MONS. GONZALO LOPEZ M.

MONS. GONZALO LOPEZ M.

miércoles, 31 de agosto de 2016

CON LA FIDELIDAD DE MONSEÑOR PROAÑO... CAMINAR SIEMPRE CAMINAR.



Equipo de la Iglesia de a pie

Hace 28 años la misa de cuerpo presente en la catedral de Riobamba, fue un encuentro de fuego entre quienes amaban al Obispo de los pobres y los que habían llegado a "constatar" su muerte. La alabanza en los idiomas originarios, la severa presencia del pueblo indígena, el cariño de los humildes de esa ciudad marcaron los ritos, Dios recogía a su hijo luego de un itinerario único, el Cuerpo y la Sangre del mayor de todos sellaba una alianza vivida en honda fidelidad, el pastor decía hasta pronto a sus amigas… amigos.

Momentos después, poco antes de que los restos de Monseñor Proaño comenzaran, en medio del dolor de su pueblo, a una peregrinación doliente que culmino en Pucahuaico a más de 500 kilómetros de distancia, con paradas en cada pueblo y ciudad, incluida Quito, para descansar feliz entre los pobres... en la sacristía del templo riobambeño , sacerdotes, seglares, líderes indígenas, amigos y compañeros del Obispo Proaño, escucharon absortos las exclamaciones de dos altos jerarcas de la Iglesia que decían: " ...por fin, se acabó, ahora que le entierren lo más hondo y con cemento para que no quede ni recuerdo..." el uno y ",… pues bien desde ahora todo el mundo a "desproañizar" el Ecuador", el otro.

Tristes deseos, difíciles de aceptar en quienes estarían llamados a vivir "el amor fraterno", pero la realidad es terca y es como es.

Casi tres décadas más tarde parecería que estos nefastos deseos se han cumplido.

Si usted pregunta a un joven hoy, ¿quien era Monseñor Proaño?, probablemente obtendrá una respuesta desconcertante y fría: NO SE.

Su nombre está ligado a la lucha indígena, fue de sus empeños y los de sus misioneros que nació la organización que más tarde se convirtió en el mayor de los movimientos sociales del país. Con dolor constatamos hoy, que a causa de la traición de sus dirigentes, se ha degenerado en un espacio que se vende al mejor postor, a sus peores verdugos históricos.

Al menos tres generaciones crecieron con su nombre en los labios, con admiración, cariño, respeto. Ha sido por mucho tiempo la mejor carta de presentación de la Iglesia misionera del Ecuador. Era. ¿Qué ha sucedido? Esos tristes tiempos de "invierno eclesial" pasaron factura, la involución de la Iglesia comunidad, a otra vez el templo del poder y los poderosos, dejaron, dejan su huella. Y también la situación nacional.

La vorágine que ha vivido esta sociedad en los últimos 16 años ha trastocado, muchos de los referentes con los que se construyeron procesos, organizaciones, memorias y valores. De ello no se ha escapado la Iglesia y lo que se halla ligado a ella.

El milenio comenzó con la quiebra brutal de la economía de todos los ecuatorianos, una migración forzada de casi un tercio de la población, la desarticulación de los movimientos sociales, hambre y desolación campearon en este país de la mano de los neo-liberales y la Iglesia, su jerarquía con poquísimas y santas excepciones, callo y otorgo. Las rebeliones populares de 1997, 2000, 2005, que derribaron gobiernos corruptos, no lograron cambiar el sistema, fueron manipuladas y traicionadas. Todo esto genero un sentimiento de apatía en los más jóvenes respecto a la memoria de los que lucharon antes y entre ellos muchos de los santos que labraron el camino. En América Latina se vive un fuerte sacudón, llegan gobiernos populares, algunos revolucionarios, se vive una ilusión sembrada con mucha sangre y esperanza.

La década de gobierno de Rafael Correa, marca cambios, muy importantes, históricos: el país se pone en orden; se desarrolla en espacios urgentes. Se dan pasos en los que no se debe retroceder. Pero todo esto sin alterar el marco del sistema capitalista, no se ha cambiado el modelo de producción, ni las relaciones de producción, y proceso de acumulación del capital sigue vigente, la raíz de la injusticia social sobre todo en el campo, está casi intocada, aun somos un país gobernado por el poder de los empresarios, de nuevo cuño, pero igual empresarios.

Los valores, el comportamiento, las relaciones están marcadas por la "competencia", el egoísmo. La comunidad, la relación redonda, el triunfo fruto del esfuerzo de todos, la solidaridad no cuentan, tienes que ser: el mejor, el abanderado, el emprendedor, el exitoso, fomentando el individualismo como norma. Y la iglesia no escapa a esa trama de comportamientos, por el contrario, aupados por la "teología de la prosperidad", verdadero engendro del diablo, hay ministros que no sirven a sus hermanos si no tienen: carro, casa, seguro, sueldo, vacaciones, viajes, becas etc...

¿Solidaridad? ¿Amor a la pobreza? ¿Espíritu misionero? :"cuentos de viejas". La Iglesia se encierra en sí misma, por eso crecen los "movimientos solo espirituales", nada de prójimo con hambre, ni sed de justicia... todo se reduce al templo, el rito, la "exclusividad".

Pues así está el mundo y esta patria. Entonces ¿cómo pretender que los jóvenes recuerden a quien desde su silencio, entrega, oración y amor a los más pobres, proclamo el Evangelio y fue vital para que el pueblo indio se levante sobre sus pies y camine con dignidad?

Sí, "hemos cargado las tintas" y deliberadamente. Hay que sacudirse de esa especie de modorra que agobia a quienes estamos exigidos por fidelidad, a dar la vida por los demás. Sí, hay muchísimos, innumerables hermanos y hermanas que trabajan, sueñan, se sacrifican por los pobres. Sí, hay iglesias enteras que están en camino y luchan por el Reino. Sí, pero no es suficiente y se corre el riesgo del desaliento. Hay que volver a tomar la "mochila de los misioneros y misioneras" y salir con solo el Evangelio y el rosario al encuentro de Jesús que vive en los pobres.

28 años después, la memoria de Leonidas Proaño ha languidecido, se ha ocultado, se la quiere borrar.

No se trata solamente de recordar al que luchó, hay que retomar sus prácticas y salir, salir, salir del templo. El actual obispo de Riobamba, Julio Parrilla, acorralado por la indignación que provocó su desatino al retirar el mural de Pérez Esquivel de esa catedral, luego de haber demolido la humilde habitación de Monseñor Proaño, para levantar ahí un lujoso y muy cómodo seminario, ha ofrecido "construir una réplica" de su aposento y una especie de "museo" con sus recuerdos. ¡Cuidado! lo que busca es reducir a Proaño a una pieza de exhibición de lo que fue...y ya no será. ¿Se lo vamos a permitir?

"Solo muere lo que se olvida" dice el verso popular. Que el olvido no alcance a nuestros santos, a los santos del pueblo, ni a nuestra vocación, ni nuestros sueños.

martes, 30 de agosto de 2016

MONSEÑOR PROAÑO: UNA GUIA O UNA RELIQUIA.


Anastasio Gallego C.
Guayaquil, 29 de agosto 2016.

Siempre me llamó la atención lo grande que fue el titular de la prensa en Ecuador cuando falleció Mons. Leónidas Proaño: MURIO EL OBISPO DE LOS INDIOS.

Así, como un título esperado y querido por todos, o por muchos, cuando en realidad, en aquellos tiempos, 1988, era recibido como un insulto en gran parte del país que a alguien le dijeran "indio".

El obispo que repartió las tierras de la diócesis a los campesinos; que alfabetizó a miles de indígenas desde las ESCUELAS RADIOFONICAS; que impulsaba la concientización y organización indígena, campesina y popular. Que empujaba hacia una reflexión teológica desde los más pobres, que soñaba con una "iglesia indígena"; que propuso vender la custodia de la catedral (joya colonial) para que estuviera en el museo del Banco Central y, con el dinero, capacitar indígenas y campesinos, para comprar tierras para ellos; que organizo la diócesis en zonas pastorales animadas por equipos misioneros; que usó más el sombrero y el poncho que la mitra y el báculo.

