MONS. GONZALO LOPEZ M.

MONS. GONZALO LOPEZ M.

domingo, 31 de marzo de 2013

ENCONTRARNOS CON EL RESUCITADO

José A. Pagola
 
Según el relato de Juan, María de Magdala es la primera que va al sepulcro, cuando todavía está oscuro, y descubre desconsolada que está vacío. Le falta Jesús. El Maestro que la había comprendido y curado. El Profeta al que había seguido fielmente hasta el final. ¿A quién seguirá ahora? Así se lamenta ante los discípulos: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto".

Estas palabras de María podrían expresar la experiencia que viven hoy no pocos cristianos: ¿Qué hemos hecho de Jesús resucitado? ¿Quién se lo ha llevado? ¿Dónde lo hemos puesto? El Señor en quien creemos, ¿es un Cristo lleno de vida o un Cristo cuyo recuerdo se va apagando poco a poco en los corazones?

Es un error que busquemos "pruebas" para creer con más firmeza. No basta acudir al magisterio de la Iglesia. Es inútil indagar en las exposiciones de los teólogos. Para encontrarnos con el Resucitado es necesario, ante todo, hacer un recorrido interior. Si no lo encontramos dentro de nosotros, no lo encontraremos en ninguna parte.

Juan describe, un poco más tarde, a María corriendo de una parte a otra para buscar alguna información. Y, cuando ve a Jesús, cegada por el dolor y las lágrimas, no logra reconocerlo. Piensa que es el encargado del huerto. Jesús solo le hace una pregunta: "Mujer, ¿por qué lloras? ¿a quién buscas?".

Tal vez hemos de preguntarnos también nosotros algo semejante. ¿Por qué nuestra fe es a veces tan triste? ¿Cuál es la causa última de esa falta de alegría entre nosotros? ¿Qué buscamos los cristianos de hoy? ¿Qué añoramos? ¿Andamos buscando a un Jesús al que necesitamos sentir lleno de vida en nuestras comunidades?

Según el relato, Jesús está hablando con María, pero ella no sabe que es Jesús. Es entonces cuando Jesús la llama por su nombre, con la misma ternura que ponía en su voz cuando caminaban por Galilea: "¡María!". Ella se vuelve rápida: "Rabbuní, Maestro".

María se encuentra con el Resucitado cuando se siente llamada personalmente por él. Es así. Jesús se nos muestra lleno de vida, cuando nos sentimos llamados por nuestro propio nombre, y escuchamos la invitación que nos hace a cada uno. Es entonces cuando nuestra fe crece.
No reavivaremos nuestra fe en Cristo resucitado alimentándola solo desde fuera. No nos encontraremos con él, si no buscamos el contacto vivo con su persona. Probablemente, es el amor a Jesús conocido por los evangelios y buscado personalmente en el fondo de nuestro corazón, el que mejor puede conducirnos al encuentro con el Resucitado.

sábado, 30 de marzo de 2013

ANTE EL CRUCIFICADO

Lucas, 22,14_23,56
   "Nadie me quita la vida, sino que yo la entrego libremente"
José A. Pagola

Ante el Crucificado Peregrinación arriesgada
No te bajes de la Cruz
 
Detenido por las fuerzas de seguridad del Templo, Jesús no tiene ya duda alguna: el Padre no ha escuchado sus deseos de  seguir viviendo; sus discípulos huyen buscando su propia seguridad. Está solo. Sus proyectos se desvanecen. Le espera la ejecución. El silencio de Jesús durante sus últimas horas es sobrecogedor. Sin embargo, los evangelistas han recogido algunas  palabras suyas en la cruz. Son muy breves, pero a las primeras generaciones cristianas les ayudaban a recordar con amor y agradecimiento a Jesús crucificado.

Lucas ha recogido las que dice mientras está siendo crucificado. Entre estremecimientos y gritos de dolor, logra pronunciar unas palabras que descubren lo que hay en su corazón: "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen". Así  es Jesús. Ha pedido a los suyos "amar a sus enemigos" y "rogar por sus perseguidores". Ahora es él mismo quien muere  perdonando. Convierte su crucifixión en perdón.
Esta petición al Padre por los que lo están crucificando es, ante todo, un gesto sublime de compasión y de confianza en el perdón insondable de Dios. Esta es la gran herencia de Jesús a la Humanidad: No desconfiéis nunca de Dios. Su misericordia no tiene fin.
 
Marcos recoge un grito dramático del crucificado: "¡Dios mío. Dios mío! ¿por qué me has andonado?". Estas palabras pronunciadas en medio de la soledad y el abandono más total, son de una sinceridad abrumadora. Jesús siente que su Padre querido lo está abandonando. ¿Por qué? Jesús se queja de su silencio. ¿Dónde está? ¿Por qué se calla?

