MONS. GONZALO LOPEZ M.

MONS. GONZALO LOPEZ M.

domingo, 31 de julio de 2016

"EL SILENCIO DE DIOS Y DEL PAPA. AUCHSWIST ES UN NOMBRE MALDITO"


J. Manuel Vidal

"Señor, dame el don de las lágrimas". Sentado, en la oscuridad de la celda del hambre de San Maximiliano Kolbe (el fraile que ofreció su vida a cambio de la de un padre de familia) del campo de Auschwitz, ¿rompió el Papa a llorar? Sólo lo sabremos, si él mismo lo confiesa. Con lágrimas externas o sólo internas, Francisco eligió el silencio, poblado de pequeños gestos, para exorcizar los demonios que condujeron al Holocausto.

Auschwitz es un nombre maldito. Ha quedado en la memoria de la humanidad como el símbolo de la abominación del hombre y del silencio de Dios ante el mal inocente. Si Dios es omnipotente, ¿por qué ha permitido la muerte indigna de tantos inocentes? Preguntas a Dios de pensadores, filósofos y teólogos, como el propio Papa emérito Benedicto XVI que, en su visita a este mismo campo de exterminio en 2006, lanzaba estas preguntas como dagas: "¿Por qué, Señor, callaste? ¿Por qué toleraste todo esto? ¿Dónde estaba Dios en esos días? ¿Por qué permaneció callado? ¿Cómo pudo tolerar este exceso de destrucción, este triunfo del mal?".

Sentado en un banco, en la 'Plaza de la llamada' (donde alistaban a los destinados a las cámaras de gas), quizás Francisco le hiciese a Dios preguntas parecidas desde el silencio como grito interior. Un silencio orante. Como el de Aarón, ante la muerte de sus hijos.

Desde que entró en Auschwitz, Francisco se encorvó todavía más. Como cargado con el peso de la historia de este pozo negro de la Humanidad, pero también de este sagrario de la memoria. Y, como es así de natural, transparenta su dolor, en una oración desgarrada, con los ojos cerrados, los labios apretados, la respiración entrecortada y ritmada por profundos suspiros.

Sufre, reza y camina encorvado por el dolor de un lugar que, a pesar de las margaritas y de la hierba verde, huele a muerte y a la máxima degradación humana de un genocidio perfectamente planificado. Tras la oración, el beso a algunos supervivientes, a los que trata con sumo cariño. Como santos, como mártires, ante los que se descalza interiormente, para pisar tierra sagrada. Por ellos y por todos los demás que entraron y nunca pudieron salir, Francisco quiso entrar y salir a pie del campo del exterminio.

En la celda del "hambre", donde murió el padre Kolbe, la figura blanca del Papa anciano y con la cruz del inmenso dolor a cuestas brilla en medio de la oscuridad y de unas paredes tétricas con nombres grabados con las uñas y una cruz marcada en la pared. La misma desde la que Cristo gritaba a su Padre, antes de expirar: "¿Por qué me has abandonado?"

Quizás no haya explicación convincente al silencio de Dios ante el mal inocente. Y Francisco, en el único texto escrito que deja en Auschwitz, tampoco lo intenta. Sólo lanza un 'nunca más': "Con un grito silencioso en el corazón, he rezado en este lugar por las víctimas de la Shoah, y por todas las víctimas del odio y de la guerra, camino sin retorno. Que se perpetúe en los siglos la memoria de la abominable tragedia que aquí se consumó, y sea motivo para que semejantes errores nunca más sucedan bajo el cielo, y sobre la Tierra no nos cansemos de construir, con la ayuda de Dios, una casa de paz para todos los pueblos".

¿Qué papel jugó la Iglesia católica en esta "abominable tragedia"? ¿Qué sabía el Vaticano? ¿Lo denunció o calló por prudencia y por salvar, con esa estrategia, al mayor número posible de judíos? ¿Fue Pío XII un Papa protector de judíos o pasivo testigo del Holocausto? Preguntas con respuestas encontradas. Para unos, Pacelli fue el papa de Hitler. Para otros, el protector y salvador de los judíos. A falta del veredicto final de los historiadores, lo que sí parece claro es que la Iglesia católica pudo haber hecho más por denunciar la solución final y oponerse a ella.

De hecho, en su visita a Auschwitz, en 2006, el Papa Ratzinger reconocía: "Tomar la palabra en este lugar de horror, de acumulación de crímenes contra Dios y contra el hombre que no tiene parangón en la historia, es casi imposible; y es particularmente difícil y deprimente para un cristiano, para un Papa que proviene de Alemania".

Ya, en 1998, el Vaticano publicó un documento, en el que hacía un "acto de arrepentimiento" público en nombre de los católicos que no fueron suficientemente sensibles al Holocausto o compartieron los sentimientos antisemitas que condujeron al exterminio, pero exculpaba a Pío XII y a la jerarquía católica. ¿El silencio del Papa Francisco, en Auschwitz, es un grito de 'mea culpa' en nombre de la Iglesia católica? Quizás quiso decir con él, como dijo el padre Kolbe antes de morir, que "el odio no sirve para nada y sólo el amor crea".


sábado, 30 de julio de 2016

LAS SEGURIDADES SON UNA TRAMPA


Fray Marcos Rodríguez
Lc 12, 13-21

Por una vez, las tres lecturas coinciden en el tema principal. Recordad que Jesús va camino de Jerusalén y el evangelista aprovecha distintos episodios para que Jesús vaya formando a sus discípulos en el verdadero seguimiento. El relato tiene dos partes: En la primera, Jesús se niega a ser árbitro en un conflicto económico. ¡Cuantos problemas se habría evitado la Iglesia si hubiera seguido su ejemplo! En la segunda, advierte del riesgo de buscar seguridades terrenas, olvidando el verdadero objetivo de toda vida humana.

Desplegar la verdadera Vida no depende de tener más o menos, sino de ser. Que lo acumulado lo vaya a disfrutar otro, tampoco aclara nada, porque en el caso de que lo pudiera disfrutar él mismo, parece que sería válida la acumulación de riquezas. Tampoco se trata de proponer como alternativa el ser rico ante Dios, si se entiende como acumulación de méritos que después te tendrán que pagar, porque eso sería seguir pensado en potenciar el ego. Esta propuesta va en contra del mensaje de Jesús que nos pide olvidarnos del yo.

En este episodio Jesús manifiesta claramente no tener ninguna política concreta, ni económica ni social. No tiene como objetivo la liberación de las carencias materiales. Jesús pretende la liberación personal, sin la cual la liberación social o económica es incompleta. Con demasiada frecuencia se ha querido etiquetar como cristiana una política concreta. No podemos confundir el mensaje evangélico con ninguna ideología política. Jesús va al centro de la persona y no está condicionado por credos ni doctrinas. Más que a un contexto social, el evangelio responde a un contexto antropológico. Se trata de dar auténtico valor a la vida humana. El tema de hoy es el superar toda una escala de valores para aferrarse a otra escala que es la que nos puede llevar a nuestra plenitud humana.

Si el primer objetivo de todo hombre es desplegar al máximo su humanidad y el evangelio nos dice que tener más no nos hace más humanos, la conclusión es muy sencilla en teoría: la posesión de bienes de cualquier tipo, no puede ser el objetivo último de ningún ser humano. La trampa de nuestra sociedad de consumo está en que no hemos descubierto que cuanto mayor capacidad de satisfacer necesidades tenemos, mayor número de nuevas necesidades desplegamos; con lo cual no hay posibilidad alguna de marcar un límite. Ya los santos padres decían que el objetivo no es aumentar las necesidades, sino el conseguir que esas necesidades vayan disminuyendo cada día que pasa. Ese sería el objetivo personal.

¡Mucho cuidado! Las tres lecturas podemos entenderlas rematadamente mal. La vida es un desastre solo para el que no sabe traspasar el límite de lo caduco. Querámoslo o no, vivimos en la contingencia y eso no tiene nada de malo. Nuestro objetivo es dar sentido humano a todo lo que constituye nuestro ser biológico. Lo humano es lo esencial, lo demás es soporte. Aspirar a los bienes de arriba y pensar que lo importante es acumular bienes en el cielo, es contrario al verdadero espíritu de Jesús. Ni la vida es el fin último de un verdadero ser humano ni podemos despreciarla en aras de otra vida en el más allá. Dios quiere que vivamos lo más dignamente posible; pero nunca a costa de los demás seres humanos.

