MONS. GONZALO LOPEZ M.

MONS. GONZALO LOPEZ M.

miércoles, 31 de octubre de 2012

Con ojos nuevos

La curación del ciego Bartimeo está narrada por Marcos (10, 46-52) para urgir a las comunidades cristianas a salir de su ceguera y mediocridad. Solo así seguirán a Jesús por el camino del Evangelio. El relato es de una sorprendente actualidad para la Iglesia de nuestros días.

Bartimeo es «un mendigo ciego sentado al borde del camino». En su vida siempre es de noche. Ha oído hablar de Jesús, pero no conoce su rostro. No puede seguirle. Está junto al camino por el que marcha él, pero está fuera. ¿No es esta nuestra situación? ¿Cristianos ciegos, sentados junto al camino, incapaces de seguir a Jesús?

Entre nosotros es de noche. Desconocemos a Jesús. Nos falta luz para seguir su camino. Ignoramos hacia dónde se encamina la Iglesia. No sabemos siquiera qué futuro queremos para ella. Instalados en una religión que no logra convertirnos en seguidores de Jesús, vivimos junto al Evangelio, pero fuera. ¿Qué podemos hacer?

A pesar de su ceguera, Bartimeo capta que Jesús está pasando cerca de él. No duda un instante. Algo le dice que en Jesús está su salvación: «Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí». Este grito repetido con fe va a desencadenar su curación.

Hoy se oyen en la Iglesia quejas y lamentos, críticas, protestas y mutuas descalificaciones. No se escucha la oración humilde y confiada del ciego. Se nos ha olvidado que solo Jesús puede salvar a esta Iglesia. No percibimos su presencia cercana. Solo creemos en nosotros.

El ciego no ve, pero sabe escuchar la voz de Jesús que le llega a través de sus enviados: «Ánimo, levántate, que te llama». Este es el clima que necesitamos crear en la Iglesia. Animarnos mutuamente a reaccionar. No seguir instalados en una religión convencional. Volver a Jesús que nos está llamando. Este es el primer objetivo pastoral.

El ciego reacciona de forma admirable: suelta el manto que le impide levantarse, da un salto en medio de su oscuridad y se acerca a Jesús. De su corazón solo brota una petición: «Maestro, que pueda ver». Si sus ojos se abren, todo cambiará. El relato concluye diciendo que el ciego recobró la vista y «le seguía por el camino».

Esta es la curación que necesitamos hoy los cristianos. El salto cualitativo que puede cambiar a la Iglesia. Si cambia nuestro modo de mirar a Jesús, si leemos su Evangelio con ojos nuevos, si captamos la originalidad de su mensaje y nos apasionamos con su proyecto de un mundo más humano, la fuerza de Jesús nos arrastrará. Nuestras comunidades conocerán la alegría de vivir siguiéndole de cerca.
José Antonio Pagola

martes, 30 de octubre de 2012

Una teología pública muy viva

Crónica del Congreso Continental de Teología

El Congreso fue una energía de esperanza

Vidal Enrique Becerril, 29 de octubre de 2012 a las 07:16
 
(Vidal Enrique Becerril, IEME).- "El Congreso Continental de Teología fue una energía de esperanza. Se respiraba mucha saudade/añoranza; al mismo tiempo, se abrieron horizontes para dar testimonio de que otro mundo es más que posible," relata Vidal Enrique, un participante en el evento, procedente de São Paulo.

La tarde del domingo 7 de octubre de 2012 comenzó el Congreso Continental de Teología en la Universidad Unisinos, en São Leopoldo (RS).

Una familia amiga nos dio la bienvenida con una barbacoa al estilo gaucho y otros platos esmerados con sabores locales. Habíamos llegado de Colombia, Argentina, del noreste de Brasil y de algunas comunidades de apoyo de Europa. En un momento relajado surgió la pregunta algo socarrona: "¿Vinimos a esta conferencia para el entierro de la Teología de la Liberación-TdL?".

De modo oficial nadie nos había invitado a tal ceremonia. Cierto que algunas autoridades eclesiásticas y el sistema conservador dejaron de lado esa teología y hasta la torturaron a partir de los años 80.

Lo que vimos ya en la apertura del Congreso era algo muy distinto: 750 personas presentándose, con la emoción y la alegría de encontrarse. Llegábamos de muchos lugares de nuestra América, algunos representantes de otros continentes y de otras confesiones religiosas, unos 20 obispos, comunidades y gentes de las pastorales sociales y de la pastoral indígena, de la reflexión teológica, algunas religiosas con hábito, unos 70 ó 80 jóvenes...

Los que dieron las conferencias centrales eran en su mayoría los veteranos. Aquellos a los que Leonardo Boff, de broma, llamó  "dinosaurios" cuando eran invitados para una fotografía de recuerdo histórico. Pero la especie, por lo que se podía ver, no se extingue, se reproduce y la TdL resistirá estas y otras tormentas inclementes.

La presencia constante de Mns. José María Pires, de 94 años, obispo negro emérito de Paraíba en el noreste brasileño, nos trajo el recuerdo vivo del Vaticano II donde fue padre conciliar. Decía que cuando cumpla los 100 años piensa hacer por tercera vez el Camino de Santiago.

Abriendo el Congreso nos encantó el estilo caribeño y colorido de la joven teóloga, hermana Geraldina Céspedes. Vive en Guatemala en una zona militarizada cerca de las quebradas, en las afueras de la capital. Fue costurando, en paralelo con la TdL, la parábola de las mujeres que tejen sus maravillosas piezas entre la confianza de sus secretos, el silencio y su conversación como mujeres y amigas. Pueden trabajar once técnicas diferentes, tejiendo hilos y colores, y hasta el hilo dorado o rojo.

En este podemos tocar y hasta sentir e imaginar la sangre de nuestros mártires. Mantenemos así la trama básica de nuestra propia vida y del Jesús histórico. Esta es la realidad que experimentamos y cargamos.

Como contrapunto, Jon Sobrino nos ofreció su testimonio denso y teológico. Vive en la pequeña república de El Salvador. Comenzó su discurso con la trayectoria de su vida. Llegó debilitado al encuentro. Testigo sobreviviente de la masacre de dictaduras contra muchas comunidades pobres y miles de personas en América Central. Se siente portavoz del martirio de sus compañeros jesuitas y de dos mujeres trabajadoras que los acompañaban.

En una época criticada como relativista, Sobrino insiste en que "absoluto sólo es el Señor y co-absoluto sus pobres, que también son nuestros".

En esta línea de pensamiento trabajamos durante el Congreso con exposiciones y testimonios de famosas/os y de más jóvenes pensadores de esta teología. Las perspectivas fueron variadas: económica, social, ecuménica, religiosa y ecológica. Nos llamó la atención el diálogo y la armonía de nuestra teología con otras reflexiones que también surgen en los continentes africano y asiático.

En las conferencias de la mañana y en los paneles o talleres por la tarde seguimos el método reconocido en nuestras pastorales: Ver, juzgar, actuar y celebrar. Así, la Acción Católica específica, la JOC y otros servicios de pastoral marcaron el ritmo y los pasos de este Congreso. Partimos de la realidad vivida y de la sensibilidad con los pobres, sus sufrimientos y esperanzas. La pregunta sigue inquietando: "¿qué significa ser seguidores de Jesús liberador en esta situación?".

Gustavo Gutiérrez, de Perú, uno de los iniciadores de esta reflexión teológica desde hace 40 años, estuvo presente a través de teleconferencia. Unía de modo simple y evangélico los capítulos 5 y 25 de Mateo. Nos recordaba que la bienaventuranza de los pobres y el criterio final de salvación es acoger y ser acogidos por Jesús que está a nuestro lado con hambre y sed, enfermo, encarcelado y sufridor, amando siempre la justicia. Gustavo resumió la gracia y el compromiso de la TdL en el grito de confianza: "¡Cerca de Dios, cerca de los pobres!".

El Documento de Aparecida, n.393 ya había confirmado que todo lo relacionado con los pobres se refiere a Cristo. Con esta espiritualidad profunda, la juventud encerraría nuestro Congreso marcando el compromiso de "no sólo pensar a Dios, sino de sentir y experimentar nuestro Dios". El mismo Gustavo orientaba con emoción a las nuevas generaciones de teólogos para ser más sensibles, estudiar con vigor, vivir muy cerca o dentro de comunidades populares y estar dispuestas/os a dar su vida por los pobres.

En una época en que la TdL sufre menos ataques y no necesita defenderse tanto, seguimos el proceso normal de autocrítica. Cubrimos espacios que no eran tan visibles en otros tiempos: la ecología, la inculturación, los migrantes y los refugiados, las nuevas generaciones, las relaciones de género, los pueblos indígenas y afro descendientes, la exclusión que tiene otros rostros...