Este grito de Jesús, identificado con todas las víctimas de la historia, pidiendo a Dios alguna explicación a tanta injusticia, abandono y sufrimiento, queda en labios del crucificado reclamando una respuesta de Dios más allá de la muerte: Dios nuestro, ¿por qué nos abandonas? ¿No vas a responder nunca a los gritos y quejidos de los inocentes?

Lucas recoge una última palabra de Jesús. A pesar de su angustia mortal, Jesús mantiene hasta el final su confianza en el Padre. Sus palabras son ahora casi un susurro: "Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu". Nada ni nadie lo ha podido separar de él. El Padre ha estado animando con su espíritu toda su vida. Terminada su misión, Jesús lo deja todo en sus manos. El Padre romperá su silencio y lo resucitará.

Esta semana santa, vamos a celebrar en nuestras comunidades cristianas la Pasión y la Muerte del Señor. También podremos meditar en silencio ante Jesús crucificado ahondando en las palabras que él mismo pronunció durante su agonía.

"Nadie me quita la vida, sino que yo la entrego libremente"

NO TE BAJES DE LA CRUZ

Según el relato evangélico, los que pasaban ante Jesús crucificado se burlaban de él y, riéndose de su sufrimiento, le hacían dos sugerencias sarcásticas: Si eres Hijo de Dios, «sálvate a ti mismo» y «bájate de la cruz».

Ésa es exactamente nuestra reacción ante el sufrimiento: salvarnos a nosotros mismos, pensar sólo en nuestro bienestar y, por consiguiente, evitar la cruz, pasarnos la vida sorteando todo lo que nos puede hacer sufrir. ¿Será Dios así? ¿Alguien que sólo piensa en sí mismo y en su felicidad?

Jesús no responde a la provocación de los que se burlan de él. No pronuncia palabra alguna. No es el momento de dar explicaciones. Su respuesta es el silencio. Un silencio que es respeto a quienes lo desprecian, comprensión de su ceguera y, sobre todo, compasión y amor.

Jesús sólo rompe su silencio para dirigirse a Dios con un grito desgarrador: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» No le pide que lo salve bajándolo de la cruz. Sólo que no se oculte, ni lo abandone en este momento de muerte y sufrimiento extremo. Y Dios, su Padre, permanece, en silencio.

Sólo escuchando hasta el fondo ese silencio de Dios, descubrimos algo de su misterio. Dios no es un ser poderoso y triunfante, tranquilo y feliz, ajeno al sufrimiento humano, sino un Dios callado, impotente y humillado, que sufre con nosotros el dolor, la oscuridad y hasta la misma muerte.

Por eso, al contemplar al crucificado, nuestra reacción no es de burla o desprecio, sino de oración confiada y agradecida: «No te bajes de la cruz. No nos dejes solos en nuestra aflicción. ¿Para qué nos serviría un Dios que no conociera nuestra cruz? ¿Quién nos podría entender?

¿En quién podrían esperar los torturados de tantas cárceles secretas? ¿Dónde podrían poner su esperanza tantas mujeres humilladas y violentadas sin defensa alguna? ¿A qué se agarrarían los enfermos crónicos y los moribundos? ¿Quién podría ofrecer consuelo a las víctimas de tantas guerras, terrorismos, hambres y miserias? No. No te bajes de la cruz pues si no te sentimos «crucificado» junto a nosotros, nos veremos más «perdidos».

Es difícil imaginar algo más escandaloso que un «Dios crucificado». Y tampoco algo más atractivo y esperanzador. No sé si podría creer en un Dios que fuera sólo poder. Creo que los humanos sólo podemos confiar en un Dios débil, que sufre con nosotros y por nosotros, y sólo así despierta en nosotros la esperanza.

Estos días he podido ver con qué arrogancia actúan los poderosos y con qué facilidad se destruye a los débiles; quiénes son los satisfechos y quiénes los desgraciados; dónde están los que deciden y organizan todo, y dónde mueren las víctimas que lo padecen todo.

¿A qué me podría yo agarrar si Dios fuera simplemente un ser poderoso y satisfecho, que decide y organiza el mundo a su antojo, muy parecido a los poderosos de la tierra, sólo que más fuerte que ellos? ¿Quién me podría dar una esperanza si no supiera que Dios está sufriendo con las víctimas y en las víctimas? ¿Quién me podría consolar si no supiera que un «Dios crucificado» es lo más opuesto a estos «dioses» que sólo saben crucificar?

Ese Dios crucificado me ayuda a ver la realidad desde los crucificados. Desde estos hombres y mujeres abatidos sin miramiento alguno, se ve mejor cómo está el mundo y qué le falta para ser humano. El mal tiende a disfrazarse, pero allí donde alguien es crucificado, todo se esclarece. Sabemos dónde está Dios y dónde están los que se le oponen.

