MONS. GONZALO LOPEZ M.

MONS. GONZALO LOPEZ M.

lunes, 29 de febrero de 2016

Pedro Pierre, 40 años en América Latina como sacerdote sin frontera

Pedro Pierre

RELIGION DIGITAL.- Con ocasión, en este mes de marzo próximo, de cumplir 40 años de presencia en América Latina, les quiero compartir un resumen de las vivencias de estos ricos años. Es también la oportunidad para agradecerles de su amistad fiel y su solidaridad.

A mediados de marzo de 1976 llegaba a Guayaquil. Tenía 34 años y era sacerdote desde unos 7 años. Había salido de Francia en barco 3 semanas antes. En Puerto Bolívar me esperaban varias personas: Homero, el amigo ecuatoriano conocido en el Seminario mayor de Le Puy, mi diócesis de Francia que me había invitado para venir a trabajar con él. Estaban también el obispo, monseñor Bernardino Echeverría, y un sacerdote francés, Enrique Julhes.

Antes de salir para Ecuador había pasado unos 4 meses en un centro de formación de Bélgica para aprender el español y conocer algo de la realidad latinoamericana. Éramos unas 40 personas que iban a trabajar en varios países de América Latina: unos pocos laicos, algunas religiosas y la mayoría de sacerdotes originarios de unos 10 países europeos. Conservo de estos meses el recuerdo de una buena amistad, la ayuda de buenos profesores en particular José Comblin y el compartir alegre de la rica cerveza y las buenas papas fritas belgas.

Me siento feliz del camino recorrido y de tanta gente encontrada que me ayudaron a ser más persona, más cristiano y más sacerdote según el corazón y la sabiduría de los pobres.

11 años en Guayaquil, 1976-1987: el aprendizaje de la misión

La amistad y el acompañamiento de Homero me ayudaron a familiarizarme con el idioma y entender la realidad pastoral de la parroquia popular de Guayaquil donde nos tocó trabajar. La gracia de estos años fue de haber conocido a monseñor Leonidas Proaño, obispo en Riobamba, en la Cordillera de los Andes; promovía una pastoral liberadora con el mundo indígena en la línea del Concilio Vaticano 2° (1962-1965) y la reunión episcopal latinoamericana en Medellín (Colombia, 1968). Fue con él y los teólogos de la liberación -Gustavo Gutiérrez entre otros-, que me fui formando. En Guayaquil éramos un grupo de 7 parroquias de sectores populares a trabajar a partir de las Comunidades Eclesiales de Base (CEBs).

Luego de 3 años fui a remplazar a un sacerdote español, Jesús Valencia, con el cual trabajábamos y que había decidido quedarse en España. Éramos en el año 1979. La parroquia hacía parte del suburbio de Guayaquil y contaba con unos 35,000 habitantes. Era el único sacerdotes, pero con 2 comunidades religiosas y una misionera española. Un grupo de 8 CEBs animaban los distintos sectores de la parroquia mediante la solidaridad y el acompañamiento religioso. Varios grupos de jóvenes eran muy activos. Las misas dominicales eran animadas por estos distintos grupos a partir de las vivencias acontecidas durante la semana: eran celebraciones de la fraternidad y de las luchas por la satisfacción de las necesidades básicas: las dificultades de la miseria, el desempleo, la violencia, las enfermedades... y todas las pequeñas acciones que se hacían para aliviar esta realidad.

Allí descubrí a un Jesús humano, compasivo y rebelde que no se quedó de brazos cruzados frente a los sufrimientos y las injusticia que padecían sus compatriotas; descubrí lo que era la construcción del Reino de Dios y la presencia del Resucitado en medio de nosotros.

No faltaban las dificultades y los conflictos con el señor obispo de línea pastoral más bien conservadora. Por ayudar a descubrir a las CEBs de Guayaquil la dimensión política de la fe, fui bruscamente cambiado de parroquia y enviado a Ballenita, pequeño pueblo al borde del Pacífico. Pero las manifestaciones y presiones de las CEBs de Guayaquil me permitieron, después de unos 3 meses, regresar a la parroquia anterior.

En ese mismo año 1979 el trabajo con las CEBs tomó una dimensión nacional. Monseñor Proaño invitó a Riobamba distintos grupos cristianos que trabajábamos en una pastoral liberadora. Nos encontramos CEBs de 4 ciudades: Riobamba, Babahoyo (provincia de Los Ríos), Machala (provincia de El Oro) y Guayaquil. Fue entonces cuando decidimos una primera reunión nacional de CEBs urbanas. Luego nacieron también las CEBs campesinas, indígenas y negras. En 1984, con ocasión del 2° Encuentro Latinoamericano de CEBs en Cuenca, logramos reunirnos con representantes de 13 países latinoamericanos y la presencia de unos 9 obispos acompañadores de las CEBs en el continente.


Los conflictos con el obispo de Guayaquil continuaban, hasta llegó a calificarme públicamente de "agente del marxismo leninismo internacional" por unas denuncias que resultaron imaginarias. El diálogo hizo que estos conflictos terminaron por mi nombramiento como ¡profesor de teología en la Universidad Católica! Este servicio duró 2 años, sin dejar el trabajo parroquial ni el acompañamiento de las CEBs urbanas al nivel nacional.

Este ritmo de vida duró 11 años. Fue para mí la oportunidad de aprender a trabajar con y desde los pobres organizados tanto en la Iglesia como en las organizaciones populares, sociales y políticas. Descubrí que ser sacerdotes era facilitar a los pobres su apropiación del Evangelio y ser los actores de su propia liberación. Juntos buscábamos cumplir con nuestro bautismo: ser profetas, sacerdotes y reyes-pastores, individual y colectivamente. Mi misión sacerdotal consistía en ser el garante de esta triple misión del pueblo de los pobres.

2 años en Roma, 1987-1989: la profundización de la opción por los pobres.

Había venido a América Latina para 7 o 8 años y ya había pasado 11. El llamado de mi padre de avanzada edad hizo que decidí regresar a su lado para acompañarlo, tal como me lo pedía. Aproveché este tiempo para inscribirme en la Universidad Gregoriana de Roma para profundizar mi formación teológica y pastoral. Mi trabajo de licencia fue sobre "la opción por los pobres": cómo hacer nuestras la opciones de los pobres, tal como lo escribieron los obispos latinoamericanos en su documento final de la reunión que tuvieron en Puebla (México, 1979). Tuve también la oportunidad de conocer experiencias pastorales en la línea de las CEBs, tanto en Asia como en África. Los tiempos de vacaciones, suficientemente amplios, me permitían de pasar largos momentos en la casa familiar... con el deseo de regresar nuevamente a Ecuador.

8 años en Nicaragua, 1989-1997: la construcción de la Iglesia de los pobres.

Pensaba regresar a Ecuador cuando la secretaría de la Conferencia Episcopal francesa, encargada de nuestro acompañamiento como sacerdotes en América Latina, me invitó a ir a trabajar en Nicaragua: deseaban a varios sacerdotes franceses con experiencia pastoral en América Latina. Éramos en 1989, a los 10 años del gobierno sandinista y 8 de guerra civil fomentada y dirigida por el gobierno norteamericano. Mi nueva parroquia, rural esta vez y centro estratégico de la contra-revolución antisandinista, pertenecía a la diócesis de Bluefields, en las costas del Mar Caribe. Era muy extensa con unos 100,000 habitantes y un centenar de capillas (o Comunidades), región de fuertes lluvias tropicales a lo largo de todo el año en una selva casi virgen. La guerra iba a seguir durante año u medio más.

Para el trabajo pastoral tenía el apoyo de 2 comunidades de religiosas y 4 diáconos. Los sacerdotes norteamericanos a cargo de la diócesis había puesto en marcha la participación de las y los laicos en el trabajo pastoral: pienso que llegó a haber unos 3,000 servidores repartidos en 27 ministerios distintos repartidos en servicios eclesiales, sociales y cívicos: de hecho era una Iglesia en manos de los laicos. Cada mes pasaba la mitad de mi tiempo a visitar las Comunidades (130 cuando salí de la parroquia) y la otra mitad para la formación de estos ministros o servidores. El trabajo era fatigoso por las condiciones climáticas y los caminos de tierra inundados. Fueron años muy gratificantes: viví muy intensamente la solidaridad y la fe con un pueblo pobre, alegre y fraterno muy entregado en medio de muchas dificultades. Era la fuerza de la Iglesia de los Pobres, soñada por el papa Juan 23.


