MONS. GONZALO LOPEZ M.

MONS. GONZALO LOPEZ M.

miércoles, 30 de abril de 2014

Resistencias simbólicas



Pedro Pierre

Con el apoyo del pueblo sarayaku, el caso jurídico Jiménez-Villavicencio-Figueroa toma un nuevo rumbo que será un gran desafío, tanto para la justicia como para el Gobierno. Un pueblo indígena entra en rebelión abierta contra el Estado ecuatoriano. Puede ser la historia del ratón cazado por el gato: podría ser que el ratón termine agarrado; pero mucho ha de perder el gato, porque entramos en los significados simbólicos donde, muchas veces, aquel que pierde, gana.

El caso Jiménez ha durado demasiado tiempo. Puede ser que la justicia tenga razón en su argumentación, pero esta lucha desigual de una institución jurídica nacional contra un simple ciudadano toma tintes de lucha del grande contra el pequeño e inconscientemente el pueblo llano tiende a defender al pequeño. En este caso el desgaste del poder es grande. Esta situación ocurre en un momento en que el movimiento político Alianza PAIS ha sufrido un duro revés en las elecciones de febrero pasado.

En cuanto a la actitud del pueblo sarayaku, este toma partido por el trío rebelde y se reivindica como pueblo autónomo con sus derechos ancestrales, apelando a la conciencia e identidad indígenas. Lastimosamente, muchos indígenas no se sienten representados por la actual organización estatal. La pelea a favor o en contra de la explotación petrolera en el Parque Yasuní tiene un apoyo significativo. ¿No estará el movimiento Alianza PAIS perdiendo los estribos?

Otro ejemplo es el proyecto indígena del Bien Vivir. Asistimos a la falta de proyecto global de sociedad alternativa que rescate los derechos de los ciudadanos y de la naturaleza. El proyecto del Bien Vivir es esencialmente anticapitalista: en definitiva, es la esencia de la resistencia indígena de más de 500 años contra el proyecto invasor de Occidente. ¿Quiénes tienen que ser los protagonistas principales del Bien Vivir sino sus autores indígenas? En cuanto a los mestizos que buscan manejar la aplicación de la cosmovisión indígena, ¿no será que tienen que meterse a la escuela de los indígenas y trabajar junto a ellos?

Nos toca vivir un momento de ‘alta definición’: los espacios simbólicos son muy sorprendentes. El desafío es facilitar el rumbo más adecuado de las actuales batallas humanitarias para que beneficien a los pueblos indígenas, a la organización jurídica del país y a la unión de todos los ciudadanos ecuatorianos.

Jesús advertía: “Ustedes, pues, conocen e interpretan los aspectos del cielo, ¿y no tienen capacidad para las señales de los tiempos?”.

martes, 29 de abril de 2014

La campaña contra Chevron tendrá 25 días llenos de actividad

El objetivo es visibilizar la inconformidad
de las diferentes comunidades ante la actividad
irresponsable de la transnacional estadounidense.
Foto: Miguel Castro│ElTelégrafo
 EL TELEGRAFO.- Al menos 10 países del mundo a partir del 21 de mayo serán parte del llamado de organizaciones sociales que luchan contra la política de la petrolera estadounidense.

El llamado a la alianza que hizo la Unión de Afectados por las Operaciones Petroleras de Chevron-Texaco en Ecuador, junto a otras cuatro organizaciones más de perjudicados en contra de la política irresponsable de la transnacional Chevron Corporation, se hará realidad este próximo 21 de mayo en el ‘Día Internacional AntiChevron’.

Ese día, Quito, Buenos Aires (Argentina), Río de Janeiro (Brasil), Toronto (Canadá), Barcelona, Madrid (España), Nigeria, Rumania, París (Francia), Berlín (Alemania), entre otros, se unirán a la lucha contra el crimen de Chevron con actividades y pronunciamientos públicos.

El viernes pasado en Lago Agrio (Sucumbíos) la Confederación Mapuche de Neuquén (Argentina); Richmond Progressive Alliance, Asian Pacific Environmental Network (Estados Unidos); Environmental Rights Action/ Friends of the Earth y Kebetkache Women Development and Resource Centre (Nigeria); y, las Comunidades de la Región de Vasluí (Rumanía), firmaron la ‘Declaración de los pueblos víctimas de las prácticas de Chevron en el mundo’ como parte del lanzamiento de la campaña, cuyo objetivo es reunir a la comunidad internacional y juntos obligar a la petrolera a cumplir con la ley.

Se recordó en el documento que cada uno de los territorios firmantes han sido “víctimas de los abusos de la compañía petrolera” y “han presenciado la devastación de la naturaleza como consecuencia de su irresponsable operación”, causando afectación a la salud y hasta muerte.

El acuerdo continúa que “se han violado nuestros derechos personales y colectivos, y hasta hemos sido calificados como delincuentes por elevar nuestra voz de protesta”. A esto se refiere Humberto Piaguaje, coordinador de la Unión de Afectados por Texaco (UDAPT), al recordar la sentencia que el juez Lewis Kaplan emitió dentro del juicio Rico (Racketeer Influenced and Corrupt Organizations Act).

El juez calificó de “mafiosos” y “extorsionadores” a los afectados ecuatorianos y a sus abogados por supuestamente pertenecer a un grupo ilícito que ha conspirado en contra de la empresa estadounidense para ganar el juicio que condenó a esa empresa a pagar una millonaria indemnización.

“Chevron está mintiendo y este juicio es una injusticia para nosotros. Vamos a seguir luchando con acciones como el cobro de la sentencia en otros países. No puede ser que un pueblo, las nacionalidades indígenas y sus campesinos quieran justicia y luchen por la vida de nuestras futuras generaciones y que seamos considerados delincuentes. Eso no puede pasar en un Estado de Derecho”, declaró Piaguaje.