Los crucificados no me dejan creer en esas grandes palabras como «progreso», «democracia» o «libertad», cuando sirven para matar inocentes. Siempre se ha matado en nombre de algún «dios». El poder tiende a sacralizarse a sí mismo, se presenta como intocable e indiscutible, se legitima en los votos o en las grandes causas. Da lo mismo. Cuando aterroriza y destruye a inocentes, queda desenmascarado. Ese poder nada tiene que ver con el verdadero Dios.

Esta Semana Santa, al besar la Cruz, quiero besar a todos los crucificados, pedirles perdón y ver en ellos a ese Dios crucificado que me llama a recordarlos y defenderlos siempre.

viernes, 29 de marzo de 2013

Despedida inolvidable

José A. Pagola
 
 
También Jesús sabe que sus horas están contadas. Sin embargo no piensa en ocultarse o huir. Lo que hace es organizar una cena especial de despedida con sus amigos y amigas más cercanos. Es un momento grave y delicado para él y para sus discípulos: lo quiere vivir en toda su hondura. Es una decisión pensada.

Consciente de la inminencia de su muerte, necesita compartir con los suyos su confianza total en el Padre incluso en esta hora. Los quiere preparar para un golpe tan duro; su ejecución no les tiene que hundir en la tristeza o la desesperación. Tienen que compartir juntos los interrogantes que se despiertan en todos ellos: ¿qué va a ser del reino de Dios sin Jesús? ¿Qué deben hacer sus seguidores? ¿Dónde van a alimentar en adelante su esperanza en la venida del reino de Dios?

Al parecer, no se trata de una cena pascual. Es cierto que algunas fuentes indican que Jesús quiso celebrar con sus discípulos la cena de Pascua o séder, en la que los judíos conmemoran la liberación de la esclavitud egipcia. Sin embargo, al describir el banquete, no se hace una sola alusión a la liturgia de la Pascua, nada se dice del cordero pascual ni de las hierbas amargas que se comen esa noche, no se recuerda ritualmente la salida de Egipto, tal como estaba prescrito.

Por otra parte es impensable que esa misma noche en la que todas las familias estaban celebrando la cena más importante del calendario judío, los sumos sacerdotes y sus ayudantes lo dejaran todo para ocuparse de la detención de Jesús y organizar una reunión nocturna con el fin de ir concretando las acusaciones más graves contra él. Parece más verosímil la información de otra fuente que sitúa la cena de Jesús antes de la fiesta de Pascua, pues nos dice que Jesús es ejecutado el 14 de nisán, la víspera de Pascua. Así pues, no parece posible establecer con seguridad el carácter pascual de la última cena. Probablemente, Jesús peregrinó hasta Jerusalén para celebrar la Pascua con sus discípulos, pero no pudo llevar a cabo su deseo, pues fue detenido y ajusticiado antes de que llegara esa noche. Sin embargo sí le dio tiempo para celebrar una cena de despedida.

En cualquier caso, no es una comida ordinaria, sino una cena solemne, la última de tantas otras que habían celebrado por las aldeas de Galilea. Bebieron vino, como se hacía en las grandes ocasiones; cenaron recostados para tener una sobremesa tranquila, no sentados, como lo hacían cada día.

Probablemente no es una cena de Pascua, pero en el ambiente se respira ya la excitación de las fiestas pascuales. Los peregrinos hacen sus últimos preparativos: adquieren pan ázimo y compran su cordero pascual. Todos buscan un lugar en los albergues o en los patios y terrazas de las casas. También el grupo de Jesús busca un lugar tranquilo. Esa noche Jesús no se retira a Betania como los días anteriores. Se queda en Jerusalén. Su despedida ha de celebrarse en la ciudad santa. Los relatos dicen que celebró la cena con los Doce, pero no hemos de excluir la presencia de otros discípulos y discípulas que han venido con él en peregrinación. Sería muy extraño que, en contra de su costumbre de compartir su mesa con toda clase de gentes, incluso pecadores, Jesús adoptara de pronto una actitud tan selectiva y restringida.


¿Podemos saber qué se vivió realmente en esa cena?

Jesús vivía las comidas y cenas que hacía en Galilea como símbolo y anticipación del banquete final en el reino de Dios. Todos conocen esas comidas animadas por la fe de Jesús en el reino definitivo del Padre.