Es muy difícil mantener un equilibrio en esta materia. Podemos hablar de la pobreza de manera muy pobre y podemos hablar de la riqueza tan ricamente. No está mal ocuparse de las cosas materiales e intentar mejorar el nivel de vida. Dios nos ha dotado de inteligencia para que seamos previsores. Prever el futuro es una de las cualidades más útiles del ser humano. Jesús no está criticando la previsión, ni la lucha por una vida más cómoda. Critica que lo hagamos de una manera egoísta, alejándonos de nuestra verdadera meta como seres humanos. Si todos los seres humanos tuviéramos el mismo nivel de vida, no habría ningún problema, independientemente de la capacidad de consumir a la que hubiéramos llegado.

El ser humano tiene unas necesidades como ser biológico, que no tiene más remedio que atender. Pero a la vez, descubre que eso no llega a satisfacerle y anhela acceder a otra riqueza que, de alguna manera, le transciende. Esta situación le coloca en un equilibrio inestable, que es la causa de todas las tensiones que padece. O se dedica a satisfacer los apetitos biológicos, o intenta trascender y desarrollar su vida espiritual, manteniendo en su justa medida las exigencias biológicas. En teoría, está claro, pero en la práctica exige una lucha constante para mantener el equilibrio. Bien entendido que la satisfacción de las necesidades biológicas y el placer que pueden producir, nada tiene de malo en sí. Lo nefasto es poner la parte superior del ser, al servicio de la inferior.

Solo hay un camino para superar la disyuntiva: dejar de ser necio y alcanzar la madurez personal, descubriendodesde la vivencia lo que en teoría aceptamos: El desarrollo humano, vale más que todos los placeres y seguridades; incluso más que la vida biológica. El problema es que la información que nos llega desde todos los medios nos invita a ir en la dirección contraria y es muy fácil dejarse llevar por la corriente.

El error fundamental es considerar la parte biológica como lo realmente constituyente de nuestro ser. Creemos que somos cuerpo y mente. No tenemos conciencia de lo que en realidad somos, y esto impide que podamos enfocar nuestra existencia desde la perspectiva adecuada. El único camino para salir de este atolladero, es desprogramarnos. Debemos interiorizar nuestro ser verdadero y descubrir lo que en realidad somos, más allá de las apariencias y tratar de que nuestra vida se ajuste a este nuevo modo de comprendernos.

La parábola nos dice que la codicia incapacita para vivir una vida humana. Se trata de desplegar una vida verdaderamente humana que me permita alcanzar una plenitud en lo que tengo de específicamente humano. Solo esa Vida plena, puede darme la felicidad. Se trata de elegir entre una Vida humana plena y una vida repleta de sensaciones, pero vacía de humanidad. La pobreza que nos pide el evangelio no es ninguna renuncia. Es simplemente escoger lo que es mejor para mí. No se trata de la posesión o carencia material de unos bienes. Se trata de estar o no, sometido a esos bienes, los posea o no. Vale más ser dueño de 1 € que esclavo de un millón. Es importante tomar conciencia de que el pobre puede vivir obsesionado por tener más y malograr así su existencia.

La clave está en mantener la libertad para avanzar hacia la plenitud humana. Todo lo que te impide progresar en esa dirección, es negativo. Puede ser la riqueza y puede ser la pobreza. La pobreza material no puede ser querida por Dios. Jesús no fue neutral ante la pobreza/riqueza. Tampoco puede ser cristiana la riqueza que se logra a costa de la miseria de los demás. No se trata solo de la consecución injusta, sino del acaparamiento de bienes que son imprescindibles para la vida de otros. Aquí no se puede andar con tapujos. El progreso actual es radicalmente injusto, porque se consigue a costa de la miseria de una gran parte de la población mundial. El progreso desarrollista en que estamos inmersos, es insostenible además de injusto.

Confiar en que las riquezas nos darán la felicidad, es la mayor insensatez. La riqueza puede esclavizar hasta límites increíbles. Nos han convencido de que si no poseo aquello o no me libro de esto otro, no puedo ser feliz. Tú eres ya feliz. Solo tu programación te hace ver las cosas desde una perspectiva equivocada. No tienes que hacer nada para conseguir la felicidad, sencillamente porque ya la tienes. Si el ojo está sano, lo normal es la visión, no hay que hacer nada para que vea (Tony de Mello). Aún sin tener nada de lo que ambicionamos normalmente, podríamos ser inmensamente felices. Aquello en lo que ponemos la felicidad, puede ser nuestra prisión. En realidad, no queremos la felicidad sino seguridades, emociones, satisfacciones, placer sensible. Esto es lo que nos mata.


Meditación-contemplación

Codiciar es desear con ansia lo que da seguridad a tu ego.
Pon todo tu empeño en desplegar tu ser verdadero.
Solamente una justa valoración, evita la codicia.
Estás fallando si te quita el sueño lo secundario.
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Me debo ocupar de las necesidades materiales;
pero mi preocupación debe ser el desplegar mi humanidad.
El único camino es tomar conciencia de lo que soy.
El tesoro no está en las cosas ni en el cielo, sino dentro de mí.
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Dentro de ti está la plenitud, está la felicidad. Descúbrela.
Necios somos si nos empeñamos en buscarla fuera.
No la encontraré en las cosas de este mundo,
pero tampoco en un cielo futuro o en un dios fuera de mí.
.........................

viernes, 29 de julio de 2016

Francisco: "Un corazón misericordioso sabe ir al encuentro de los demás, logra abrazar a todos"



Jesús Bastante

"¿Queréis una vida plena? Pues comienza en este momento a dejarte conmover, porque la felicidad germina y aflora en la misericordia, ésa es su respuesta, ésa es su invitación, su desafío, su aventura. La misericordia". El Papa Francisco lanzó varios desafíos al millón de jóvenes que lo recibieron en el parque Blonia de Cracovia, y les pidió lanzarse a "la aventura de la misericordia", una aventura que permite "construir puentes y destruir muros, socorrer al pobre, al que se siente solo y abandonado, al que no encuentra un sentido a su vida".

En Cracovia no deja de llover. Agua fina, constante, que cala. Nada que no solucionen los chubasqueros de mil colores que más de un millón de jóvenes llevan en el campo de la Misericordia, donde el Papa Francisco llegó para dar comienzo a los actos oficiales de la Jornada Mundial de la Juventud. Jóvenes procedentes de más de un centenar de países esperaban pacientes al pontífice.

El Papa quiso entrar como un joven más, y lo hizo en un tranvía ecológico, decorado con los colores del Vaticano. No había el más mínimo recuerdo de la caída que esta mañana se hizo viral y que hizo temer que Francisco podría tener algún tipo de lesión. Al salir del palacio arzobispal el alcalde le entregó las llaves de la ciudad, y entró en el vagón, donde bendijo a una quincena de jóvenes discapacitados y a sus acompañantes.

El trayecto entre el Arzobispado y el parque Blonia estaba repleto de gente. El Papa, ya sentado en el vagón, no dejó de saludar desde la ventana. Francisco se crece al contacto con la gente, es más él, más feliz. No deja de sonreir durante todo el viaje, se levanta y saluda a un lado y otro de las vías: los jóvenes han vuelto a demostrar su fuerza, y no le han dejado solo.

El espectáculo resulta impresionante: una marea de banderas que simbolizan, mejor que ninguna otra imagen, la universalidad de la Iglesia. Bailes, cantos, alegría que se desbordó con la llegada de Francisco, en su jeep descubierto, con menos miedo que el demostrado por los servicios de seguridad. Al llegar al altar, presidido por una impresionante imagen de Jesucristo, el Papa se detuvo a charlar animadamente con el cardenal Blázquez, bajo la atenta mirada de Cañizares, pero Bergoglio quería encontrarse cuanto antes con la verdadera razón de su visita: los jóvenes.

Tras una introducción musical, los gritos se fusionaron con la lluvia. Se llevó la palma el ya famoso "Esta es la juventud del Papa". El cardenal Dziwisz dio la bienvenida al Papa entre los jóvenes, y volvió a recordar a "san Juan Pablo II", el iniciador de estas jornadas de la juventud. "Hoy saludamos al Pedro de nuestra época", apuntó el ex secretario de Wojtyla.

"Vivimos en un mundo lleno de violencia, y queremos ser testigos de paz, ser misericordiosos como el Padre, construir un mundo más justo", terminó Dziwisz.