Regreso a Ecuador, 1997: el servicio de la formación.

El paso de los años (ya tenía 55 ‘primaveras') y el esfuerzo físico constante me llevaron a buscar un trabajo menos cansado. Elegí regresar a Ecuador. Encontré acogida en Quito, la capital. Era una época bastante inestable políticamente: en 9 años 3 presidentes fueron ‘desbancados'. El pueblo ecuatoriano, encabezado por las organizaciones indígenas, ya no aceptaban ser gobernados por presidentes al servicio de la oligarquía nacional y de los intereses norteamericanos.

Estuve en varias parroquias populares de la ciudad, en sectores populares, trabajando en la línea de las CEBs. En l0 años el ambiente eclesial había cambiado mucho: seguían las distintas coordinaciones nacionales de CEBs (urbanas, campesinas e indígenas; los negros habían integrado la pastoral afro-ecuatoriana), pero los sacerdotes eran cada vez más alejados de una línea pastoral liberadora y los nuevos obispos había sido elegidos principalmente por estar cercanos al Opus Dei. Tenían miedo a la teología de la liberación y perseguían a los miembros de las CEBs y a los y las que las acompañábamos.

Al cabo de 10 años, el obispo de Quito, hoy cardenal, no renovaba mi contrato para trabajar en su diócesis por conflictos surgidos con las parroquias que trabajábamos con las CEBs. Al tener la nacionalidad ecuatoriana, seguí en Quito: las CEBs urbanas y campesinas me había pedido ayudarles para la formación teológica, bíblica y política. Desde la capital fui visitando muchos lugares del país, allí donde me llamaban para animar encuentros, retiros y cursos, generalmente los fines de semana.

Un obispo amigo, monseñor Gonzalo López -el único que apoyaba a las CEBs-, me invitó a ir a trabajar en su diócesis en la provincia amazónica de Sucumbíos, cerca de la frontera colombiana. Era por el año 2008. Acepté, pero conservando mi trabajo de formación al nivel nacional. En esta diócesis encontré una organización pastoral bastante parecida a la que había conocido en Nicaragua: una Iglesia viva, animada por muchos ministros-servidores laicos, comprometida en la defensa de los derechos humanos y de la naturaleza (frente a las empresas petroleras, madereras y turísticas.


Además de un trabajo parroquial monseñor Gonzalo me pedía ayudar a los seminaristas, unos 10, en su formación teológica. Al cabo de 2 años terminaba este servicio en Sucumbíos, poco tiempo antes de que viniera un ‘visitador apostólico' enviado por el Vaticano que sólo encontró cosas negativas en esta diócesis. Poco tiempo después, por orden de Roma, se expulsaba indecentemente a monseñor Gonzalo y a los Carmelitas encargados de la diócesis, sustituyéndolos por los Heraldos del Evangelio con misión de reorganizar todo el trabajo pastoral; felizmente la misma gente, luego de fuerte conflictos, logró que salieran de la diócesis... Mientras tanto la directora de El Telégrafo, periódico público nacional, me había pedido de escribir cada semana un artículo en la página de opinión, "algo claro y directo", lo que continúo haciendo hasta hoy.

De regreso a Quito, desde 2010, sigo con el acompañamiento a las CEBs, a veces Comunidades indígenas y otros grupos que se inspiran de la línea de monseñor Proaño, para la formación. Visito bastante regularmente las CEBs de Guayaquil y grupos afines que no tenían acompañamiento de sacerdotes ni de religiosas. Recientemente el obispo Opus Dei de Guayaquil acaba de ser sustituido por un obispo más abierto. En la ciudad hemos conformado un grupo de laicos, religiosas y sacerdotes que trabajamos en sectores populares con CEBs para apoyarnos y seguir formándonos: el nuevo obispo nos ha hecho una visita y nos ha confirmado su apoyo.

Actualmente he reducido mis actividades de visitas y de formación: los años pesan más y el cuerpo se cansa más fácilmente... Gracias a internet continúo enviando material a las CEBs, parroquias y otros grupos que me lo piden. Apoyo también la Escuela virtual latinoamericana de formación de los animadores y asesores de las CEBs, con sede en México (abierta también a quienes quieren profundizar su formación pastoral, bíblica y teológica: ver informaciones para inscribirse más adelante).

He aquí, a grandes rasgos, el camino recorrido a lo largo de estos 40 años. Me siento muy feliz. Por eso agradezco a todas/os quiénes me han acompañado y ayudado en este caminar. Según la expresión de Gustavo Gutiérrez, he "bebido del pozo de la sabiduría y de la fe de los pobres". Trato de devolver todo cuanto he recibido mediante mi amistad, alegría, solidaridad, formación, celebración de la vida y del Reino. Es una manera de ‘pagar mi deuda' por tantos regalos recibido tan abundantemente.

Les deseo ánimo en sus diversas actividades, invitándoles a ‘no dar marcha atrás' en sus experiencias de Iglesia de los pobres y esbozos de un mundo que se renueva desde los pobres por nuestros esfuerzos mancomunados.

Muy fraternalmente con todas y con todos.


domingo, 28 de febrero de 2016

ESTAMOS AQUÍ PARA RECTIFICAR NUESTRA TRAYECTORIA


Fray Marcos Rodríguez
Lc 13, 1-9

El mensaje de hoy es muy sencillo de formular, pero muy difícil de asimilar. Con demasiada frecuencia seguimos oyendo la fatídica expresión: ¡Castigo de Dios! El domingo pasado decíamos que no teníamos que esperar ningún premio de Dios. Hoy se nos aclara que no tenemos que temer ningún castigo. Premio y castigo son dos realidades correlativas, si se da una, se da la otra. Si Dios es el que manda la lluvia, la sequía es necesariamente un castigo. Es difícil superar la idea de “el Dios que premia a los buenos y castiga a los malos”. La dinámica en la que hemos metido a Dios, es un callejón sin salida, para Él y para nosotros.

La gran teofanía de Yahvé a Moisés, indica el principio de la liberación. Debemos tener mucho cuidado al leer estos textos. No son relatos históricos tal como entendemos hoy la historia. Los acontecimientos a los que hace referencia sucedieron en el s. XIII a. de C. No se escribieron de una vez, sino que fueron elaborándose durante más de siete siglos. Los primeros relatos fueron orales. La última fijación de la Biblia se produjo en el siglo V a. de C. en tiempos de Esdras y Nehemías. Se trata de relatos que hacen referencia a siete siglos antes. No solo no responden a acontecimientos sino que solo intentan fundamentar la fe.

Todo el relato del éxodo es un intento de fundamentar la fe de un pueblo. Dios salva a su pueblo y en esa salvación, el pueblo se reconoce como elegido por Dios. Fíjate bien, Dios responde a las quejas del pueblo. No es un Dios impasible trascendente que le importa muy poco la suerte de los seres humanos. Es un Dios que interviene en la historia a favor del pueblo oprimido. Así lo creían ellos, desde una visión mítica de la historia. Dios se sirve de los seres humanos para llevar a cabo la obra de salvación. Esto es muy importante a la hora de pensar la liberación. Somos nosotros los responsables de que la humanidad camine hacia una liberación o que siga hundiendo en la miseria a la mayoría de los seres humanos.

“Yo soy el que soy”. Estamos ante la intuición más sublime de toda la Biblia, y seguramente de todo el pensamiento religioso: Dios no tiene nombre, simplemente, ES. El nombre de Dios es una expresión verbal: “El que es y será”. En aquella cultura, conocer el nombre de alguien era dominarlo. La enseñanza es que Dios es inabarcable y nadie puede conocerle ni manipularle. Es una pena que, sin tener esto en cuenta, hayamos intentado durante dos mil años, meterlo en conceptos y manipularlo. Las pretensiones de la “teología” han sido y siguen siendo descabelladas. Todos sabemos que el discurso sobre Dios es siempre analógico, es decir: sencillamente inadecuado, y solo “sequndum quid” acertado. Pero a la hora de la verdad, olvidamos esto y defendemos nuestros ridículos conceptos sobre Dios como si se tratara de la mismísima realidad divina.