A este obispo, algunos de sus hermanos de ministerio no le acogían. Hubo un tiempo en que no asistía las reuniones de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana. A este obispo el Presidente de la República José María Velasco Ibarra le expulsó a un sacerdote del país, luego quiso ayudar económicamente la labor pastoral y recibió como respuesta de monseñor: "GRACIAS, NO QUIERO ESPARADRAPOS DE ORO EN LA BOCA".

Este obispo dejo de ser "peligroso" después de su muerte.

Se ha escrito sobre él, su obra, su pensamiento. Pero... ¿es actual, sirve para estos tiempos o es una BUENA RELIQUIA?

Cuando él hablaba de concientización ¿esta palabra tiene sentido en este mundo de "emprendedores", "competitivos", globalizados, que no cuestionan al sistema?

Cuando él habla de FE Y POLITICA ¿servirá para algo hoy en este medio "espiritualizado"?

¡¡QUE GRAN SINTONÍA SE SIENTE AL ESCUCHAR A FRANCISCO Y LEER A PROAÑO!!!

El uno dice "oler a oveja", el otro decía "oler a borrego", el uno habla de los "descartables", el otro hablaba de los "oprimidos".

El uno habla de Iglesia en salida, el otro hablaba de caminar en dos pies: La Palabra y la Realidad.

Ambos son la ternura personificada y, al mismo tiempo, la decisión; LA ORACION ANTE EL SAGRARIO DE MADERA Y PAJA EL UNO, Y EN SANTA MARTA EN COMUNIDAD, EL OTRO.

El sistema ha ido ganando en precisión y asepsia: el oprimido está presente y puede llegar a romper la opresión, se puede hacer visible porque está presente; el "descartable" no sirve ni para ser oprimido. A lo sumo para ser reciclado.

Recuerdo muy bien una de las charlas que dio Mons. Proaño a su regreso de la Conferencia del Episcopado Latinoamericano en Puebla-México. Fue en el auditorio de la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil.

Luego de su exposición se abrió el foro de preguntas. Uno de los estudiantes, de economía, por más señas, levantó la mano y preguntó:

" ¿MONSEÑOR. UN CATOLICO PUEDE SER CAPITALISTA?"

Se hizo un gran silencio. Y Mons. con la calma que le caracterizaba y su espíritu eminentemente positivo, le respondió:

"CLARO QUE SI. SI NO ROBA, NO EXPLOTA, RESPETA LA DIGNIDAD DE SUS TRABAJADORES...PUEDE SER BUEN CATOLICO. LO QUE DUDO ES QUE PUEDA SER BUEN CAPITALISTA".

Son 28 años desde la partida de Mons. Proaño. En Riobamba, la que fuera su única diócesis, le han sucedido ya dos obispos. El uno, su auxiliar, que él había pedido, trabajo con su propio estilo y sus propias huellas. El otro llegó de otra diócesis. Hoy ya se le dice "EL OBISPO DEL MURAL", en alusión a la orden de retirar el mural pintado por Adolfo Pérez Esquivel, premio Nobel de la Paz, sobre los mártires de América y el pueblo indio. Menos mal, se retiró la orden y el mural volverá "algún día".

Unos dice que se quiere "enterrar definitivamente a Proaño"; otros que Proaño ya no es actual, que son otros tiempos; OTROS QUE ES PELIGROSO QUE HAYA OTRO PROAÑO, QUE LES BASTA CON LO QUE ESTA REVOLVIENDO FRANCISCO. (¿Será por eso que trataron como trataron a Mons. Gonzalo López en su jubilación de Sucumbios?).

Lo cierto es que hay quien ha tomado el trabajo de rescatar de alguna bodega, donde estuvo oculto, parte inédita del legado escrito de Mons. Proaño y lo custodia, hay el empeño en publicarlo para que surjan nuevos Proaños. Hay que "globalizar" a Proaño NO COMO RELIQUIA SINO COMO SENDA, COMO GUIA QUE SEÑALA EL CAMINO, NO COMO ANECDOTARIO.

Tal vez inquiete mucho recordar a Proaño. Pero...¿ qué sería de la Iglesia en Ecuador sin Proaño, Agustín Bravo, José Gómez Izquierdo, Gonzalo López y algunos de los que están todavía vivos?

lunes, 29 de agosto de 2016

Lasso y Nebot colonizan a Pachakutik con ‘PachaKushkis’


 

Orlando Pérez
Director de El Telégrafo

Suena fuerte, pero es cierto. A la luz de los hechos, los discursos y los acercamientos cada vez más “fraternos” entre algunos dirigentes de Pachakutik y el banquero Guillermo Lasso y Jaime Nebot no cabe duda que vivimos el momento que nadie imaginó y que Mónica Chuji intenta explicar.

Si con Auki Tituaña alguien se sorprendió y hasta dudó de que solo se trataba de un asunto muy particular y privado del exalcalde Cotacachi, ahora los supuestos más radicales dirigentes de Pachakutik (Salvador Quishpe, Marcelino Chumpi y Lourdes Tibán) confirman esa deriva inconcebible: hablan con la derecha ecuatoriana como si fuesen sus compañeros de lucha de toda la vida.

¿Y quién cree que Lasso se ha convencido de la lucha de los indígenas? ¿Cómo se entienden las declaraciones de Carlos Pérez Guartambel sobre la banca y la derecha ecuatoriana? O le hacemos caso a Marlon Santi, quien le dijo a este diario: “¿Quién dijo que yo soy de izquierda? Yo soy un ciudadano ecuatoriano y la visión del movimiento Pachakutik no es de centro, de izquierda o de derecha, es de un movimiento que unifica el contexto pluralista…”.

Bajo el supuesto de que ahora no importan las ideologías, que el movimiento indígena no es de derecha ni de izquierda, tenemos por delante la consagración del absurdo político que resiente a personalidades de enorme respeto y larga trayectoria de lucha como Humberto Cholango, Ricardo Ulcuango y otras más.

Un absurdo que se entiende solo desde las habilidades de los operadores políticos de la derecha que a través de algunos supuestos sindicalistas y consultores han convencido a las cabezas de Pachakutik de que con Lasso o con Cynthia Viteri sus plataformas programáticas ancestrales se harán realidad. Algo parecido ya les ocurrió con Lucio Gutiérrez y ya sabemos dónde terminó todo ello.

Y evidentemente el absurdo se agranda cuando la postura de un Quishpe es rogar por que el banquero acepte como binomio vicepresidenciable a Tibán. Ni siquiera asume la supuesta dignidad que tiene para otras acciones políticas exigiendo la presidencia en la papeleta. Casi ruega que por favor la acepten, mientras Lasso le “longuea” diciendo que su compañera de fórmula será una quiteña. ¿Una quiteña indígena? ¿Cabe eso o será una quiteña de la élite capitalina con soporte aristocrático?

Pero quizás el absurdo adquiere otro sentido si uno lee a Mónica Chuji responderse la pregunta que se hace en un artículo https://lalineadefuego.info/2016/08/03/sacha-runa-yuyai-y-yachai-el-pensamiento-y-saber-de-los-pueblos-selvaticos-por-monica-chuji/ que da para pensar más de una vez qué momento vivimos. Ella se pregunta: “¿Somos de izquierda o de derecha?” y se responde: “Los pueblos indígenas tenemos nuestra propia filosofía de vida, ya sea en los Andes, en la Amazonía o en la Costa, con matices diferentes, pero con visiones similares. En general somos gente de diálogo, de debate, de consensos. Somos culturas diversas que amamos la diferencia, pero no la competencia. Nos diferenciamos rotundamente con la lógica del modernismo, pero que no nos queda otra vía que luchar en cancha ajena para poder incidir y hacer que nuestras propuestas sean debatidas por la sociedad.”

Si Chuji lo señala así entonces hay algo más en cuestión, ya que no ha tenido ella recelo alguno de sentarse junto a los socialcristianos en pro de la Unidad: para los indígenas no importan las ideologías que definen el devenir de la economía y la cultura del Ecuador con el único propósito de imponer su “no ideología”. Cuando dice que no les queda otra vía que luchar en la cancha ajena se entiende ahora por qué se aliaron con Lucio, apoyaron a Correa y ahora pueden compartir la mesa con Viteri o con Lasso. ¿Por qué no con Álvaro Noboa y Donald Trump también?

Pero salta otra duda: ¿los pueblos indígenas son una sola entidad, con una visión única y con esa filosofía absolutamente incorporada en sus prácticas políticas? Si el diálogo ha sido su mayor fortaleza filosófica, ¿cómo se explica la ausencia de diálogo con otras organizaciones y dirigentes indígenas? ¿Es más fácil hablar con Lasso y Nebot que con la Fenocin o la FEI?