Tras Dzwisz, tomaron la palabra jóvenes de los cinco continentes, que dieron la bienvenida al Papa a esta fiesta de la fe, y le entregaron el kit del peregrino. "Es Jesús quien nos reúne a todos", dijeron los chicos. Después se sucedieron una serie de bailes típicos de la zona, que se mezclaban con otros de distintos rincones del mundo sin demasiado acierto (no resulta de recibo mezclar la polka con el tango o el baile hindú), pero es que este tipo de actos se alargan en demasía sin demasiada razón de ser: ya lo vimos en Madrid y en Río de Janeiro. Mucha alegría, pero una actuación demasiado larga.

Tras esto, arrancó una procesión de banderas, por continentes, que se prolongó durante casi una hora, con los retratos de algunos de los patronos de la JMJ: santa Josefina Bakitha, por África; la beata Hermana Dulce, por América del Sur; Damián de Molokai, por Norteamérica; Mary Mac Killon, por Oceanía; madre Teresa de Calcuta, por Asia; y San Vicente de Paúl, por Europa.

El Papa, visiblemente cansado, de nuevo se vino arriba cuando tuvo la oportunidad, hora y media después, de dirigirse a los jóvenes. Antes, tuvo lugar una performance con las imágenes animadas de algunos jóvenes santos a lo largo de la historia de la Iglesia, y que "volvieron a la vida" en el escenario.

El Evangelio giró en torno a la acogida de marta y María a Jesús, y las palabras del Papa comenzaron con un sentido recuerdo a Juan Pablo II, quien "soñó y dio impulso a estos encuentros". En una alocución en la que improvisó constantemente, Francisco formuló varias preguntas a los jóvenes, para subrayarles que la mejor oportunidad "para renovar la amistad con Jesús es afianzando la amistad entre nosotros", que la mejor manera de vivir "la alegría del Evangelio es queriendo contagiar su buena noticia en tantas situaciones dolorosas y difíciles".

"Felices los que saben perdonar, que saben tener un corazón compasivo, que saben dar lo mejor de sí a los demás", proclamó el Papa, quien asumió que "todos juntos, haremos de esta jornada una auténtica fiesta jubilar en este Jubileo de la Misericordia".

"En los años que llevo como obispo, he aprendido algo", subrayó Bergoglio. "No hay nada más hermoso que contemplar las ganas, la entrega, la pasión y la energía con que muchos jóvenes viven la vida. Cuando Jesús toca el corazón de un joven, de una joven, este es capaz de actos verdaderamente grandiosos".

"Es un regalo del cielo poder verlos a muchos de ustedes que, con sus cuestionamientos, buscan hacer que las cosas sean diferentes. Es lindo, y me conforta el corazón, verlos tan revoltosos. La Iglesia hoy los mira y quiere aprender de ustedes, para renovar su confianza en que la Misericordia del Padre tiene rostro siempre joven y no deja de invitarnos a ser parte de su Reino".

Y es que "un corazón misericordioso se anima a salir de su comodidad; un corazón misericordioso sabe ir al encuentro de los demás, logra abrazar a todos. Un corazón misericordioso sabe ser refugio para los que nunca tuvieron casa o la han perdido, sabe construir hogar y familia para aquellos que han tenido que emigrar, sabe de ternura y compasión. Un corazón misericordioso, sabe compartir el pan con el que tiene hambre, un corazón misericordioso se abre para recibir al prófugo y al migrante. Decir misericordia junto a ustedes, es decir oportunidad, decir mañana, compromiso, confianza, apertura, hospitalidad, compasión, sueños".

"Las cosas, ¿se pueden cambiar?", y los jóvenes respondieron un "Sí". "La misericordia tiene siempre el rostro joven, porque un corazón misericordioso se anima a salir de su comodidad, sabe ir al encuentro de los demás, logra abrazar a todos, un corazón misericordioso sabe ser un refugio para los que nunca tuvieron casa, o la han perdido".

Porque un corazón así, añadió el Papa, "sabe construir hogar y familia para los que han tenido que emigrar, sabe de ternura y de compasión, sabe compartir el pan con el que tiene hambre, se abre para recibir al prófugo y al emigrante" Y porque "decir misericordia es decir oportunidad, mañana, compromiso, fe, apertura, hospitalidad, compasión, sueños... Ustedes son capaces de soñar ese lugar para la misericordia, para acariciar a los que sufren, para ponerse al lado de quienes no tienen paz en el corazón, o les falta lo necesario para vivir".


Por contra, el Papa también confesó haber aprendido, con dolor, cómo "muchos jóvenes parecen haberse jubilado antes de tiempo, jóvenes que parece que se jubilaron a los 23, 24 años, que tiraron la toalla antes de empezar a jugar el partido. Me genera dolor ver a los jóvenes que caminan con los rostros tristes, como si su vida no valiera". Se trata de "jóvenes esencialmente aburridos y aburridores", que "dejan la vida buscando el vértigo por caminos oscuros, que al final terminan pagando caro".

Jóvenes que, en palabras del Papa, "perdieron la vida corriendo detrás de vendedores de falsas ilusiones. En mi tierra natal diríamos vendedores de humo, que les roban lo mejor de ustedes mismos, y esto me genera dolor".

"Que no nos roben la alegría, los sueños, con falsas ilusiones", señaló el Papa, apuntando que la respuesta "no se vende, no se compra, no es un objeto, es una persona. Se llama Jesucristo". Y pidió un aplauso para él a los jóvenes, a quienes preguntó: "Jesucristo, ¿se puede comprar o vender? no. Es un regalo del padre, el don de nuestro Padre. ¿Quién es Jesucristo? Jesucristo es un don, es un regalo del Padre".

Volviendo al Evangelio, Francisco apuntó cómo Marta, María y Lázaro acogieron a Jesús, de muy distintas maneras, mediatizados por las obligaciones o a la escucha. "Jesús quiere entrar en tu casa, en mi casa, en la de cada uno de nosotros. Jesús esperará que lo escuchemos, que en medio del trajín nos entreguemos a él", porque "quien acoge a Jesús aprende a amar como Jesús".

 

jueves, 28 de julio de 2016

El Papa invita al presidente polaco a "recibir a los que huyen de la guerra y el hambre"




Jesús Bastante

No esperó ni un minuto. En su primer discurso, el Papa Francisco lanzó un misil a la línea de flotación del ultraconservador gobierno polaco. Ante las autoridades políticas, la sociedad civil y el cuerpo diplomático de Polonia, Bergoglio pidió al Ejecutivo "disponibilidad para recibir a los que huyen de la guerra y el hambre", para así "dar testimonio con los hechos de los valores humanos y cristianos" de los que presume, no sin razón, la nación polaca.
Hay que recordar que Polonia es uno de los países que se han opuesto con mayor crudeza a la acogida de los refugiados que huyen del Estado islámico. "Hace falta disponibilidad para recibir a los que huyen de la guerra y el hambre, y solidaridad con aquellos que sufren en sus derechos, incluidos los que tienen problemas para profesar su fe", añadió el Papa, quien abogó por generar "sinergias internacionales" para "encontrar soluciones a los conflictos y las guerras que obligan a las personas a abandonar su hogar".
El camino del Papa desde el aeropuerto a su encuentro con las autoridades polacas está marcado por tres claves: la lluvia, el afecto de la multitud, y la seguridad. Hasta ocho motoristas abren la comitiva papal, cuyo automóvil está rodeado por media docena de furgonetas con policías y militares armados hasta los dientes. Nunca se había visto un servicio de seguridad tan obvio: Polonia se ha tomado en serio las amenazas.
El camino transcurre por largas avenidas, y cada cincuenta metros policías de a pie contienen a la multitud. Jóvenes de todos los rincones de la tierra han abandonado por unas horas el Campo de la Misericordia (sede de la JMJ) para, uniformados con sus banderas y chubasqueros, dar a Francisco la más cálida acogida. Jóvenes españoles, mexicanos, turcos, estadounidenses, rusos, brasileños, panameños (Francisco anunciará este sábado que Panamá será la sede de la próxima JMJ de 2019) acompañan al Papa en su camino hasta el castillo de Wawel, donde Bergoglio mantuvo un encuentro con el cuerpo diplomático y las autoridades, antes de una breve visita de cortesía al presidente Duda.
Duda y su esposa esperaban a las puertas de la empalizada al Papa. Dzwisz, en un discreto segundo plano, acompañaba varios pasos por detrás a Bergoglio. En su discurso, el presidente polaco calificó de "honor poderle dar la bienvenida" al país. "Le doy la bienvenida a la tierra polaca en Cracovia". "La JMJ será un gran banquete espiritual", subrayó Duda, quien recordó la memoria de Karol Wojtyla, que "fue a Roma para servir como un líder espiritual a toda la Iglesia universal". Duda reivindicó a san Juan Pablo II como el creador, desde Cracovia, de las jornadas mundiales de la juventud, y su papel en el fin del comunismo. "Mirando lo que sucede ahora, también hoy necesitamos renovar la faz de la Tierra", concluyó.