Por esta razón se realizarán foros académicos, charlas, conferencias, y marchas en muchas ciudades. Es decir, se prometen “25 días de mucha actividad dentro de la campaña del Día Internacional AntiChevron”, según Pablo Fajardo, abogado de los afectados. De igual forma, ayer se dio a conocer la campaña en Rumania.

Hasta el momento 76 organizaciones internacionales de Argentina, Rumania, Estados Unidos y Ecuador como Oilwatch International, Frente de Defensa de la Amazonía y Red Nacional de Acción Ecologista (Renace), entre otros, se han solidarizado con la iniciativa que propone: no tolerar “la irresponsabilidad e indiferencia de la compañía frente a los daños que ha ocasionado en el mundo y que pretenda eximirse de su responsabilidad inculpando a los gobiernos locales o a terceros relacionados”.

En cuanto al aspecto jurídico del juicio de los afectados ecuatorianos contra Chevron, Fajardo recordó que la Corte Suprema Canadiense aceptó la apelación de la transnacional, lo que entorpeció el trámite, pero el próximo 7 de noviembre se desarrollará una audiencia, lo que es un paso “importante porque le da prioridad al caso y eso es bueno para la causa”, manifestó.

CALLE 13 VISITA ZONA AFECTADA POR CHEVRON

René Pérez, ‘Residente’, vocalista del grupo de rap fusión Calle 13, reiteró su apoyo a la campaña que promueve Ecuador para evidenciar la contaminación causada por Chevron en una zona de la Amazonía. A través de su cuenta en twitter el cantante anunció que el 3 de mayo llegará hasta Lago Agrio.

Según publicó la agencia de noticias Andes, el líder de la agrupación visitará el campo Aguarico 4 el 2 de mayo.

Para el 3 de mayo está previsto un concierto en Lago Agrio como muestra de respaldo a las comunidades afectadas en el país.

lunes, 28 de abril de 2014

¿Podemos todavía sonreír en medio del miedo y la consternación de nuestros días?


Leonardo Boff

En mi ya larga trayectoria teológica, desde el principio, en los años 69 del siglo pasado, han sido siempre centrales dos temas que representan singularidades propias del cristianismo: la concepción societaria de Dios (Trinidad) y la idea de la resurrección en la muerte. Si dejásemos fuera estos dos temas, no cambiaría casi nada en el cristianismo tradicional. Éste predica fundamentalmente el monoteísmo (un solo Dios) como si fuésemos judíos o musulmanes. Y en lugar de la resurrección prefirió el tema platónico de la inmortalidad del alma. Es una pérdida lamentable, porque dejamos de profesar algo especial, diría casi exclusivo del cristianismo, cargado de jovialidad, de esperanza y de un sentido innovador del futuro.

Dios no es la soledad del uno, terror de los filósofos y de los teólogos. Es la comunión de tres Únicos, que por ser únicos no son números sino un movimiento dinámico de relaciones entre diversos igualmente eternos e infinitos, relaciones tan íntimas y entrelazadas que impide que haya tres dioses, sino un solo Dios-amor-comunión-inter-retro-comunicación. El nuestro es un monoteísmo trinitario y no atrinitario o pre-trinitario. En esto nos distinguimos de los judíos y de los musulmanes y de otras tradiciones monoteístas.

Decir que Dios es relación y comunión de amor infinito y que de Él se derivan todas las cosas es permitirnos entender lo que la física cuántica viene afirmando desde hace ya casi un siglo: todo en el universo es relación, entrelazamiento de todos con todos, formando una red intrincadísima de conexiones que forman el único y mismo universo. Él es, efectivamente, a imagen y semejanza del Creador, fuente de interrelaciones infinitas entre diversos, que vienen bajo la representación de Padre, Hijo y Espíritu Santo. Esta concepción quita el fundamento a todo y cualquier centralismo, monarquismo, autoritarismo y patriarcalismo, que encontraba en un único Dios y único Señor su justificación, como algunos teólogos críticos ya observaron. El Dios societario, proporciona, sin embargo, el soporte metafísico a todo tipo de socialidad, de participación y de democracia.

Pero como los predicadores por lo general no se refieren a la Trinidad, sino solo a Dios (solitario y único) se pierde una fuente de crítica, de creatividad y de transformaciones sociales en la línea de la democracia y de la participación abierta y sin fin.

Algo semejante ocurre con el tema de la resurrección. Esta constituye el núcleo central del cristianismo, su point d’honneur. Lo que volvió a reunir a la comunidad de los apóstoles después de la ejecución de Jesús de Nazaret en la cruz (todos estaban regresando, desesperanzados, a sus casas) fue el testimonio de las mujeres diciendo: “ese Jesús que fue muerto y sepultado vive y ha resucitado”. La resurrección no es una especie de reanimación de un cadáver como el de Lázaro que luego acabó muriendo como todos, sino la revelación del novissimus Adam en la feliz expresión de Pablo: la irrupción del Adán definitivo, del ser humano nuevo, como si el fin bueno de todo el proceso de la antropogénesis y de la cosmogénesis se hubiese anticipado. Por lo tanto, una revolución en la evolución.