Partiendo de la experiencia de Israel, Pablo advierte a los cristianos de Corinto, que no basta pertenecer a una comunidad para estar seguro. Nada podrá suplir la respuesta personal a las exigencias de tu ser. El ampararse en seguridades de grupo puede ser una trampa. Esta recomendación de Pablo está muy de acuerdo con el evangelio. Pablo dice: “El que se cree seguro, ¡cuidado! no caiga.” Y Jesús dice por dos veces: “si no os convertís todos pereceréis”. La vida humana es camino hacia la plenitud, que necesita de constantes “rectificaciones”, si no corregimos el rumbo equivocado, nos precipitaremos al abismo.

El evangelio de hoy nos plantea el eterno problema: ¿Es el mal consecuencia del un pecado? Así lo creían los judíos del tiempo de Jesús y así lo siguen creyendo la mayoría de los cristianos de hoy. Desde una visión mágica de Dios, se creía que todo lo que sucedía era fruto de su voluntad. Los males se consideraban castigos y los bienes premios. Incluso la lectura de Pablo que acabamos de leer se pude interpretar en esa dirección. Jesús se declara completamente en contra de esa manera de pensar. Lo expresa claramente el evangelio de hoy, pero lo encontramos en otros muchos pasajes; el más claro es el del ciego de nacimiento en el evangelio de Jn, donde los discípulos preguntan a Jesús, ¿Quién peco, éste o sus padres? Para Jesús la relación de Dios con nosotros está en un ámbito más profundo.

Debemos dejar de interpretar como actuación de Dios lo que no son más que fuerzas de la naturaleza o consecuencia de atropellos humanos. Ninguna desgracia que nos pueda alcanzar, debemos atribuirla a un castigo de Dios; de la misma manera que no podemos creer que somos buenos porque las cosas nos salen bien. El evangelio de hoy no puede estar más claro, pero como decíamos el domingo pasado, estamos incapacitados para oír lo que nos dice. Solo oímos lo que nos permiten escuchar nuestros prejuicios.

Insisto, debemos salir de esa idea de Dios Señor o patrón soberano que desde fuera nos vigila y exige su tributo. De nada sirve camuflarla con sutilezas. Por ejemplo: Dios, puede que no castigue aquí abajo, pero castiga en la otra vida... O, Dios nos castiga, pero es por amor y para salvarnos... O Dios castiga solo a los malos... O merecemos castigo, pero Cristo, con su muerte, nos libró de él. Pensar que Dios nos trata como tratamos nosotros al asno, que solo funciona a base de palo o zanahoria, es ridiculizar a Dios y al ser humano.

Claro que estamos constantemente en manos de Dios, pero su acción no tiene nada que ver con las causas segundas. La acción de Dios es de distinta naturaleza que la acción del hombre, por eso la acción de Dios, ni se suma ni se resta ni se interfiere con la acción de las causas físicas. Desde el Paleolítico, se ha creído que todos los acontecimientos eran queridos y por lo tanto realizados puntualmente, por un dios todopoderoso. Pero resulta que Dios, por ser acto puro, por estar haciéndolo todo en todo instante, no puede hacer nada en concreto. No puede empezar a hacer nada, porque una acción es enriquecimiento del ser que actúa, y si Dios pudiera ser más, no sería Dios. Tampoco puede dejar de hacer nada de lo que está haciendo, porque perdería algo y dejaría de ser Dios.

Si no os convertís, todos pereceréis. La expresión no traduce adecuadamente el griego metanohte, que significa “cambiar de mentalidad, ver la realidad desde otra perspectiva”. No dice Jesús que los que murieron no eran pecadores, sino que todos somos igualmente pecadores y tenemos que cambiar de rumbo. Sin una toma de conciencia de que el camino que llevamos nos lleva al abismo, nunca estaremos motivados para evitar el desastre. Si soy yo el que voy caminando hacia el abismo, solo yo puedo cambiar de rumbo. Cada uno tiene la responsabilidad de sus acciones. No somos marionetas en las manos de Dios, sino personas, es decir seres autónomos que debemos apechugar con nuestra responsabilidad. La mejor traducción sería: si no aprendes, incluso de los errores, perecerás.

La parábola de la higuera es esclarecedora. La higuera era símbolo del pueblo de Israel. El número tres es símbolo de plenitud. Es como si dijera: Dios me da todo el tiempo del mundo y un año más. Pero el tiempo para dar fruto es limitado. Dios es don incondicional, pero no puede suplir lo que tengo que hacer yo. Soy único, irrepetible. Tengo una tarea asignada; si no la llevo a cabo, esa tarea se quedará sin realizar y la culpa será solo mía. No tiene que venir nadie a premiarme o castigarme. El cumplir la tarea será el premio, no cumplirla el castigo. La tarea del ser humano no es hacer cosas sino hacerse, es decir, tomar conciencia de su verdadero ser y vivir esa realidad a tope.

¿Qué significa dar fruto? ¿En qué consistiría la salvación para nosotros aquí y ahora? Tal vez sea esta la cuestión más importante que no debemos plantear. No se trata de hacer o dejar de hacer esto o aquello para alcanzar la salvación. Se trata de alcanzar una liberación interior que me lleve a hacer esto o dejar de hacer lo otro porque me lo pide mi auténtico ser. La salvación no es alcanzar nada ni conseguir nada. Es tu verdadero ser, estar identificado con Dios. Descubrir y vivir esa realidad es tu verdadera salvación.


Meditación-contemplación

No tienes que esperar nada de fuera.
Dios ya te lo ha dado todo, lo que falta lo tienes que hacer tú.
La tarea fundamental está dentro de ti mismo.
Es un proceso de iluminación, de toma de conciencia de lo que eres.
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Convertirse es centrarse.
Presupone la conciencia de estar descentrado.
Si no descubres que tu camino te lleva fuera, a las cosas terrenas,
no estarás motivado para ninguna rectificación.
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No intentes cambiar de objetivos fuera de ti. Es perder el tiempo.
La única meta que te puede saciar está dentro.
Céntrate, concéntrate.
Ese es el único camino de conversión.
.......................

sábado, 27 de febrero de 2016

Lección de teología de la liberación



Juan José Tamayo 

He podido seguir de cerca la visita del papa Francisco a México, ya que ha coincidido con mi participación en el Encuentro Latinoamericano con representantes de Organizaciones Indígenas y Campesinas de América Latina en torno a la defensa de sus derechos a la Tierra, el Territorio y los Bosques, celebrado los días 13 y 14 de febrero en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, el Estado mexicano más pobre, donde fue obispo Bartolomé de Las Casas, defensor de las comunidades indígenas.

La visita de Francisco no ha sido un viaje turístico al uso, ni un encuentro meramente protocolario de un dignatario eclesiástico con sus fieles seguidores, sino un recorrido por el México profundo, los lugares más lóbregos y las realidades más dramáticas que los turistas no suelen visitar. Ha tenido una fuerte carga política, social y religiosa crítica. En el encuentro con los políticos y los eclesiásticos ha roto todos los protocolos y no ha hecho concesión alguna al lenguaje diplomático.

A los políticos les ha dicho en su cara que “cada vez que buscamos el camino del privilegio o beneficio de unos pocos en detrimento del bien de todos, tarde o temprano, la vida en sociedad se vuelve un terreno fértil para la corrupción, el narcotráfico, la exclusión de culturas diferentes, la violencia, e incluso el tráfico de personas, el secuestro, la muerte, causando sufrimiento y frenando su desarrollo”. Excelente resumen de los más graves problemas que vive México y de los que responsabilizó a los dirigentes políticos, quienes no parece se dieran por enterados.

A los jerarcas católicos les ha exigido que “no pongan su confianza en los ‘carros y caballos’ de los faraones actuales”; ni vivan como príncipes, ni “pierdan tiempo y energía en las cosas secundarias, habladurías e intrigas, vanos proyectos de carrera, vacuos planes de hegemonía, infecundos clubs de intereses o de consorterías”; que se acerquen a la periferia existencial y humana de los territorios desolados; que superen las tentaciones “del clericalismo y de la distancia, del triunfalismo y de la autor-referencia, de la frialdad y la indiferencia”; que tenga coraje profético para condenar el narcotráfico. El propio papa ha predicado con el ejemplo los seis días de su visita por tierras mexicanas, dando una lección práctica de teología de la liberación.

Francisco ha hecho un análisis certero y crítico de los problemas que aquejan a la sociedad mexicana regida por un Gobierno que sigue las políticas neoliberales dictadas por el FMI, el BM, la OMC, Entre dichos problemas se refirió a la corrupción en las altas esferas del poder, la discriminación de poblaciones enteras, el narcotráfico, la violencia, que surge de la pobreza e inequidad, la explotación laboral, el crimen organizado, el tráfico de personas, los secuestros, las desapariciones, los feminicidios, la emigración a USA con la muerte de miles de personas, el sistema penitenciario orientado a la represión, el esclavismo y el expolio al que se ven sometidas las comunidades indígenas.