En su discurso, el Papa agradeció la recepción de las autoridades civiles, educativas y políticas del país, y recordó que "es la primera vez que visito Europa central, y he querido iniciarlo por Polonia, tierra del inolvidable san Juan Pablo II".

"A él le gustaba hablar de una Europa que respiraba por dos pulmones", subrayó Bergoglio, quien reclamó las "raíces sólidas" del Cristianismo entre los polacos, quienes "libres de complejos de superioridad", pueden trabajar por una nueva sociedad "sobre la base de su patrimonio humano, político y religioso", manteniendo la tradición pero con la mirada abierta al futuro.
Tras recordar el 1050 aniversario de la cristianización del país, el Papa clamó por el "respeto de la identidad propia y de los demás", pues "no puede haber diálogo si cada uno no parte de su identidad" y sabe diferenciar entre los dos tipos de memoria: la buena y la negativa, "que está fijada obsesivamente en el mal, sobre todo en el cometido por otros".
En este punto, el Papa reivindicó "el perdón ofrecido y recibido entre el episcopado polaco y el alemán, a los 50 años de la Guerra Mundial", o la declaración conjunta entre los católicos polacos y la Iglesia Ortodoxa de Moscú, "un proceso de fraternidad, no sólo entre las dos iglesias, sino también entre los dos pueblos".
Con esta intención, y sabiendo que "todo está implicado: la economía, el medio ambiente y el modo de gestionar el complejo fenómeno de la migración, que requiere un suplemento de sabiduría y misericordia para superar los temores y hacer el mejor bien posible", el Papa reclamó esa "disponibilidad" para acoger a los refugiados y para trabajar "por la justicia y la paz, dando testimonio con los hechos de los valores humanos y cristianos".
"Invito a la nación placa a mirar con esperanza el futuro, y los retos que ha de afrontar", en una "actitud de respeto y de diálogo constructivo", para crear las mejores condiciones para el presente y el futuro, señaló el Papa, quien defendió que "la vida siempre ha de ser acogida y protegida, ambas cosas juntas, desde la concepción hasta la muerte natural, y todos estamos llamados a respetarla y cuidarla".
"Es nuestra responsabilidad acompañar y ayudar concretamente, quien quiera que se encuentre en capacidad de dificultad, para que nunca sienta a un hijo como una carga, sino como un don, y no se abandone a los más pobres", concluyó el Papa, antes de reunirse en privado con el presidente polaco en lo que se presume un encuentro no exento de tensión. Y es que a Francisco no se le puede echar en cara que no diga las cosas como las piensa.

miércoles, 27 de julio de 2016

¿DÁ PARA TANTO EL DISCURSO DE AMOR-ODIO CONTRA RAFAEL CORREA?


Francisco Herrera Aráuz
Ecuamex
Agencia editorial que provee de contenidos a Ecuadorinmediato.com

El Ecuador político de estos días parece una "montaña rusa" con cada anuncio, cada pose, cada paso, cada encuentro. Y por supuesto, en medio del tráfago del subibaja queda en claro que la oposición no puede con Rafael Correa, y sin él tampoco. Da igual, de cualquier forma el gobierno pareciera que no puede quedarse al margen del enfrentamiento político con o sin la presencia en tarima del mandatario, lo que demuestra que en el país hay una alta dependencia del discurso bajo el cual todos quisieran abrigarse, y que pareciera no pueden vivir políticos y movimientos ecuatorianos.

Los nueve años que han pasado en el debate político nacional han sido un desate de la relación “amor-odio” a Rafael Correa, sea frente a un candidato que resultó exitoso y derrotó a todo el aparataje electoral, y, que ganó con un discurso socialista o como Presidente. De mal a peor les fue a los opositores con un gobernante que con su palabra fogosa hizo acción de sus ideas, despreciando al sistema político nacional anterior, el que no logró recuperar nunca ni impactar en la masa electoral, y que le concedió cerca de una decena de victorias en las urnas a Correa y Alianza PAIS.

La tendencia del amor-odio nació justificada entre sus legítimos contendores que disputaron la campaña electoral inicial allá por el 2006. Desde ese momento, por el mero hecho de haberlos ganado se convirtió en un justificativo para expandir conceptos que trataban de menospreciarlo, eliminarlo, o culparle de muchos males que sobrevendrían al país por haberlo elegido. De hecho, en los corrillos de esos días la frase cruel que rezaba “O lo tumbamos o lo matamos” salía con fuerza de ese sentimiento del odio político que nunca aceptaría a Rafael Correa y todo lo que el significaba para la nación.

El repudio a Rafael Correa siempre se mantuvo en un margen de la votación contraria a su aceptación mayoritaria, es decir en los márgenes del 20 al 30%, eso en lo político electoral. Desde ahí en los corrillos y submundos de la política ecuatoriana pareciera haberse extendido como una especie de cáncer moral que hizo metástasis en el alma de los odiadores de turno, con lo que puede decirse que se irguió en motivo y razón para los perdedores de las elecciones que jamás se han repuesto de las derrotas y cuyo constante accionar demuestra cuanto les ha dolido que el mandatario y su partido les hayan ganado.

A la hora en que asomaron las diferencias, distancias, traiciones o enfrentamientos entre los propios, crecieron los motivos para mantener ese discurso anti-correa en forma activa y creciente. Pronto se sumaron a ella quienes antes habían promovido su presidencia y sin miramiento alguno salieron al frente los cuestionantes y resentimientos ocultos. Rafael Correa ha tenido en este grupo de sus ex partidarios a sus más enconados enemigos por lo recíproco que implicó el que los conozca y ellos le conozcan, aun cuando hayan saltado lados obscuros que motivaban a desconocerse mutuamente méritos o lealtades.

Como podía faltar el gesto de las decepciones también atizó el sentimiento de amor-odio entre quienes le dieron el voto y sintieron que ya no cumplía sus expectativas o promesas. A ello se sumaron para echar leña al fuego algunos comunicadores que tienen el reclamo antiético de exigir que se les complazca todo porque le habían dado a Rafael Correa un espacio en sus medios para que difunda su mensaje, convirtiéndose por ese mero hecho en presuntos autores de su triunfo y, argumentar que nos les había reciprocado de manera oportuna, por lo que diariamente han levantado ese sentimiento de ataque, de odio, que denota una especie de reacción enconosa de herida no supurada, que duele y mucho mientras más se revuelven sobre ella.

El Ecuador se ha visto envuelto en este debate salpicado por ese tipo de discurso que consiste hasta la actualidad en inculpar de todos los males al mandatario, excederse en la censura a sus errores, acusaciones con falsedades, rumores perversos, negación de todo mérito, sumado a insultos, injurias y calumnias de todo tipo que siempre buscaron explotar el carácter del Presidente, que en varias ocasiones cayó en estas provocaciones o trampas, mostrando sus lados débiles por el impacto que producía tal discurso en su propio ánimo, o en el de los suyos, que en algunos momentos se quedaron sin respuesta a tanta perversidad.

En medio del período de los nueve años de gobierno los errores, fallas, actos corruptos o las propias perversidades de la gestión política del régimen presidido por Rafael Correa y AP han generado un debate que sirve como una especie de “caldo de cultivo” para lograr una deformación efectiva de la imagen del mandatario, al cual se le inculpa de todos los hechos, destruyendo de modo corrosivo su prestigio personal o gestión individual que tiene como gobernante, sin la responsabilidad que se quiera echar encima de sus hombros por las faltas de los otros. No hay ni una pizca de equilibrio en tal parte del mensaje opositor, que no tiene ninguna consideración.

Digamos que el discurso del odio logró un resultado a su favor: la división evidente al grado extremo de polarización en la sociedad ecuatoriana. No hay rincón donde no se discutan o debatan, se cuenten o se rieguen estas versiones por falsas o absurdas que parezcan. Tanto es el conflicto generado que hasta en los propios medios de comunicación que por el sentido respetable de equilibrar la información se tiene que contar con los voceros de oposición que riegan ese discurso del odio, hasta convertir a todos los espacios en cómplices de sus versiones, muchas de ellas preparadas con falsía para aprovecharse del medio.

