Jesús Bastante
Tras el encuentro con los presos, el Papa Francisco se reunió en Chihuahua con trabajadores, empresarios y gremialistas, y lanzó una dura andanada contra otra prisión, la de la explotación laboral, la del imperio del capital. "Dios pedirá cuentas a los esclavistas de nuestros días", clamó Bergoglio, quien incidió en la necesidad de "soñar el México que nuestros hijos se merecen".
"El lucro y el capital no son un bien por encima del hombre, están al servicio del bien común, y cuando el bien común es forzado para estar al servicio del lucro, y el capital la única ganancia posible, eso tiene un nombre. Se llama exclusión, y así se va consolidando la cultura del descarte", proclamó Francisco en una intervención que mezcló un discurso preparado con frases improvisadas y que desató el aplauso de los presentes.
Tras escuchar varios testimonios de empresarios, trabajadores, obreros y familias, Francisco incidió en la necesidad del diálogo. "Todo lo que podamos hacer para dialogar, encontrarnos, para buscar mejor alternativa y oportunidad, es ya un logro a valorar y resaltar", indicó, apuntando que "no hay que cansarse de dialogar", pues "las guerras se van gestando de a poquito por la mudez y por los desencuentros".
"Hoy en día no podemos darnos el lujo de cortar toda instancia de encuentro, de debate, de confrontación, de búsqueda. Es la única manera que tenemos de poder ir construyendo el mañana", y de "forjar el México que su pueblo y sus hijos se merecen".
Trabajadores y empresarios, que "a primera vista podrían considerarse como antagonistas, pero les une la misma responsabilidad. Buscar, generar espacios de trabajo dignos y verdaderamente útiles para la sociedad, y especialmente para los jóvenes de esta tierra".
"Uno de los flagelos más grandes a los que se ven expuestos los jóvenes es la falta de oportunidades de estudio y de trabajo sostenible, que les permita proyectarse. Y esto genera en tantos casos, situaciones de pobreza y marginación", señaló Bergoglio, quien apuntó que "esta pobreza y marginación es el mejor caldo de cultivo para que caigan en el círculo del narcotráfico y de la violencia. Es un lujo que hoy no nos podemos dar. No se puede dejar solo y abandonado el presente y el futuro de México. Y para eso, diálogo, confrontación, fuentes de trabajo que vayan creando este sendero constructivo".
"Desgraciadamente el tiempo que vivimos ha impuesto el paradigma de la utilidad económica como principio de las relaciones personales. La mentalidad reinante propugna la mayor parte de ganancias a cualquier costo y de manera inmediata", denunció el Papa, quien apuntó que dicha mentalidad "olvida que la mejor inversión que se puede realizar es invertir en la gente, en las personas, en las familias. La mejor inversión es crear oportunidades".
"La mentalidad reinante pone el flujo de las personas al servicio del flujo de capitales, provocando en muchos casos la explotación de empleados como si fueran objetos para usar y tirar. Dios pedirá cuenta a los esclavistas de nuestros días", aseguró el Papa, quien incidió en que "debemos hacer todo lo posible para que estas ituaciones no se produzcan más. El flujo del capital no puede influir en las personas"
Frente a la desigualdad, un arma: la Doctrina Social de la Iglesia, que buscar "velar por la integridad de las personas y las instituciones sociales. Cuando ésta se ve amenazada o reducida a bien de consumo, la DSI será voz profética que nos enseñará a no perdernos en el mar seductor de la ambición".
Porque "cada vez que la integridad de una persona es violada, toda la sociedad en cierta manera empieza a deteriorarse. Y esto que dice la DSI no es en contra de nadie, sino a favor de todos. Todos estamos en el mismo barco, todos tenemos que luchar para que el trabajo sea una instancia de humanización y de futuro, un espacio para construir sociedad y ciudadanía. Esta actitud no solo genera una mejora inmediata, sino que va transformándose en una cultura capaz de promover espacios dignos para todos".