Es uno de sus rasgos característicos mientras recorre las aldeas. También esta noche, aquella cena le hace pensar en el banquete final del reino. Dos sentimientos embargan a Jesús. Primero, la certeza de su muerte inminente; no lo puede evitar: aquella es la última copa que va a compartir con los suyos; todos lo saben: no hay que hacerse ilusiones. Al mismo tiempo, su confianza inquebrantable en el reino de Dios, al que ha dedicado su vida entera. Habla con claridad: «Os aseguro: ya no beberé más del fruto de la vid hasta el día en que lo beba, nuevo, en el reino de Dios». La muerte está próxima. Jerusalén no quiere responder a su llamada. Su actividad como profeta y portador del reino de Dios va a ser violentamente truncada, pero su ejecución no va a impedir la llegada del reino de Dios que ha estado anunciando a todos. Jesús mantiene inalterable su fe en esa intervención salvadora de Dios. Está seguro de la validez de su mensaje. Su muerte no ha de destruir la esperanza de nadie. Dios no se echará atrás. Un día Jesús se sentará a la mesa para celebrar, con una copa en sus manos, el banquete eterno de Dios con sus hijos e hijas. Beberán un vino «nuevo» y compartirán juntos la fiesta final del Padre. La cena de esta noche es un símbolo.

Movido por esta convicción, Jesús se dispone a animar la cena contagiando a sus discípulos su esperanza.

Comienza la comida siguiendo la costumbre judía: se pone en pie, toma en sus manos pan y pronuncia, en nombre de todos, una bendición a Dios, a la que todos responden diciendo «amén». Luego rompe el pan y va distribuyendo un trozo a cada uno. Todos conocen aquel gesto. Probablemente se lo han visto hacer a Jesús en más de una ocasión. Saben lo que significa aquel rito del que preside la mesa: al obsequiarles con este trozo de pan, Jesús les hace llegar la bendición de Dios. ¡Cómo les impresionaba cuando se lo daba a los pecadores, recaudadores y prostitutas! Al recibir aquel pan, todos se sentían unidos entre sí y con Dios. Pero aquella noche, Jesús añade unas palabras que le dan un contenido nuevo e insólito a su gesto. Mientras les distribuye el pan les va diciendo estas palabras: «Esto es mi cuerpo. Yo soy este pan. Vedme en estos trozos entregándome hasta el final, para haceros llegar la bendición del reino de Dios».

¿Qué sintieron aquellos hombres y mujeres cuando escucharon por vez primera estas palabras de Jesús?

Les sorprende mucho más lo que hace al acabar la cena. Todos conocen el rito que se acostumbra. Hacia el final de la comida, el que presidía la mesa, permaneciendo sentado, cogía en su mano derecha una copa de vino, la mantenía a un palmo de altura sobre la mesa y pronunciaba sobre ella una oración de acción de gracias por la comida, a la que todos respondían «amén». A continuación bebía de su copa, lo cual servía de señal a los demás para que cada uno bebiera de la suya. Sin embargo, aquella noche Jesús cambia el rito e invita a sus discípulos y discípulas a que todos beban de una única copa: ¡la suya! Todos comparten esa «copa de salvación» bendecida por Jesús. En esa copa que se va pasando y ofreciendo a todos, Jesús ve algo «nuevo» y peculiar que quiere explicar: «Esta copa es la nueva Alianza en mi sangre. Mi muerte abrirá un futuro nuevo para vosotros y para todos». Jesús no piensa solo en sus discípulos más cercanos.

En este momento decisivo y crucial, el horizonte de su mirada se hace universal: la nueva Alianza, el reino definitivo de Dios será para muchos, «para todos» .

Con estos gestos proféticos de la entrega del pan y del vino, compartidos por todos, Jesús convierte aquella cena de despedida en una gran acción sacramental, la más importante de su vida, la que mejor resume su servicio al reino de Dios, la que quiere dejar grabada para siempre en sus seguidores. Quiere que sigan vinculados a él y que alimenten en él su esperanza. Que lo recuerden siempre entregado a su servicio. Seguirá siendo «el que sirve», el que ha ofrecido su vida y su muerte por ellos, el servidor de todos. Así está ahora en medio de ellos en aquella cena y así quiere que lo recuerden siempre. El pan y la copa de vino les evocará antes que nada la fiesta final del reino de Dios; la entrega de ese pan a cada uno y la participación en la misma copa les traerá a la memoria la entrega total de Jesús. «Por vosotros»: estas palabras resumen bien lo que ha sido su vida al servicio de los pobres, los enfermos, los pecadores, los despreciados, las oprimidas, todos los necesitados... Estas palabras expresan lo que va a ser ahora su muerte: se ha «desvivido» por ofrecer a todos, en nombre de Dios, acogida, curación, esperanza y perdón.

Ahora entrega su vida hasta la muerte ofreciendo a todos la salvación del Padre.