Hay que anotar que en estos años las redes sociales asumieron un rol protagónico, todo esto en medio del gobierno de Correa, y que han servido de manera muy efectiva para propiciar derrotas o movilizaciones contra el mandatario ecuatoriano, quien no puede aceptar el efecto negativo que le causan las versiones que se publican en tales columnas de comunicación, tanto que le han obligado a asumir una especie de política gubernamental de reacción y respuesta ante tales redes. Allí el riesgo del linchamiento mediático mutuo entre opositores u oficialistas es diario, a cada trino o exposición.

Súmese a ello que el impacto negativo del odio político en las relaciones sociales e interpersonales de los ecuatorianos, que ha dividido a las personas y sus círculos de amistad quebrantados por estas diferencias o; las familias, en donde ya no hay como discutir de política en un ambiente de sano debate y equilibrio apropiado, porque, total tienen que alinearse entre “correistas o no” bajo el maniqueo concepto del “o conmigo o contra mí” que define entre “A Correa le amas o le odias, no hay medias tintas”. Triste espectáculo este que no genera respetabilidad entre nosotros.

Pues bien, el impacto del discurso anti Correa se mantuvo en los nueve años en forma altamente efectiva, y la oposición se alimentó del mismo de manera creciente, tanto que unió hasta los imposibles, sean estos de la extrema derecha o izquierda radical, quienes se instalaron cómodos en este tipo de proclama argumentando que “hay que derrotar a Correa” y eso justificó toda unidad por anti-nátura que fuese y llegaron a varios momentos como el 30-S o el pasado Junio 2015, en que se mostraron presumiblemente fuertes, logrando puntos altos de movilización, que por horas han tenido a la comunidad nacional pendientes de ellos y el grado de impacto del discurso. En estas movilizaciones se ha hecho patente cuanto odio tienen acumulado contra Correa, que bien va desde el ataque personal violento hasta el extremo del intento de magnicidio, golpe de estado o destrucción de la democracia. Así de extremos son.

El punto de quiebre a todo esto se ha dado en estos días de julio. Lo que ocurrió fue que el discurso anti-Correa se sustentó siempre en que el mandatario se quería eternizar en el poder, tanto que el proceso de discusión de las enmiendas, entre las que constó la reelección sin límite para todo cargo, fue el más instante más álgido de la lucha política entre el presidente ecuatoriano y sus opositores. Pero, de igual forma, el anuncio y la aprobación de la disposición transitoria que prohibía al mismo Correa a ser reelegido, les dejó sin utilidad a ese discurso del odio. A partir de ese momento se cayeron los argumentos y el espacio vació no pudo ser llenado con nuevos conceptos que le inculpen de “algo” a Rafael Correa, porque había decidido irse.

Intervención tras intervención, la actividad presidencial ha dado todas las muestras de querer irse. Pese a las peticiones del “no te vayas Rafael” que se escuchó suplicante en algunas de las voces de los damnificados del terremoto, el presidente ha respondido que se va, al menos por un momento, bajo la consigna que “El País debe descansar de mí, y yo también debo descansar del País”. Todo lo cual ha generado la desazón de sus propios partidarios, pero también de la oposición que después de esta definición no atinó discurso de reacción, se quedó sin palabras, no encuentra hasta ahora un motivo para justificar tanto odio y, sobre todo, es grave para un rival enconado hallarse de pronto solo sin tener a quien enfrentarse.

Bien se dice que “el odio es un veneno que te tomas tú para que le haga daño al otro, pero finalmente te mata a ti mismo” y este es el caso ecuatoriano. Sin Rafael Correa en el centro político, la oposición comenzó a pelearse entre ella misma. Se han promovido los quiebres y fracturaciones, se han rebelado las palabras y se han dirigido contra sí mismos las baterías y cañones para atacarse mutuamente. Las candidaturas se han multiplicado entre todos ellos, y si antes se disputaban el honroso derecho de saberse cada uno más anti-correista que el otro, ahora son culpas de quienes estuvieron con el mandatario y se han pasado a filas contrarias para rechazarse con asco y recelo.

Al quedarse sin su razón de ser, la oposición ecuatoriana se ha dado cuenta que todo lo que les unió fue ese “amor-odio” a Correa y que ahora no pueden seguir sin él. Denotando una alta sumisión a la influencia de la figura de Correa, tratan de atinar algún tipo de maniobra política que le devuelva como rival efectivo, ese que les hizo crecer y mantenerse activos. Por ello, en las últimas semanas el discurso de acusación de todo lo posible para acusar a Correa, así sea cierto, es ejercido con el fin de acceder a la provocación que el mismo mandatario les reclama irónico, todo para tratar de conseguir un espacio de crítica que les mantenga vivos ante la opinión pública.

Tanta falta les hace a la oposición Rafael Correa, porque les ha desnudado su carencia de propuesta. Es decir, la oposición política ecuatoriana solo tenía ese tipo de discurso, pero nunca propuso ni se forjó en su propio espacio una fórmula para darle como solución o salida a la gente común del Ecuador. Basarse solo en el ataque para tratar de gobernar una nación es un gesto gastado, ya que si se logra el poder desea forma, es evidente que se depende de su enemigo político al que destruyó para poder intentar hacer algo y, si resulta que todo lo que dijo que estaba mal debe destruirlo, entonces es más grave aún porque como gobernante no tendrá nada que hacer sino solo odiar el pasado y su propio presente.

La oposición está cosechando su propio fruto. Ahora clama porque vuelva Correa a la palestra política, y acude desde la inventiva de la provocación a la pelea, el llamado a que se apoyen iniciativas para que se reavive la reelección o hasta el uso de encuestas en las que le ponen escenarios solo con el actual mandatario, al que le derrotan en presumibles segundas vueltas, o por lo menos ganan espacio si se enfrentan con él y solo con él. No puede entenderse tanta dependencia emocional sino por la desesperación de que el rival al que tanto combatieron les ha derrotado con su ausencia.

En todo esto queda una duda. Si Rafael Correa admite mantener ese vacío, o por el contrario, el posicionar una consulta popular sobre los paraísos fiscales es una búsqueda de asumir nuevas presencias en la próxima campaña electoral, y así tener de nuevo un rol protagónico que enfrente a ese discurso del odio con el fin de derrotarle nuevamente. Amanecerá y veremos. (FHA)

martes, 26 de julio de 2016

Distintas formas de “vender a la madre”



Cristianos para el Tercer Milenio

Día tras día la corrupción es sostenida en la agenda pública por una catarata mediática que, aunque muchas veces se nutre de supuestos o de interpretaciones jurídicas amañadas, viene poniendo a la luz graves hechos de corrupción.

Como cristianos no podemos eludir la más llana y absoluta condena a esta relación degenerada entre la política, el poder y el dinero. Esta relación, que reniega de la dignidad del hombre para instalar en su lugar el culto del dinero, se ha manifestado como nunca antes en el sistema capitalista, que acumula y concentra las riquezas robándoselas a los preferidos de Dios y se transforma finalmente, como lo dijera Francisco, en un “proceso de muerte”.

Como cristianos tenemos entonces la obligación de confrontarla sin ambages en todas sus manifestaciones.

La corrupción como cultura

La primera es la obligación de denunciar que la corrupción tiene una similar naturaleza, cualquiera sea el monto de dinero involucrado. La corrupción diaria – la coima, las ventas “en negro”, los empleados no registrados, las escrituras “por menor valor”, la evasión impositiva, y un largo y cotidiano etcétera – sólo se diferencia de la que hoy se condena en los medios por el monto y por que, por la responsabilidad de sus protagonistas, afecta el cumplimiento de un servicio público y la ejemplaridad a la que se encuentran obligados los funcionarios.

La financiación de la política

También debemos denunciar la corrupción destinada a alimentar “la caja” de los partidos políticos. Esta forma de financiación de la política, de la que no parece haberse privado ningún gobierno en el último medio siglo, no sólo es condenable en sí misma sino también porque hace imposible evitar que se generen o toleren negocios particulares. En este sentido será imprescindible seguir avanzando hacia mecanismos legales de financiación de la política que equiparen las posibilidades de todos y que sean, además de transparentes, férreamente controlados, por las instituciones y la opinión pública.

Toda la corrupción

Pero fundamentalmente estamos obligados a condenar toda la corrupción y no sólo la del adversario político, como ocurre hoy con mucha frecuencia.

Como dice Francisco a la “Madre Patria no se la vende”, pero a la Patria se la vende no sólo con coimas, sobreprecios y “retornos”, sino también con “decisiones de política económica” diseñadas para permitir enormes transferencias de ingresos a favor de los poderosos, para facilitar la fuga de dinero “negro” a los paraísos fiscales, promover la inversión en títulos nacionales con intereses usurarios, desgravar a la especulación financiera y otorgar “amnistías” a quiénes evaden impuestos. A la patria se la vende también habilitando el saqueo de los recursos naturales no renovables o explotaciones con fuerte impacto ambiental.