El cristianismo de los primeros tiempos vivía de esta fe en la resurrección resumida por san Pablo al decir: “Si Cristo no resucitó nuestra predicación es vacía y vana nuestra fe” (1Cor 15,14). En tal caso sería mejor pensar: “comamos y bebamos porque mañana moriremos” (15,22). Pero si Jesús resucitó, todo cambia. Nosotros también vamos a resucitar, pues él es el primero entre muchos hermanos y hermanas, “las primicias de los que murieron” (1Cor 15,20). En otras palabras, y esto vale contra todos los que nos dicen que somos seres-para-la-muerte, nosotros morimos, sí, pero morimos para resucitar, para dar un salto hacia el término de la evolución y anticiparla en el aquí y el ahora de nuestra temporalidad.

No conozco ningún mensaje más esperanzador que este. Los cristianos deberían anunciarlo y vivirlo en todas partes. Pero lo dejan de lado y se quedan con el anuncio platónico de la inmortalidad del alma. Otros, como ya observaba irónicamente Nietzsche, son tristes y taciturnos como si no hubiese redención ni resurrección. El Papa Francisco dice que son “cristianos de cuaresma sin resurrección”, con “cara de funeral”, tan tristes que parece que van a su propio entierro.

Cuando alguien muere, llega para esa persona el fin del mundo. En ese momento, en la muerte, es cuando sucede la resurrección: inaugura el tiempo sin tiempo, la eternidad bienaventurada.

En una época como la nuestra, de desagregación general de las relaciones sociales y de amenazas de devastación de la vida en sus diferentes formas y hasta con peligro de desaparición de nuestra especie humana, vale la pena apostar por estas dos iluminaciones: Que Dios es comunión de tres que son relación de amor, y que la vida no está destinada a la muerte personal y colectiva sino a más vida todavía. Los cristianos apuntan hacia una anticipación de esta apuesta: el Crucificado que fue Transfigurado. Guarda las señales de su paso doloroso entre nosotros, las marcas de la tortura y de la crucifixión, pero, ahora transfigurado, las potencialidades de lo humano escondidas en él se realizaron plenamente. Por eso lo anunciamos como el ser nuevo entre nosotros.

La Pascua no quiere celebrar otra cosa que está feliz realidad que nos concede sonreír y mirar el futuro sin miedo ni pesimismo.

domingo, 27 de abril de 2014

La extrema derecha de la Iglesia, llama hereje a JUAN XXIII



La bondad siempre les resulta incómoda, desde los palacios no se escucha el lamento de los pobres, las viudas y los huérfanos. Juan, el Papa Roncalli, tenía su corazón a flor de piel; por eso no le van ni las botas ni las espadas, a él le va el amor.

... Durante años, el Santo Oficio había mantenido un archivo sobre Angelo Roncalli (Juan XXIII) que decía ―sospechoso de modernismo. El archivo se remonta a 1925, cuando Roncalli, quien era conocido por sus enseñanzas heterodoxas, fue abruptamente removido de su cátedra en el Seminario Lateranense a mediados de semestre (fue acusado de modernismo) y enviado a Bulgaria. Esta transferencia a Bulgaria dio inicio a su carrera diplomática. De particular preocupación para Roma fue la permanente cercanía de Roncalli con el destituido sacerdote Ernesto Buonaiuti, quien fue excomulgado por herejía en 1926...

sábado, 26 de abril de 2014

viernes, 25 de abril de 2014

Juan XXIII, un buen comodín para subir a los altares


EDITORIAL Redes Cristianas.- De acuerdo con el anuncio hecho por el papa Francisco el pasado 30 de septiembre de 2013, el 27 del presente mes de abril van a ser canonizados dos de los últimos pontífices muertos de la Iglesia católica, Juan XXIII (1958-1963) y Juan Pablo II (1978-2005).

Ya es la segunda vez que a Juan XXIII, el “papa bueno”, le toca hacer de comodín para la promoción a los altares de otros papas controvertidos. Antes, en su beatificación, hecha por Juan Pablo II en el año 2000, tuvo que acompañar a la nada agradable figura de Pio IX (1846-1878), el último papa rey que, entre el Syllabus y la declaración de su propia infalibilidad, se mostró rabiosamente antimoderno. Ahora, en su canonización, le acompaña la incómoda figura de Juan Pablo II. ¡Poca suerte está teniendo el bueno de Roncalli!

Aunque no siempre es fácil distinguir en estas figuras públicas lo que es reflejo del talante y moralidad propios de aquello que aparece en sus gestos públicos, lo cierto es que muy poca simpatía se encuentra entre estas dos personas que van a ser proclamados oficialmente santos. De Juan XXIII brota espontáneamente la bondad y la confianza, el diálogo y la acogida; de Juan Pablo II es, más bien, el poder y la firmeza, la supremacía de lo propio y exclusión de lo diferente; en Juan emerge la humanidad con sus virtudes y defectos, en Juan Pablo es la Iglesia jerárquica dominante y queriendo ocultar siempre sus debilidades y problemas; Juan fue el papa de la modernidad y el aggiornamento, Juan Pablo lo fue de la involución y restauración eclesiales; en el papa Juan es primero el buen hacer o buen estar en el mundo (ortopraxis) y para ello convoca un concilio, en Juan Pablo aparece en primer lugar el discurso único (ortodoxia) que rechaza las nuevas corrientes de pensamiento teológico y condena a sus autores. Visto desde América Latina, el papa Juan fue un estímulo para la liberación social y religiosa, mientras que Juan Pablo fue un aliado del imperio. Poca alquimia, como se ve, entre ambas figuras.