Víctor Codina , veterano teólogo en Bolivia, nos animaba, en el mismo sentido, a ser menos paternalistas y arrogantes, siempre a favor del afecto y de la gratuidad, más dispuestos a cierta plasticidad y superando un moralismo ingenuo.

El gran aporte de la TdL era reconocido por Andrés Torres Queiruga, teólogo gallego. Con sus explicaciones incisivas entrábamos en la perspectiva de la secularización, como autonomía de los valores temporales. También tuvo que escuchar el otro lado, a partir de la cultura y la religión de nuestros pueblos latinoamericanos. Podemos vivir una espiritualidad renovada de liberación con ritmo e de modo diferente de la del hemisferio norte.

Algunas teólogas de México y Colombia, Pablo Richard, Chico Whitaker, Fray Betto, Mns. Demetrio Valentini, Pedro Ribeiro de Oliveira, Oscar Beozzo y otros iban relacionando los movimientos sociales y pastorales con la fe y la espiritualidad en la realidad histórica de las últimas décadas. Recogimos el aporte pedagógico de Paulo Freire para nuestro trabajo. Agenor Brighenti, Luiz Carlos Susin y Carlos Mendoza profundizaron en aspectos renovados de la TdL.

Contamos con el fino testimonio de Carlos Mesters y Francisco Orofino para una lectura popular y orante de la Biblia. Esta raíz bíblica del pueblo de Dios merecía haberse destacado más, pues sostiene el compromiso martirial y la espiritualidad de la TdL.

Jung Mo Sung, en su crítica, nos advirtió sobre la inercia de nuestros análisis cuando no tenemos en cuenta la ideología más profunda del modelo capitalista. Su mercado llega a sacramentar nuestros sueños de consumo; su seducción, su individualismo camuflan sacrificios en aras de una idolatría e un poder religioso más impersonal.

Leonardo Boff nos ofreció, como abordaje integral, sus últimas visiones eco-dinámicas de la Tierra y de la Vida. En contacto con los mejores científicos de estas áreas, resumió nuestra actitud como "razón cordial", para superar la estrecha lógica anterior.
Era el final del Congreso, el mismo día 11/10, cuando se inauguró el Concilio Vaticano II hace 50 años.

Contribuciones y desafíos para nuestra TdL fueron muy bien recogidos en la última conferencia de João Batista Libânio. Entre parábolas y anécdotas su conferencia sonaba más a homilía y conversación viva que encantó corazones y mentes. Nuestro desafío, resumía, es que, todavía perplejos, vamos arreglando el barco durante la tormenta. Eso hasta nos anima para ir preparando entre todos la tarta y la fiesta auténtica de la liberación.

En la celebración final y como Via Lucis, camino de la luz, repetíamos como mantra: "Porque por tu santa resurrección redimiste al mundo". Con símbolos muy básicos: agua en cántaro de barro, megáfono y periódicos seguíamos las estaciones de una Iglesia samaritana, acogedora, pobre, misionera y profética. Fue sorpresa el gesto creativo del equipo de liturgia cuando miramos para un mapamundi que colocaron girado: realmente el sur es nuestro norte. Al final, una mujer más veterana iba pasando la llama de su cirio mayor para otras velas en manos más jóvenes.

Fue muy oportuno y hasta necesario que la lengua usada en buena parte del Congreso fuese el español porque vinieron muchos representantes de otros países de América Latina y del Caribe. La Iglesia / Asamblea de Sucumbíos, Ecuador, con sus comunidades de base, montó un stand permanente a la entrada del anfiteatro. Pudimos seguir así sus declaraciones y su testimonio tan resistente.

Profunda y simple era la mezcla de sonidos, imágenes y silencios que abrían la celebración inicial todos los días. Ambientado todo, es natural, con muchos intercambios, agradecimientos y abrazos. Con especial gratitud a todos los empleados que nos atendían, a la organización y al apoyo recibido. En particular, a la Compañía de Jesús con su Instituto Humanitas Unisinos - IHU, que tuvo que hacer frente, nos imaginamos, a varios desafíos para acoger este encuentro.

El Congreso fue una energía de esperanza. Se respiraba en el ambiente mucha saudade/añoranza, pero también se abrieron horizontes dando testimonio de que otro mundo es más que posible. Sobre todo, cuando la teología de las comunidades hace más vivo el proyecto del Señor, su reinado con los pobres de la tierra. Es lo que está pasando, porque "el espíritu se derrama en toda carne, nuestros jóvenes tienen visiones que profetizan y nuestros ancianos se atreven a soñar", Joel 3,1-2.

lunes, 29 de octubre de 2012

EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA RECONOCE E IMPULSA LAS COMUNIDADES ECLESIALES DE BASE (CEBs)


1- ,"Lumen Gentium" (1964), la gran constitución dogmática sobre la Iglesia del Concilio Vaticano 11°,se adelanta a definir la identidad genuinamente eclesial de las comunidades "pequeñas y pobres", que más tarde muchos episcopados identificarán con las comunidades eclesiales de base (CEBs - núm. 26): 
"Esta Iglesia de Cristo está verdaderamente presente en todas las legítimas reuniones locales de los fieles, que unidas a sus pastores, reciben en el Nuevo Testamento el nombre de iglesias.  Ellas son, en su lugar, el Pueblo nuevo, llamado por Dios en el Espíritu Santo y en gran plenitud (cf. 1 Tes 1,5). (...) En estas comunidades, aunque sean frecuentemente pequeñas y pobres o vivan en la dispersión, está presente Cristo, por cuya virtud se congrega la Iglesia una, santa, católica y apostólica. Pues la participación del cuerpo y sangre de Cristo hace que pasemos a ser aquello que recibimos."

2- El "Documento de Medellín" (1968), recepción creativa del Concilio Vaticano 11°para América latina, precisa el lugar y la originalidad de las CEBs en la raíz de la Iglesia (Pastoral de conjunto, núm. 10 y 11):
"La vivencia de la comunión a que ha sido llamado, debe encontrarla el cristiano en su 'comunidad de base': es decir, una comunidad local o ambiental, que corresponda a la realidad de un grupo homogéneo, y que tenga una dimensión tal que permita el trato personal fraterno entre sus miembros... La comunidad cristiana de base es así el primero y fundamental núcleo eclesial, que debe, en su propio nivel, responsabilizarse de la riqueza y expansión de la fe, como también del culto que es su expresión. Ella es, pues, célula inicial de estructuración eclesial, foco de la evangelización y factor primordial de promoción humana y desarrollo."

3- Pablo VI, en "Evangelli Nuntiandi" (1975),asume la originalidad de las CEBs y las define como "esperanza para la Iglesia universal", a la vez que nos advierte sobre peligros y desviaciones. Dice en el núm. 58 (fragmento):

"Las comunidades eclesiales de base serán un lugar de evangelización, en beneficio de las comunidades más vastas, especialmente de las Iglesias particulares y serán una esperanza para la Iglesia universal (...) si corresponden a su vocación más fundamental: escuchando el Evangelio que les es anunciado, y siendo destinatarias privilegiadas de la evangelización, ellas mismas se convierten rápidamente en anunciadoras del Evangelio."

4- En el "Documento de Puebla" (1979) se encuentra el desarrollo teológico pastoral más extenso y siempre válido sobre las CEBs con relación a la parroquia y a la Iglesia local (núm. 618-657; puntualmente: 629-630.640-643.648). El núm. 641 dice:

"La comunidad eclesial de base, como comunidad, integra familias, adultos y jóvenes, en íntima relación interpersonal de fe. Como eclesial es comunidad de fe, esperanza y caridad; celebra la Palabra.de Dios y se nutre con la Eucaristía, culmen de todos los Sacramentos; realiza la Palabra de Dios en la vida, a través de la solidaridad y compromiso con el mandamiento nuevo del Señor y hace presente y actuante la misión eclesial y la comunión visible con los legítimos pastores, a través del servicio de coordinadores aprobados. Es de base, por estar constituida por pocos miembros, en forma permanente y a manera de célula de la gran comunidad. "Cuando merecen su título de eclesialidad, ellas pueden conducir, en fraternal solidaridad, su propia existencia espiritual y humana." (Evangelli Nuntiandi, 58)."

5- Juan Pablo 11, en su carta encíclica "Redemptoris Missio" (1990), desde su magisterio universal, las reconoce como "fuerza evangelizadora" y "centros de irradiación misionera"  (núm. 51, fragmento):

"Estas comunidades (las CEBs) descentralizan y articulan la comunidad parroquial a la que permanecen siempre unidas; se enraízan en ambientes populares y rurales, convirtiéndose en fermento de vida cristiana, de atención a los últimos, de compromiso en pos de la transformación de la sociedad. En ellas cada cristiano hace una experiencia comunitaria, gracias a la cual también él se siente un elemento activo, estimulado a ofrecer su colaboración en las tareas de todos. De este modo, las mismas comunidades son instrumento de evangelización y de primer anuncio, así como fuente de nuevos ministerios, a la vez que, animadas por la caridad de Cristo, ofrecen también una orientación sobre el modo de superar divisiones, tribalismos y racismos."