Es por eso que los cristianos también estamos obligados a romper con el “monopolio del sentido” impuesto por los principales medios y conseguir que esas formas espurias de transferencias de ingresos en detrimento de la Madre Patria y de los pobres, salgan del limbo técnico en que se encuentran y comiencen a ser llamadas como lo que son: actos de corrupción y verdaderos “procesos de muerte” contra los más débiles.

Sumamos nuestras oraciones y nuestro compromiso con la construcción de una patria sostenida en la solidaridad con las víctimas del sistema, la lucha contra la injusticia social y el ejercicio responsable del poder.

Rodolfo Luis Brardinelli, Rodolfo Briozzo, Angel Bruno, Ana Cafiero, Eduardo Casado Sastre, Cristina Domeniconi, Miguel Ángel Ferrara, Alicia Ladrón de Guevara, Luis Miraldi, Hernán Patiño Mayer, Rogelio Ponsard, Portillo Fernando

domingo, 24 de julio de 2016

Frei Betto: "La crisis no es un accidente del camino. Es la esencia del camino"


Frei Betto

RD.- "No hay nada nuevo bajo el sol", destaca el Cohelet, autor del Eclesiastés. De hecho, todo cuanto nos causa preocupación e indignación -corrupción, violencia, irrespeto a los derechos humanos, etc.- ha sucedido siempre. La diferencia está en que antes vivíamos aislados en nuestra aldea y no existían, como hoy, medios de comunicación que globalizaran la información.

Desde que fui alumno de periodismo aprendí que el perro atropellado en la calle de mi barrio me interesa más que los dos mil chinos muertos en el terremoto de Shangai. Por eso nos afecta tanto la crisis brasileña. Y por consiguiente a nuestra vida espiritual. Nos vuelve más irritables, agresivos, pesimistas. Dejamos que la emoción se sobreponga a la razón.

Todos tenemos espiritualidad, incluso los desprovistos de fe religiosa. No se debe confundir espiritualidad y religión. Ésta es una institución; aquélla una vivencia. Y hay prácticas religiosas que ya no son fuentes de espiritualidad, así como hay espiritualidades que no son religiones, como el budismo.

La espiritualidad es la fuerza interior, cultivada en la oración o en la meditación, que nos mantiene vivos. Es alimentada también por el amor que nos une a la familia, la autoestima profesional, los valores que rigen nuestras actitudes y esperanzas (sueños, proyectos, etc.) y mueven nuestros pasos en dirección al futuro.

En tiempos de crisis todos nuestros paradigmas parecen desmoronarse. Amenaza el desempleo, decepciona la política, se oscurece el horizonte utópico, los valores pierden credibilidad. Es como la turbulencia de un avión: no tenemos el control para saber cuándo cesará, y en cualquier dirección que se mire hay un inmenso vacío...


El pueblo de la Biblia conoció situaciones semejantes a la nuestra. Y escribió dos libros que expresan muy bien la espiritualidad en tiempos de crisis: Eclesiastés y Job. En el primero el autor nos invita a no dar importancia a ninguna cosa. "Vanidad de vanidades, todo es vanidad". Todo es pasajero. "Travesía", que dijo Guimarães Rosa como última palabra de Grande Sertão. Veredas. Así, quien más despegado está, menos sufre. Lección enseñada por Buda cinco siglos antes de Cristo.

Job fue víctima de una crisis profunda, que le arrebató hijos, amigos, bienes y salud. Menos la esperanza. No le quedó más que la confianza en Dios. Miraba el revés del bordado y creía que las líneas asimétricas formaban un hermoso dibujo oculto a sus ojos. Hasta que comenzó a encarar los hechos bajo otro prisma. Dios, al que conocía solamente de "oír hablar" de él, se volvió una presencia amorosa en su vida.

La crisis no es un accidente del camino. Es la esencia del camino. Son los "dolores de parto" de la Creación, en opinión del apóstol Pablo. Ante la crisis la espiritualidad nos da sustento y aliento, sobre todo cuando la encaramos desde la óptica histórica, como enseñó Jesús a los discípulos de Emaús.

Tanta desgracia alrededor -miseria, terrorismo, asesinatos- indujo a un hombre indignado a querer romper el silencio de Dios: "Y tú, Señor, ¿no haces nada?" y él respondió: "¡Ya lo hice. Tú!"

- Traducción de J. L. Burguet


sábado, 23 de julio de 2016

PADRE CELESTE DE MI SER TERRENAL


Fray Marcos Rodríguez
Lc 11, 1-13

El Padrenuestro es mucho más que una oración de petición. Es un resumen de las relaciones de un ser humano con el absoluto, consigo mismo y con los demás. Es muy probable que el núcleo de esta oración se remonte al mismo Jesús, lo cual nos pone en contacto directo con su manera de entender a Dios. El Padrenuestro nos trasmite, en el lenguaje religioso de la época, toda la novedad de la experiencia de Jesús. La base de ese mensaje fue una vivencia única de Dios como “Abba”, y la experiencia de ser Hijo.

Esto no quiere decir que Jesús se sacó el Padrenuestro de la manga. Todas y cada una de las expresiones que encontramos en él, se encuentran también en el AT. No es probable que lo haya redactado Jesús tal como nos ha llegado, pero está claro que tiene una profunda inspiración judía. Tanto Jesús como los primeros cristianos eran judíos sin fisuras. No nos debe extrañar que la experiencia de Jesús se exprese o se interprete desde la milenaria religión judía. Esto no anula la originalidad de la nueva visión de Dios y de la religión. La originalidad no está en la letra sino en la nueva relación del hombre con Dios que destila.

Entendido literalmente, el Padrenuestro no tiene sentido. Ni Dios es padre en sentido literal; ni está en ningún lugar; ni podemos santificar su nombre, porque no lo tiene; ni tiene que venir su Reino de ninguna parte, porque está siempre en todos y en todo; Ni su voluntad tiene que cumplirse, porque no tiene voluntad alguna. Ni tiene nada que perdonar, mucho menos, puede tomar ejemplo de nosotros para hacerlo; ni podemos imaginar que sea Él el que nos induzca a pecar; ni puede librarnos del mal, porque eso depende solo de nosotros.

Es imposible abarcar todo el padrenuestro en una homilía. Cuentan de Sta. Teresa, que al ponerse a rezar el padrenuestro, era incapaz de pasar de la primera palabra. En cuanto decía “Padre” caía en éxtasis... ¡Qué maravilla! Efectivamente, esa palabra es la clave para adentrarnos en lo que Jesús vivió de Dios. Comentar esa sola palabra nos podía llevar varias horas de meditación. De todas formas, vamos a repasarlo todo brevemente, el de Lc.

Padre. En el AT se llama innumerables veces a Dios padre, sin embargo, el “Abba” es la piedra angular de todo el evangelio. En los evangelios se pone una sola vez en labios de Jesús, pero lo hace con tal rotundidad, que se ha convertido en clave de su mensaje. Es la fuente inagotable de sus vivencias. El llamar a Dios Papá supone sentirse niño pequeño, que ni siquiera sabe lo que debe pedir. Esta actitud es muy distinta de la nuestra, que nos comportamos como personas mayores, que podemos decir a Dios lo que nos debe dar en cada momento. La aparente oración debe convertirse en confianza absoluta en aquel que sabe mejor que yo mismo lo que necesito y está siempre dándomelo.

Dios es Padre en el sentido de origen y fundamento de nuestro ser, no en el sentido de dependencia biológica. Queremos decir mucho más de lo que esas palabras significan, pero no tenemos el concepto adecuado; por eso tenemos que intentar ir más allá de las palabras. Procedemos de Él sin perder nunca esa dependencia, que no limita mis posibilidades de ser, sino que las fundamenta absolutamente. El padre natural, da en un momento determinado la vida biológica. Dios nos está dando constantemente todo lo que somos y tenemos.

Hay que eliminar de Dios la idea del padre dominador y represor, que ha veces le hemos atribuido y que nos ha llevado a proyectar sobre Él los complejos que con frecuencia sufrimos con relación al padre natural. No podemos proyectar sobre Dios la idea negativa de padre que aplicamos al padre biológico. Por eso decimos hoy que Dios es también Madre. No se trata de un superficial progresismo. Se trata de superar la literalidad de las palabras y de tomar conciencia de que Dios es más de lo que podemos decir y pensar de Él. Uniendo el concepto de padre y el de madre, superamos la dificultad de dejar cojo el concepto de Dios, pero además nos obligamos a ampliar el abanico de los atributos que le podemos aplicar.

