el resto del mundo. La separación entre estas 2 Iglesias cristianas, la una, Roma, de Europa occidental y la otra, Constantinopla y Moscú, de Medio Oriente y Europa Oriental se dio a partir del siglo 9° por cuestiones más de hegemonía que de doctrina: la Iglesia de Roma buscaba su preeminencia sobre las demás Iglesias. A lo largo de un milenio, las 2 Iglesias mantuvieron su división a pesar de tener la misma fe en Dios, su mismo origen cristiano, los sacramentos, las devociones, etc. Cada una afirmaba que era la verdadera, como si cada cual poseyera la exclusiva y completa verdad sobre Dios y el sentido de la vida humana.
En la Iglesia católica, el Concilio Vaticano 2°, con obispos representantes de todas las Iglesias católicas, dio apertura para un acercamiento respetuoso con las Iglesias ortodoxas: se pidió perdón por esta división, estuvo presente el patriarca de Constantinopla. Se establecieron relaciones y comunicaciones más fluidas con la Iglesia ortodoxa de Moscú. Los papas anteriores buscaron reuniones comunes con el patriarca de Moscú, pero no lo lograron.
Nuevas situaciones hicieron posible el encuentro entre el papa Francisco y el patriarca Cirilo. Estas 2 personas son menos doctrinales y más abiertas humana y pastoralmente que sus antecesores. Esta separación era cada vez más anacrónica; además, crece el papel de las Iglesias a favor del mantenimiento de la paz mundial y del respeto a la naturaleza. Estos tiempos deben ser definitivamente idos para que los cristianos podamos afirmar que Dios es uno solo y que es un dios de paz y de armonía universal frente tanto a los imperios que no respetan los derechos humanos y de la naturaleza como a las corrientes religiosas que matan y asesinan por mandato divino. Hemos llegado, por primera vez, a tener la capacidad tanto de humanizarnos como, si no alcanzamos trabajar mancomunadamente, de destruirnos mutuamente.
Este encuentro y abrazo del papa Francisco con el patriarca Cirilo quieren ser un grito y una exigencia para un futuro mejor para la humanidad toda. Ahora el compromiso mayor de todos los cristianos del Occidente y del Oriente, del Norte y del Sur es trabajar incansablemente por la fraternidad, la justicia y la paz, a ejemplo de su fundador, Jesús de Nazaret.