6- La V Conferencia del Episcopado latinoamericano y del Caribe (2007), en su "Documento conclusivo", reconoce la vigencia de las CEBs y las relanza para que la parroquia sea "comunidad de comunidades". Transcribimos los tres párrafos completos (núm.178-180):

"En la experiencia eclesial de algunas iglesias de América Latina y de El Caribe, las comunidades eclesiales de base han sido escuelas que han ayudado a formar cristianos comprometidos con su fe, discípulos y misioneros del Señor, como testimonia la entrega generosa, hasta derramar su sangre, de tantos miembros suyos. Ellas recogen la experiencia de las primeras comunidades, como están descritas en los Hechos de los Apóstoles (cf. Hechos 2, 42-47). Medellín reconoció en ellas una célula inicial de estructuración eclesial y foco de fe y evangelización. Puebla constató que las pequeñas comunidades, sobre todo las comunidades eclesiales de base, permitieron al pueblo acceder a un conocimiento mayor de la Palabra de Dios, al compromiso social en nombre del Evangelio, al surgimiento de nuevos servicios laicales y a la educación de la fe de los adultos, sin embargo, también constató "que no han faltado miembros de comunidad o comunidades enteras que, atraídas por instituciones puramente laicas o radicalizadas ideológicamente, fueron perdiendo el sentido eclesial." (núm. 178).

"Las comunidades eclesiales de base, en el seguimiento misionero de Jesús, tienen la Palabra de Dios como fuente de su espiritualidad y la orientación de sus Pastores como guía que asegura la comunión eclesial. Despliegan su compromiso evangelizador y misionero entre los más sencillos y alejados, y son expresión visible de la opción preferencial por los pobres. Son fuente y semilla de variados servicios y ministerios a favor de la vida en la sociedad y en la Iglesia.

Manteniéndose en comunión con su obispo e insertándose al proyecto de pastoral diocesana, las CEBs se convierten en un signo de vitalidad en la Iglesia particular”.

 

Estas expresiones del Magisterio de la Iglesia nos indican la validez de este modelo de Iglesia. Lamentablemente y cada vez con mayor frecuencia muchos Obispos se han opuesto a este modelo de Iglesia, han combatido y marginado a las Comunidades.

Por eso es reconfortante constatar que sí estamos en comunión con la Iglesia de Jesús, y la Iglesia del Vaticano II y Medellín y Puebla. A pesar de las críticas y de las falsas acusaciones que se nos hacen. Y queremos seguir en la huella del Maestro.

Entendemos que esa lucha contra las Comunidades no se ha detenido y hasta las quieren silenciar, por eso es que cada vez aparecen menos en los documentos oficiales.

La lucha entre la institución y el carisma es una lucha que no termina. La institución tiene miedo al carisma, miedo a la libertad, y por eso usa del poder y de la autoridad para silenciar el Carisma de las Comunidades.

La fidelidad a Jesús y a su Proyecto del Reino de Dios; la comunión con el Magisterio de la Iglesia que hemos reseñado arriba nos compromete a seguir trabajando por hacer que nuestra Iglesia sea realmente Iglesia Comunidad al servicio de los más pobres y marginados.

domingo, 28 de octubre de 2012

Como el buen samaritano

+Mario Moronta R., Obispo de San Cristóbal
 
Ya avanzado el Concilio Vaticano II, el Siervo de Dios Pablo VI le aplicó a la Iglesia la imagen del Buen Samaritano. En su relación con el mundo, la Iglesia debía manifestarse con una actitud dialogante y de gran preocupación por la humanidad. Por eso, como lo enseña la Constitución GAUDIUM ET SPES, la Iglesia comparte los gozos y esperanzas, las dificultades y angustias de la humanidad con una actitud de total caridad.
 
Mientras los poderes presentes en el mundo oprimen a amplios sectores de la sociedad o pasaban de lado sin atender sus más urgentes necesidades, la Iglesia se presentaba como el samaritano de la parábola de Jesús, para amar a la humanidad, cuidarla y hacerla crecer. Todo ello por una razón: la Iglesia actúa en nombre del Señor Jesús y como sacramento de salvación para los hombres y mujeres de todas las naciones.
 
A 50 años del Concilio, con el desafío por una Nueva Evangelización, la Iglesia debe seguir atendiendo los anhelos y preocupaciones de la humanidad. Muchos, en el mundo, se están dejando llevar por el secularismo que prescinde de Dios y por el individualismo que menosprecia la dignidad de la persona humana.
Los problemas, lejos de solucionarse, se han agravado. Hay nuevas formas de pobreza y opresión: los inmigrantes despreciados en tantos países, los que no han alcanzado un digno nivel de vida, los enfermos, los pueblos que sufren aún los embates de guerras, los que padecen hambrunas… A esto se añade, la plaga moral.
 
El Papa Benedicto XVI nos habla del desierto de la moral, con el relativismo ético como expresión. Éstas y otras tantas cosas, golpean a la humanidad. Y hacen que ésta se sienta como aquel hombre que fue asaltado y ante quien los responsables de la sociedad, los grandes de las naciones, los dirigentes económicos y las corporaciones transnacionales que mueven las finanzas y otros tantos más… pasan prepotentes, preocupados por sus códigos “éticos” y menospreciando a la gente en su dignidad.
 
La Iglesia debe permanecer con su conducta de buen samaritano y salir al encuentro de ellos, los golpeados y menospreciados, no para predicarles la resignación, sino para consolarlos y brindarles la ayuda que requieren. Lamentablemente, también dentro de la Iglesia hay quienes asumen la postura contraria. Incluso, entre quienes se olvidan de la humanidad y hasta la desprecian se encuentran no pocos católicos que justifican su conducta apelando a doctrinas y filosofías que están lejos del evangelio. Por eso, la Iglesia requiere de un continuo examen de conciencia sobre sus actuaciones y sobre sus preocupaciones.
 
Leer los signos de los tiempos fue una de las invitaciones que nos hiciera el Concilio Vaticano II. Pero no se trata de una lectura sociológica que se queda en el simple análisis de los hechos sin pasar a compromisos. Más bien se trata de leer los acontecimientos humanos a la luz del evangelio de salvación de Jesús. Entonces, al hacerlo, la Iglesia reafirmará su vocación de servidora de esa misma humanidad, sin acepción de personas: no importa si es samaritano, creyente o no. Se trata de servir con lo que le es propio: con la caridad.
 
Se les exige a los creyentes una conversión pastoral: ésta, pasa por la toma de conciencia de la propia vocación cristiana de servicio y de anuncio del evangelio de salvación, como la del cambio que haya que hacer para adecuar a la Iglesia a las exigencias y retos del momento presente. Una conversión que tiene como centro a Jesús mismo, ya que es en su nombre en el que hay que actuar. Es uno de los objetivos de la Nueva Evangelización.
 
La humanidad debe sentir que la Iglesia no se desgasta en las cosas pasajeras, sino que se sigue comprometiendo en lo que le da sentido a su identidad y servicio: actuar en nombre del Señor para predicar el evangelio, ciertamente; pero haciéndolo realidad en las obras… Y esas obras deben demostrar en todo momento que la Iglesia es, para la sociedad actual, como el buen samaritano.

jueves, 25 de octubre de 2012

Apagar el fuego con gasolina





 Pedro Pierre

Pedro Pierre

pedro.pierre@telegrafo.com.ec Esta dirección electrónica esta protegida contra spam bots. Necesita activar JavaScript para visualizarla
Con la proximidad de las elecciones nacionales, no faltan candidatos que hacen promesas imposibles… Es el caso de dos de ellos, banqueros o ex banqueros, que nos prometen erradicar la pobreza en el país. No es promesa; es burla.
 
Ellos acumularon dinero, sea gracias al sudor de sus trabajadores, sea gracias al dinero de sus depositantes, sea gracias a los impuestos que no pagaron, sea por la doble contabilidad que se suele realizar. Lo que les “sobra” no representa beneficios pequeños: se nos anuncia que la banca privada tendrá este año ganancias que se acercan a los 400 millones de dólares: con sudor y dinero ajenos. En Ecuador, dinero sí hay, pero en pocas manos o pocos bancos.
 
La lucha contra la pobreza pasa por la lucha contra la riqueza y no hemos escuchado a estos grandes señores decirnos que van siquiera a compartir algo de lo que ganan o roban. La pobreza es el fruto de la acumulación de dinero: los ricos quitan a los pobres para enriquecerse. Así de simple.
 