Así fue la despedida de Jesús, que quedó grabada para siempre en las comunidades cristianas. Sus seguidores no quedarán huérfanos; la comunión con él no quedará rota por su muerte; se mantendrá hasta que un día beban todos juntos la copa de «vino nuevo» en el reino de Dios. No sentirán el vacío de su ausencia: repitiendo aquella cena podrán alimentarse de su recuerdo y su presencia. Él estará con los suyos sosteniendo su esperanza; ellos prolongarán y reproducirán su servicio al reino de Dios hasta el reencuentro final. De manera germinal, Jesús está diseñando en su despedida las líneas maestras de su movimiento de seguidores: una comunidad alimentada por él mismo y dedicada totalmente a abrir caminos al reino de Dios, en una actitud de servicio humilde y fraterno, con la esperanza puesta en el reencuentro de la fiesta final.

¿Hace además Jesús un nuevo signo invitando a sus discípulos al servicio fraterno? El evangelio de Juan dice que, en un momento determinado de la cena, se levantó de la mesa y «se puso a lavar los pies de los discípulos». Según el relato, lo hizo para dar ejemplo a todos y hacerles saber que sus seguidores deberían vivir en actitud de servicio mutuo: «Lavándoos los pies unos a otros». La escena es probablemente una creación del evangelista, pero recoge de manera admirable el pensamiento de Jesús. El gesto es insólito.

En una sociedad donde está tan perfectamente determinado el rol de las personas y los grupos, es impensable que el comensal de una comida festiva, y menos aún el que preside la mesa, se ponga a realizar esta tarea humilde reservada a siervos y esclavos. Según el relato, Jesús deja su puesto y, como un esclavo, comienza a lavar los pies a los discípulos. Difícilmente se puede trazar una imagen más expresiva de lo que ha sido su vida, y de lo que quiere dejar grabado para siempre en sus seguidores. Lo ha repetido muchas veces: «El que quiera ser grande entre vosotros, será vuestro servidor; y el que quiera ser el primero entre vosotros, será esclavo de todos». Jesús lo expresa ahora plásticamente en esta escena: limpiando los pies a sus discípulos está actuando como siervo y esclavo de todos; dentro de unas horas morirá crucificado, un castigo reservado sobre todo a esclavos.

jueves, 28 de marzo de 2013

La Semana Santa y los pobres

Gustavo Gutiérrez

Lima, Perú (EVARED) - "¿Tú eres rey?", pregunta Pilato a Jesús en un texto del evangelio de Juan que volveremos a leer esta Semana Santa. Jesús no lo niega, pero precisa: "Mi reino no es de este mundo". Pilato, astuto, no se engaña, le dice: "¿Entonces tú eres rey?". Una cuestión que es, más bien, un aserto. Jesús asiente: "Yo soy rey". Esa afirmación le costará la vida. Sus acusadores aprovecharán para gritar que ello va contra la autoridad del emperador romano, por esa razón, y no sin intención burlona, pondrán la inscripción INRI en la cruz.

Pero ¿qué ha querido decir Jesús al sostener que su reino 'no es de este mundo'? ¿Se trataría de un reino ahistórico, alojado exclusivamente en un más allá de nuestro tiempo? Según el testimonio de los evangelios, el reino está presente desde ahora entre nosotros, en ruta a su plenitud, incluso nos enseñó a pedir "que tu reino venga". Jesús dice a Pilato que es rey, pero de un reino muy distinto al que el gobernador representa. No es mundano, no usa el poder para dominar y defender privilegios, sino para servir. Servir, ante todo, a los últimos de la sociedad, a los olvidados. Sin duda, se requiere de medios eficaces para transformar situaciones en las que no se respeta la dignidad humana y los derechos humanos de los más débiles; eso sí constituye un poder, pero, desde las enseñanzas del evangelio, deber ser siempre un poder generoso y humilde de servicio. No como el de "los grandes de este mundo" que "tratan despóticamente" y "abusan de su poder". "Que no sea así entre ustedes", les dice Jesús a sus discípulos (Marcos 10,42). Una advertencia hoy para todos, incluida la propia Iglesia.

Hacer memoria de la muerte y resurrección de Jesús debe ser una ocasión para respirar a pleno pulmón y experimentar el don de la vida que celebramos en estos días. No nos dejemos ganar por el escepticismo frente a la necesidad de cambios personales y a la posibilidad de construir una sociedad justa y humana, en la que todos tengan un lugar digno y justo. Aprender a estar alertas frente a todo tipo de maltrato y discriminación, y ser conscientes de la parte de responsabilidad que nuestra dejadez y repliegue culpable sobre nosotros mismos pueden tener en esos hechos, son condiciones indispensables para un cambio. Al renovar nuestra esperanza en el misterio pascual que celebraremos muy pronto, renovemos igualmente la capacidad de estar atentos a todo lo que vulnere a los seres humanos, imágenes de Dios para un creyente, por quienes Jesús entregó su vida.