El encuentro con dichas comunidades fue precisamente el motivo de la visita a Chiapas, donde visitó la tumba de obispo Samuel Ruiz que, censurado y perseguido por el Vaticano. “Muchas veces, de manera sistemática y estructural –dijo en Chiapas con tono “indignado”-, los pueblos indígenas han sido incomprendidos y excluidos de la sociedad. Algunos han considerados inferiores sus valores, sus culturas y sus tradiciones. Otros, marcados por el poder, el dinero y las leyes del mercado, los han despojado de sus tierras o han realizado acciones que las contaminaban”. Se refería a los megaproyectos energéticos, mineros, petroleros, de hidrocarburos, monocultivos, presas hidroeléctricas, turismo, etc., llevados a cabo por las multinacionales en tierras indígenas.

Pero no es oro todo lo que reluce. La visita ha tenido también sus puntos cuestionables. Uno ha sido la ingente suma de pesos costeada por el gobierno central, los gobernadores de cada Estado y los empresarios, que han preferido financiar el viaje papal a invertir en infraestructuras, servicios educativos, sanitarios, sociales, culturales. Otro, la doble personalidad de Francisco como figura religiosa y jefe de Estado y su entrada, como tal, en el Palacio Nacional que ni Juan Pablo II ni Benedicto XVI visitaron dado el carácter laico de la República mexicana desde la presidencia de Benito Juárez. Se negó a recibir a las víctimas de la pederastia y a las familias de los 43 estudiantes de Ayotzinapa secuestrados y desaparecidos. Faltó la condena explícita del fundador de los Legionarios de Cristo Marcial Maciel por su vida nada ejemplar. Las mujeres no tuvieron protagonismo alguno y fueron de nuevo silenciadas. Escasas resultaron las referencias a los feminicidios, cuando se trata de uno de los problemas más graves de la vida cotidiana mexicana.

viernes, 26 de febrero de 2016

La Iglesia que yo amo es santa y pecadora


Padre Eugenio Pizarro Poblete

Cómo podemos encarnar esta Palabra en circunstancias de nuestra Iglesia de hoy?

Hago esta pregunta con respecto a la Iglesia porque todos sabemos que ha habido problemas y algunos hablan de crisis y disminución de la credibilidad con respecto a la Iglesia. Pero queremos precisar que Jesús fundó la Iglesia en personas humanas, frágiles, y por eso mismo pecadoras. La Iglesia hecha en seres humanos tiene virtudes y defectos. La Iglesia es santa y pecadora. Y en este tiempo de Cuaresma, queremos con amor, como Jesús, llamarnos a la conversión de nuestros pecados. Hablo en plural porque todos los miembros de la Iglesia, por su condición humana, somos o hemos sido pecadores. Y este llamado lo haremos como Jesús lo hace, con exigencia dura y fuerte, pero no exenta de amor.

Jesús ama a su Iglesia santa y pecadora. Con esta aclaración, quiero decir: que no hago una dicotomía eclesial, no hago división, como se ha hecho por muchos en este tiempo, que hablan de Iglesia santa a la que aman, dejando de lado a la Iglesia pecadora a la que no aman, sin darse cuenta que se están excluyendo y no reconociendo su condición de pecadores, miembros de un mismo Cuerpo. No se reconocen como miembros de una Iglesia, cuyos miembros también son pecadores. Disparan en contra de la Iglesia, como si ellos no fueran de Iglesia. Y a lo mejor, o no están en la Iglesia, o se están excluyendo de ella.

En este tiempo de Cuaresma, llamando a la conversión en Cristo, sin términos medios y sin medias tintas, también sin excluirme, proclamo muy fuerte: Yo amo a la Iglesia santa y pecadora.

El mensaje de este Evangelio o la respuesta de Jesús es un llamado a la conversión hecho precisamente en tiempo de Cuaresma. Y este llamado no tendrá ningún sentido, si no hay conciencia de que de una u otra forma, por nuestra fragilidad humana, todos somos pecadores; si no hay conciencia, que no obstante nuestros pecados, "somos de la Iglesia que Jesús ama", y que precisamente por nosotros y por nuestros pecados, Jesús vino a nosotros para salvarnos, dando su vida por todo el hombre y por todos los hombres, con un amor, el más grande de la historia.

Pero, teniendo conciencia de que somos pecadores y de que si no nos convertimos, no vamos a quedar impunes; y de que es un llamado perentorio de Dios hoy día, porque nos ama a todos y especialmente porque "ha venido por los pecadores y no por los justos"; "por los enfermos y no por los sanos"; "ha venido a buscar la oveja perdida"; "nos ha amado tanto que se hizo hombre para salvar y no para condenar al mundo".

Soy un convencido de que ésta es la respuesta de Dios ante los hechos que todos lamentamos y rechazamos en la Iglesia. Más de alguno, ante el llamado perentorio y exigente, dirá: ¿Dónde está "el Dios lento a la ira y rico en misericordia"? Y se lo preguntará precisamente en el año de la misericordia.

No, señor, "al que se le ha confiado mucho, se le exigirá y pedirá mucho". Dios también escribe derecho con líneas torcidas. Es que no se está acostumbrado a recibir una respuesta tajante de un Dios-Amor. Creo, que precisamente, porque nos ama, su respuesta es así; y es porque quiere nuestro bien: "Todo sucede por el bien de los que aman a Dios".

Jesús ama a su Iglesia: "Porque, si bien es cierto, deseaba una Iglesia espléndida, sin mancha ni arruga ni nada parecido, sino santa e inmaculada, Él mismo debía prepararla y presentársela". (Efesios 5, 27-28).

Es el mensaje de Evangelio de hoy: "... algunos... le contaron a Jesús lo que había pasado con los galileos a quienes Pilato había dado muerte en el Templo, mezclando su sangre con la de sus sacrificios. Jesús les contestó: ¿"Creen ustedes que esos galileos eran más pecadores que todos los otros galileos por haber sufrido esa desgracia? Yo les digo que no, pero si ustedes no toman otro camino, perecerán igualmente".

Estamos en tiempo propicio de definirnos ante un Dios que nos llama a la conversión.
Estamos ante la drástica convocación: "Ser o no Ser". Hay un categórico llamado en este momento y viviendo las circunstancias conocidas:

"Yo sé lo que vales; no eres ni frío ni caliente; ojalá fueras lo uno o lo otro. Desgraciadamente eres tibio, ni frío ni caliente, y por eso voy a vomitarte de mi boca. Tú piensas : Soy rico, tengo de todo, nada me falta. ¿No ves cómo eres un infeliz, un pobre, un ciego, un desnudo que merece compasión? Sigue mi consejo: cómprate de mí oro refinado para hacerte rico, ropas blancas para cubrirte y no presentarte más desnudo para tu vergüenza; por fin, pídeme un colirio que te pongas en los ojos para ver Yo reprendo y corrijo a los que amo. ¡Vamos!, anímate y conviértete.

Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguien escucha mi voz y me abre, entraré a su casa a comer, yo con él y él conmigo.

Al vencedor le concederé que se siente junto a mí en mi trono, del mismo modo que yo, después de vencer, me senté junto a mi Padre en su trono.

El que tenga oídos, escuche este mensaje del Espíritu a las iglesias". (Apocalipsis 3, 15-22).

¡ Qué bueno que se habla de un mensaje a las iglesias!

Aunque tendemos a quedarnos centrados en lo sucedido en Gobierno Central de la Iglesia, en Curia Vaticana, Cardenales, Obispos y jerarquía en general, hay que irse con cuidado y mirarse a sí mismo, porque: "si un miembro padece, todos padecemos con él".