Por esta razón la nacionalización de los bancos ecuatorianos, por parte del presidente Rafael Correa, me parece una propuesta válida. ¿No serán nuestros los bancos si es nuestro el dinero que tienen? ¿No serán nuestras -o digamos de las y los trabajadores- las empresas que se construyen sobre el sudor de sus obreros? En este sentido debemos decir que los bancos y las empresas son un bien común de los ecuatorianos. Bueno fuera que los administrara el Estado… si nosotros no estamos capacitados para administrarlos. Así que ¡a apoyar la nacionalización de los bancos y de las grandes empresas del país! ¿No será esto avanzar hacia el socialismo latinoamericano del siglo 21?
En cuanto a confiar en dichos banqueros, fijémonos en lo que dice la Biblia: “No te hagas amigo de uno más fuerte y más rico que tú. Juntarías un cántaro de arcilla y una olla de fierro. Uno golpearía a la otra y se quebrarían… Mientras le seas útil, se sirve de ti… Te quita todo lo que tengas; después de eso se burlará de ti. Cuídate, pues, y pon mucha atención, pues junto a ti está caminando tu caída.
 
¿Qué paz puede haber entre la hiena y el perro? ¿Y qué paz entre el rico y el pobre?”.
 
Parecen palabras olvidadas… ¿porque quién no quiere ser millonario? Tenemos un pequeño banquero agazapado en nuestro corazón, que nos quiere corromper. Optemos por vivir sencillamente, compartiendo y cuidándonos de los banqueros y empresarios que quieren hacerse pasar por milagreros: quieren apagar el fuego con gasolina.
 

miércoles, 24 de octubre de 2012

La defensa sistematica de los Heraldistas a los Ricos

¿A quién defienden tanto los heraldistas de Sucumbíos "carismáticos"?

Espístola de Santiago (59:5:1 - 59:5:6)

¡Vamos pues ahora, oh ricos! Llorad y aullad por las miserias que vienen sobre vosotros.
Vuestras riquezas se han podrido, y vuestras ropas están comidas de polilla.
Vuestro oro y plata están enmohecidos; su moho servirá de testimonio contra vosotros y devorará vuestra carne como fuego. ¡Habéis amontonado tesoros en los últimos días!
He aquí clama el jornal de los obreros que segaron vuestros campos, el que fraudulentamente ha sido retenido por vosotros. Y los clamores de los que segaron han llegado a los oídos del Señor de los Ejércitos.
Habéis vivido en placeres sobre la tierra y habéis sido disolutos. Habéis engordado vuestro corazón en el día de matanza.
Habéis condenado y habéis dado muerte al justo. El no os ofrece resistencia.

Solo deberíamos ver sus casa de espiritualidad:



Miren los barrios pelucones en donde viven en las diferentes ciudades del país y alrededor del mundo:


¿De donde han sacado tanto dinero? - ¿ porqué les interesaba tanto la provincia de Sucumbíos?

Será que los heraldistas - carismáticos - politiqueros de nuestra querida Sucumbíos, tiene intereses o ya recibieron su paga y ahora lloran porque se les terminó su fuente de opulencia y quieren a cualquier precio figurar para las próximas elecciones, desprestigiando a gente honorable de nuestro pequeño pueblo en donde todos nos conocemos y sabemos de que pata cojeamos

Soló así se justifica tanto artículo llorón defendiendo lo indefendible, que desenmascara sus oscuras intenciones.

lunes, 22 de octubre de 2012

“El Vaticano y las cúpulas eclesiásticas continúan reprimiendo la Teología de la Liberación”

Enric Llopis
 
“La Teología de la Liberación deviene una cuestión conflictiva y vetada por la cúpula del Vaticano, así como por las jerarquías estatales de la iglesia católica; desde su génesis en la década de los 70, se ha producido una represión sistemática de todos los teólogos críticos con el sistema político y económico”, ha afirmado el teólogo Juan José Tamayo en Valencia, durante una conferencia (“La teología de la Liberación en el nuevo escenario político y religioso) organizada por Xarxa Cristiana y el Fórum de Debats de la Universitat de València.
Teólogo crítico vinculado a la Teología de la Liberación, Tamayo dirige la cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones Ignacio Ellacuría de la Universidad Carlos III de Madrid; es, asimismo, secretario general y fundador de la progresista Asociación de Teólogos Juan XXIII. Entre sus numerosos libros, destacan “Otra teología es posible; pluralismo religioso, interculturalidad y feminismo”; “Leonardo Boff: ecología mística y liberación”; “Juan Pablo II y Benedicto XVI, del neoconservadurismo al integrismo” e “Invitación a la utopía”.
En relación con el título de la conferencia, el ponente se ha mostrado rotundo: “Sí puede ponerse en práctica hoy una teología de la liberación en los países del Norte, pues nos hallamos en un contexto propicio, marcado por una crisis múltiple (económica, política, ética, ecológica y alimentaria) que sufren los sectores más vulnerables de la sociedad, a pesar de que ellos no la han creado”. Ha añadido Tamayo que la Teología de la Liberación continúa siendo “la respuesta del cristianismo a la situación de explotación que vive el tercer mundo y, cada vez más, el llamado mundo rico”; ahora bien, “la Teología de la Liberación nunca ha de ser rígida, sino que se debe ir construyendo de acuerdo con los procesos históricos; ha de ir elaborándose; por eso, me gusta decir que se trata de una teología de calle, no de sacristía; un modo de pensar crítico sobre la sociedad, con el fin de transformarla”.
Entre el 7 y el 11 de octubre se ha celebrado en Unisinos (Sao Leopoldo, Brasil) el Congreso Internacional de Teología Latinoamericana de la Liberación, con la presencia de más de 700 personas, tres generaciones de teólogos críticos y algunas de las grandes personalidades de esta corriente de pensamiento, como Jon Sobrino y Gustavo Gutiérrez. El congreso coincide con el 50 aniversario del Concilio Vaticano II y con otras efemérides también significativas; en concreto, la publicación de los libros “Teología de la Liberación: perspectivas”, de Gustavo Gutiérrez; “Jesucristo Liberador”, de Leonardo Boff; “De la sociedad a la teología”, por parte de Juan Luis Segundo; y, más vinculado al marxismo, “Teoría desde la praxis de la liberación”, de Hugo Assmann.
Precisamente sobre los teólogos, comunidades de base y sacerdotes populares (muchos de ellos herederos del ideario del Concilio Vaticano II) ha pesado históricamente el estigma de la censura, recuerda Juan José Tamayo. Uno de los papas que más obras incluyó en el Índice de Libros Prohibidos fue Pío X (más de 150 libros). Pero desde que desapareció el Índice -aunque no la censura de facto, en 1966- hasta hoy, más de 500 libros (sobre todo, de autores vinculados a la Teología de la Liberación y el Concilio Vaticano II) han sido vetados por la cúpula eclesiástica.
En el estado español, subraya Tamayo, todos los gobiernos de la democracia han sido “rehenes” de la iglesia católica; “ha habido una clara sumisión del poder político al eclesiástico, algo que no tiene ninguna justificación constitucional ni evangélica; y lo peor han sido las consecuencias de esta subordinación: se ha limitado las posibilidades de avanzar hacia un verdadero estado laico, pero también hacia un posicionamiento de la iglesia al lado de los marginados; en otras palabras, la transición democrática, con todas sus notorias limitaciones, tiene aún una mayor: no se ha producido una transición religiosa”. “Supongo que las razones de esta supeditación son de índole electoral, es decir, las grandes bolsas de votos que moviliza la iglesia católica; Hay en esto, además, algo decisivo que no debe olvidarse: la jerarquía católica defiende un proyecto político absolutamente terreno, y lo hace con resultados extraordinarios; de hecho, es la única institución oficial que no sólo no ha visto dañados sus privilegios, sino que los ha aumentado; así resulta difícil ser sensible a las dificultades de los marginados”.
Aunque se destaque poco, el estado español ha contado también con su teología de la liberación, pero, a juicio de Tamayo, “mucho más vivida y experimentada que teóricamente elaborada; por ejemplo, en la década de los 50 del siglo pasado, con los movimientos apostólicos especializados. También algunos sectores de la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC) practicaron la Teología de la Liberación”. El problema, explica el autor de “Invitación a la utopía”, radica en que la teología moderna llega a España con mucho retraso, en la década de los 70; se incorpora entonces la modernidad teológica pero no sus límites, unos límites que sí aborda la Teología de la Liberación. “Hoy, de lleno en la crisis, hay posibilidades de impulsar una teología que combine los dos aspectos”, concluye Juan José Tamayo.
En América Latina también el contexto difiere en mucho de aquél en el que emergió, en la década de los 70, la Teología de la Liberación: dictaduras, pobreza estructural, gran analfabetismo, movimientos de liberación y guerrillas, desarrollo de la “pedagogía del oprimido”. Hoy, pueden distinguirse tres grandes tendencias religiosas y teológicas en América Latina: neoconservadores sometidos al Vaticano (“Es muy difícil encontrar obispos de diócesis importantes, vinculados a la Teología de la Liberación; estos han sido sustituidos por ortodoxos cercanos a Roma y alejados de los pobres y excluidos”, explica Tamayo); en segundo lugar, la Teología de la Liberación, de la que beben las comunidades cristianas de base y que, pese a mantenerse vivas y activas, se ven afectadas por la creciente secularización.
Y la tercera de las tendencias, que gana adeptos todos los días en el continente: la denominada “Teología de la Prosperidad”, como fórmula alternativa a la Teología de la Liberación. Se trata, en palabras de Tamayo, de una propuesta en la que “Dios viene a ser un propietario y en la que se habla de la salvación en un lenguaje bancario”; una propuesta, en fin, coherente con el libre mercado. Sin embargo, en América Latina emergen también nuevos sujetos de cambio y que dan lugar a nuevas teologías. No rompen con la teología de la liberación, más bien la complementan y actualizan. Son las teologías feministas, indígenas, de los afrodescendientes, campesinas, ecológicas (de la mano de Leonardo Boff), económicas (vinculadas a los movimientos sociales alternativos) y del pluralismo religioso.
A diferencia de Europa (donde a los clérigos disidentes se les acusaba de “contestatarios”), en América Latina se recogió e interpretó de manera creativa el mensaje del Concilio Vaticano II (en un discurso de noviembre de 1962, Juan XXIII afirmó que la iglesia en los países del Sur es “de todos y para todos, especialmente para los pobres”). “Nacen, entroncando con el mensaje conciliar, una red de comunidades eclesiales de base, como lugar de encuentro entre pobres y excluidos de América Latina que también son creyentes; entienden la fe como elemento liberador, como motor de lucha contra la pobreza”, subraya el teólogo.
Muchos de los obispos latinoamericanos presentes en el concilio Vaticano II se desjerarquizan y comunitarizan; 400 obispos se reúnen en Medellín (1968) con el fin de que la iglesia pase de ser colonial y de conquista , a un instrumento para la liberación de los pobres; una nueva manera de hacer teología dirigida a los empobrecidos (con los que se comparten experiencias y a los que se acompaña en la marginación), se opone a la teología hegemónica, entendida –en gran medida-como cuerpo dogmático que parte de cuestiones ajenas a los problemas de las clases populares, como la revelación divina. “Es esta una gran utopía, un lugar en construcción y un avanzar hacia otro mundo posible”, subraya Juan José Tamayo. Y necesaria, aún hoy, también en occidente.