Como en otras ocasiones recientes (nos referimos a las beatificaciones de los mártires de la Guerra Civil española) también ahora van a aparecer los dos bandos bien diferenciados en la Iglesia, los que están a favor de su renovación y transformación y los que van a seguir apostando por tradiciones que el tiempo ya ha superado. Muchos cristianos y cristianas se seguirán preguntando por el valor y sentido de unos milagros, siempre mantenidos con pinzas y difíciles de entender y probar en la era del conocimiento. Habrá quienes se sientan incómodos ante el hecho de seguir vinculando al poder papal, siempre excepcional, el testimonio y la ejemplaridad en la Iglesia, olvidándose de su base que es siempre más universalizable. Finalmente, no faltará quien se pregunte por el mismo sentido de las canonizaciones en una sociedad cada día más secular.

Redes Cristianas se siente abiertamente en sintonía con el “papa bueno” y desea que, en la pista que él intentó abrir, el papa Francisco siga apostando por el reconocimiento de la diversidad y el pluralismo que existe dentro de la propia Iglesia, por su aggiornamento y su voluntad de ser “Evangelio de la Alegría” en este mundo amenazado de tristeza.

jueves, 24 de abril de 2014

Emaús hoy en Ecuador y más


Ekklesìa= Asamblea= Comunidad de comunidades. Entonces: mujeres sencillas y sabias, profesionales, obreras y estudiantes; jóvenes, muchos y muchas jóvenes; campesinos, campesinas con su hondo acervo de vida y luces; dolientes de las calles; gentes de oficios duros; varones universitarios, trabajadores manuales, empleados, choferes; religiosas y religiosos dignos de tal nombre; ministros y ministras laicos; seminaristas, formand@s; diáconos permanentes y diáconos ordenados; sacerdotes…todos juntos. La comunidad abarca -debería- la maravilla que significa el Pueblo de Dios, peregrino, siempre en camino, de a pie.

Esta es la Utopía en la que andamos desde hace mas de dos mil años y forzosamente siempre lo será, pues el Reino de Dios no tiene final y cada paso que damos en su construcción genera un nuevo desafío. Dios entendido como amor, paz, plenitud, siempre se supera a si mismo, por lo tanto seremos felices al labrar su senda, pero ni mil vidas nos alcanzarán para culminarla. Si miramos bajo esta luz el capitulo de los hermanos de Emaús -Lc, 24.13, 35- inevitablemente nos toca relacionarlo con la dura realidad de nuestras iglesias. Sobre todo durante las últimas tres décadas, las comunidades han vivido en situación de cruz: perseguidas, descalificadas, en exilio y todo ello -imposible que no- crea desaliento, tristeza, dolor y más. Tal cual lo sufrían los caminantes de Emaús.

Sanedritas impresentables como Guido Otonello -“nuncio” que el Ecuador sufre desde HACE 9 AÑOS- y sus secuaces nacionales, han gozado destruyendo asambleas o intentando hacerlo, acosando a los cristianos. En su mentalidad y poses de “príncipes”, “empresarios”, “altos burócratas” en poco o nada se diferencian de Anàs, Caifás y los otros. Su obsesión por el culto, “las rubricas”, las alianzas desvergonzadas con políticos de extrema derecha y el aliento a los “embotados” fascistas, su ansia por ser parte del poder “de la nobleza social”, la desesperación por el dinero y el desprecio a todos y todas que cuestionen su accionar y manejos, allí los ponen.

Tal proceder se ha vivido en muchísimas partes del país. En justicia, están también los servidores, servidoras y pastores bondadosos y sencillos, hermanos, que no mayordomos, cristianos, que no sanedritas, siervos del Evangelio, que no fariseos. Pero aún ellos y lo decimos con cariño, acaso por temor o un obtuso “espíritu de cuerpo” extraño a las enseñanzas de Jesús, han callado ante la violencia de los “poderosos señores” del templo. 

Dentro de poco se deben renovar los cargos de la Conferencia Episcopal: por el bien de la salud espiritual y temporal de nuestro pueblo, por el futuro de la Iglesia-Comunidad en el Ecuador, déjense topar de la humildad y gozo de los discípulos de Emaús y confirmen las esperanzas de los más pobres. Todos debemos, en todo caso, caminar sin temor al poder imperial y los “altos burócratas” y proclamar a Jesús Resucitado en donde estemos. Re-organizar y organizar las Asambleas-Comunidades-Iglesia con la mirada puesta en la solidaridad honesta y la justicia. Ayudar a los pastores que plenos de humildad busquen el Reino. Orar por la conversión de los sanedritas. Fieles al mandato de Jesús: “no tengan miedo” Mt 28,10. IGUAL QUE EN EMAÚS TE RECONOCEREMOS AL PARTIR EL PAN, EN TU PRESENCIA DE PAZ, ALEGRIA Y HERMANDAD. EN LA UTOPIA FELIZ DE SER TUS SEGUIDOR@S.

¡FELICES PASCUAS¡

miércoles, 23 de abril de 2014

Juan 23, el ‘Papa bueno’

Pedro Pierre

El papa Juan 23 va a ser reconocido santo oficialmente en Roma. Ya en vida el pueblo de Dios lo había calificado como el ‘Papa bueno’ hace 50 años. Ejerció el papado de 1958 a 1963. Del que decían que iba a ser un ‘papa de transición’, fue el papa que dio un giro inesperado a la Iglesia Católica con la convocación del Concilio Vaticano 2°.

Su sueño era la Iglesia de los Pobres: “Frente a los países subdesarrollados, la Iglesia se presenta tal cual es y quiere ser: la Iglesia de todos y más particularmente la Iglesia de los Pobres” (11 de septiembre de 1962). Este sueño fue retomado en sus primeras líneas por el mayor documento pastoral del Concilio, ‘Alegría y esperanza’: “Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón. La Iglesia por ello se siente íntima y realmente solidaria del género humano y de su historia”.