Y Jesús nos dice en Evangelio de hoy:

"¿Creen ustedes que esos galileos eran más pecadores que todos los otros galileos por haber sufrido esa desgracia. Yo les digo que no, pero si ustedes, no toman otro camino, perecerán igualmente. Y esas dieciocho personas que fueron aplastadas cuando la torre de Siloé se derrumbó, ¿creen ustedes que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Les digo que no, pero, si no toman otro camino, todos perecerán igualmente". (Lucas 13,2-5)

Creo que no es conveniente ni apropiado mirar las cosas desde afuera como espectadores. He visto esta actitud en estos días. Es muy fácil convertirse así en meros francotiradores. Todos somos del Cuerpo de Cristo y cada uno debe tomar como algo propio la tarea de conversión eclesial; tomar cada uno, como miembro del Cuerpo, el camino que nos conduzca hacia nuestra pascua de resurrección. Una actitud así, nos hace ser exigentes, pero con amor, tratándose de mi propio cuerpo:

"Y nadie jamás ha aborrecido su cuerpo; al contrario, lo alimenta y lo cuida. Eso es justamente lo que Cristo hace por la Iglesia, pues nosotros somos parte de su cuerpo". (Efesios 5, 29).

Y nosotros no somos menos pecadores. De una u otra forma pecamos y aumentamos el daño moral al Cuerpo de Cristo: Iglesia, Pueblo de Dios. Y debemos fijarnos en que si estamos o no estamos dando frutos verdaderos y esperados por Dios. A veces, podemos comprobar que se está construyendo sin Dios: "Sobre arena y no sobre roca". Que también metidos en una crisis cultural mundial, hemos caído en una pérdida de valores y principios. Hay algunos, que en la práctica, sobre todo en relación a sus hermanos, aplican el principio maquiavélico: "El fin justifica los medios". Lo hemos visto en cierta lucha de poder , que acarrea divisiones y postergaciones.

¡No queremos seguir viviendo esto en nuestra querida Iglesia!

No hay que olvidar la máxima de Cristo:

"Si alguno quiere ser el primero, que se haga el último de todos y el servidor de todos". (Mc. 9,35).

En esto, uno ve que no se está siguiendo a Cristo. Menos aún, no se está siendo Cristo vivo, en medio de los hermanos. No se vive aquello de que:

"Cristo será glorificado en mi cuerpo, por mi vida o por mi muerte, pues para mí la vida es Cristo".(Filip. 1,21).

"Ya no vivo yo , es Cristo quien vive en mí".

Tampoco, vemos que no está presente, muchas veces, en nuestras vidas:

"Tengan un mismo amor, un mismo espíritu, un único sentir, y no hagan nada por rivalidad o por vanagloria. Al contrario que cada uno, humildemente, estime a los otros como superiores a sí mismo. No busque nadie sus propios intereses, sino más bien el beneficio de los demás. Tengan entre ustedes los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús:

Él siendo de condición divina, no reivindicó, en los hechos, la igualdad con Dios, sino que se despojó, tomando la condición divina de servidor, y llegó a ser semejante a los hombres. Más aún, al verlo, se comprobó que era hombre. Se humilló y se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz". (Filip. 2,2-8).

Y debe estar presente algo fundamental:

"Todo lo he perdido por el amor de mi Señor y sé que no quedaré defraudado". ( Filip. 3, 7-8).

Desde dentro de mi Iglesia, me pregunto, y puedo preguntarme, junto con otros hermanos míos, en comunidad, discerniendo, orando y abriéndonos a la acción del Espíritu: ¿No será que esta crisis está revelando una pérdida o disminución del primer amor?

Con humildad, pidamos, que ese fuego que apenas queda, con la conversión y la ayuda solícita de Dios, pueda encender otro fuego, y así, ir en recuperación del primer amor.

Si buscamos la conversión: la purificación de nuestros pecados personales y eclesiales, Dios nos purificará y allanará el camino de vuelta y conversión. ¿Por qué no tomar los acontecimientos dolorosos que vivimos, como un llamado de Dios a la conversión radical?. Es urgente y necesario, tomar lo que sucede todavía, haciendo un acto de fe, de que Dios nos está esperando, como un Dios paciente, que nos da, como a la higuera , una nueva oportunidad, para que demos una vez por todas los frutos que Él espera de la Iglesia: de cada uno y de todos los miembros de su Cuerpo.

Se hace necesaria un alma y corazón de pobre. Humilde, reconociendo que no somos menos pecadores que los dieciocho de la torre de Siloé, ni que somos más justos y menos pecadores que los galileos que sufrieron la muerte en el Templo.
Tomemos con seriedad todo lo que nos sucede, y tomémoslo como una purificación que Dios quiere y llama a hacerse a la Iglesia:

"Si no se convierten pereceréis lo mismo".

Son palabras de Jesús, hoy día, a todos nosotros, Iglesia y Pueblo de Dios. Recojamos este llamado que Dios nos da, y la oportunidad, como a la higuera, de dar frutos según el sentir del Corazón de Cristo.

El episodio de la higuera nos revela, no obstante un Dios exigente, un Dios paciente, que espera que nuestra fe se traduzca en actos y obras de fraternidad y de caridad de los miembros del cuerpo; de una humildad que no busca los primeros puestos; de una comunión participativa en que los últimos serán los primeros, y en que todos se hacen servidores unos de otros; en una lucha comunitaria contra el pecado personal y eclesial, de orgullo y de afán de poder.

He querido, en nombre de Dios, dejar de lado propuestas, cambios estructurales, reformas y cambios de formas de gobierno descentralizadas y más de comunión y participación de todos; revisiones acerca del sacerdocio y de la jerarquía; del rol fundamental del laico: varón y mujer. No me he referido al papel, gestión y gestación de los Obispos, etc, etc. No me cierro a ver todo lo que sea necesario con respecto al rodaje y al bien de nuestra amada Iglesia. Sólo que considero que lo primero es lo primero:

Dios habitando en cada uno y en todos; la conversión y vuelta al primer amor.

Sin ser hijos del Padre. Sin ser de Cristo. Sin ser cristiano de Espíritu. Sin ser propiedad de Dios... ¡No habrá cambio de Iglesia! Lo primero es lo primero: Hay que construir sobre roca y no sobre arena.

jueves, 25 de febrero de 2016

Bolivia y el No ¿lo que sucede conviene?



Alejandro Dausá

Lo difícil, en efecto, es asistir a los extravíos de una revolución sin perder la fe en la necesidad de ésta. Para sacar de la decadencia de las revoluciones lecciones necesarias, es preciso sufrir con ellas. No alegrarse de esta decadencia (A.Camus)

ALAINET.- En medio de análisis de arduos textos de los clásicos, un entrañable profesor marxista de filosofía disfrutaba desconcertando a sus alumnos con una cita que atribuía a su abuela: “Lo que sucede, conviene”. Era una de las formas que utilizaba para descolocarlos de certezas dogmáticas e interpretaciones mecánicas con una propuesta aparentemente ingenua y fatalista. Vuelve ahora a la memoria aquella frase, a pocas horas de un referéndum en el que una ajustada mayoría de la población boliviana votó por no reformar un artículo de la Constitución, cerrando la posibilidad de reelección del actual mandatario y su vicepresidente.

¿Qué sucedió? ¿Se trata de otra muestra del retroceso de proyectos populares, como sucedió en Venezuela y Argentina? No necesariamente. Bolivia tiene sus propias dinámicas y una historia particular, donde sin dudas un capítulo de enorme importancia es el de los últimos años, posteriores al desbande de gobiernos neoliberales, castigados por potentes movilizacione sociales. La nueva etapa se podría sintetizar apretadamente como la del reconocimiento e inclusión de las identidades indígenas (unida a una fuerte lucha contra el racismo), la voluntad de recuperar y defender la soberanía nacional, el rol protagónico del Estado, y un manejo cauteloso y prolijo de la economía.

Sin embargo, con el paso del tiempo se fue haciendo más evidente la separación entre los horizontes ideales (Vivir Bien, democracia participativa y comunitaria, control social constitucionalizado, modelo productivo social comunitario, planes nacionales de desarrollo, etc.) y un creciente pragmatismo gubernamental alentado por la inédita estabilidad económica adaptada a las demandas del capitalismo, sin explorar ni animar otras opciones[1]. Esto, sumado al acomodamiento de numerosos funcionarios a conductas, hábitos, formas y mecanismos de la vieja democracia representativa, fue derivando en un fenómeno que el perspicaz analista boliviano Rafael Puente calificó hace ya tiempo como el surgimiento de cierta “intoxicación de poder”[2].