No hay padre ni madre si no hay hijo; y no puede haber hijo si no hay padre y madre. Para la cultura semita, Padre era, sobre todo, el modelo a imitar por el hijo. Este es el verdadero sentido que da Jesús a su advocación de Dios como Padre. “Mi alimento es hacer la voluntad de mi Padre”. Cuando Jesús dice que no llaméis a nadie padre, quiere decir que el único modelo a imitar por el seguidor de Jesús, es únicamente el mismo Dios. Si todos somos hijos, todos somos hermanos y debemos comportarnos como tales. Ser hermano supone el sentimiento de pertenencia a una familia y de compartir todo lo que se tiene y lo que se es.

Santificado sea tu nombre. Ya sabéis que aquí “nombre” significa persona, ser. En el AT se manifiesta en numerosas ocasiones, que la tarea fundamental del buen judío era dar gloria a dios; pero esa gloria a dios sería el hacer obras dignas de ese Dios. Nada ni nadie puede añadir algo a Dios. Está siempre colmado su ser y no se puede añadir ni una gota más. Lo que quiere decir es que nosotros debemos descubrir esa presencia en nosotros y en los demás. Debemos vivir esa realidad y debemos darla a conocer a los demás tal como es a través de nuestra propia existencia. Santificamos su nombre cuando somos lo que tenemos que ser, respondiendo a las exigencias más profundas de nuestra naturaleza.

Venga tu reino. El Reino es la idea central del mensaje evangélico. Pero el mismo Jesús nos dijo que no tiene que venir de ninguna parte ni está aquí ni está allí, está dentro de vosotros.Nuestra tarea consiste en descubrirlo y manifestarlo en la vida con nuestras obras. Debemos contribuir a que ese proyecto de Dios, que es el Reino, se lleve a cabo en nuestro mundo de hoy. Todo lo que tiene que hacer Dios para que su Reino llegue, ya está hecho. Al expresar este deseo, nos comprometemos a luchar para que se haga patente.

Danos cada día nuestro pan de mañana.Encontramos aquí una clara alusión al maná, que había que recogerlo cada mañana. Dios no puede dejar de darnos todo lo que necesitamos para ser nosotros mismos. Sería ridículo un dios que se preocupara de dar solo al que le pide y se olvidara del que no le pide nada. No se trata solo del pan o del alimento en general, sino de todo lo que el ser humano necesita, tanto lo necesario material como lo espiritual. Jesús dijo: “Yo soy el pan de Vida”. Al pedir que nos dé el pan de mañana, estamos manifestando la confianza en un futuro que se puede adelantar.

Perdónanos, porque también nosotros perdonamos. En la biblia hay unas referencias a que Dios solo perdona cuando nosotros hemos perdonado. Sería ridículo (Abrahán en la primera lectura) que nosotros pudiéramos ser ejemplo de perdón para Dios. Más bien deberíamos aprender de Él a perdonar. Dios no perdona, en Él los verbos no se conjugan, porque no tiene tiempos ni modos. Dios es perdón.El descubrir que Dios me sigue amando sin merecerlo es la clave de toda relación con Él y con los demás.Si perdonamos es señal de que hemos descubierto y aceptado el perdón (amor) de Dios.

No nos dejes ceder en tentación. También esta formulación es complicada. Y también encontramos en el AT muchos pasajes en los que se pide a Dios que no lleve la tentación a los que rezan. Se creía efectivamente, que Dios podía empujar a un hombre a pecar. De ahí que tanto el griego como el latín apuntan a que “no nos induzca a pecar” el mismo Dios, lo cual no tiene para nosotros ni pies ni cabeza. Los intentos que se hacen al traducirlo no terminan de aclarar los conceptos. Pensar que Dios puede dejarnos caer o puede hacer que no caigamos es ridículo. La única manera de no caer es precisamente la oración, es decir, la toma de conciencia, (conocimiento) de lo que verdaderamente soy y lo que es Dios para mí.


Meditación-contemplación

Dios es Abba.
Como Padre, es fundamento de todo lo que yo soy.
De mi ser material y de mi ser espiritual.
Mi existencia depende totalmente de Él en todo momento.
...........................

Como Padre es el único modelo al que debo imitar.
Mi plenitud consiste en imitarle.
Cuando sea capaz de experimentar que yo y el Padre somos uno,
Habrá terminado mi camino de perfección.
.............................

Como padre de todos, todos participamos de lo que Él es.
Somos todos mucho más que hermanos.
Somos idénticos. Somos una sola cosa en Él.
Éste es el fundamento del amor que nos pide Jesús.
.........................

viernes, 22 de julio de 2016

Una Iglesia pobre para los pobres / Cardenal Walter Kasper

La voluntad reformista y renovadora del Papa Francisco va más allá de las habituales cuestiones intraeclesiales y ecuménicas. Ya durante su primer encuentro con la prensa puso de manifiesto toda la fuerza explosiva de su programa cuando explicó los motivos que le habían llevado a la elección del nombre “Francisco” y añadió: “¡Ah, cómo quisiera una Iglesia pobre y para los pobres!”. Según esto, el nombre “Francisco” simboliza el programa de una Iglesia pobre para los pobres. Esta visión la ha manifestado el papa reiteradamente. En el Evangelli gaudium (cf. EG 53-60, 197-291 y passim) vuelve a exponerla por extenso.


RyL.- Este programa ha concitado gran atención, pero también da pe a interrogantes críticos. La pregunta es: ¿puede una iglesia pobre ser al mismo tiempo una Iglesia para los pobres? ¿No necesita medios para poder ayudar a los pobres? Para ofrecer la deseada ayuda, ¿no precisa disponer de hospitales, escuelas, residencias de la tercera, etc.? ¿Y no necesita ella misma también medios mundanos para ejercer su ministerio? Sería ingenuo querer negar todo esto.

De ahí que la pregunta no sea si la Iglesia debe poseer o no bienes mundanos, sino cómo y, sobre todo, para qué emplea los bienes que le son confiados. ¿Los utiliza en beneficio de los pobres o primordialmente para su propio aseguramiento y al servicio de sus intereses? ¿Existe transparencia en lo relativo a la forma en que utiliza el dinero y los bienes?

Las decisiones al respecto, ¿se toman mediante procesos transparentes? Con la reforma de las finanzas vaticanas, Francisco ha predicado entretanto con el buen ejemplo, al que deben seguir otros muchos pasos tanto en Roma como en las Iglesias locales. Sin embargo, con ello no hemos tocado aún el problema fundamental.

La opción del papa Francisco por una Iglesia pobre está en último término fundada cristológicamente (cf EG 198 y 232). Jesús vino para anunciar el Evangelio a los pobres (cf Lc 4, 18). La primera bienaventuranza del Sermón de la montaña reza: “Dichosos los pobres de corazón, porque el reino de Dios les pertenece” (Mt 5,3; Lc 6,20). Con ello Jesús no desdeña la riqueza ni tampoco idealiza la pobreza.

La riqueza también puede ser entendida, en el sentido del Antiguo testamento, como bendición divina. Pero Jesús es consciente asimismo de los peligros de la riqueza. Esta puede alimentar una engañosa seguridad y asfixiar las semillas del reinado de Dios (cf Mt 13,22). Ser pobre de corazón (o a ojos de Dios, como dicen otras traducciones) significa no poner la esperanza en la riqueza terrena, sino solo en Dios. La pobreza voluntaria es, por eso, un signo profético del futuro señorío de Dios.

Jesús mismo vivió ejemplarmente este signo. En uno de los textos más antiguos del Nuevo Testamento, en el himno prepaulino incluido en la Carta a los Filipenses, se dice de Jesucristo: “No hizo alarde de ser igual a Dios…, sino que se vació de sí y tomó la condición de esclavo” (Fl 2,6). Pablo asumió este motivo: “Siendo rico, por vosotros se hizo pobre para enriqueceros con su pobreza” (2 Cor 8,9). De ahí que, en el seguimiento de Jesús, la Iglesia misma deba ser pobre para poder hacer ricos a otros.

En la protocomunidad de Jerusalén todos tenían todo en común (cf. Hch 2,44). “Los pobres” era una autocaracterización de aquella primitiva comunidad jerosolimitana (cf. Rom 15,26; Gal 2,10) Este modelo ha desempeñado sin cesar un papel importante en la historia de la Iglesia. El monacato veteroeclesial se inspiró en él, iniciando así un movimiento de pobreza que ha llegado hasta nuestros días.