El papa Francisco acaba de decirnos que sueña con una "Iglesia pobre y para los pobres", para eso necesitamos, como lo ha dicho también, reconocer que el auténtico poder de la Iglesia consiste en servir a los pobres. ¿Estamos, como cristianos y como Iglesia, dispuestos a morir a nuestras propias ventajas y a ciertas consideraciones sociales por solidaridad con los más pobres, en los que encontramos a Jesucristo, muerto y resucitado por todos? Si no es así, aunque hayamos pasado por la Semana Santa, ella no habrá pasado por nosotros.
Gustavo Gutiérrez es Sacerdote, teólogo y padre de la Teología de la Liberación

Fuente: pucp.edu.pe

miércoles, 27 de marzo de 2013

El paso de Dios

Pedro Pierre
 
El calendario civil está marcado por una serie de fiestas y celebraciones religiosas. Desde varios años se añaden las celebraciones de rituales indígenas que captan cada vez más el interés de los ecuatorianos y los turistas. Para los cristianos, la Semana Santa que se está celebrando en estos días marca un hito en las devociones y las expresiones religiosas de todos los continentes. Se recuerda el paso de Dios en la persona de Jesús hace unos 2000 años, que hace de él uno de los grandes líderes religiosos de la historia de la humanidad.
 
La renuncia del papa, a su cargo, y la elección de un nuevo papa han tenido una amplia cobertura en todos los medios de comunicación. La personalidad del Papa Francisco llama positivamente la atención por su sencillez, su cercanía y sus gestos que hacen pensar en la posibilidad de una reforma de la institución eclesial.
 
Por ser latinoamericano, el Papa Francisco ya permite una proyección universal de las experiencias religiosas latinoamericanas. Es en América Latina donde los católicos son los más numerosos. Es en América Latina donde el protagonismo mundial de las cosmovisiones de los pueblos autóctonos es el más pujante para la conformación de una sociedad diferente. Es en América Latina donde el Concilio Vaticano II, celebrado hace 50 años en Roma, ha tenido el mayor recibimiento y ha fructificado en el crecimiento de la iglesia de los pobres mediante el florecimiento de decenas de miles de comunidades eclesiales de base nacidas en los sectores pobres tanto del campo como de la ciudad. Esta novedad ha dado nacimiento a una nueva expresión teológica dentro del Cristianismo con la Teología de la liberación: el pobre no es solo el destinatario de la fe, es sobre todo el protagonista de una nueva comprensión de Jesús, de la iglesia y de su misión.
 
 
El Papa Francisco, que ha tomado su nombre del ‘poverello’ de Asís, el gran reformador de la iglesia en el siglo 13, ya en sus primeras intervenciones ha hecho referencia a la importancia de los pobres tanto para la iglesia como para la sociedad. Las iglesias como las sociedades se evalúan según su grado de solidaridad con los pobres y sus opciones por asumir sus causas.
 
Todo esto conforma el nuevo paso de Dios en la historia de la humanidad. Jesús nos repite como a sus apóstoles, inconscientes de lo trágico de los últimos días de su vida terrestre: “¡Queden despiertos para no caer en la tentación!”… Hoy la gran tentación es perder el rumbo de la fe y la fraternidad.

martes, 26 de marzo de 2013

LOS ARTISTAS COMENZARON A SALIRSE DEL CLOSET. ¿CUANDO SALDRÁN LOS CURAS Y RELIGIOSOS Y RELIGIOSAS?



MIGUEL MATOS S.J

Con ocasión del lanzamiento de esa nueva misión con la que le vamos a dar la batalla más seria a la delincuencia y a la inseguridad en nuestro país , proclamada el Viernes  22 de Abril en Maracay, se dio simultaneamente, lo que podríramos llamar: "la salida masiva del closet" de los artistas venezolanos.

Lo que dificulta esa operación, que consiste en expresar publicamente el propio pesamiento,cosa  tan elemental en la democracia más frágil que pudiéramos imaginar,  no es otra cosa que el terrible  miedo a las represiones que le sucederán. Represiones, venganzas económicas, incluso agresiones hasta físicas sin ignorar los desahogos histéricos del twiter.

Los "actorores" de estas inhumanas venganzas son los que justifican sus  patologías antichavistas, "por defender la libertad de expresión" , ja, ja. según ellos, tan "dramaticamente " vulneradas en nuestro país , como dicen los "n..      ......manitas blancas"

Menos mal que hace  ya tiempo que el pueblo sabe de qué lado está hoy la violencia histérica y compulsiva que no es otra parte que en esa derecha conservadora que no es capaz de digerir la "revolcada" que va a recibir el 14 de abril.