A lo anterior habría que agregarle retos no resueltos en una década, como la notable corrupción del aparato judicial y la policía, o la inoperancia del sistema de salud pública, ámbitos que lastiman particularmente a las mayorías. Para ensombrecer aún más el panorama, en los últimos meses se desataron escándalos mayúsculos, como el del desvío de dineros del Fondo Indígena (un plan para proyectos de desarrollo que gestionaban y administraban sin demasiados controles organizaciones y dirigentes sociales) así como otros que pusieron en cuestión la ética del mismísimo jefe de gobierno y su vicepresidente. En este sentido, si Gramsci afirmaba que hegemonía se define como “dirección intelectual y moral”, se podría decir que el énfasis desde el MAS se fue colocando progresivamente sólo en el primer aspecto, despreocupándose por la dimesión ética. Autoridades nacionales y dirigentes del partido de gobierno atribuyen invariablemente esos escándalos y turbiedades a operaciones del imperialismo norteamericano, y es muy probable que estén en lo cierto, aunque hay que reconocer que la CIA o la embajada de los EEUU operan con mucha más soltura y eficacia cuando se apoyan en hechos verídicos.

Para finalizar, hay que decir que la campaña del reciente referéndum fue agobiante y en general deplorable. Por parte del gobierno, haciendo énfasis en comparaciones con la etapa neoliberal, sin asumir que la década de gestión de la actual administración ameritaría contrastes con sus propios indicadores, y sin adverir que en todo caso la derecha regional recurre hoy a nuevas estrategias, sobre todo ante generaciones que poco saben o recuerdan de aquellos años funestos. La oposición por su parte echó mano a personajes nefastos, que se reciclan sin fatiga ni pudor, pero tuvieron la sagacidad de no mostrarse demasiado, y a la vez sacar provecho de los escándalos y debilidades mencionados antes. El colofón luctuoso se produjo en la ciudad de El Alto, a escasas horas del referéndum, con el asalto, saqueo e incendio de la Alcaldía (hoy en manos de la oposición, luego de la desastrosa gestión anterior) y la muerte de seis funcionarios por asfixia.

Si asumimos lo que afirmaba la abuela de aquel profesor de filosofía, Evo Morales tiene hoy la singular oportunidad de corregir rumbos, profundizar cambios, propiciar transformaciones estructurales, reconducir el proceso, desarrollar planes masivos de formación político-ideológica emancipatoria, y reanimar el elemento ético de su proyecto hegemónico. Tiene además la ocasión de promover y fortalecer nuevos liderazgos legítimos, honestos, alejados del camaleonismo imperante, ya sin la obligación de ser candidato presidencial. Lejos de concebirla como una derrota, la decisión pública por la no reforma a la Constitución brinda en realidad una estupenda oportunidad para fortalecer y potenciar muchas de las utopías desatendidas a lo largo de los últimos años, en ocasiones por urgencias insoslayables o por violentos embates de fuerzas reaccionarias, aunque también por apoltronamiento, soberbia, cálculos mezquinos y miserias humanas de toda laya. Evo Morales y no pocos militantes tienen la experiencia suficiente para materializar esas utopías. Luego de todo lo avanzado, el cuatrienio que hay por delante no es poco para intentarlo.

miércoles, 24 de febrero de 2016

PASCUA DE FERNANDO CARDENAL: CRISTIANO, RELIGIOSO Y REVOLUCIONARIO





¿Por qué espero ir al Paraíso después de mi muerte?

Voy a cumplir pronto 77 años y aunque no estoy jubilado y sigo trabajando, es natural a mi edad pensar, sin dramatismo y con sencillez, que la muerte puede estar cerca. En cualquier momento. Un infarto masivo, una subida imprevista de la presión arterial (soy hipertenso), un accidente automovilístico, me pueden llevar a la muerte sin poder comunicarme con mi familia, mis compañeros jesuitas y mis amigos, por eso se me ocurrió escribir desde ahora las reflexiones que me gustaría trasmitir a la hora de mi muerte. Esto lo hago ahora. Primero haré unas reflexiones religiosas, luego sobre la situación actual de Nicaragua y termino dejando encargado dos a mis Superiores jesuitas, y familiares. Todo lo que les trasmitiré lo llevo muy profundo en mi corazón.

No tengo ninguna clase de bienes materiales pero quiero dejarles a mis familiares y amigos mis reflexiones. Espero que me salvaré y que iré al Paraíso con Dios por varias razones, pero sobre todo, fuertes razones.

Jesús dijo: “El que crea y se bautice, se salvará” (Marcos 16,16). Fui bautizado a los pocos días de nacido y desde mi niñez he mantenido mi fe en Dios y en su enviado Jesucristo. Fe que se ha fortalecido y madurado con mis años de vida religiosa como jesuita. El Evangelista San Juan nos afirma en su primera carta: capítulo 4, versículo 15: “Si alguno reconoce que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios”. Esta fe la expreso todos los días cuando en mi oración le digo a Jesús con fe y amor, como el Apóstol Tomás: “Señor mío y Dios mío”. Yo confío en su promesa.

Refiriéndose a la Eucaristía, aparecen varios párrafos de Jesús en el capítulo 6 del Evangelio San Juan. Allí encontramos esta frase: “El que come mi carne y bebe mi sangre tendrá vida eterna. Y yo lo resucitaré el último día”. (Juan 6,54). Desde hace 58 años vengo participando o celebrando la Eucaristía todos los días de mi vida. Siempre la Misa diaria todos estos años. Esto me da una gran esperanza. Yo confío en su promesa.

En el capítulo 25 del Evangelio de San Mateo, del versículo 31 en adelante, Jesús describe el Juicio Final. Él dijo: “Entonces el Rey dirá: Bendecidos por mi Padre, vengan a tomar posesión del Reino que está preparado para ustedes desde el principio del mundo. Porque tuve hambre y ustedes me alimentaron, tuve sed y ustedes me dieron de beber. Estaba sin hogar y ustedes me recibieron en su casa, estuve falto de ropa y ustedes me vistieron” etc “Dice también a continuación el Evangelio que éstos le preguntarán al Señor: “¿ Cuándo fue eso?” Y dice el Evangelio que Él les dirá: “En verdad les digo que cuando lo hicieron con alguno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicieron.”. Es importante captar que Jesús no dice que lo que hago por esos pobres Él va a tomar como hecho a Él. No dice eso. Dice: “CONMIGO LO HICIERON”. Él se identifica plenamente con los pobres. Está clarísimo. En este contexto les cuento que el año 1970, después de vivir 9 meses con personas en extrema pobreza de un barrio marginado de la ciudad de Medellín, al despedirme de mis vecinos, a quien había llegado a querer mucho, en esos 9 meses de vivir con ellos me había encariñado mucho con ellos, y ese cariño me hizo sentir todos esos meses el dolor tremendo por la extrema pobreza; yo los veía como sumergidos en un mar de sufrimiento permanente, sin esperanza, entonces al despedirme de ellos les hice un juramento solemne, les dije “que dedicaría lo que me quedara de vida a la liberación de los pobres, a la lucha por la justicia, por amor a ellos, inspirados en ellos. En este presente año 2010 cumplo 40 años de aquel juramento, que sigo cumpliendo todos los días desde entonces.

En primer lugar, actualmente cumplo con mi juramento con mi trabajo en Fe y Alegría, dándoles educación de calidad a nuestros alumnos y alumnas para liberarlos de la pobreza a través de una educación de calidad que les abra un futuro digno para una vida digna y propia de seres humanos e hijos de Dios. Trabajamos con los más pobres del país, o por lo menos con gente muy pobre. Estamos “allí donde termina el asfalto, allí donde la ciudad pierde su nombre.” Esto es trabajar por la liberación de los pobres.

Pero además apoyo todos los días a 20 familias de extrema pobreza con los que hice amistad hace 13 años cuando viví en el Barrio Edgar Munguía, muy cerca de la Universidad Centroamericana (UCA). Allí estuve viviendo 3 años. Ahora estoy viviendo en la Comunidad de los padres jesuitas de la UCA. Mis amigos llegan todos los días caminando. De limosnas que recibo les doy para comida y medicinas, y sobre todo, préstamos para que puedan tener pequeños negocios vendiendo diversas cosas en sus casas y en la calle. Por eso espero, apoyado en el capítulo 25 de San Mateo, que el último día me diga el Señor: “Pasá adelante, Fernando, porque tuve hambre y me diste de comer, era analfabeto y me enseñaste a leer” etc… Yo confío en su promesa.