Recordemos que un ‘concilio’ es la reunión de los obispos católicos alrededor el Papa para orientar el rumbo de toda la Iglesia: es la mayor autoridad. El concilio Vaticano 2° tuvo lugar en la Ciudad del Vaticano, Roma, donde residen los papas, por ser el lugar del martirio de San Pedro, cabeza del grupo de los 12 apóstoles, pero primero entre iguales.

En esta reunión estuvieron presentes 3.058 obispos de 145 países. Esta reunión duró de 1962 a 1965, con una sesión de 2 meses al año. Una de las mayores novedades fue definir a la Iglesia como pueblo de Dios dejando la imagen de la pirámide y como servidora de los mejores anhelos de la humanidad. Permitió cambios significativos en las celebraciones litúrgicas. Reconoció que el primer sacerdocio era el de los bautizados, al servicio del cual está el sacerdocio de los obispos y sacerdotes. Abrió la comunión con las demás iglesias cristianas y reconoció la presencia del Verbo de Dios en todas las grandes religiones.

Felizmente fue en América Latina donde se concretó lo mejor del Concilio, o sea la Iglesia de los Pobres deseada por el papa Juan 23. Fue la obra de miles y miles de cristianos pobres reunidos en las Comunidades Eclesiales de Base, obra sistematizada en la Teología de la Liberación.

Nos alegramos de que el actual papa Francisco esté retomando las mejores intuiciones del Concilio Vaticano 2° y el espíritu de la Iglesia de los Pobres de América Latina.

martes, 22 de abril de 2014

CÓMO “CONFESABA” JESÚS A LOS(AS) PECADORES(AS)

Miguel Matos s.j

En un tiempo de reflexión y conversión propios de la Semana Mayor, les pido que hagan conmigo esta meditación.

Si nos toca discernir sobre la forma más idónea de celebrar, por ejemplo, el bautismo cristiano, o la eucaristía o cualquier otra expresión de nuestra fe, lo más lógico es que recurramos a ilustrarnos en el ejemplo de Jesús de Nazareth para no apartarnos de lo que fueron sus verdaderas intenciones y si se cambia algo, que la “novedad” no desfigure la intención inicial de Jesús.

Por ese motivo, si vamos a clarificarnos sobre el cómo debe ser vivido un sacramento como es el llamado “la confesión”, debemos, sin lugar a dudas, tratar de llegarnos hasta las narraciones del evangelio en las que Jesús trataba con los pecadores y los perdonaba. Eso es lo que hoy tratamos de hacer cuando practicamos en nuestra Iglesia el Sacramento de la Confesión o también conocido como Reconciliación o de la Penitencia.

De primeras, manifiesto que no se encuentra en ninguna de esas ocasiones algún indicio de que Jesús dedicara un tiempo a indagar la lista de los pecados , las condiciones en los que se hubieran cometido, ni nada por el estilo. Nada me parece más lejano de la práctica perdonadora de Jesús , que esa imagen de un sacerdote sentado en un confesionario o en un banco frente a una fila a la espera de su turno mientras el sacerdote vestido con sus ornamentos escucha la declaración que, en voz baja, que hace la persona que se está confesando en ese momento.

Valiéndonos de todos los testimonios evangélicos podemos decir con toda sinceridad que a Jesús le bastó en todo momento con presenciar la actitud de arrepentimiento que mostraba el pecador para regalarle su perdón incondicionalmente y sin que el pecador tuviera que decir una sola palabra en la que hiciera la narración de sus faltas ni en entrar en ninguna parafernalia “ penitencial”.

Los ejemplos evangélicos son varios pero podemos referirnos por lo menos a tres:

Mateo 9, 2 : “…viendo la fe que tenían, Jesús dijo al paralítico:- ¡Animo ,hijo, se te perdonan tus pecados…¡” ( Da la impresión de que no le dejó “ni abrir la boca”)

Lucas 7, 36-50 : “…en eso entró una mujer conocida como pecadora…y empezó a regarle los pies con sus lágrimas…Y a ella le dijo:- Tus pecados te son perdonados ¡”

Juan 8, 1-11 “…Y Jesús le preguntó: - ¿Nadie te ha condenado ?...Yo tampoco te condeno. Vete y en adelante no vuelvas a pecar”

La pregunta obvia se refiere al por qué de los cambios que se han introducido en la práctica del Sacramento de la Reconciliación que lo han convertido en algo tan vacío, rutinario y tan desagradable. La respuesta tiene mucho que ver hasta con el mismo nombre que se ha popularizado más para nombrar al sacramento. La palabra que más se ha usado en los tiempos inmediatamente pasados , es la palabra “confesión” dejando ya ver que se ha priorizado el hecho de “confesar”, de narrar los pecados que sobre los otros aspectos más importantes de la experiencia.

No sería tan dramático este cambio de perspectiva si esto no significara que el acento puesto sobre el “confesar”, sin que haya sido algo intencional, el cambio se ha hecho a costa de quitarle relieve al aspecto contricción, conversión, dolor, arrepentimiento, ganas sinceras de cambiar. Sin ánimo de recargar las tintas, la experiencia nos hace ver cómo los fieles valoran más e invierten más energías en preparar la declaración de las faltas que en profundizar sobre el daño que he hecho a los demás y las posibilidades de remediar esos daños hechos. Muchas personas tienen la impresión que mientras esa confesión suponga más humillación, más acopio de información, la confesión es mejor. En el mejor de los casos, la confesión se torna valiosa por la cuota de revelación de debilidades y situaciones vergonzosas. La confesión parecería ser más valiosa si la descripción de las faltas es más minuciosa y vergonzosa.