La verdad: todo ese “andamiaje ideológico” de Santi, Chuji, Quishpe, Tibán y Chumpí solo revela dos posibles explicaciones. Una: justifican lo injustificable para pactar con la derecha y así derrotar al “correísmo”. O dos: les hace falta una buena sentada para ponerse de acuerdo en su propia visión ideológica antes de tomar decisiones electorales que conlleven efectivamente la emancipación definitiva de los pueblos indígenas.

Posiblemente también ocurra que los mestizos no estamos en condición de entender esa filosofía indígena explicada por Chuji y quizá los más lúcidos para ello sean los líderes blanquitos de la derecha. Si Pérez Guartambel dijo que con todos menos con CREO, PSC y AP, ¿dónde queda tanta supuesta elocuencia y dignidad políticas?

Y si fuese así, podría ocurrir que por fin la derecha entendió a los pueblos indígenas y por fin harán suyas sus reivindicaciones y tendremos en el futuro un gobierno plural, diverso y multicolor. Solo valdría preguntar a Mae Montaño de qué ha servido su presencia política en la derecha al pueblo afroecuatoriano y por qué no es ella la escogida para acompañar en la papeleta a Lasso.

No, aquí hay un proceso “colonizador” de nuevo cuño que pasa por la cooptación de algunos “PachaKushkis” y copar el espacio electoral con una supuesta representación multiétnica y pluricultural. El objetivo real es recuperar el poder político para los grupos financieros y oligárquicos puestos una wiphalla al cuello.

domingo, 28 de agosto de 2016

Cómo hacer frente al fundamentalismo


Leonardo Boff

Actualmente se produce en todo el mundo un aumento creciente del conservadurismo y de fenómenos fundamentalistas que se manifiestan por la homofobia, xenofobia, antifeminismo, racismo y todo tipo de discriminaciones.

El fundamentalista está convencido de que su verdad es la única y todo lo demás son desviaciones o está fuera de la verdad. Esto es recurrente en los programas televisivos de las distintas iglesias pentecostales, incluyendo a sectores de la Iglesia Católica, pero también en el pensamiento único de sectores políticos. Piensan que sólo la verdad, la de ellos tiene derecho. El error hay que combatirlo. Este es el origen de los conflictos religiosos y políticos. El fascismo empieza con este modo cerrado de ver las cosas.

¿Cómo vamos a hace frente a ese tipo de radicalismo? Hay muchas formas y creo que una de ellas consiste en rescatar el concepto bueno de relativismo, palabra que muchos no quieren oír. Pero en él hay mucha verdad.

Debe ser pensado en dos direcciones: En primer lugar, lo relativo quiere expresar el hecho de que todos estamos de alguna forma relacionados. En la perspectiva de la física cuántica, la encíclica del Papa Francisco insiste sobre cómo cuidar de la Casa Común: «todo está íntimamente relacionado; todas las criaturas existen y dependen unas de otras» (n.137; 86). Por esta interrelación todos somos portadores de la misma humanidad. Somos una especie entre tantas, una familia.

En segundo lugar es importante comprender que cada uno es diferente y tiene valor por sí mismo, pero está siempre en relación con otros y sus modos de ser. De aquí que sea importante relativizar todos los modos de ser; ninguno de ellos es absoluto hasta el punto de invalidar los demás. Se impone también una actitud de respeto y de acogida de la diferencia porque, por el simple hecho de estar ahí, goza del derecho de existir y de coexistir.

Es decir, nuestro modo de ser, de habitar el mundo, de pensar, de valorar y de comer no es absoluto. Hay otras mil formas diferentes de ser humanos, desde la forma de los esquimales siberianos, pasando por los yanomamis de Brasil, hasta llegar a los habitantes de las comunidades de la periferia y a los de las sofisticadas Alphavilles, donde viven las élites opulentas y temerosas. Lo mismo vale para las diferencias de cultura, de lengua, de religión, de ética y de ocio.

Debemos ampliar la comprensión de lo humano mucho más allá de nuestra concreción. Vivimos en la fase de la geosociedad, sociedad mundial, una, múltiple y diferente.

Todas estas manifestaciones humanas son portadoras de valor y de verdad. Pero son un valor y una verdad relativos, es decir, relacionados unos con los otros, interrelacionados, ya que ninguno de ellos, tomado en sí mismo, es absoluto.

¿Entonces no hay verdad absoluta? ¿Vale el “everything goes” de algunos posmodernos? ¿Vale todo? No vale todo. Todo vale en la medida en que mantiene relación con los otros, respetándolos en su diferencia y no perjudicándolos.

Cada uno es portador de verdad pero nadie puede tener el monopolio de ella, ni una religión, ni una filosofía, ni un partido político, ni una ciencia. Todos, de alguna forma, participan de la verdad, pero pueden crecer hacia una comprensión más plena de la verdad, en la medida en que se relacionan.

Bien decía el poeta español Antonio Machado: «No tu verdad. La verdad. Y ven conmigo a buscarla. La tuya, guárdatela». Si la buscamos juntos, en el diálogo y en la relacionalidad recíproca, entonces va desapareciendo mi verdad para dar lugar a nuestra Verdad, comulgada por todos.

La ilusión de Occidente, de Estados Unidos y de Europa, es imaginar que la única ventana que da acceso a la verdad, a la religión verdadera, a la auténtica cultura y al saber crítico es su modo de ver y de vivir. Las demás ventanas solo muestran paisajes deformados.

Pensando así se condenan a un fundamentalismo visceral que los hizo, en otro tiempo, organizar masacres al imponer su religión en América Latina y en África, y hoy haciendo guerras con gran mortandad de civiles para imponer la democracia en Iraq, Afganistán, Siria y en todo el Norte de África. Aquí se da también el fundamentalismo de tipo occidental.

Debemos hacer el buen uso del relativismo, inspirados, por ejemplo, en las artes culinarias. Hay una sola culinaria, la que prepara los alimentos humanos, pero se concreta en muchas formas y en las distintas cocinas: la minera, la nordestina, la japonesa, la china, la mejicana y otras.

Nadie puede decir que sólo una es la verdadera y sabrosa, por ejemplo, la minera o la francesa, y que las otras no lo son. Todas son sabrosas a su manera y todas muestran la extraordinaria versatilidad del arte culinario.

¿Por qué con la verdad debería ser diferente? La base del fundamentalismo es esa arrogancia de que su modo de ser, su idea, su religión y su forma de gobierno es la mejor y la única válida en el mundo.

sábado, 27 de agosto de 2016

SER MÁS, SER MENOS, ATAÑE SOLO AL EGO


Fray Marcos Rodríguez
Lc 14, 1.7-14

Hoy tiene mucha importancia el contexto. Un fariseo invita a Jesús a comer. Los judíos hacían los sábados una comida especial a medio día, al terminar la reunión en la sinagoga. Aprovechaban la ocasión para invitar a alguna persona importante y así presumir ante los demás invitados. Jesús era ya una persona muy conocida y muy discutida. Seguramente la intención de esa invitación era comprometerle ante los demás invitados. Como aperitivo, Jesús cura a un enfermo de hidropesía, con lo cual ya se está granjeando la oposición general (era sábado). También tenemos que tener en cuenta el simbolismo del banquete en todo el AT. Los tiempos escatológicos casi siempre se simbolizan como un banquete.

En el texto que hemos leído, encontramos dos parábolas. Una se refiere a los invitados. Otra se refiere al anfitrión. Se trata de la relación que puedes iniciar tú y la que inicia el otro contigo. En la primera no se trata de un consejo de urbanidad para tener éxito, pero toma ejemplo de un sentimiento generalizado para apoyar una visión más profunda de la humildad. Ponerse en el último lugar no debe ser una estratagema para conseguir mayor admiración y honor. La frase: “Porque todo el que se enaltece será humillad, y el que se humilla será enaltecido”, puede llevarnos a una falsa interpretación. Jesús aconseja no buscar los honores y el prestigio ante los demás, como medio de hacerse valer. Condena toda vanagloria como contraria a su mensaje. Es curioso como conecta este texto con el final del domingo pasado: “Hay últimos que serán primeros y primeros que serán últimos”.