Pero hay otra realidad: yo soy pecador, reconozco mis pecados y debilidades. También es verdad que nunca, por la Gracia de Dios en mí, no he cometido ningún delito ni público ni privado. Porque Dios ha sido fuerte en mí. Pero reconozco que muchas veces no he estado a la altura de lo que San Ignacio de Loyola espera de nosotros los jesuitas. A pesar de mis pecados sigo esperando ir al Paraíso. En el capítulo 15 del Evangelio de San Lucas, unos fariseos y letrados critican y se escandalizan de que Jesús coma con pecadores. Entonces Jesús les cuenta 3 parábolas: la de la oveja perdida, la de la moneda perdida, la del hijo perdido (conocido como el Hijo Pródigo). Allí queda claro que Jesús ve a los pecadores como “extraviados”, no como perversos, sucios, malos, sino como “algo muy querido que se extravía”. Y por eso se busca, se desea, se espera, se abraza y hace fiesta cuando se recupera y no censura ni les echa en cara nada. Y hay otras escenas de la vida real de Jesús, no sólo parábolas, en que siempre perdona y en mucho casos, aún antes que el pecador le pida expresamente perdón, como con la pecadora pública en casa del fariseo Simón, la mujer agarrada en adulterio, Zaqueo, el paralítico de la camilla que le bajan por el techo de la casa y mucho otros. Yo espero que este Jesús me perdone a mí también mis pecados. Todos los días en mi oración le pido perdón al Señor por mis pecados. Yo confío en su Misericordia.

Cuando me llegue la hora de irme de esta vida, me iré muy feliz y muy agradecido con Dios por la vida que me ha tocado vivir. Agradecido a mi familia, a mis compañeros jesuitas y sobre todo por la felicidad que me han proporcionado mis maravillosos amigos y mis hermanos que los considero un verdadero regalo de Dios. Ante lo que ha sido mi vida: alegría y agradecimiento.

Pero también me iré con grandes tristezas:

Tristeza de que todavía cerca de la mitad de la población de Nicaragua vive en pobreza. Seguimos siendo el país más pobre del Continente Latinoamericano. Pero además, mientras se invierta tan poco dinero en la educación nacional, no saldremos nunca de esa pobreza. No nos engañemos tontamente, ni engañemos a nuestro pueblo. Muchos países han comenzado a invertir en serio en la educación desde finales del siglo XIX, entre ellos Costa Rica, y nosotros en Nicaragua en el siglo XXI no hemos comenzado todavía a invertir en serio en la educación. Ningún país del mundo ha salido de pobreza sino después de invertir en serio en educación. Eso lo dicen los Organismos Internacionales. Peor aún, a finales de la semana pasada (hoy es lunes 20 de septiembre) el Ejecutivo ha enviado a la Asamblea Nacional una reforma del Presupuesto Nacional, con “trámite de urgencia” y allí le quitan al Ministerio de Educación más de 54 y medio millones de córdobas. ¡Qué pena!! En vez de avanzar, vamos para atrás.

Le escuché decir al anterior Ministro de Educación, Miguel de Castilla, que en Nicaragua había medio millón de niños fuera del Sistema Educativo y medio millón más con acceso a modalidades educativas de baja calidad. Es decir, un millón con un futuro muy incierto. Es mucho para un país que tiene un poco más de 5 millones de habitantes. Esto es una bomba de tiempo que va a estallar, no lo dudemos. Para muchos de esos jóvenes puede ser que no les quede otra oportunidad para sobrevivir que caer en la delincuencia. Todos nos debiéramos interesar porque en Nicaragua se invierta en serio en educación, sobre todo el Estado, que es el principal responsable de la educación en el país. Si en alguno no hay interés en respetar el derecho inalienable a una educación de calidad que tiene todo niño y niña al nacer en esta su patria, por lo menos que lo haga por miedo, por su seguridad personal. Veámonos en el espejo de las “maras” de Guatemala, Honduras y El Salvador. Los diversos organismos que trabajamos en educación en Nicaragua firmamos que por ahora la meta es que se invierta el 7% del Producto Interno Bruto en la educación no superior. Ahora se invierte solamente el 3.8 %. Los economistas nos dicen que el 7% es posible, solamente falta una decisión política.

También me da tristeza ver la profunda y amplia corrupción en la vida política del país. Y más me entristece que algunos altos dirigentes del Frente Sandinista de Liberación Nacional participen de esta corrupción, con lo que frustraron las esperanzas que el pueblo había puesto en ellos para conseguir su liberación. Me entristece profundamente la falta de respeto y la repetida violación a la Constitución de la República, y también la falta de respeto a la Institucionalidad del país.

Tristeza de tanta violencia familiar contra las mujeres, y tantas horrendas y criminales violaciones de niñas y niños.

También me entristece el permanente extermino de nuestros bosques. Están asesinando nuestro medio ambiente y poniendo en peligro la vida futura de nuestro pueblo. Tengo más motivos de tristeza, pero creo que no éste el lugar para hacer una lista más profunda y más completa de ella.

A pesar de todas estas tristezas, soy un hombre de esperanza. El último capítulo de mis Memorias publicado hace dos años se llama: ESPERANZA. Para mí lo fundamental de ella es que creo profundamente en los jóvenes. Trabajamos juntos en la lucha contra la Dictadura Somocista desde el Movimiento Cristiano Revolucionario. Entonces fui testigo directo de su entrega, su mística, su valor ante el peligro de ser asesinados (14 perdieron la vida). Luego fui también testigo directo de las maravillas de valor y compromiso, en algunos caso hasta el heroísmo, de los 60.000 jóvenes voluntarios que se fueron a las montañas en la Cruzada Nacional de Alfabetización. Y después trabajé 5 años con la Juventud Sandinista, la juventud de la revolución. En estos tres escenarios encontré que los jóvenes tenían una fuerza interior muy grande y una entrega sin límites para trabajar en todas las tareas en beneficio del pueblo. A mí no me cuentan cuentos. Yo estuve con ellos y ellas. Ellos son mi esperanza. Sólo hace falta que la sociedad les ofrezca una causa grande, noble, bella, si es difícil, mejor, y que al frente de ella haya personas con autoridad moral. “YO ESPERO QUE LOS JÓVENES REGRESEN A LAS CALLES A HACER HISTORIA”.

Finalmente quiero dejar dos recomendaciones a mis Superiores de la Compañía de Jesús y a mis familiares:

a). Si por casualidad fuere yo secuestrado, les pido desde ahora que no den un solo centavo de rescate por mi vida. Que se ocupe ese dinero en trabajos importantes para extender el Reino de Dios.

b). Si llego a enfrentar una enfermedad en que la condición de mi vida sea inhumana e irreversible, les pido desde ahora que me desconecten de tubos y aparatos y me dejen morir en paz.

Fernando Cardenal, S.J. Septiembre del año 2010.

martes, 23 de febrero de 2016

Francisco y Kiril



Rodolfo Bueno

En la antigüedad, y a partir de la conversión del emperador Constantino, la iglesia cristiana se desarrolla rápidamente; su elevada moral y austeridad colaboran al triunfo del cristianismo sobre el paganismo. El imperio romano se vuelve católico luego del Concilio Ecuménico de Nicea y la aprobación del Credo Niceno, que resuelve las viejas querellas con los arrianos, en favor de los católicos.

La posterior separación entre católicos de Occidente (romanos) y católicos de Oriente (ortodoxos) se da, en lo fundamental, por la negativa de los ortodoxos a aceptar la autoridad papal. Hasta ese entonces, los obispos, electos en la comunidad por el voto popular y encargados de administrar las limosnas de sus diócesis, gozaban de gran autoridad, aunque menor a la que luego adquiriesen.

El obispo de Roma, o sea el papa, pese a ser la personalidad más importante de la iglesia, no tenía la supremacía que le confiere el Concilio de Calcedonia del año 451, que le da una jurisdicción más allá de Roma, lo que Constantinopla interpreta como algo sólo honorífico. Con el advenimiento de Gregorio Magno (590-604), al papa se le otorga autoridad sobre todos los fieles y es presentado como sucesor de Pedro, apóstol al que Jesús había ordenado la misión de fundar y dirigir la Iglesia.

Se podría decir que en el largo período que va desde el papa Gregorio hasta el año 1000 se gesta la independencia de Roma de la férula de Constantinopla, cuyos patriarcas negaban la autoridad papal, causa principal para la separación definitiva entre católicos romanos y católicos ortodoxos. Claro que este cisma se da también por complejos problemas teológicos y porque una de las iglesias seguía el rito bizantino y otra, el latino, pero fueron las diferencias políticas, que en el seno de la cristiandad existieron desde su nacimiento, las que causaron la separación definitiva en el 1054, cuando el papa de Roma emite una bula en la que excomulga al patriarca de Constantinopla. El cisma entre ambas iglesias se volvió definitivo.