Este error de perspectiva tiene un origen: el sacramento se ha venido presentando como la experiencia de un juicio, ante la presencia de un juez y que incluso culmina con una penitencia. Lógicamente, si nos comportamos como en un juicio, tendríamos que esmerarnos en describir todas las circunstancias que rodearon a la infracción para sopesar los atenuantes o los indicios de mayor gravedad. El protagonismo del que hace las veces de juez resultaría fundamental. Grave error…!, porque este sacramento no es en lo más mínimo un juicio. Por lo menos Jesús no lo vive de esa manera.

La historia del Sacramento de la Reconciliación es muy larga y compleja. Aquí estamos haciendo un resumen muy sucinto. Un momento dramático, como tantos otros, en esta historia lo constituyó la obligatoriedad que el Papa Inocencio III impuso sobre la “confesión oral” por lo menos una vez al año para los fieles cristianos bajo pena de privar a los fieles que incumplieran esta obligación, incluso de la atención médica física y del derecho a ser enterrados en los cementerios oficiales.(Inocencio II, IV Concilio de Letrán 1215)

Para no alargarnos demasiado en esta breve consideración no puedo dejar de referirme al efecto tan pernicioso que esta evolución ha impactado sobre el Sacramento. El Sacramento se ha rutinizado y superficializado a un grado tan notable que uno no sabe si agradecer el hecho de que haya caído prácticamente en desuso para el católico promedio. El Sacramento tal y como se practica es preferible que desaparezca como práctica de piedad para que dé lugar a una verdadera y nueva experiencia de perdón al estilo de Jesús de Nazareth.

Lógicamente no me estoy refiriendo a esa práctica de acudir a un confesor para ventilar situaciones que ameritan consejo o incluso simplemente la experiencia de el ser escuchado con respeto. Este es un servicio inapreciable que prestan muchos sacerdotes generosamente. Pero, vamos a estar claro, esto no es el sacramento de la Reconciliación. Esto es más bien consejería, muy provechosa, pero que no requiere del carácter sacerdotal de la persona que lo proporciona sino sus condiciones de buen oyente y su “sabiduría”.

Vamos a concluir diciendo que esta experiencia del perdón de Dios es de un valor incalculable, pero hay que dejar claro que ese Dios infinito e inaprehensible no necesita para prodigar su perdón del artificio de las “confesiones” que ofrecen las iglesias. Le haríamos un mejor servicio a la humanidad si los convocáramos a vivir el espíritu del Salmo 51, 1-10, Lucas 7,4-8, Juan 1,8 y no extraer consecuencias desproporcionadas de Juan 20, 22, que no da para interpretaciones tan tremendistas en una realidad tan delicada como la que supone la experiencia del perdón que es lo único que se busca y que no puede ser tan banalizada ni rutinizada ni exigirla como condición para participar plenamente en la Eucaristía.

El protagonismo clerical hace daño porque opaca la acción generosa y magnánima de Dios. El enfatizar la acción mágica “ex opere operato” (efecto automático al estilo del “abra kadabra”), le resta fuerza a la invitación a la conversión y resta fuerza a la gratuidad del amor perdonador de Dios.

Una vez más hay que optar entre el fariseísmo tan omnipresente, e hipócrita y el radical y sincero seguimiento a Jesús de Nazareth.

lunes, 21 de abril de 2014

Perderse para encontrarse: el monje, el gato y la luna

Leonardo Boff

El hombre moderno ha perdido el sentido de la contemplación, de maravillarse delante de las aguas cristalinas de un riachuelo, de llenarse de sorpresa ante un cielo estrellado y de extasiarse delante de los ojos brillantes de un niño que lo mira interrogante. No sabe lo que es el frescor de una tarde de otoño y es incapaz de quedarse solo, sin móvil, sin internet, sin televisión, sin aparato de sonido. Tiene miedo de oír la voz que le viene de adentro, aquella que nunca miente, que nos aconseja, nos aplaude, nos juzga y siempre nos acompaña. Esta pequeña historia de mi hermano Waldemar Boff, que intenta personalmente vivir al modo de los monjes del desierto, nos trae de vuelta a nuestra dimensión perdida. Lo que es profundamente verdadero sólo se deja decir bien, como atestiguan los antiguos sabios, por pequeñas historias y raramente por conceptos. A veces cuando imaginamos que nos perdemos, es cuando nos encontramos. Es lo que esta historia nos quiere comunicar: un desafío para todos.

«Erase una vez un ermitaño que vivía bastante más allá de las montañas de Iguazaim, al sur del desierto de Acaman. Hacía sus buenos 30 años que se había recogido allí. Unas cabras le daban la leche diaria y un palmo de tierra de aquel valle fértil le daba el pan. Junto a la cabaña crecían unas ramas de vid. Durante todo el año, bajo la techumbre de palma, las abejas venían a hacer sus colmenas.

“Hace 30 años que vivo por aquí...”, suspiró el monje Porfirio. “Hace sus buenos 30 años...”. Y, sentado sobre una piedra, la mirada perdida en las aguas del regato que saltaban entre los guijarros, se detuvo en este pensamiento durante largas horas. “Hace 30 buenos años y no me he encontrado. Me perdí para todo y para todos, en la esperanza de encontrarme. ¡Pero me he perdido irremediablemente!”.

A la mañana siguiente, antes que naciera el sol, después del rezo de los peregrinos, con un parco talego a la espalda y sandalias medio rotas en los pies se puso en camino hacia las montañas de Iguazaim. Siempre subía a las montañas cuando bajo fuerzas extrañas su mundo interior amenazaba derrumbarse. Iba a visitar a Abba Tebaíno, eremita más provecto y más sabio, padre de toda una generación de hombres del desierto. Vivía debajo de un gran peñasco desde donde se podían ver allá abajo los trigales de la aldea de Icanaum.