La segunda parte encierra un matiz diferente. No quiere decir Jesús que hagamos mal cuando invitamos a familiares o amigos. Quiere decir que esas invitaciones no van más allá del egoísmo amplificado a los que están de tu parte. Esa actitud para con los amigos no es signo del amor evangélico. El amor que nos pide Jesús tiene que ir más allá del sentido común y del puro instinto, de los sentimientos o del interés personal. La demostración de que se ha entrado en la dinámica del Reino está en que se busca el bien de los demás sin esperar nada a cambio. También aquí tenemos que andar con mucho cuidado, porque la frase “dichoso tú porque no pueden pagarte, te pagarán cuando resuciten los justos”, puede entenderse como una estrategia para que te lo paguen en el más allá. Esta dinámica ha movido con mucha frecuencia la moral cristiana, pero no tiene nada de cristiana.

En ambos casos, Jesús nos propone una manera distinta de entender las relaciones humanas. Jesús quiere trastocar comportamientos que tenemos por normales, para entrar en una dinámica nueva, que nos tiene que llevar a cambiar la escala de valores del mundo. Ser cristiano es sencillamente, ser diferente. No se trata de renunciar a ser el primero. Todo lo contrario, se trata de asegurar el primer puesto en el Reino. Se trata de buscar el bien de la persona entera, y no solo de la parte biológica. “El que quiera ser primero que sea el último y el servidor de todos”. Jesús no critica el que queramos ser los primeros, lo que rechaza es la manera de conseguirlo.

Ojo con la falsa humildad. Dice Lutero: La humildad de los hipócritas es el más altanero de los orgullos. Muchos han hecho de su falsa humildad una máscara de su vanidad. Existen dos clases de falsa humildad. Una es estratégica. Se da cuando nos humillamos ante los demás con el fin de arrancar de ellos una alabanza que de otro modo no tendríamos. Otra es sincera, pero también nefasta. Se da en la persona que se desprecia a sí misma porque no encuentra nada positivo en ella. No es fácil escapar a esos excesos que han dado tan mala prensa a la humildad. Ninguno de los grandes filósofos griegos (Sócrates, Platón, Aristóteles) elogiaron la humildad como virtud; y Nieztsche la consideró la mayor aberración del cristianismo. Para ellos humildad era sinónimo de pusilanimidad.

¿Qué es la humildad? No hay que hacer absolutamente nada para ser humilde. Es reconocer que eres lo que eres, sin más. Ni siquiera tendríamos que hablar de ella, bastaría con rechazar todo orgullo, vanidad, jactancia, vanagloria, soberbia, altivez, arrogancia, impertinencia, etc.. Se suele hacer alusión a Sta. Teresa; pero la inmensa mayoría demuestran no entenderla cuando dicen: “humildad es la verdad”. Ella dice: "humildad es andar en verdad". Se trata de conocer la verdad de los que uno es, y además vivir (andar en) ese conocimiento de sí. También se entiende mal la frase de Jesús, “yo soy la verdad”, cuando se interpreta como obligación de aceptar su doctrina. No, Jesús está hablando de la verdad ontológica. Está diciendo que es auténtico, que es lo que tiene que ser.

Siempre que se violenta la verdad, sea por defecto sea por exceso, se aleja uno de la humildad.No se trata de que nos convenzan de que somos una mierda y nada más. Se trata de descubrir nuestras auténticas posibilidades de ser. Humildad es aceptar que somos criaturas, con limitaciones, sí; pero también con posibilidades infinitas, que no dependen de nosotros. Ninguno de los valores verdaderamente humanos debe ser reprimido en nombre de una falsa humildad. No se trata de creerse ni superiores ni inferiores, sino de aceptar lo que somos en verdad. Si la humildad me lleva a la obediencia servil, no tiene nada de cristiana. En nuestra religión muchas veces se ha apelado a la humildad para someter a los demás a la propia voluntad.

Un conocimiento cabal de lo que somos nos alejaría de toda vanagloria (conócete a ti mismo). No se trata de un conocimiento analítico desde fuera, sino interior y vivencial. La frase no estaba a la entrada de una academia, sino a la entrada de un templo. Para conocerse, hay que tener en cuenta al ser humano en su totalidad. Eso sería la base de un equilibrio psíquico. Sin conocimiento no hay libertad. La humildad no presupone sometimiento o servidumbre a nada ni a nadie. Sin libertad ninguna clase de humanidad es posible. Tampoco la soberbia es signo de libertad, porque el hombre orgulloso está más sometido que nadie a la tiranía de su ego. No es fácil darse cuenta de esta trampa.

La mayoría de las enfermedades depresivas tienen su origen en un desconocimiento de sí mismo o en no aceptarse como uno es, que viene a ser lo mismo. Ninguna de las limitaciones que nos afectan como seres humanos, pueden impedir que alcancemos nuestra plenitud. Las carencias sustanciales forman parte de mí. Las accidentales no pueden desviarme de mi trayectoria humana. Una visión equivocada de sí mismo ha hundido en la miseria a muchos seres humanos. Caen en una total falta de estima y en la pusilanimidad destructora, que les impiden descubrir lo que de bueno y positivo tienen; y por lo tanto le impide desarrollarse. Ser humilde no es tener mala opinión de sí mismo ni subestimarse. Avicena dijo: "Tú te crees una nada, y sin embargo, el mundo entero reside en ti".

Hoy podemos y debemos ir un paso más allá del evangelio. El orgulloso no necesita que nadie le eche en cara su soberbia ni que le castiguen por su actitud. Él mismo se deshumaniza al despreciar a los demás y desligarse de ellos. De la misma manera, no es necesario que el humilde reciba ningún premio. Si espera ese premio, su humildad no es más que un medio para conseguir lo mismo que el soberbio. Si no espera nada de su actitud o, mejor aún, si ni siquiera se da cuenta de su actitud, es que de verdad está en la dinámica del evangelio, que nos dice por activa y por pasiva que el que se hace pequeño es ya el más grande. No es una enseñanza puntual de Jesús sino una constante en todo el evangelio.

La humildad no va de abajo a arriba sino de arriba abajo. La humildad ante los superiores, la mayoría de las veces no es más que sometimiento y servilismo. No es humilde el que reconoce la grandeza del que está por encima sino el que reconoce la grandeza en el que está por debajo. Ser humilde ante Dios resultaría ridículo. Debemos ser humildes ante los que se sienten por debajo de nosotros; ante todos los desheredados de este mundo.


Meditación-contemplación

“¡Amigo, sube más arriba!”
Esta frase, sacada de contexto, podía ser el lema del hombre terreno.
Pero más allá de lo terreno tú eres más de lo que crees ser.
Nada ni nadie te puede impedir alcanzar esa meta espiritual.
Solamente tú renuncias a alcanzarlo.
.........................

No tienes que hacer nada, ni conseguir nada.
Todo lo que pretendes alcanzar, ya lo tienes.
Todo lo que pretendes ser, ya lo eres.
Solamente tienes que tomar conciencia de ello.
....................

Si descubres esto, dejarás de necesitar la alabanza y admiración de los demás.
No necesitarás aparentar más de lo que eres.
Perderás todo miedo, porque nadie puede arrebatarte lo que eres.
Estarás a la puerta de la felicidad.
........................

viernes, 26 de agosto de 2016

Si la clase media despertara…


Frei Betto

CD.- A partir del 2016 el 1 % de la población mundial, que alcanza hoy en día 7,200 mil millones de personas, tendrá una fortuna superior a los ingresos del 99 % de esa población. La riqueza mundial alcanzó en el 2013 US$ los 241 mil billones. Eso significa que 72 millones de personas tendrán en sus manos el 46 % de dicha fortuna, estimada en US$ 110 mil billones. Y la gran mayoría de la población mundial, o sea 7,128 millones de gentes, tendrá que sobrevivir con los US$ 131 mil billones restantes.

Mire qué injusto es este mundo: si toda la riqueza de la humanidad fuera dividida por igual entre los 7,200 millones de personas, cada uno de nosotros tendría un patrimonio de US$ 33,472. Todos tendrían lo suficiente para vivir con dignidad y por tanto no habría hambre, criminalidad, migraciones, mendigos, favelas, mortalidad infantil y quizás hasta ni guerras. Viviríamos en un mundo de prosperidad y paz.