"¿Qué mundo queremos dejarle a nuestros hijos?", se preguntó el Papa. "¿Qué quiere dejar México a sus hijos? ¿Quiere dejarle una memoria de explotación, de acoso laboral o de tráfico de trabajo esclavo? ¿O la memoria de un trabajo digno y de la tierra para trabajar? Trabajo, techo y tierra. ¿En qué cultura queremos ver nacer a los que nos seguirán? ¿Qué aire van a respirar, uno viciado por la corrupción, la violencia o la desconfianza, o un ambiente capaz de generar alternativa, renovación o cambio? Generar es ser co-creadores con Dios".
"Eso cuesta", reconoció el Papa. "Cuando se va a negociar siempre se pierde algo, pero ganan todos. Sé que no es fácil poder congeniar en un mundo cada vez más competitivo, pero es peor dejar que el mundo competitivo termine determinando el destino de los pueblos... esclavos. El lucro y el capital no son un bien por encima del hombre, están al servicio del bien común, y cuando el bien común es forzado para estar al servicio del lucro, y el capital la única ganancia posible, eso tiene un nombre. Se llama exclusión, y así se va consolidando la cultura del descarte".
"Quiero invitarlos a soñar, a soñar en un México en el que el papá y la mamá puedan tener tiempo para jugar con sus hijos. Y eso lo van a lograr dialogando, confrontando, negociando, perdiendo para que ganen todos", culminó Francisco, quien invitó a los presentes a "soñar el México que sus hijos se merecen, donde no hayan personas de primera, segunda o de cuarta, sino el que sabe reconocer en el otro el hijo de Dios".
Discurso del Papa:Queridos hermanos y hermanas He querido encontrarme con ustedes aquí en esta tierra de Juárez, por la especial relación que esta ciudad tiene con el mundo del trabajo. No sólo les agradezco el saludo de bienvenida y sus testimonios, que han puesto de manifiesto los desvelos, las alegrías y esperanzas que experimentan en sus vidas, sino que quisiera agradecerles también esta oportunidad de intercambio y reflexión. Todo lo que podamos hacer para dialogar, para encontrarnos, para buscar mejores alternativas y oportunidades es ya un logro a valorar y resaltar. Obviamente que no alcanza, pero hoy en día no podemos darnos el lujo de cortar toda instancia de encuentro, de debate, de confrontación, de búsqueda. Es la única manera que tendremos de poder ir construyendo el mañana, ir tejiendo relaciones sostenibles capaces de generar el andamiaje necesario que, poco a poco, irá reconstruyendo los vínculos sociales tan dañados por la falta de comunicación, tan dañados por la falta de respeto a lo mínimo necesario para una convivencia saludable. Gracias, y que esta instancia sirva para construir futuro y sea una buena oportunidad de forjar el México que su pueblo y que sus hijos se merecen. Me gustaría detenerme en este último aspecto. Hoy están aquí diversas organizaciones de trabajadores y representantes de cámaras y gremios empresariales. A primera vista podrían considerarse como antagonistas, pero los une una misma responsabilidad: buscar generar espacios de trabajo digno y verdaderamente útil para la sociedad y especialmente para los jóvenes de esta tierra. Uno de los flagelos más grandes a los que se ven expuestos sus jóvenes es la falta de oportunidades de estudio y de trabajo sostenible y redituable que les permita proyectarse, generando en muchos casos situaciones de pobreza. Y esta pobreza es el mejor caldo de cultivo para que caigan en el círculo del narcotráfico y de la violencia. Es un lujo que nadie se puede dar; no se puede dejar solo y abandonado el presente y el futuro de México. Desgraciadamente, el tiempo que vivimos ha impuesto el paradigma de la utilidad económica como principio de las relaciones personales. La mentalidad reinante propugna la mayor cantidad de ganancias posibles, a cualquier tipo de costo y de manera inmediata. No sólo provoca la pérdida de la dimensión ética de las empresas sino que