domingo, 21 de octubre de 2012

Crisis de fe

Benedicto XVI ha publicado la Carta Apostólica Porta fidei, o «Puerta de la fe», con la que convoca oficialmente al Año de la Fe. Este se estará desarrollando del 11 de octubre de 2012 al 24 de noviembre de 2013 y coincide con el 50 aniversario del Concilio Vaticano II. Según el papa, será un momento especial de reflexión y redescubrimiento de la fe para todo el cuerpo eclesial. Un tiempo para reanimar, purificar, confirmar y confesar la fe. La necesidad de esta convocatoria parte de una constatación: «Mientras que en el pasado era posible reconocer un tejido cultural unitario, ampliamente aceptado en su referencia al contenido de la fe y a los valores inspirados por ella, hoy no parece que sea ya así en vastos sectores de la sociedad, a causa de una profunda crisis de fe que afecta a muchas personas».
 
Ya antes el papa había señalado que una de las mayores amenazas de la fe cristiana es el gris pragmatismo de la vida cotidiana de la Iglesia, en el cual aparentemente todo procede con normalidad, pero en realidad la fe se va desgastando y degenerando en mezquindad.
Esta crisis también fue puesta de manifiesto en la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe (Aparecida, 2007), al reconocer que «una fe católica reducida a bagaje, a elenco de algunas normas y prohibiciones, a prácticas de devoción fragmentadas, a adhesiones selectivas y parciales de la verdades de fe, a una participación ocasional en algunos sacramentos, a la repetición de principios doctrinales, a moralismos blandos o crispados que no convierten la vida de los bautizados», no resistirá los embates del tiempo. Es decir, tarde o temprano terminará siendo irrelevante, «sal sin sabor», esto es, sin aportar al mundo lo que este más necesita: indignación ética y compasión solidaria.
 
Entre las causas de esta crisis se encuentra un modo de vivir la fe, un modo de ser cristiano y de ser Iglesia. Hace años, el teólogo José María Castillo solía denunciar lo que él denominaba las alienaciones de la fe. Y citaba, entre otras, la reducción de la fe a un mensaje de salvación para la otra la vida (escape de la realidad) y a un mensaje de santificación individual (repliegue al dominio de lo privado); y la identificación de la fe con la práctica religiosa (la vida de fe se vive en los lugares «sagrados», al margen del mundo). Mucho de esto, ciertamente, sigue vigente en bastantes comunidades y es tolerado o fomentado por la misma jerarquía eclesiástica. De esa forma, tenemos una Iglesia centrada en la doctrina, el rito y las devociones, y una institución así parece no tener relevancia en el mundo de hoy.
 
El Concilio Vaticano II denunció también este tipo de alienación de la fe. En la Constitución Gaudium et spes, número 43, se lee: «Se apartan de la verdad quienes, sabiendo que nosotros no tenemos aquí una ciudad permanente, sino que buscamos la futura, piensan que por ello pueden descuidar sus deberes terrenos, sin advertir que precisamente por esa misma fe están más obligados a cumplirlos… Pero no menos equivocados están quienes, por el contrario, piensan que pueden dedicarse de tal modo a los asuntos terrenos como si estos fueran del todo ajenos a lo religioso, como si lo religioso se redujera a ciertos actos de culto y a determinadas obligaciones morales. La ruptura entre la fe que profesan y la vida ordinaria de muchos debe ser contada como de los más graves errores de nuestro tiempo». Podríamos agregar que esta ruptura es la consecuencia de no seguir la fe de Jesús (manifestada en su confianza y disponibilidad total en Dios) ni la fe en Jesús (expresada como seguimiento a él y su causa).
 
Ahora bien, ¿cómo cargar con esta crisis? Respondemos desde el aporte de dos teólogos conocidos: Joseph Ratzinger (el papa) y Jon Sobrino (el teólogo de la liberación). Para el papa, en el Año de la Fe hay que poner la mirada fija en Jesucristo, que inició y completa nuestra fe. En él encuentra su cumplimiento todo afán y todo anhelo del corazón humano: la alegría del amor, la respuesta al drama del sufrimiento y el dolor. En él, se iluminan plenamente los ejemplos de fe. Y, en ese sentido, dice que «por la fe, los mártires entregaron su vida como testimonio de la verdad del Evangelio, que los había transformado y hecho capaces de llegar hasta el mayor don del amor con el perdón de sus perseguidores… Por la fe, muchos cristianos han promovido acciones en favor de la justicia, para hacer concreta la palabra del Señor, que ha venido a proclamar la liberación de los oprimidos y un año de gracia para todos».
 
Jon Sobrino, por su parte, habla de recuperar y poner a producir a Jesús de Nazaret y su cruz en un mundo de pobres y oprimidos. Y eso implica que personas y comunidades anuncien el Reino de Dios a los pobres; que se busque la vida digna para la mayoría de hombres y mujeres crucificados; que haya valentía para denunciar y desenmascarar el pecado concreto e histórico; que se mantenga la firmeza en los conflictos y persecución por causa de la justicia; que en el seguimiento haya conversión de la persona opresora a la persona servicial; que se cultive en cada uno el espíritu de Jesús (con entrañas de misericordia y corazón limpio para ver la verdad de las cosas). Si se hace todo eso, entonces se está creyendo en Jesucristo. Y se vive con fe cristiana.
 
Sobrino también pone como ejemplo de esta fe cristiana a los mártires. Los concibe como personas recias: recias en la profecía (Rutilio Grande hablaba de caínes; monseñor Romero clamaba contra los verdugos y opresores), recias en la utopía (Rutilio soñaba con la mesa compartida; Ellacuría, con revertir la historia a favor de las víctimas) y recias en la entrega (hasta dar la propia vida).
 
En ambos, el papa y Jon Sobrino, parece estar planteado que lo decisivo para enfrentar la crisis de fe es volver a una fe viva y fuerte en Jesús. Él es la Buena Noticia que se debe ofrecer y comunicar al mundo de hoy. Sin Jesús de Nazaret desaparece lo central del cristianismo. Nuestro mundo requiere de fe, la fe de los testigos y profetas que lleva a la pasión por Dios y a la compasión hacia los que sufren.
 