Como el reparto del 54% de la riqueza mundial entre el 99% de la humanidad tampoco es ecuánime, se reproduce la desigualdad. Los que tienen lo suficiente para vivir ni desean cuestionar a los que integran el selecto grupo del 1 % más rico; prefieren pensar que forman parte de ese contingente microscópico.

En el Brasil la renta familiar se triplicó entre el 2000 y 2014. Gracias al gobierno del PT pasó de US$ 7,900 a US$ 23,400 por año. Sin embargo creció la desigualdad. En la lista del 1% de los más ricos del mundo hay 296 mil brasileños.

Es común ver a la clase media, que sobrevive con dignidad, hablar contra la distribución de la renta, porque cree que acarrea pérdida de sus recursos. No se da cuenta de que con esta postura, en vez de ayudarse a sí misma, favorece al 1% que se apropia de la riqueza mundial.

La gran lucha política e ideológica que la humanidad debe emprender hoy en día es la de convencer a los sectores que consiguen sobrevivir con dignidad a que se unan a los que no lo consiguen, para combatir a ese 1% que detenta una cantidad de recursos que si fueran mejor distribuidos harían del mundo un lugar mucho mejor. ¿Cómo convencer a los sectores de renta media de que sus enemigos no son los 110 mil billones? No es fácil. El 1% controla los gobiernos, las comunicaciones, las iglesias y hasta la enseñanza escolar, de tal modo que diseña el pensamiento del 99 % desde la infancia.

La miseria es humillante. Causa revoluciones, estimula la criminalidad, provoca migraciones, favorece el trabajo esclavo, disgrega a las familias y lleva a unas personas a optar por la violencia para conseguir lo que no puede ser obtenido con el trabajo, pues las condiciones para alcanzar buenos cargos en el mercado son absurdamente desiguales.

jueves, 25 de agosto de 2016

Proaño secuestrado...



Padre Pedro Pierre

Es lo que quisieran muchos eclesiásticos ecuatorianos y otros tantos ‘ricachones’ de nuestro país: secuestrar y desaparecer a monseñor Leonidas Proaño. Ejemplo: la reciente desaparición de la catedral de Riobamba del Mural de los Mártires de América Latina ofrecido a monseñor Proaño por el pintor argentino y premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel.

Monseñor Julio Padilla, actual obispo de Riobamba, con un comunicado, quiso poner fin a la polémica: “La Curia Diocesana toma la decisión de que el Mural de los Pueblos Latinoamericanos permanezca en la catedral”. De hecho, Adolfo Pérez Esquivel le había escrito una larga carta en la que expresaba su sorpresa ante dicha desaparición, el sentido eclesial latinoamericano del mural y la importancia simbólica de su ubicación en la catedral de Riobamba. Varias revistas e informaciones nacionales e internacionales se han hecho eco de esta desafortunada iniciativa. Hasta en la misma Riobamba hubo manifestaciones públicas.

Otro ejemplo de hace 40 años: el apresamiento por parte de la junta militar al poder en ese entonces de monseñor Proaño con más de 30 obispos latinoamericanos reunidos en Riobamba. Este escándalo internacional se dio, según lo escribió monseñor Agustín Bravo, vicario episcopal de monseñor, sobre recomendación de las más altas autoridades eclesiásticas de Ecuador. Estos obispos, sacerdotes, religiosas y seglares se habían reunido para compartir sus experiencias pastorales después de las orientaciones puestas en marcha después de la reunión de los obispos del subcontinente en Medellín, Colombia, en 1968. Monseñor Proaño escribió la memoria de este suceso en su libro El Evangelio subversivo.

Otro secuestro frustrado ocurrió poco después de que monseñor había llegado como obispo a Riobamba. Comenzó su trabajo pastoral visitando todas las parroquias de la diócesis. Quedó estupefacto por la miseria y la esclavitud en las que se mantenía a la inmensa mayoría de los indígenas. Al terminar estas visitas que se prolongaron durante varios meses, las autoridades civiles y los gamonales de la ciudad quisieron ofrecerle un banquete relevante en una hacienda famosa. Monseñor se negó rotundamente a participar aduciendo que lo haría cuando tanto indígenas como mestizos estuvieran sentados en la misma mesa. Así escapó al secuestro, pudiendo de esta manera dedicarse preferentemente a la evangelización liberadora y a la organización de los indígenas.

Estos secuestros demuestran las opciones en nuestra Iglesia: la opción de unos por los ricos, o sea, la de los secuestradores, y la opción por los pobres, o sea, la de Jesús. Ayer como hoy se quiere borrar la memoria de monseñor Proaño, el recuerdo de los mártires de América Latina, el protagonismo de los indígenas, la fuerza de los pobres, una Iglesia con rostro latinoamericano. Ya Jesús advertía a sus seguidores: “¡Felices ustedes, cuando por causa mía los insulten, los persigan y les levanten toda clase de calumnias!”. Monseñor Proaño y la Iglesia de los Pobres se quedan para largo porque tienen la fuerza del Evangelio.

miércoles, 24 de agosto de 2016

No quieren ser diaconisas

 
Antonio Aradillas
 
RD.- Tal y como, pese a todo, todavía siguen subiendo los índices en la bolsa de valores del machismo eclesial y de sus congéneres, resulta explicable que por ahora no sean muchas las mujeres a las que les entusiasme enrolarse en el colectivo de las vocacionadas a recibir la ordenación del diaconado.
 
Con honradez, lealtad, amor a la Iglesia y sentido de la realidad, la mayoría de las mujeres están convencidas, y así lo atestiguan, que, tanto en la forma, como en el fondo, del proyecto del diaconado femenino, se enclaustran más o menos furtivamente intenciones ajenas a proyectos muy elementales de la promoción integral de la mujer, que ella misma demanda, en responsable respuesta a los problemas del mundo en la actualidad.
 
Es tanta, tan palpable y evidente, a la vez que perseverante, la actitud mantenida por la Iglesia oficial, con la generosa aportación de argumentos humanos y divinos, como para que los temores de los colectivos femeninos religiosos, en la variedad de sus versiones, coincidan en el convencimiento de que de su diaconado enmascare su presencia y actividad en la Iglesia, como asistenta de obispos y presbíteros, pero no como colaboradora de verdad, y en idénticos, o mayores, compromisos pastorales y ministeriales.
 
Gracias sean dadas a Dios, son ya -y serán muchas más -, las mujeres que estudian ciencias teológicas, y además viven o intentan vivir las realidades terrenales a la luz de las mismas y tanto como lo hicieron, y lo hacen, los hombres.
 
Pensar en que su nueva condición de diaconisa contribuiría tan solo o fundamentalmente, a dignificar, a hacer perdurable y rentable su situación de monaguilla, acólita, "señora de la limpieza", serviciaria del templo y, con votos o sin ellos, administrativa, a las órdenes de la jerarquía eclesiástica, varonil por definición y por cánones, no facilita recorrer los nuevos caminos "vocacionales" dentro de la Iglesia, tal y como felizmente les ocurre en la totalidad de actividades y de profesiones, equiparadas con el hombre.
 
A estas, y a otras mujeres instruidas en materias religiosas, no se les oculta que el término "diakonía" en la configuración teológico- pastoral de la verdadera Iglesia de Cristo, supera en valor y en dignidad a otros conceptos como el de obispo, sacerdote, presbítero o clérigo en general. Sin "diakonía", es decir, sin disponibilidad, capacidad y ejercicio al servicio del pueblo, y de quienes lo componen, con misericordiosa prevalencia para los pobres y más necesitados, no es Iglesia la Iglesia, por muchas mitras, báculos, anillos, procesiones, tratados de escolástica, "Años Santos", confesonarios y liturgias con los que algunos, aún "en el nombre de Dios", lo declaren y lo dogmaticen.
 
El esquema de vida y de actividad eclesiástica se refleja en el capítulo dedicado a las "diaconisas" en la historia de la primitiva Iglesia, sobre todo, oriental, en cuyo ritual destaca la entrega dele anillo y de la corona sobre la cabeza, por parte del obispo, con el rito de una falsa "ordenación sacramental" y consiguiente esfuerzo de apariencias y "queiotonía" , en alguna de las cuales se manifiesta y pone de relieve con claridad obsesivamente misógina, que "no deben enseñar, ni ser charlatanas, ni estar ociosas, ni dejarse deslumbrar y seducir por falsos maestros"
 
Sería ciertamente intranquilizador tener que interpretar que la falta de decisión episcopal por aceptar y hacer viable la posibilidad del diaconado femenino, respondiera a negativas retrógradas, hoy insoportables e incongruentes, pero apuntaladas por teólogos y pastoralistas "antifranciscanos", a quienes les da la impresión de que tal cambio en la estructura y disciplina eclesiástica equivaldría a entreabrir las puertas del sacerdocio femenino.
 