Todo ese embrollo, y mucho más, quedó enterrado tras el encuentro entre la Santa Sede de Roma y el Patriarcado de Moscú, pues es el primero que se da entre un papa y un patriarca ruso desde el cisma comentado antes. El cardenal Walter Kasper, presidente emérito del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, afirma: “La Santa Sede y el Patriarcado de Moscú expresan el deseo de que el encuentro se convierta en un símbolo de esperanza para todas las personas de buena voluntad… Es sumamente importante que esta reunión tenga lugar ahora, en un momento en el que mundo se enfrenta a tantos problemas, cuyas soluciones dependerán, en gran medida, de la interacción entre las dos Iglesias”.

El patriarca Kiril, tras la firma de la declaración afirma: “Hoy en día, luego de dos horas de una conversación abierta entre hermanos con pleno entendimiento de la responsabilidad por nuestras iglesias, por nuestro pueblo creyente, por el futuro del cristianismo y por el futuro de la civilización humana, las dos iglesias pueden trabajar conjuntamente de manera activa protegiendo a los cristianos por todo el mundo y trabajar juntas con toda la responsabilidad para que no haya guerras, para que en todas partes se respete la vida humana”. Por su parte, el papa Francisco ha destacado: “Hablamos de nuestras iglesias y coincidimos en que la unidad se hace caminando… Agradezco la humildad de su Santidad, humildad fraterna, y sus buenos deseos de unidad… Hemos salido con una serie de iniciativas que creo que son viables y se podrán realizar. No quiero irme sin dar un sentido agradecimiento a Cuba, al gran pueblo cubano y a su presidente aquí presente. Agradezco su disponibilidad activa. Si sigue así, Cuba será la capital de la unidad”.

Posteriormente, al comentar su conversación con el patriarca Kiril, el papa Francisco dijo: “Hemos conversado con toda la sinceridad. Sentí como si estuviera con un hermano, y él me dijo lo mismo… He hablado libremente y él habló libremente. Se sentía alegría”. Durante el encuentro estuvieron presentes Ilarión, el metropolitano ruso, y el cardenal suizo Kurt Koch. “Una vez dije”, comentó el papa, “si tratamos de llegar a la unión a través de investigaciones, a través de la teología, entonces cuando llegue Dios aún estaríamos discutiendo. Pero no, la unión se alcanza moviéndose hacia delante, así que cuando llegue Dios, al menos nos verá caminando juntos”.

Durante el encuentro, el patriarca Kiril y el papa Francisco manifestaron su preocupación por la limitación de los derechos y la discriminación de los cristianos en muchos países e hicieron un llamado a la comunidad internacional a unirse para poner fin a la violencia, al terrorismo y proteger a los cristianos perseguidos en Oriente Medio, donde “son exterminados en ciudades, aldeas y familias enteras”.

Ambos líderes insistieron en que “es necesaria una ayuda humanitaria a gran escala al sufrido pueblo y los numerosos refugiados en los países vecinos”. El patriarca y el papa lamentaron “los sufrimientos de los seguidores de otras tradiciones religiosas que se convierten en víctimas de la guerra civil, el caos y la violencia terrorista” y pidieron a “todos los que puedan influir en el destino de las personas secuestradas, incluidos los metropolitanos de Alepo Paul y Yohanna Ibrahim, secuestrados en abril de 2013, hacer todo lo posible para su más pronta liberación”.

Al dirigirse a las partes involucradas en los conflictos, el patriarca y el papa insistieron en la necesidad “de mostrar buena voluntad y sentarse a la mesa de las negociaciones… En esta época turbulenta, hace falta un diálogo interreligioso. Las diferencias en el entendimiento de las verdades religiosas no deben impedir a las personas de distintas fes vivir en paz y armonía”, destaca el documento.

Los líderes de las dos iglesias hicieron un llamado a no ser indiferentes ante los refugiados y también denunciaron que “el consumo desenfrenado, típico de los países más desarrollados, agota rápidamente los recursos de nuestro planeta”; asimismo, criticaron “el crecimiento de la desigualdad de distribución de los bienes de la tierra, que aumenta el sentimiento de injusticia del sistema de las relaciones internacionales que se impone”.

Al hablar sobre el conflicto en Ucrania, los primados de ambas iglesias hicieron un llamado a todas las partes de ese país “a la prudencia, la solidaridad social y la actividad pacificadora”; asimismo, exhortaron a las Iglesias en Ucrania a “abstenerse de participar en la confrontación y no apoyar el desarrollo del conflicto”.

Los líderes de las iglesias también criticaron “la crisis de la familia en muchos países” y lamentaron que “otras formas de convivencia se igualen” al matrimonio de una mujer y un hombre e hicieron un llamado a “respetar el derecho inalienable a la vida”. Hacían referencia a “millones de niños que son privados de la oportunidad de nacer”; asimismo, criticaron la divulgación de la eutanasia que lleva a que las personas mayores empiecen a sentirse una carga para su familia y la sociedad. Este encuentro es el resultado de la voluntad de Dios y debe dar paso a que el mundo entero oiga el llamado de ambos prelados y cesen los tambores de guerra que ensombrecen el panorama mundial. ¡Hágase su Voluntad!

lunes, 22 de febrero de 2016

¡Camilo de nuestra América!



Gustavo Pérez Ramírez
Historiador, Catedrático y Revolucionario Latinoamericano

El 15 de febrero se conmemoran 50 años de la muerte de Camilo Torres Restrepo, quien merece ser mejor conocido y apreciado. Le rendimos homenaje póstumo, aclamándolo como Mártir de la Liberación. Así lo calificó el obispo de San Félix de Araguaria, Matto Grosso, monseñor Pedro Casaldáliga, reclamando: “Hoy nuestro, en todo caso, Camilo de Colombia, Camilo de nuestra América”.

Menos de cuatro meses estuvo en la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN), fundado el 7 de enero de 1965 por muchos de sus amigos universitarios. Ingresó reflexivamente y sin renunciar al sacerdocio, como había tomado siempre todas sus decisiones, recurriendo, en este caso, a la doctrina de santo Tomás de Aquino, sobre la legitimidad de la rebelión contra la violencia en defensa del pueblo, y convencido de que sería un proceso rápido, inscrito entre los miles de focos guerrilleros que promovía el ‘Che’ Guevara, y que en asunto de pocos años se reintegraría al ministerio sacerdotal en una apartada parroquia del país, a continuar la celebración eucarística.

Fue una faceta coyuntural de su vida, entonces comprensible, dentro de lo fundamental de su entrega y testimonio cristiano de amor, que él quería eficaz. Cuando comprendió que esta era la esencia del cristianismo, optó por el sacerdocio para dedicar tiempo completo a practicar la solidaridad, el amor y el compromiso con los pobres. Para hacer más eficaz el amor se hizo sociólogo; por eso tuvo que entrar a la arena política y se hizo revolucionario y en último término empuñó las armas y ofreció heroicamente su vida, por la salvación de su pueblo.

Si se comprometió con la revolución sangrienta fue porque quería acelerar el fin de la violencia institucionalizada, para que por fin hubiera paz verdadera. Decisión que justificó: “Creo que me he entregado a la revolución por amor al prójimo. He dejado de decir misa para realizar ese amor al prójimo en el terreno temporal, económico y social. Cuando mi prójimo no tenga nada contra mí, cuando haya realizado la revolución, volveré a ofrecer la misa, si Dios me lo permite”, en alusión a la máxima evangélica.

La revolución le resultaba ineludible en busca de la eficacia de ese amor que lo obsesionaba. Consideramos, sin embargo, que su opción habría sido igualmente significativa, y quizás más eficaz, si hubiera persistido en la lucha política, y hubiera llevado al éxito ese Frente Unido del Pueblo encaminado a la toma del poder por el pueblo. Si bien dentro de las circunstancias de su vida y el contexto de las vivencias de su época es comprensible la opción guerrillera, no debe absolutizarse, como si esa fuera la única vía revolucionaria, ni de su tiempo ni mucho menos de todos los tiempos.

La historia se ha encargado de resucitar a Camilo, como lo sugirió uno de sus compañeros. Pongamos en práctica sus consignas: “Si es necesario para realizar el amor eficaz al prójimo, el cristiano debe ser revolucionario”; “Dejemos lo que nos divide y busquemos lo que nos une”.