“Abba, me perdí para encontrarme. Me he perdido, sin embargo, irremediablemente. No sé quién soy, ni para qué o para quien soy. He perdido lo mejor de mí mismo, mi propio yo. He buscado la paz y la contemplación, pero lucho con una falange de fantasmas. He hecho todo para merecer la paz. Mira mi cuerpo, retorcido como una raíz, marcado por tantos ayunos, cilicios y vigilias... Y aquí estoy, roto y debilitado, vencido por el cansancio de la búsqueda”. 

Y noche adentro, bajo una luna enorme iluminando el perfil de las montañas, Abba Tebaíno, sentado a la puerta de la gruta, se quedó escuchando con ternura infinita las confidencias del hermano Porfirio.

Después, en uno de esos intervalos donde las palabras se apagan y solo queda la presencia, un gatito que vivía desde hacía muchos años con Abba, vino arrastrándose despacito hasta sus pies descalzos. Maulló, le lamió la punta recta del sayal, se acomodó y se puso, con grandes ojos de niño, a contemplar la luna que, como alma de justo, subía silenciosa a los cielos.

Y, pasado mucho tiempo, Abba Tebaíno empezó a decir con gran dulzura:

“Porfirio, mi querido hijo, tienes que ser como el gato; él no busca nada para sí mismo, pero espera todo de mí. Cada mañana espera a mi lado un pedazo de corteza y un poco de leche de este cuenco secular. Después, viene y pasa el día juntito a mí, lamiéndome los pies machucados. Nada quiere, nada busca, espera todo. Es disponibilidad. Es entrega. Vive por vivir, pura y simplemente. Vive para el otro. Es don, es gracia, es gratuidad. Aquí, echado junto a mí, contempla inocente e ingenuo, arcaico como el ser, el milagro de la luna que sube, enorme y bendecida. No se busca a sí mismo, ni siquiera la vanidad íntima de la autopurificación o la complacencia de la autorrealización. Se perdió irremediablemente para mí y para la luna... Es la condición para ser lo que es y para encontrarse”.

Y un silencio profundo descendió sobre la boca del peñasco.

A la mañana siguiente, antes de que naciera el sol, los dos eremitas cantaron los salmos de maitines. Sus loas resonaron por las montañas e hicieron estremecer las fimbrias del universo. Después, se dieron el ósculo de despedida. El hermano Porfiro, de parco talego al hombro y sandalias medio rotas en los pies, regresó a su valle, al sur del desierto de Acaman. Entendió que para encontrarse debía perderse en la más pura y sencilla gratuidad.

Y cuentan los moradores de la aldea vecina, que muchos años después, en una profunda noche de luna llena, vieron en el cielo un gran resplandor. Era el monje Porfiro que subía, junto con la luna, a la inmensidad infinita de aquel cielo delirantemente sembrado de estrellas. Ahora ya no necesitaba perderse porque se había definitivamente encontrado para siempre».

Waldemar Boff (uno de mis 10 hermanos) estudió en Estados Unidos, es educador popular y campesino.

domingo, 20 de abril de 2014

Homilía del Papa Francisco en la Vigilia Pascual 2014


El Evangelio de la resurrección de Jesucristo comienza con el ir de las mujeres hacia el sepulcro, temprano en la mañana del día después del sábado. Se dirigen a la tumba, para honrar el cuerpo del Señor, pero la encuentran abierta y vacía. Un ángel poderoso les dice: «Vosotras no temáis» (Mt 28,5), y les manda llevar la noticia a los discípulos: «Ha resucitado de entre los muertos y va por delante de vosotros a Galilea» (v. 7).

Las mujeres se marcharon a toda prisa y, durante el camino, Jesús les salió al encuentro y les dijo: «No temáis: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán» (v. 10).

Después de la muerte del Maestro, los discípulos se habían dispersado; su fe se deshizo, todo parecía que había terminado, derrumbadas las certezas, muertas las esperanzas. Pero entonces, aquel anuncio de las mujeres, aunque increíble, se presentó como un rayo de luz en la oscuridad. La noticia se difundió: Jesús ha resucitado, como había dicho… Y también el mandato de ir a Galilea; las mujeres lo habían oído por dos veces, primero del ángel, después de Jesús mismo: «Que vayan a Galilea; allí me verán».

Galilea es el lugar de la primera llamada, donde todo empezó. Volver allí, volver al lugar de la primera llamada. Jesús pasó por la orilla del lago, mientras los pescadores estaban arreglando las redes. Los llamó, y ellos lo dejaron todo y lo siguieron (cf. Mt 4,18-22). Volver a Galilea quiere decir releer todo a partir de la cruz y de la victoria. Releer todo: la predicación, los milagros, la nueva comunidad, los entusiasmos y las defecciones, hasta la traición; releer todo a partir del final, que es un nuevo comienzo, de este acto supremo de amor.

También para cada uno de nosotros hay una «Galilea» en el comienzo del camino con Jesús. «Ir a Galilea» tiene un significado bonito, significa para nosotros redescubrir nuestro bautismo como fuente viva, sacar energías nuevas de la raíz de nuestra fe y de nuestra experiencia cristiana. Volver a Galilea significa sobre todo volver allí, a ese punto incandescente en que la gracia de Dios me tocó al comienzo del camino.

Con esta chispa puedo encender el fuego para el hoy, para cada día, y llevar calor y luz a mis hermanos y hermanas. Con esta chispa se enciende una alegría humilde, una alegría que no ofende el dolor y la desesperación, una alegría buena y serena.