Con diaconisas o sin ellas, a la mujer, por mujer, no se les `pueden seguir cerrando los accesos al ejercicio del ministerio sacerdotal, en igualdad de condiciones que el hombre. Tal cerrazón y negativa es un atropello y una anomalía antirreligiosa y antisocial, que pregona a todos los vientos el machismo de una institución, además de Estado, como la Iglesia, con las incidencias tan negativas y nefastas que ello comporta para el desarrollo integral, de la humanidad. Alardear de "cristiana" una Iglesia como la católica, antifeminista por definición y praxis constitucional, ronda y sobrepasa los límites de la consternación.

martes, 23 de agosto de 2016

Cuando la verdad de la guerra se filtra en nuestro mundo de ilusiones


Jorge Majfud
PhD, Jacksonville University
College of Arts and Sciences
Division of Humanities. 

ALAI AMLATINA, 22/08/2016.- Umberto Eco, en alguna página de La definizione dell’arte (1968), decía que un objeto cualquiera que encontramos en la calle se resignifica al ser puesto en un museo. Su valor, artístico y semiótico, radica en la descontextualización. Algo similar habían entendido los formalistas rusos cuando a principios del siglo pasado analizaron la importancia de la (¿cómo decirlo?) agramaticalidad de un verso para arrastrar la atención del lector en la palabra imprevista, inusual. De esa forma, un engranaje, un sustantivo, cobraban un nuevo significado, más potente, más autónomo (los modernistas hispanoamericanos ya habían experimentado con esto en el siglo XIX).

Esta dinámica semiótica se confirma en los fenómenos de la globalización digital, donde interviene la fría indiferencia del fenómeno y la insoportable tragedia del dolor moral.

El reciente video donde se muestra la reacción sin llanto ni lágrimas de un niño víctima de los bombardeos aéreos en Alepo, Siria, se convirtió en eso que tan dudosamente se llama viral. Cada tanto el mundo se conmueve con estos rostros de víctimas inocentes. Un caso similar fue el de Aylan Kurdi, otro niño sirio ahogado en el intento de sus padres de llegar a las costas de Europa.

Ambas tragedias tienen, obviamente, muchos elementos en común. Pero ambas reacciones mediáticas también. Tanto en el caso del niño muerto en la playa griega de Kos como en el de Alepo, el elemento común que los convierte en “virales” es la descontextualización, no en el descubrimiento de ninguna verdad sobre las guerras en curso y los abusos ya tradicionales de la fuerza.

Desde la invasión de Irak y desde mucho antes (Vietnam, Líbano, Guatemala, Palestina, Sahara Occidental, Sierra Leona, Nigeria… por nombrar sólo unos pocos, los más olvidados de los últimos años) hemos visto niños cubiertos de polvo, despedazados y masacrados en números escandalosos. Ninguna de esas imágenes produjo las reacciones en masa que hemos visto en los últimos casos mencionados.

¿Por qué?

Bueno, creo que no hace falta ser un genio para darse cuenta que la explicación, más allá de moral, es psicológica. En ambos casos, los niños extrapolaban sus dramas (lejanos para Occidente y para el Oriente y el Medio Oriente rico) a un contexto familiar, propio de países desarrollados o, al menos, no en guerra. La playa de Kos era una playa europea, alejada del conflicto; el guardia turco que lo recogió con sus guantes de látex, podía ser alguien que conocemos de nuestras playas occidentales.

Aún más evidente es el reciente caso de Omran, en Alepo.

El primer elemento remarcable es la ausencia de llanto de Omran, la constatación de estar herido al tocar su cara y ver su mano ensangrentada. El gesto dolorosamente humilde de ese pequeño inocente que, casi como si no debiera, se limpia la sangre de su mano en el impecable sillón naranja y mira tímidamente a su alrededor. Su gesto significa, aunque sea por aturdimiento o confusión, todo lo que no esperaríamos de un niño de cinco años: la ausencia de llanto en medio de una tragedia que nuestros hijos nunca han vivido. Nuestros hijos saben llorar, y en un mundo consumista prácticamente lloran por todo. Omran ni siquiera puede darse el lujo de llorar.

Pero vayamos a un elemento menos evidente, aunque es lo primero que vemos: la composición de la imagen. El niño desdibujado por las heridas de los escombros y el polvo del ataque aéreo (cuyo objetivo era protegerlo; no vamos a poner en tela de juicio el buen corazón de las potencias mundiales) es sentado en un impecable sillón naranja, al lado de otros equipos impecablemente naranjas de los socorristas.

De por sí se establece un brutal contraste visual. Pero aún más marcado es el contraste simbólico: la fragilidad, la inocencia, extrapolada a nuestro mundo, el mundo moderno, impecable, funcional --civilizado.

Por transferencia simbólica, el niño pasa a ser uno de nuestros vecinos o uno de nuestros propios familiares viviendo una tragedia que no podemos contemplar sin conmovernos, sin movernos a contribuir en algo para aliviar esa tragedia, casi como alguien que le ofrece una aspirina a un enfermo de cáncer. Con todo, quizás, éste es el lado más positivo de toda la sensibilidad de aquellos que no viven en guerra.

Y, sin embargo, casi por norma, luego de la catarsis que nos demuestra todo lo bueno que somos, la mayoría siempre está dispuesta a olvidar o a hundirse en la inacción.

Me dirán que el juicio de “la mayoría siempre está dispuesta a olvidar” es injusto o arbitrario. Cierto, es muy difícil cuantificar este grupo; ni siquiera podría cometer la soberbia de excluirme. Sin embargo, a juzgar por la interminable tradición de guerras y contraguerras, de invasiones e intervenciones que normalmente preceden a las guerras civiles y a los grupos terroristas que en consecuencia florecen y se multiplican y luego justifican nuevas intervenciones y más bombas, parecería que, efectivamente, el poder siempre cuenta con una mayoría de indiferentes que cada tanto se conmueve hasta las lágrimas cuando descubre las consecuencias de sus malas elecciones de las que nunca llegan a aceptar ninguna responsabilidad.

- Jorge Majfud,
jmajfud@ju.edu / majfud@gmail.com

lunes, 22 de agosto de 2016

Una conversación con el Cardenal Christoph Schönborn sobre ‘La Alegría del Amor’


Antonio Spadaro, S.J. 
Director de La Civiltà Cattolica.
Arzobispo de Viena
Presidente de la Conferencia Espiscopal Austriaca.

Exigencias del amor

RC.- En la foto: El 8 de abril, el cardenal austriaco Christoph Schonborn habla en el Vaticano durante la conferencia de prensa con motivo de la presentación de la exhortación apostólica del Papa Francisco ‘Amoris Laetitia’, (“La Alegría del Amor”).

Conversar con el cardenal Christoph Schönborn, arzobispo de Viena, supone crear un espacio de reflexión que exige atención y serenidad. La lucidez de sus reflexiones va siempre de la mano de su profundidad espiritual. En este sentido, se corresponde bien con el carisma de la Orden de Predicadores y que resume el lema de Santo Tomás de Aquino, contemplata aliis tradere, “comunicar a los otros las realidades contempladas”. Y eso precisamente fue nuestra conversación: una transmisión, un intercambio, no de una serie de abstractas tesis intelectuales o escolásticas, sino de unos razonamientos que han encontrado su confirmación en la oración. El tono y el ritmo de la conversación reflejan también esta misma dimensión contemplativa.

Algunos hablan de “La Alegría del Amor” como de un documento menor, de una opinión personal del Papa Francisco (por decirlo así), sin pleno valor magisterial. ¿Qué valor posee esta exhortación? ¿Es un acto de magisterio? Esto parece evidente, pero es bueno aclararlo en estos tiempos, para evitar que algunas voces que sostienen lo contrario puedan crear confusión entre los creyentes.