Carlos Ayala Ramírez

sábado, 20 de octubre de 2012

El Vaticano II, mirada de mujer

La iglesia católica necesitaba impulsos de renovación, de ello no hay ninguna duda en la distancia. Había pensamientos y búsquedas distintos, ensayos de aperturas, intentos de sintonías con el mundo moderno. El Concilio no sale de la nada, se prepara en procesos anteriores y/o simultáneos: Personajes como León Bloy, Maurice Blondel, Emmanuel Mounier, Edith Stein, Dorothy Day, Madeleine Delbrél; teólogos como Marie Dominique Chenù, Yves Congar, Edwar Schillebeeckx, Henri de Lubac; los movimientos laicales de acción católica especializada; la reflexión teológico-social en Lovaina; los obispos comprometidos con los pobres y la justicia en América Latina… todos estos caminos fueron cristalizando la urgencia de cambios más profundos. Es claro sin embargo que sin el talante profético de Juan XXIII no se habría hecho realidad esta necesidad sentida.
Los años en que se gesta la teología conciliar son los mismos en los que en América Latina se gesta la teología de la liberación. Estos caminos prepararían de manera especial a la iglesia del subcontinente para la reunión de Medellín que en 1968 actualiza los principales pasos inspirados en el Vaticano II.
 
La convocatoria al concilio, su preparación, sus primeros impulsos, generaron un clima de esperanza, de rejuvenecimiento, corrientes intraeclesiales que significaban dinámicas inéditas y novedosas. A pesar de los límites obvios del desarrollo y las conclusiones conciliares, los avances y lo conseguido en este tiempo de trabajo marcó a la iglesia fuertemente y permitió a los cristianos y cristianas una mayor cercanía a la sensibilidad y las preocupaciones modernas.
 
En las relecturas de este acontecimiento cada uno señala desde su propia sensibilidad esos límites. Jon Sobrino, por ejemplo dice lo siguiente:
«La iglesia de los pobres es una clara laguna en el concilio, que no se puede llenar con textos, por muy importantes que sean por otros capítulos. La iglesia reconoce en los pobres y en los que sufren la imagen de su fundador pobre y paciente, se esfuerza en remediar sus necesidades y procura servir en ellos a Cristo. (LG 8). Estas palabras algo dice de la misión de la iglesia y de su espiritualidad, pero no toca su ser pobre, ni su destino de persecución por defender a los pobres. No se tenía en cuenta la dimensión histórica y dialéctica del pobre. Ni menos aún su dimensión salvífica; la iglesia debe servir a los pobres, sí, pero los pobres pueden salvar a la iglesia».
En esta perspectiva de las lagunas, es mucho más lo que se puede decir de la mujer.
 
El concilio preparó a la iglesia para encontrarse mejor con y en el mundo moderno ante el cual había y continúa habiendo una fractura. El concilio llenó a los católicos de optimismo. Juan XXIII en su discurso inaugural alienta a los conciliares con estas palabras:
«La iglesia asiste en nuestros días a una grave crisis de la humanidad, que traerá consigo profundas mutaciones. Un orden nuevo se está gestando, y la iglesia tiene ante sí misiones inmensas, como en las épocas trágicas de la historia. Porque lo que se exige hoy de la iglesia es que infunda en las venas de la humanidad la virtud perenne, vital y divina del Evangelio…
Nos creemos vislumbrar en medio de tantas tinieblas, no pocos indicios que nos hacen concebir esperanzas de tiempos mejores para la iglesia y la humanidad».
Señalo algunos ejes como los principales logros de este acontecimiento eclesial:
Reconocimiento de la dignidad de los laicos y propuesta de una imagen de la iglesia como pueblo de Dios.
Propuso, aunque ello no se logró plenamente, la democratización de las estructuras propias internas, tratando de eliminar los verticalismos extremos.
Impulsó el aggiornamento, es decir la atención a los signos de los tiempos y la sintonía con el desarrollo del mundo actual.
 
Igualmente se avanzó mucho en el contacto directo de los y las católicos con la Palabra, a partir del Concilio la Biblia se difundió entre laicas y laicos, cosa no pensable antes.
 
Es claro que desde los impulsos iniciales y desde las intuiciones se realizó un esfuerzo, pero ese esfuerzo no dio de sí todo lo que se esperaba: la estructura eclesial con su peso de siglos impuso sus dinámicas de poder y exclusión. Gladys Parentelli, una de las mujeres latinoamericanas presente en los corredores del Vaticano, nos habla en estos términos de su profunda decepción:
«En esa época yo me encontraba bien desorientada, decepcionada de la iglesia o de ese feo rostro de la iglesia que estaba conociendo. Recuerdo que en un oportunidad, erré durante horas por las calles de Roma, pensando en todo eso, y de repente, me encontré al borde del río Tíber, que me miraba desde su cauce de aguas turbulentas, marrones, contaminadas, y hasta, pienso, que llegué a preguntarme si tirándome al Tíber no se solucionaría, de una vez, toda esa sucia situación en la cual me encontraba. Mi desilusión era tal que eso me llevó a decidir no seguir allí perdiendo mi tiempo y regresar a Lovaina a continuar con mi trabajo. Aunque debo reconocer que esa fue una época de aprendizaje de todo tipo, especialmente acerca de los métodos de la curia. Regresé a Lovaina y ya no volví a asistir a la sesión del Concilio, que se clausuró ese mismo año».
Juan XXIII primero y Pablo VI después, con mayor buena voluntad que lucidez o posibilidades reales, nombra a 17 mujeres auditoras en el Concilio. Estos nombramientos que se hicieron por etapas, tuvieron mucha resistencia en la curia vaticana y su puesta en marcha y publicación se torpedearon continuamente. Fueron nombradas mujeres religiosas: superioras mayores y directoras y acompañantes de algunos movimientos internacionales de acción católica. Su labor fue absolutamente nominal: pudieron participar en las actividades aledañas al desarrollo mismo de las sesiones, pudieron llegar al Vaticano a algunas plenarias, pudieron estar presentes en la sala de prensa, pero nada más. No tuvieron ni siquiera la oportunidad de opinar sobre ninguno de los documentos a pesar de haberlo pedido. El nombre de auditoras pareció responder más bien a un deseo por parte de ambos Papas de un cierto testimonio de mujeres en el hecho mismo del Concilio sin que de ello se pudiera derivar ninguna intervención por su parte.
 
De otro lado la mención de la mujer en los documentos conciliares es totalmente marginal y circunstancial, sin que esas menciones conlleven, sugieran o motiven ninguna profundización en su verdadera realidad intra o extraeclesial. Quizás lo más significativo lo encontramos en la Constitución Gaudium et spes, nº 29:
«Es evidente que no todos los hombres son iguales en lo que toca a la capacidad física y a las cualidades intelectuales y morales. Sin embargo toda forma de discriminación en los derechos fundamentales de la persona, ya sea social o cultural, por motivos de sexo, raza, color, condición social, lengua o religión, debe ser vencida y eliminada por ser contraria al plan divino. En verdad es lamentable que los derechos fundamentales de la persona no estén todavía protegidos en la forma debida por todas partes. Es lo que sucede cuando se niega a la mujer el derecho de escoger libremente esposo y de abrazar el estado de vida que prefiera o se le impide tener acceso a una educación y a una cultura iguales a los que se conceden al hombre».
Como en otras oportunidades hay una declaración de principios impecable: se condena cualquier tipo de discriminación por cualquier razón de sexo y u otras condiciones, sin embargo a la hora de sacar las consecuencias prácticas parece aplicarse lo contrario a lo sugerido en el evangelio: se mira más la mota en el ojo ajena que la paja en el propio. Pareciera que la discriminación de la mujer se dé más en culturas donde hay una falta de libertad ostensible que en Occidente, donde por ser más sutil no deja de ser más real.
 
De otro lado se reconoce la justa lucha de la mujer por sus reivindicaciones y se afirma que allí encontramos un signo de los tiempos; igualmente se sostiene que es necesario que ella tenga un espacio especial y responsabilidades concretas en el apostolado laical. Se afirma igualmente el que la iglesia siempre ha defendido y reivindicado a la mujer.
 
Sin embargo revisando detalladamente el Concilio desde la mirada y los intereses femeninos me voy a detener en dos limitaciones, ambas igualmente fuertes que se hicieron patentes en esos años y que siguen siendo patentes hoy.
 