En la edad media surgieron una y otra vez movimientos alternativos a una Iglesia poderosa y rica. El más famoso y más fecundo-incluso en nuestros días-fue el movimiento de pobreza fundado por Francisco de Asís.

También en el concilio Vaticano II desempeñó su papel el motivo de una Iglesia pobre. Ya Juan XXIII, en el discurso preparatorio del concilio pronunciado el 11 de septiembre de 1962, había hablado de una Iglesia de los pobres. En los documentos del concilio esta aspiración no llegó a convertirse en tema dominante; sin embargo, no está ausente de ellos. El texto fundamental se encuentra en la constitución sobre la Iglesia: “Pero como Cristo realizó la obra de la redención en pobreza y persecución, de igual modo la Iglesia está destinada a recorrer el mismo camino… Así también la Iglesia… no fue instituida para buscar la gloria terrena, sino para proclamar la humildad y la abnegación, también con su propio ejemplo… La Iglesia abraza con su amor a todos los afligidos por la debilidad humana; más aún, reconoce en los pobres y en lo que sufren la imagen de su fundador pobre y paciente, se esfuerza a remediar sus necesidades y procura servir en ellos a Cristo” (LG 8 & 3). Especialmente famosa en la afirmación de la constitución pastoral: la iglesia comparte “los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren” (GS 1)

En este espíritu, poco antes del final del concilio, el 16 de noviembre de 1965, cuarenta obispos, a los que posteriormente se unirían otros quinientos, sellaron en la catacumba romana de Santa Domitila el llamado Pacto de las Catacumbas: “Por una Iglesia servicial y pobre”. Se impusieron a sí mismos una serie de obligaciones relativas al estilo de vida, el empleo del título, el compromiso a favor de los pobres. Entre los primeros firmantes del pacto se contaron obispos como Hélder Camara, Aloísio Lorscheider y el alemán Julius Angerhausen, obispo auxiliar de Essen. Entre quienes se sumaron tras el concilio hay que mencionar al arzobispo de San Salvador, Óscar Romero, quien el 14 de marzo de 1989 fue asesinado a tiros mientras celebraba la eucaristía, por una soldadesca que cumplía órdenes, porque había abogado por los derechos de los campesinos desde el espíritu de la doctrina social católica. Algunos círculos romanos lo vigilaban recelosos. Francisco ha reactivado el proceso de beatificación, que llevaba largo tiempo bloqueado. La beatificación de este íntegro testigo de la verdad y la justicia sería un signo importante e imposible de ignorar.

Después de concilio, este tema fue retomado por la teología de la liberación. La segunda conferencia general del episcopado latinoamericano formuló en 1986 en Medellín (Colombia) la opción por los pobres; la tercera conferencia general- Puebla (México)- Habló en 1979 de la opción preferencial por los pobres, algo que fue reiterado, fundamentado cristológicamente y completado con la opción por los excluidos en la quinta conferencia general, celebrada en Aparecida (Brasil) en 2007. Como ya hemos dicho, el arquitecto del Documento de Aparecida fue, en su calidad de presidente del comité de redacción, el entonces presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, el cardenal Jorge Bergoglio. Así, difícilmente puede sorprender que dicho documento sea citado en numerosos pasajes de la Evangelii gaudium. La opción preferencial por los pobres no se ha quedado en una peculiaridad latinoamericana tanto Juan Pablo II como Benedicto XVI la han asumido en su propia predicación doctrinal. En su discurso inaugural en Aparecida, Benedicto XVI la fundamentó cristológicamente. Y en la alocución conclusiva de su vista a Alemania, que pronunció en Friburgo de Brisgovia el 25 de septiembre de 2011, con la palabra clave “desmundanización” (Entweltlichung) no se refería en el fondo sino a lo que hoy dice Francisco. A la sazón no se le entendió bien… o no se le quiso entender. Ahora, Francisco, no solo con sus palabras, sino también mediante su estilo de vida sencillo y austero, su forma de conducirse en público y sus gestos, deja claro de modo programático de qué se trata.

Con la opción preferencial por lo pobres y con la apuesta por una Iglesia pobre, el papa Francisco se encuadra una vez más en una larga tradición; puede decir con razón que la opción por lo pobres está atestiguando por toda la tradición (cf.EG 198). Retoma una aspiración del Vaticano II a menudo descuidada e inicia una nueva fase de recepción del concilio. Hasta la fecha, esta ha prestado atención sobre todo a la renovación interna y a la forma estructural y litúrgica; ahora la iglesia debe salir a las periferias de los propios territorios para adentrarse en los nuevos entornos socioculturales (cf.EG 20).

El programa que a tal fin formula Francisco suena a todo lo contrario de un Evangelio signado por una alegría barata y superficial. Con palabras duras denuncia la mundanidad espiritual sobre todo del clero, que confía en las posesiones, la influencia, los privilegios, la organización, la planificación, la seguridad doctrinal o disciplinaria, la conciencia autoritaria de élite o el estilo de vida socialmente esplendoroso. Para el papa, tal mundanidad espiritual es la peor tentación que puede amenazar a la Iglesia (cf.EG 93-97-207). Son tesis exigentes, provocadoras, tesis que duelen y suscitan protesta. Pero tampoco era inocuo el Evangelio que proclamó Jesús.

El resto concierne a todos. Concierne al estilo de vida del clero tanto alto como bajo, pero también al de los laicos que trabajan para la Iglesia. Concierne asimismo a los religiosos y religiosas. Es verdad que estos han hecho voto de pobreza en el sentido de la renuncia a poseer personalmente bienes mundanos propios, pero en general –no solo en Alemania- en modo alguno están institucionalmente menos asegurados que la mayoría de los cristianos laicos en lo que se refiere a la manutención diaria, la atención en caso de enfermedad o el sostenimiento en la vejez. A todos se les exige sencillez, simplicidad y modestia tanto en el estilo de vida como en la imagen institucional.

Estas interpelaciones al estilo de vida de la Iglesia, sus representantes y sus miembros pueden minimizarse como poco realistas o también percibirse como molestas, injustas o indecentes; en algunas personas brotan de hecho de un infatuado o incluso malévolo afán de escandalizar, con el que se busca atraer la atención de la opinión pública. A pesar de ello, como cristianos que invocamos el Evangelio debemos responder con sinceridad a quienes nos piden cuentas.

Tales interpelaciones a la Iglesia –a las dos grandes Iglesias de Alemania, la evangélica (luterano-calvinista) y la católica- no son nuevas. Ya dos grandes testigos ecuménicos del siglo pasado, Dietrich Bonhoeffer y Alfred Delp, previnieron con claridad la necesidad de dejar atrás una Iglesia rica y poderosa. Se les ha citado mucho, pero en esta cuestión se les ha escuchado poco. El Sínodo Conjunto de las Diócesis Alemanas (1971-1975) trató con energía de elevar de nuevo a conciencia el problema de la pobreza. Pero ya a la sazón Karl Rahner no pudo por menos de lamentar la incapacidad para la pobreza.

Con su programa de una Iglesia pobre para los pobres, el papa Francisco dirige una seria interpelación a la Iglesia. El reto concierne a la Iglesia como institución, a su imagen y a su forma de gestionar el dinero y los bienes. El resto se dirige sobre todo a las Iglesias pudientes en una sociedad de bienestar, como es la Iglesia de Alemania. Sin embargo, también en las iglesias pobres hay intentos de recuperar estructuras feudales ue entre nosotros están entretanto en gran medida superadas. La Iglesia no debería confiar en la influencia y el brillo político y social, ni solo en programas, planificaciones y organizaciones, sino en su irradiación espiritual.

El Papa Francisco está convencido de que únicamente podremos superar la acedia, la fuerza paralizante que tira de nosotros hacia abajo, y recuperar la mirada hacia lo alto y el impulso espiritual si, como Iglesia pobre para los pobres, recobramos la alegría y el impulso del Evangelio y ponemos nuestra esperanza en Dios y su providencia. Grandes santos como Don Juan Bosco y la Madre Teresa nos han enseñado cómo hacerlo. Este no es un programa liberal, sino un programa radical muy exigente de reforma y renovación en el sentido de la pobreza a ojos de Dios (o de corazón: cf. Mt 5,3) tanto como a ojos de los hombres. Francisco se halla persuadido de que justamente esta alegría podemos aprenderla de los pobres (cf.EG 198).

Del libro “El Papa Francisco” (Cap. 10) – Sal Terrae / Cantabria 2015.

Publicado en revista Reflexión y Liberación n° 108 / Marzo 2016.