olvida que la mejor inversión que se puede realizar es invertir en la gente, en las personas, en sus familias. La mejor inversión es crear oportunidades. La mentalidad reinante pone el flujo de las personas al servicio del flujo de capitales provocando en muchos casos la explotación de los empleados como si fueran objetos a usar y tirar (cf. Laudato si', 123). Dios pedirá cuenta a los esclavistas de nuestros días, y nosotros hemos de hacer todo lo posible para que estas situaciones no se produzcan más. El flujo del capital no puede determinar el flujo y la vida de las personas. No son pocas las veces que, frente a los planteos de la Doctrina Social de la Iglesia, se salga a cuestionarla diciendo: «Estos pretenden que seamos organizaciones de beneficencia o que transformemos nuestras empresas en instituciones de filantropía». La única pretensión que tiene la Doctrina Social de la Iglesia es velar por la integridad de las personas y de las estructuras sociales. Cada vez que, por diversas razones, ésta se vea amenazada, o reducida a un bien de consumo, la Doctrina Social de la Iglesia será voz profética que nos ayudará a todos a no perdernos en el mar seductor de la ambición. Cada vez que la integridad de una persona es violada, toda la sociedad es la que, en cierta manera, empieza a deteriorarse. Y esto no es en contra de nadie, sino a favor de todos. Cada sector tiene la obligación de velar por el bien del todo; todos estamos en el mismo barco. Todos tenemos que luchar para que el trabajo sea una instancia de humanización y de futuro; que sea un espacio para construir sociedad y ciudadanía. Esta actitud no sólo genera una mejora inmediata, sino que a la larga va transformándose en una cultura capaz de promover espacios dignos para todos. Esta cultura, nacida muchas veces de tensiones, va gestando un nuevo estilo de relaciones, un nuevo estilo de Nación. ¿Qué mundo queremos dejarles a nuestros hijos? Creo que en esto la gran mayoría podemos coincidir. Ese es precisamente nuestro horizonte, esa es nuestra meta y, por ello, hoy tenemos que unirnos y trabajar. Siempre es bueno pensar qué me gustaría dejarles a mis hijos; también es una buena medida para pensar en los hijos de los demás. ¿Qué quiere dejar México a sus hijos? ¿Quiere dejarles una memoria de explotación, de salarios insuficientes, de acoso laboral? ¿O quiere dejarles la cultura de la memoria de trabajo digno, del techo decoroso y de la tierra para trabajar? ¿En qué cultura queremos ver nacer a los que nos seguirán? ¿Qué atmósfera van a respirar? ¿Un aire viciado por la corrupción, la violencia, la inseguridad y desconfianza o, por el contrario, un aire capaz de generar alternativas, generar renovación y cambiamiento? Sé que lo planteado no es fácil, pero sé también que es peor dejar el futuro en manos de la corrupción, del salvajismo, de la falta de equidad. Sé que no es fácil muchas veces armonizar todas las partes en una negociación, pero sé también que es peor, y nos termina haciendo más daño, la carencia de negociación y la falta de valoración. Sé que no es fácil poder congeniar en un mundo cada más competitivo, pero es peor dejar que el mundo competitivo termine determinando el destino de los pueblos. El lucro y el capital no son un bien por encima del hombre, están al servicio del bien común. Y, cuando el bien común es forzado para estar al servicio del lucro, y el capital la única ganancia posible, eso se llama exclusión. Comenzaba agradeciéndoles la oportunidad de estar juntos, quiero invitarlos a soñar en México, a construir el México que sus hijos se merecen; el México donde no haya personas de primera segunda o cuarta, sino el México que sabe reconocer en el otro la dignidad del hijo de Dios. Que la Guadalupana, que se manifestó a Juan Diego, y reveló cómo los aparentemente dejados de lado eran sus testigos privilegiados, los ayude y acompañe en esta construcción.