Es obviamente un acto de magisterio: es una exhortación apostólica. Está muy claro que el Papa está ejerciendo aquí su papel de pastor, de maestro y profesor de la fe, después de haber consultado los dos sínodos sobre la familia. Y sin duda hay que decir que se trata de un documento pontificio de gran nivel, un verdadero magisterio de sacra doctrina, que nos remite a la actualidad de la palabra de Dios. La he leído muchas veces, y siempre que lo hago percibo la delicadeza de su composición y cada vez mayor cantidad de detalles repletos de enseñanza.

No faltan pasajes en la exhoratación que demuestran clara y decisivamente su valor doctrinal. El tono y el contenido de lo que se dice permiten reconocer la intención del texto —por ejemplo, cuando el Papa escribe: “Pido con urgencia…”, “Ya no podemos seguir diciendo…” “He querido presentar a toda la Iglesia…” y así sucesivamente—. “La Alegría del Amor” es un acto del magisterio que permite que la enseñanza de la Iglesia se haga presente y relevante en el mundo de hoy. Al igual que leemos el Concilio de Nicea a la luz del Concilio de Constantinopla y el Concilio Vaticano I a la luz del Concilio Vaticano II, tenemos que leer las previas afirmaciones del magisterio sobre la familia a la luz de las aportaciones que hace “La Alegría del Amor”. Eso nos permitirá dilucidar vívidamente la distinción entre la continuidad de los principios doctrinales y la discontinuidad de las perspectivas y reconocer aquellas expresiones que estuvieron condicionadas históricamente. Esta es la función que corresponde al magisterio vivo: interpretar verazmente la palabra de Dios, ya sea escrita o recogida por la tradición.

¿Le han sorprendido algunas cosas? ¿Y ha habido otras que le hayan movido a la reflexión? ¿Ha habido pasajes que ha tenido que pararse a leer varias veces?

Lo que me sorprendió muy gratamente fue la metodología. En este ámbito de la realidad humana, el Santo Padre renovó esencialmente el discurso de la Iglesia en las páginas de su exhortación apostólica “La Alegría del Evangelio”, como también lo hizo la constitución pastoral “Gaudium et Spes” del Concilio Vaticano II, que esboza ya los principios doctrinales y las reflexiones sobre el ser humano que hoy en día siguen en constante evolución. Hay aquí una profunda apertura para asumir la realidad.

¿Diría usted que esta perspectiva, tan abierta a la realidad, y también a la fragilidad, puede perjudicar la fortaleza de la doctrina?

Rotundamente no. El gran desafío del Papa Francisco es precisamente demostrar que esta perspectiva, por ser capaz de comprender y estar transida de benevolencia y de confianza, no causa daño alguno a la fortaleza de la doctrina. Por el contrario, esta perspectiva forma parte de los pilares de la doctrina. Francisco entiende la doctrina como el “hoy” de la Palabra de Dios, la Palabra encarnada en la historia, y la predica mientras va escuchando las preguntas que surgen por el camino. Lo que rechaza es esa actitud de encerrarse en discursos abstractos, impropios de quien vive y da testimonio de encuentro con el Señor que nos cambia la vida. Esa abstracta y doctrinaria perspectiva que domestica algunas declaraciones para imponerlas a una élite, y olvida que si cerramos los ojos a nuestro prójimo, también nos estamos volviendo ciegos a Dios, como dijo Benedicto XVI en “Deus caritas est”.

A uno le llama la atención esa insistencia del Papa en “La Alegría del Amor” de que la familia no es una realidad preconcebida y perfecta. Entonces ¿por qué tendemos a ser tan excesivamente idealistas cuando hablamos sobre las relaciones matrimoniales? ¿Es quizá un idealismo romántico que corre el riesgo de pecar de platónico?

La misma Biblia describe la vida familiar no como un ideal abstracto, sino como lo que el Santo Padre llama “un proceso dinámico” (AL 122 y 113). Los ojos del Buen Pastor miran a las personas, no a las ideas que pretenden justificar a posteriori la realidad de nuestra esperanza. La distancia que existe entre estas concepciones teóricas y el mundo en el que la Palabra se encarna, nos lleva a desarrollar “una fría moral de escritorio” (AL 312). A veces hemos hablado del matrimonio de forma tan abstracta que pierde todos sus atractivos. El Papa habla muy claro: la familia no es una realidad perfecta, porque está formada por pecadores. La familia en un proceso en camino. Creo que esta es la piedra angular de todo el documento. Y me parece que esta manera de mirar las cosas no tiene nada que ver con el secularismo, con el aristotelismo opuesto al platonismo. Creo más bien que es realismo bíblico, el modo de mirar a los seres humanos que nos brinda la Escritura.

Tal como escuchó de los propios Padres sinodales, el Papa es consciente del hecho de que no podemos seguir hablando de las personas en categorías tan abstractas ni condicionar la praxis concreta a la generalidad de una norma.

Respecto a los principios, la doctrina sobre el matrimonio y los sacramentos es clara. Y el Papa Francisco la ha expuesto una vez más con gran claridad. Respecto a la disciplina, el Papa toma en consideración la infinita variedad de situaciones concretas y afirma que no podemos esperar una nueva serie de normas, a modo de ley canónica, que pueda ser aplicable a todos los casos. En cuanto a la praxis, dada la complejidad de las situaciones y de las familias afectadas, el Santo Padre dice que lo que sí es posible es un nuevo y decidido esfuerzo para asumir el responsable discernimiento personal y pastoral que exigen los casos concretos. Hay que tener en cuenta que, “puesto que el grado de responsabilidad no es el mismo en todos los casos, las consecuencias o los efectos de una norma no necesariamente deben ser siempre los mismos” (AL 300). Añade, muy claramente y sin ambigüedad alguna, que este discernimiento alcanza también a “la disciplina sacramental, puesto que el discernimiento puede reconocer que en una situación particular no hay culpa grave” (AL 300, nota al pie 336). Y especifica también que “la conciencia de las personas debe ser mejor incorporada en la praxis de la Iglesia” (AL 303), especialmente en “conversación con el sacerdote, en el fuero interno” (AL 300).

Después de esta exhortación, ya no tiene sentido preguntar si, en general, todas las personas divorciadas que se han vuelto a casar pueden o no pueden recibir los sacramentos.

La doctrina de fe y costumbres existe—la disciplina basada tanto en la sagrada doctrina como en la vida de la Iglesia—y existe también la praxis, que está determinada tanto por la persona como por la comunidad. “La Alegría del Amor” se sitúa en el plano concretísimo de la vida de cada persona. Hay aquí una evolución, claramente expresada por el Papa Francisco, en la percepción que la Iglesia tiene de las circunstancias condicionantes y atenuantes, circunstancias que son características de nuestra propia época:

La Iglesia posee una sólida reflexión acerca de los condicionamientos y circunstancias atenuantes. Por eso, ya no es posible decir que todos los que se encuentran en alguna situación así llamada «irregular» viven en una situación de pecado mortal, privados de la gracia santificante. Los límites no tienen que ver solamente con un eventual desconocimiento de la norma. Un sujeto, aun conociendo bien la norma, puede tener una gran dificultad para comprender «los valores inherentes a la norma» o puede estar en condiciones concretas que no le permiten obrar de manera diferente y tomar otras decisiones sin una nueva culpa. Como bien expresaron los Padres sinodales, «puede haber factores que limitan la capacidad de decisión» (AL 301).

Pero estas orientaciones ya estaban contenidas de algún modo en el famoso Nº. 84 del “Familiaris Consortio” de San Juan Pablo II, que Francisco cita varias veces, como cuando dice: “Los pastores, por amor a la verdad, están obligados a discernir bien las situaciones” (FC 84; AL 79).

San Juan Pablo II distinguió, en efecto, una gran variedad de situaciones. Supo ver una diferencia entre quienes han tratado sinceramente de salvar su primer matrimonio y fueron abandonados sin justificación y quienes han destruido un matrimonio canónicamente válido con grave culpa por su parte. Y habla luego de aquellos que afrontan un segundo enlace con la intención de sacar adelante a sus hijos y que están subjetivamente seguros en conciencia de que el primer matrimonio, ya irreparablemente roto, nunca fue válido. Cada una de estas situaciones debe ser objeto de una valoración moral distinta.

Hay realmente muchos puntos de partida diferentes para ir hacia esa participación cada vez más profunda en la vida de la Iglesia a la que todos estamos llamados. Juan Pablo II presupone ya implícitamente que no podemos decir de forma simplista que cualquier caso de una persona divorciada que se vuelve a casar equivale a una vida en pecado mortal, apartada de la comunión de amor entre Cristo y la Iglesia. Ya entonces se estaba abriendo la puerta a una comprensión cada vez mayor, mediante el discernimiento de las diversas situaciones que no son objetivamente idénticas y gracias a la valoración responsable del fuero interno.