De un lado no se reconoce a la mujer la posibilidad de un cambio radical y/o de cambios más o menos significativos en lo que respecta a entender su propia naturaleza, su vocación, su destino social. En el mensaje final de Pablo VI a las mujeres, al cierre del Concilio, se dice:
«Vosotras las mujeres, tenéis siempre como misión la guardia del hogar, el amor a las fuentes de la vida, el sentido de la cuna. Estáis presentes en el misterio de la vida que comienza. Consoláis la partida de la muerte. Nuestra técnica lleva el riesgo de convertirse en inhumana. Reconciliad a los hombres con la vida. Y, sobre todo, velad, os lo suplicamos, por el porvenir de nuestra especie…».
La iglesia reivindica la igualdad de la mujer y el que se le trate bien, pero todo ello sin contemplar el que pueda asumir destinos diferentes a una vida ligada a la maternidad. Las posturas católicas oficiales muestran estar ancladas en una concepción naturalista y biologista de los seres humanos, que desconoce totalmente la construcción socio-cultural de la sexualidad y del género. Por ello a las mujeres se les ligan prioritariamente con su maternidad como destino. Destino que ella debe asumir y que la limita además de que la carga de obligaciones morales y sociales. Las consecuencias nefastas para la sociedad en su conjunto las podemos ver la mayoría de los barrios de las periferias urbanas de América Latina habitadas por mujeres que sostienen el 90% de la vida y por hombres completamente irresponsables, itinerantes y ausentes.
 
Quizás lo que es más importante: Ni en el Concilio, ni después la iglesia católica ha asumido una tarea absolutamente urgente y necesaria: Revisar a fondo, sin temores ni prejuicios el papel, la situación y la tremenda desigualdad de la mujer al interior de sus propias estructuras organizativas y pastorales. Mientras esta tarea no se cumpla, podemos afirmar sin temor a equivocarnos que para las mujeres del mundo el Concilio no trajo una puesta al día.
 
La posición de la mujer al interior de la iglesia católica continúa respondiendo a un paradigma pre-moderno en el cual no se ha alcanzado la plena igualdad de derechos entre mujeres y varones. Se continúa denegando el acceso de la mujer al sacramento del orden y a la celebración de la eucaristía, elemento central de la vida cristiana. Las argumentaciones teológicas esgrimidas ya han demostrado su debilidad, igualmente las apelaciones a la tradición.
 
Es la cita de Sobrino con que iniciamos estas reflexiones: El Concilio impulsó muchas cosas en la iglesia, de cara a la sociedad en su conjunto, de cara a las otras formas religiosas… pero no realizó procesos de transformación estructural interna que permitiera dinamismos internos de cambios que ya eran necesarios en su momento, pero que hoy son urgentes.
 
Otro aspecto en el que se puede mirar el Concilio desde las mujeres, es en lo tocante a la Mariología. Fue un tema difícil, espinoso, ambivalente y al final contradictorio. Ya la declaración del dogma de la asunción en 1950 había generado mucho debate, la figura de María era además una de las barreras que separaban a los protestantes y católicos. La mayoría de los teólogos europeos influyentes en la preparación del Vaticano II apostaba porque se frenara la llamada divinización de María por parte de la religiosidad popular. Los conciliares bloquearon a María de Nazaret y quedó reducida a unos pocos numerales en el conjunto de los documentos.
 
La presión intelectual de los teólogos y de algunas teólogas logró racionalizar un poco más esta figura y hubo un gran avance en el sentido de que los ojos de los y las creyentes se volvieron hacia la mujer histórica, concreta y real que fue la madre de Jesús. En los años que siguieron al Concilio se profundizó mucho en la María de los evangelios y el Magníficat se convirtió en el himno de entrada a una nueva aproximación a la realidad de esta campesina judía. La Virgen de Guadalupe, la Aparecida y otras advocaciones latinoamericanas se convirtieron dentro del paradigma de la teología de la liberación en una motivación y respaldo para la lucha de liberación de estos pueblos. En cualquier caso lo poco que se desarrolló fue una mariología centrada en Jesús.
 
El tema femenino de fondo que ha acompañado siempre y acompaña la mariología, ese tema quedó intocado. En el concilio mismo y en la teología posconciliar. Catharina Halkes, una de las teólogas feministas que más ha escrito sobre la mujer María de Nazaret y sobre su imagen nos dice:
 
«Cuál es la verdadera María? Se ve ya la escisión en Éfeso, donde María asume el puesto de la Diosa Diana o Artemisa y configura el misterio de la madre divina, que es indispensable para los hombres. Esto, de hecho da origen a dos Marías. Primero, la María de la doctrina de fe, que siempre vigila para que la persona de María se mantenga subordinada a la de Cristo, de manera que su esplendor no disminuya u oscurezca el esplendor de Cristo, y en la que María debe su excelencia a la gracia de Dios y al nacimiento de Cristo. Segundo, además de esto está la María que vive en una piedad creciente y a veces extravagante, no sólo de parte del pueblo sencillo, sino también de hombres, santos y teólogos, como Bernardo. Esta piedad tiene un resplandor propio; es una reminiscencia que proviene de una necesidad primordial de lo que da, nutre y preserva la vida. Mientras exista estas diferencias, seguirá la confusión, pero esto reta aún más a profundizar en el análisis».
 
Durante el desarrollo mismo del Concilio y en los años inmediatamente posteriores en la reflexión y espiritualidad católicas se soslayó la realidad de María porque no se quiso abordar todo el tema de la imagen y realidad de la mujer que le estaban ligados. Fue necesario esperar a algunos desarrollos de la teología feminista para repensar a fondo el papel de la madre de Jesús en el panorama amplio del cristianismo y para revisar a fondo su estrecha vinculación con imágenes dañinas de la mujer, así como para proyectar nuevas imágenes que la acompañen en sus procesos de autoestima, autovaloración y liberación.
 
Carmiña Navia Velasco

viernes, 19 de octubre de 2012

Colombia: "Yo no sabía que era malo matar indios"



  ...en pleno siglo  veinte, esto es increíble, es la cultura de la
violencia y la exclusión que las cúpulas del poder,  han inculcado en
el país hermano,

ESCRITO POR DANIEL SAMPER:

YO NO SABÍA QUE ERA MALO MATAR INDIOS


La Rubiera, Colombia, 500 años después de Colón


El día que comience la primavera del Llano se juzgará en

audiencia pública a seis hombres y a dos mujeres que dieron
muerte con revólveres, hachas y garrotes a dieciséis indios
cuivas, entre seis meses y cincuenta años de edad.

La matanza de La Rubiera-como se ha llamado la historia-tiene

como protagonista a seis vaqueros que nunca habían visitado una
ciudad y que conocieron la luz eléctrica en la cárcel, donde
nació el hijo de uno de ellos

Pertenecientes a una región donde se detuvo el tiempo, sólo

ahora, después de cuatro años de calabozo, han comenzado a
imaginarse que tal vez « el indio no es un animal » como se les
inculcó desde cuando tuvieron uso de razón.

Por eso sus confesiones en el momento de ser capturados, son

escuetas. En ellas se advierte el afán por atribuirse las
muertes violentas de los indios y una gran naturalidad para
rehacer lo sucedido una tarde de diciembre, no lejos del río
Canaparo en la Orinquia colombiana.

Como contraste surge la visión de esos mismos seres hoy, cuando

dicen :

« Por qué iba a pensar que era malo si a los indios aquí los

ha matado el gobierno, los matan los de la ley, los mata el
dueño del hato donde trabajo ¦Y bueno los mató mi padre y yo
creo que mi abuelo y me dijeron que los antiguos también. Y
nunca se quejó nadie » (Entrevista con el reo Luis Morín).

El siguiente es el relato de los hechos, tomado del expediente

judicial de 635 folios, que reposa en el Juzgado Segundo del
Penal de Villavicencio:

La mañana del 25 de diciembre la pesca no había sido abundante

para Anselmo Aguirre (venezolano) y Marcelino Jiménez
(colombiano). Sobre el mediodía, cuando el sol empezó a pegar
fuerte, vieron , sin embargo, algo que los atrajo inmediatamente:

Aguas arriba se remontaban tres embarcaciones pequeñas ocupadas

por dieciocho indígenas que venían de El Manguito :

« Matemos a estos bichos aquí mismo, camarita » le dijo Aguirre

a Jiménez, pero este respondió : « Aquí no, camarita , porque se
pueden escapar algunos ».

Los hombres tuvieron tiempo para hablar varios minutos y por fin

acordaron buscar un escenario más adecuado. Sería el hato La
Rubiera, en donde les darían abundante comida y tal vez algunos
regalos.

Los indígenas accedieron e iniciaron un largo recorrido,

primero por el río y posteriormente a pie.

Aguirre y Jiménez cubrieron la travesía por tierra y llegaron la

tarde del 26 al hato, donde le dijeron al caporal, Luis Enrique
Morín: « Unos indios vienen a robarse la yuca y a matar a los
marranos. Hay que pasarlos a cuchillo »

Planearon la operación y reunieron a los vaqueros, Eudoro

González, Celestino Rodríguez, Cupertino Sogamoso, Pedro Ramón
Santana, Luis Ramón Garrido y Elio Torrealba.