Lo que hicieron los artistas se va a ir repetir en muchos otros sectores de la sociedad venezolana en la que existen aún sectores mantenidos bajo pánico en el silencio.Vamos a poder gozar por fin de todos los espacios sin cotos cerrados, sin "ghetos" de agremiados cuyo silencio se "paga" con liberarlos de "suspensiones de contratos" o la avalancha de twiters con  lenguajes tan asquerosos que a uno le cuesta imaginar a la persona que escribe de esa manera.

Pero volviendo a nuestra  pregunta inicial, planteo con absoluta sinceridad : ¿hasta cuándo un sacerdote o religioso o religiosa va a mantenerse exhibiendo un temor, digno de mejores causas , a un Obispo, a un Provincial a un superior(a) todos ellos inexhorablemente circunstanciales , temporales y pasajeros, y llegar a hipotecar sus propias convicciones para evitar unas represiones que se harán cada vez menos frecuentes en la manera que estas "prepotencias" vayan verificando los "pies de barro" en los que están artificialmente apoyados ?

Ya han comenzado a "salir del closet" unos cuantos sacerdotes y religiosos(as) y laicos(as), que se van liberando de las "cadenas de Globovisión", de El Nacional", de Sic, del Impulso,etc, Ellos nos han aliviado de la soledad en la que hemos tenido que movernos unos cuantos en los tiempos iniciales del proceso.

Pero sabemos que hay muchos más y que "seguirán" tratando de ser fieles a la "libertad de los hijos de Dios"


lunes, 25 de marzo de 2013

‘EN TI EL HUÉRFANO ENCUENTRA COMPASIÓN’

En el XXXIII Aniversario del martirio de Monseñor Romero
Homilía del padre Jon Sobrino el 22 de marzo en la Capilla de la UCA
 
JON SOBRINO, S.J., director del Centro Monseñor Romero de la UCA, jsobrino@cmr.uca.edu.sv
 
SAN SALVADOR (EL SALVADOR).

ECLESALIA, 25/03/13.- “En ti el huérfano encuentra compasión”. Estas palabras del profeta Óseas dicen, mejor que ningún credo ni dogma, quién era Yahvé, Dios, para los pobres de Israel. Es la confesión verdadera de Dios. En esta eucaristía las aplicamos a nuestro querido hermano Oscar Romero.

Nuestro país es un país de pobres. Hombres y mujeres que no tienen mucho que dar de comer a sus hijos, que no tienen donde vivir cuando la lluvia de los temporales les destruye la casa, que van de puerta en puerta sin encontrar trabajo, y tiene que arriesgar paz, familia y vida en otros países. Estos hombres y mujeres en Monseñor encuentran compasión, consuelo y esperanza.

Nuestro país es un país de jóvenes, desaparecidos, secuestrados, asesinados día a día, y que no encuentran trabajo. Ha sido un país de mujeres que tenían que salir en guinda con sus tiernos en los brazos, y que sufrían cuando sus hijos se iban de la casa, a la organización o al monte. En Monseñor encontraban fuerza para vivir.

Y muchos otros miles en El Salvador, en Guatemala, en Haití, en Colombia han encontrado en Monseñor luz para caminar, generosidad para arriesgar, llanto para llorar, risa para reír.

Fue voz de los sin voz, defensor ex officio de los oprimidos, consuelo de los que lloran. Todavía hoy le llamamos “pastor, profeta y mártir nuestro”. Y con cariño hablamos de él como sólo hablamos de Dios .Y le decimos: “Monseñor, en ti el huérfano encuentra compasión”. En Monseñor muchos salvadoreños han encontrado al misterioso Dios que da fuerza para vivir.

Y en los salvadoreños Monseñor encontró a su pueblo. Lo vamos a decir en palabras suyas:

II

Mirando el sufrimiento de su pueblo en Egipto dijo Yahvé: “Siempre estaré con ustedes”. Viendo el sufrimiento de los salvadoreños dijo Monseñor: “No abandonaré a mi pueblo”. Y no fueron palabras vanas. Solía decir: “Con ustedes correré todos los riesgos”. Y al presidente del país que le ofrecía protección le contestó solemnemente: “Quiero decirle que, antes que mi seguridad personal yo quisiera seguridad y tranquilidad para 108 familias y desaparecidos. Un bienestar personal, una seguridad de mi vida no me interesa mientras mire en mi pueblo un sistema económico que tiende cada vez más a abrir esas diferencias sociales”.

De su dolor habló Monseñor en las homilías. “Hermanos, ya me duele mucho el alma de saber cómo se tortura a nuestra gente”. Y las homilías las preparaba así. “Le pido al señor durante toda la semana, mientras voy recogiendo el clamor del pueblo y el dolor de tanto crimen, la ignonimia de tanta violencia, que me dé la palabra oportuna para consolar, para denunciar, para llamar al arrepentimiento”.