Por eso tengo la impresión de que esto es un paso más en la evolución de nuestra comprensión de la doctrina.

La complejidad de las situaciones familiares, que hoy es mucho mayor de lo que era habitual en nuestras sociedades occidentales hace solo unas décadas, ha hecho necesario mirar esta complejidad con mayor matización. Hoy mucho más que en el pasado, la situación objetiva de una persona no lo dice todo de esa persona en cuanto a su relación con Dios o con la Iglesia. Esta evolución nos obliga a repensar qué queremos decir cuando hablamos de situaciones objetivas de pecado. Y eso lleva implícito que también evolucione paralelamente nuestra comprensión y el modo de expresar la doctrina.

Francisco ha dado un paso importante al obligarnos a clarificar algo que había permanecido implícito en “Familiaris Consortio”: el vínculo entre la objetividad de una situación de pecado y la vida de gracia en relación con Dios y con su Iglesia, y —como consecuencia lógica—la concreta imputabilidad de pecado. El cardenal Ratzinger explicó en los años 90 que ya no podemos hablar automáticamente de una situación de pecado mortal en el caso de nuevas uniones maritales. Me acuerdo de haberle preguntado al cardenal Ratzinger en 1994, con motivo de la publicación por parte de la Congregación para la Doctrina de la Fe de un documento sobre personas divorciadas y casadas de nuevo: “¿Es posible que la vieja praxis que conocimos antes del concilio y que dábamos por segura, sea todavía válida?” Porque ahora esto abría la posibilidad, discerniendo en el fuero interno con nuestro confesor, de recibir los sacramentos, dado que no habría motivo de escándalo.” Su respuesta fue muy clara, respondió precisamente lo mismo que el Papa Francisco afirma: no hay una norma general que pueda cubrir todos los casos particulares. La norma general puede ser muy clara, pero es igualmente claro que esta no puede abarcar exhaustivamente todos los casos.

El Papa afirma que “en algunos casos”, cuando una persona está en situación objetiva de pecado—pero sin sentirse subjetivamente culpable o sin ser totalmente culpable—es posible vivir en gracia de Dios, amar y crecer en la vida de gracia y caridad, recibiendo para ello la ayuda de la Iglesia, incluyendo los sacramentos, también la Eucaristía, que “no es un premio para los perfectos, sino un generoso remedio y un alimento para los débiles.” ¿Cómo puede esta afirmación integrarse en la doctrina tradicional de la Iglesia? ¿Supone esto una ruptura con lo que se había dicho en el pasado?

Considerando la perspectiva del documento, creo que un punto fundamental en la elaboración de “La Alegría del Amor” es que todos nosotros—no importa a qué abstracta categoría podamos pertenecer—estamos llamados a pedir misericordia y a anhelar la conversión: “Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa…” Cuando el Papa Francisco habla en una nota a pie de página sobre la ayuda que dan los sacramentos en algunos supuestos de situaciones irregulares, lo hace a pesar de que el problema —que es importante en sí mismo— ha sido formulado de un modo incorrecto cuando se teoriza y también a pesar de que algunos prefieren tratarlo en dircursos generalizadores antes que por medio del discernimiento individual del cuerpo de Cristo, al que todos y cada uno de nostros estamos obligados.

Con extraordinaria perspicacia, el Papa Francisco nos pide que meditemos sobre 1 Cor 11:17-34 (AL 186), que es el pasaje más importante sobre la comunión eucarística. Esto le permite resituar el problema y colocarlo precisamente allí donde San Pablo lo coloca. Es un modo sutil de marcar una hermenéutica diferente para dar respuesta a las preguntas más acuciantes. Hay que entrar en las dimensiones prácticas de la vida para “discernir el Cuerpo”, mendigando misericordia. Es posible que a alguien que lleve una vida acorde con las normas le falte discernimiento y, como Pablo dice, “come y bebe su propia condenación”.

Nos dirigimos a los sacramentos como mendigos, como aquel rcaudador de impuestos que, en la parte de atrás del templo, no se atreve a levantar los ojos. Es posible que, en ciertos casos, quien está en situación objetiva de pecado pueda recibir la ayuda de los sacramentos. El Papa nos invita no solo a valorar las circunstancias externas (que tienen su propia importancia) sino también a preguntarnos a nosotros mismos si de verdad sentimos esa sed de su perdón misericordioso, de modo que podamos corresponder mejor al dinamismo santificador de la gracia. No podemos pasar de la regla general al caso particular teniendo solo en cuenta las cuestiones formales.

Pero alguien podría preguntar: ¿y qué significa exactamente “en algunos casos”? ¿No se podría hacer una especie de inventario para aclararlo?

Así correríamos el riesgo de caer en una casuística abstracta. Y algo todavía más serio: correríamos el riesgo de crear —incluso si en la norma se incluyen excepciones— un “derecho” a recibir la Eucaristía en una situación objetiva de pecado. Creo que el Papa nos está pidiendo aquí, por amor a la verdad, que apliquemos el discernimiento en cada caso concreto, tanto en el fuero interno como en el externo.

Por favor, acláreme esto: el Papa Francisco habla aquí de una “situación objetiva de pecado”. Obviamente, no se refiere a quien haya recibido una declaración de nulidad de su primer matrimonio y que luego se casó, ni tampoco a aquellos que hayan logrado vivir juntos “como hermano y hermana” (su caso podría ser irregular, pero no viven de hecho en una situación objetiva de pecado). En consecuencia, el Papa se refiere aquí a quienes no han logrado realizar objetivamente nuestro concepto de matrimonio y transformar su modo de vida de acuerdo con esa exigencia. ¿Es así?

Así es, en efecto. Precisamente por su amplia experiencia de acompañamiento espiritual, cuando el Santo Padre habla de “situaciones objetivas de pecado” no se detiene en los tipos de casos que se describen en el nº 84 de Familiaris Consortio. Hace referencia de un modo mucho más amplio a “ciertas situaciones que no realizan objetivamente nuestra concepción del matrimonio. Hay que alentar la maduración de una conciencia iluminada” y reconocer “el peso de condicionamientos concretos”. (AL 303).

La conciencia juega un papel crucial

Ya lo creo:
“Esa conciencia puede reconocer no sólo que una situación no responde objetivamente a la propuesta general del Evangelio. También puede reconocer con sinceridad y honestidad aquello que, por ahora, es la respuesta generosa que se puede ofrecer a Dios, y descubrir con cierta seguridad moral que esa es la entrega que Dios mismo está reclamando en medio de la complejidad concreta de los límites, aunque todavía no sea plenamente el ideal objetivo” (AL 303).

“La Alegría del Evangelio,” “La Alegría del Amor”… Parece que el Papa Francisco quisiera insistir en la cuestión de la alegría. ¿por qué cree usted que es así? ¿Es necesario hablar hoy de la alegría? ¿Corremos el riesgo de perderla? ¿Quizá porque la misericordia es molesta? ¿Quizá porque estamos preocupados por la inclusión? Qué tipo de miedos despiertan las palabras del Papa en algunos? ¿Se podría explicar esto?

El llamamiento a la misericordia apunta a la necesidad de salir de nosotros mismos para practicar la misericordia y obtener a cambio la misericordia del Padre. La Iglesia de “La Alegría del Evangelio” es la Iglesia que se atreve a salir de sí misma y salir de uno mismo puede generar miedos. Tenemos que salir fuera de nuestras preconcebidas seguridades, para que así podamos reencontrarnos en Cristo. El Papa Francisco nos toma de la mano para llevarnos en la dirección correcta del testimonio y de la fe. Quiere mostrarnos un encuentro capaz de cambiar nuestra vida, un encuentro de amor que tendrá lugar solo si somos capaces de salir al encuentro de los demás.

La conversión pastoral busca continuamente esa presencia de Dios que sigue actuando hoy. Esa presencia suscita alegría, la alegría del amor. El amor es exigente; pero no hay alegría más grande que el amor.

Una versión más amplia de esta entrevista se publicó en italiano en La Civiltà Cattolica.

(Traducción para America en español: Juan V. Fernández de la Gala)