Al atardecer del 27 llegaron los indios pidiendo comida y

algunos de los mestizos los atendieron mientras el resto se
escondía en una habitación cercana para atacar más tarde.

Los indígenas se sentaron en el piso de un corredor y esperaron

pacientemente algo de comer, mientras María Elena Jiménez y
María Gregoria López trabajaban en la cocina.

« La comida se les sirvió en un caldero y cuando rodearon la

mesa yo fui a la habitación y di tres golpes, que era la señal
convenida, y los demás salieron por la puerta y las ventanas. Y
ahí fue cuando los indios salieron para afuera y ahí fue que
comenzamos a matarlos. Bueno, el primero que yo maté fue un
indiecito pequeño, de un machetazo. El segundo lo matamos con
Carrizales, con un revólver. Al tercero lo matamos con Anselmo
Aguirre: ese estaba herido y yo lo apuñalé con un cuchillo. Y
la otra era una india pequeña. Le di dos tiros. También maté a
otra india más zagaleta con revólver. A esa le di el balazo por
la espalda » (Declaración de Luis Morín ante el juez instructor)

Cupertino Sogamosos fue el último en abandonar el escondite.

Cuando salió al patio ya se había producido la desbandada
«Tenía en mi mano una maceta (garrote grueso) y corrí detrás de
uno que iba tirado (herido) con revólver y cuando le di con la
maceta por un costado, lo acabé de matar . Al indio herido a
bala lo rematé de una puñalada y lo atajé y ahí quedó muerto
luego. Después corrí a una niña, como que fue una niña, y le di
una puñalada en la barriga y fue a caer más adelante. Volví a la
casa y más tarde volví a la ranchería donde estaba trabajando »

María Elena Jiménez y María Gregoria López se refugiaron en la
cocina después de servir la comida, donde trataron de esconder a
los niños que sin embargo, presenciaron toda la escena.

En el centro del patio, con el tórax entre el caldero, habían
quedado dobladas dos indias, frente a las cuales cayó una
tercera que trató de meterse bajo la mesa, pero chocó con Eudoro
González que corría tras una presa:

« Ella se me atravesó- dice González en su indagatoria- y
entonces le di un machetazo en la nuca y cayó al suelo y estando
en el suelo le di tres machetazos más. Cayó boca abajo. Al
principio la india se quejaba porque había quedado media
moribunda y ahí fue cuando le di otros tres y ya quedó muerta.
Esa india tenía como ocho años de edad.

Regresé a la casa y me encontré con otra que iba saliendo por la
esquina del alambre de la palizada y la alcancé también
y le di un macetazo (garrotazo)
por la nuca y también cayó al suelo y le di cuatro más y ahí
murió. Esa no se quejó. Del primer macetazo que le di, quedó
quieta. Tenía como unos dieciocho años y un vestido amarillo y
calzones negros. La primera que maté cargaba guayuco. Luego me
sirvieron la comida y me fui a acostar »

Solamente quedaban dos sobrevivientes encaramados en un árbol
cerca de la casa, desde donde vieron la matanza de sus
familiares: los indígenas Antuco y Ceballos, quienes más tarde
darían la noticia en El Manguito.

Abajo estaban tendidos, destrozados y sangrantes, Ramoncito
(30), Luisito (20), Cirila (50). Luisa (40), Chain (19), Doris
(30), Carmelina (20), Guáfaro (15), Bengua (14), Aruse (10)
,Julio (8), Aidé (7), Milo (4), Alberto (3) y un niño sin nombre
que estaba siendo amamantado por su madre Doris.

Sin embargo, aún se escuchaban algunos quejidos de los
moribundos y « entonces Anselmo me llamó para que yo apuñalara
al indio que estaba herido detrás de la casa, en la sabana
frente a un alcornoque.

Entonces yo fui y vi al indio que estaba boca abajo que
batuliaba por pararse y entonces yo lo apuñalié con una puñalada
en la espalda sobre el pulmón izquierdo. Le enterré el cuchillo
como unos cuatro dedos y entonces, el indio se volvió patas
arriba y ahí muria Ese tenía como unos veinticuatro años. Pero
quiero agregar que cuando maté al indio de ocho años, como vi
que había quedado vivo y como se me había acabado el pertrecho,
le di también un macetazo. A una india zagaleta, como de siete
años de edad, la logré alcanzar porque la indiecita iba
corriendo, pero le di el primero por la nuca y ahí se cayó.
Luego la agarré en el suelo. Yo no sabía que era malo matar
indios » (Declaración de Luis Morín)

La mañana siguiente fue tibia. Un poco antes de las siete, los
hombres que habían dormido en el hato, »sin decir nada porque
para qué?, » se dispusieron a retirar los cadáveres de los
indígenas.

Trajeron cuatro mulas y ataron los cuerpos por parejas a las
colas, y se fueron a un claro de sabana donde hicieron un
arrume.

María Elena Jiménez recuerda cómo en ese momento, « cuando
estábamos cargando los cadáveres, escuché que una indiecita se
quejaba, pues tenía una puñalada en el pecho y entonces el
compadre Helio Torrealba la acabó de matar dándole un machetazo
en la cabeza, por la frente , y la indiecita se quedo quietica».

Luego, María Elena ayudó a arrastrar a otro hombre y a otra
mujer. « El era ya viejo y grande. Tenía pantalón y camisa. Yo no
me acuerdo del color porque estaba muy revolcado ese bicho. La
mujer era una india vieja, de unos treinta y ocho años y tenía
un camisón pintado, era un trapo viejito, deschilangadito ;
tenía una herida de un tiro que le entró por el espinazo y le
salió por la barriga. »

« Los cadáveres fueron amarrados por las patas; se hizo en la
sabana un solo montón de indios que quedó de una altura de un
metro de alto, más o menos, y los chiquitos fueron colocados
encima de todos los cadáveres. Los hombres le echaron leña
encima, palma, guadua, y les regamos un galón de gasolina. Ahí
duraron quemando más de un día luego les regamos huesos de vacas
muertas para que no se notara. A los dieciocho días vino la ley
y nos puso presos ».

A lo largo del proceso, los acusados han tenido varias
entrevistas con los jueces. De ellas sobresalen algunas que
extractamos del expediente en forma textual:

Juez: « No cree que matar indios es delito ? »

Sogamoso: »Yo no creí que fuera malo ya que son indios »

Juez: « Antes había matado indios ? »

Torrealba: « He matado antes indios y los enterré en el sitio
llamado El Garcero »

Juez  « Que otras personas han participado en la matanza de
indios ? »

Torrealba: « Rosito Arenas que vive en Mata Azul, cerca de
Lorza, José Parra, Deca de Lorza, Esteban Torrealba, mi tío»

Juez: « Es costumbre en la región matar indios? »

González  « Antes don Tomás Jara mandaba a matar a los
indios. Por eso ese día yo maté a esos indios porque sabía que
el gobierno no los reclamaba ni hacía pagar el crimen que se
cometía »

Juez: « Que le enseñaron del indio ? »

Morín: « Pues allá los catalogan como animales salvajes?

Juez: « Y quien se lo enseñó ? »

Morín: « Pues desde chiquito. Me enseñaron que ellos son muy
distintos a nosotros »

Juez: « Por qué lo hizo ? »

Garrido: « Porque desde niño me di cuenta que todo el mundo
mataba indios: la policía, el ejército y la marina, allá en
el Orinoco mataban a los indios y nadie se los cobraba »

Juez: « Que piensa de los indios? »

María Elena: » Son igual que un cristiano pero les falta lo
que a uno: la civilización »

Juez: « Ajá,. Y usted cuando se civilizó ? »

María Elena: « En estos cuatro años. Aquí en la cárcel »

Definitivamente Salvador de Madariaga se centró en la realidad
cuando describió así el amanecer del 12 de octubre de 1492.

« La tierra estaba quieta, viviendo su ensueño matinal como lo
habían hecho durante tantos siglos, en bendita ignorancia de lo
que significaba aquella mañana fatal que cerraba para siempre
una era de paz en los jardines de su alma. Las carabelas se iban
acercando a la costa; quebradas, manigua, tronco de árboles
extraños, roce de alas que asustan. La isla comenzaba a
entregarse a los intrusos, todavía medio dormida, medio en
sueños. Gritó un papagayo, un puñado de hombres ligeros y
desnudos bajó corriendo hacia la arena y se quedó parado en
asombro ante las velas fantásticas. El ensueño de la isla se
había desvanecido para siempre. Había muerto una era »

En 1967 Colombia se llenó de estupor ante lo que se llamó
«La matanza de la Rubiera».

La colonización progresiva, la cacería de indios (conocidas
generalmente después como «Las guajibiadas»)



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Jamaica SOU, SIM SOU