En la vida del cristiano, después del bautismo, hay también una «Galilea» más existencial: la experiencia del encuentro personal con Jesucristo, que me ha llamado a seguirlo y participar en su misión. En este sentido, volver a Galilea significa custodiar en el corazón la memoria viva de esta llamada, cuando Jesús pasó por mi camino, me miró con misericordia, me pidió de seguirlo; recuperar la memoria de aquel momento en el que sus ojos se cruzaron con los míos, el momento en que me hizo sentir que me amaba.

Hoy, en esta noche, cada uno de nosotros puede preguntarse: ¿Cuál es mi Galilea? ¿Dónde está mi Galilea? ¿La recuerdo? ¿La he olvidado? He andado por caminos y senderos que me la han hecho olvidar. Señor, ayúdame: dime cuál es mi Galilea; sabes, yo quiero volver allí para encontrarte y dejarme abrazar por tu misericordia.

El evangelio de Pascua es claro: es necesario volver allí, para ver a Jesús resucitado, y convertirse en testigos de su resurrección. No es un volver atrás, no es una nostalgia. Es volver al primer amor, para recibir el fuego que Jesús ha encendido en el mundo, y llevarlo a todos, a todos los extremos de la tierra.

«Galilea de los gentiles» (Mt 4,15; Is 8,23): horizonte del Resucitado, horizonte de la Iglesia; deseo intenso de encuentro… ¡Pongámonos en camino!

sábado, 19 de abril de 2014

Es la fiesta de la Vida de Jesús y de la mía.


(Gn 1,1-31) (Ex 14,15-15,1) (Is 55,1-11) (Ez 36,16-28)
(Rom 6,3-11) "Por el bautismo hemos sido incorporados a su muerte...
(Mt 28,1-10) Id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea: allí me verán.

Es la fiesta de la Vida de Jesús y de la mía. Si no hacemos nuestra esa vida, las celebraciones, por muy solemnes que sean, quedan sin sentido.

Decíamos al principio de la cuaresma que no se podía entender ese tiempo litúrgico sin tener presente la Pascua. Hoy al celebrar la resurrección de Jesús, damos sentido a todo ese tiempo de preparación para este acontecimiento. Naturalmente, no se puede resucitar si antes no se ha muerto. Tal vez sea este aspecto el más complicado para nosotros hoy. Por eso nos conformamos con celebrar externamente lo que sucedió a otra persona en una fecha histórica ya muy lejana.

El centro de esta vigilia no es directamente Jesús, sino el fuego y el agua como principios imprescindibles para la vida. Ya tenemos la primera clave para entender lo que estamos celebrando en la liturgia más importante de todo el año. Del fuego surgen dos cualidades sin las cuales no puede haber vida: luz y calor. El agua es el elemento fundamental para formar un ser vivo. El 80% de cualquier ser vivo, incluido el hombre, es agua. Recordar y renovar nuestro bautismo, es pieza clave para descubrir de qué Vida estamos hablando. Hoy el fuego y el agua simbolizan a Jesús porque le recordamos como Vida. En el prólogo del evangelio de Jn dice:

La vida que esta noche nos interesa, no es la física (bios), ni la síquica (psiques), sino la espiritual y trascendente. Por no tener en cuenta la diferencia entre estas vidas, nos hemos armado un buen lío con la resurrección de Jesús. La vida biológica no tiene ninguna importancia en lo que estamos tratando. “El que cree en mí aunque haya muerto vivirá; y todo el que vive y cree en mí no morirá para siempre”. La biológica y la síquica tienen importancia, solo porque son la que nos capacitan para alcanzar la espiritual. Sólo el hombre que es capaz de conocer y de amar, puede acceder a la Vida divina. Nuestra conciencia individual tiene importancia solo como instrumento, como vehículo para alcanzar la Vida definitiva.

Lo que estamos celebrando esta noche, es la llegada de Jesús a esa plenitud de Vida. Jesús, como hombre, alcanzó la más alta cota de esa Vida. Posee la Vida definitiva que es la misma Vida de Dios. Esa Vida ya no puede perderse porque es eterna. Podemos seguir empleando el término “resurrección”, pero debemos evitar el aplicarla inconscientemente a la vida biológica y sicológica, porque es lo que nosotros podemos sentir, es decir descubrir por los sentidos. Pero lo que hay de Dios en Jesús no se puede descubrir mirando, oyendo o palpando. Ni vivo ni muerto ni resucitado, puede nadie descubrir su divinidad.

Tampoco puede ser el resultado de alguna demostración lógica. Lo divino no cae dentro del objeto de nuestra razón. A la convicción de que Jesús está vivo, no se puede llegar por razonamientos. Lo divino que hay en Jesús, y por lo tanto su resurrección, sólo puede ser objeto de fe pascual. Para los apóstoles como para nosotros se trata de una experiencia interior. A través del convencimiento de que Jesús les está dando VIDA, descubren los seguidores de Jesús, que tiene que estar él VIVO. Solo a través de la vivencia personal podemos aceptar nosotras la resurrección.

Creer en la resurrección exige haber pasado de la muerte a la vida. Por eso tiene en esta vigilia tanta importancia el recuerdo de nuestro bautismo. Cristiano es el que está constantemente muriendo y resucitan­do. Muriendo a lo terreno y caduco, al egoísmo, y naciendo a la verdadera Vida, la divina. Tenemos del bautismo una concepción estática que nos impide vivirlo. En tal día a tal hora, han hecho el signo sobre mí, pero el alcanzar y vivir lo significado, es tarea de toda la vida. Todos los días tengo que estar haciendo mía esa Vida. Y el único camino para hacer mía la Vida de Dios que es AMOR, es superando el ego-ísmo, es decir, amando.