Creaba, estrujaba el lenguaje, para que aflorase su dolor. “Esta semana se me horrorizó el corazón cuando vi a la esposa con sus nueve niñitos pequeños que venía a informarme. Según ella lo encontraron con señales de tortura y muerto. Ahí está esa esposa y esos niños desamparados”.

Arremetió contra los criminales, y más allá de la justicia legal y restaurativa conminó a hacerse cargo de la vida de esos nueve niños: “Yo creo que el que comete un crimen de esa categoría está obligado a la restitución. Es necesario que tantos hogares que han quedado desamparados como este reciban ayuda. El criminal que desampara un hogar tiene obligación en conciencia de ayudar a sostener ese hogar”.

Y la buena noticia de ese pueblo. En ese pueblo sufrido Monseñor Romero encontró luz, cariño y amor. “Siento que el pueblo es mi profeta”. “El obispo siempre tiene mucho que aprender de su pueblo”. “Entre ustedes y yo hacemos esta homilía”. “Con este pueblo no cuesta ser buen pastor”. Me glorío de estar en medio de este pueblo”.

Razón tenía el padre Ellacuría cuando dijo: “Con Monseñor Romero Dios pasó por El Salvador”.

III

Digámoslo ahora brevemente en el lenguaje que en 1979 usaron los obispos en Puebla. Puebla es conocida por la opción por los pobres. Pero habló sobre todo del Dios de los pobres y de los pobres de Dios.

Dios es el primero que ha hecho la opción por los pobres. La Iglesia no ha inventado nada nuevo -y Dios cumple mejor que la iglesia con esa opción. Y en esa opción de Dios hay dos cosas fundamentales que ojalá las tengamos siempre presentes, y ojalá las reproduzcamos nosotros aunque sea en pequeño.

La primera es la gratuidad. “Por el mero hecho de ser pobres, independientemente de su condición personal y moral, Dios los defiende y los ama” (1143). El amor de Dios a los pobres es absoluto, sin condiciones. Como decíamos antes “en Dios el huérfano encuentra compasión”. Dios no reacciona a la bondad de los pobres ni a sus méritos. Dios reacciona a su pobreza. Eso es lo que mueve el corazón.

La segunda es salir en defensa del pobre, y quiero insistir en este punto. Dios no solo ama y ayuda al pobre, sino que antes lo defiende -lo cual no suele ser tenido en cuenta. Y es importante ver la lógica profunda en esa actuación de Dios. Lo que hace que el pobre sea pobre –muy fundamentalmente en nuestro mundo- es que tiene enemigos, adversarios. Optar por el pobre es entonces enfrentarse con quienes les hacen pobres, y es, por ello, entrar en conflicto con sus opresores. Optar por el pobre es, no solo pero sí muy principalmente, luchar contra los victimarios para que dejen de producir víctimas.

No hay opción por los pobres sin decisión a defenderlos. Y por lo tanto, sin una decisión a introducirse en el conflicto histórico. Esto no suele ser muy tenido en cuenta. Ni siquiera teóricamente. Tampoco en Aparecida. Pero, digámoslo una vez más: no hay opción por los pobres sin arriesgar.

IV

Este año el aniversario de Monseñor Romero coincide con la elección de un nuevo papa, Francisco. Para terminar quiero decir brevemente dos cosas:

La primera es mi deseo de que en él los pobres encuentren siempre compasión. Que el papa nos ayude a nosotros a ser compasivos con los pobres. Y que nosotros ayudemos al papa a ser compasivo con ellos.

La segunda es presentarle algunos deseos. Menciono cuatro que me parecen importantes, y que espero sean de su agrado:

1. Que proclame que la Iglesia es Iglesia de los pobres, y que escuche con alegría el aplauso de Juan XXIII, quien descansa en paz en una tumba cercana a su aposento papal.

2. Que de una vez por todas enaltezca a la mujer y resuelva valientemente el problema de la mujer en la iglesia. Y que con las mujeres dentro la Iglesia sea mejor partera de humanidad.

3. Que no abandone la modesta cruz que lleva al pecho. Y que comience a dar pasos para dejar de ser jefe de Estado. Y así, que haga de la iglesia un pueblo que camina, con tanteos, hacia Dios.

4. Que canonice sin necesidad de repetir fórmulas y sin quedar aprisionado en normas, a todos los mártires y a todas las mártires de la justicia en el seguimiento de Jesús. Y si busca un nombre para que todos ellos y ellas tengan nombre, desde aquí le ofrecemos muy humildemente el nombre de Monseñor Romero y el nombre de los mártires de El Mozote. Y que él añada muchos otros nombres de hombres y mujeres -y de pueblos crucificados- que han dado su vida por amor como Jesús crucificado y como el siervo sufriente de Yahvé. Con todos ellos y con todas ellas Dios ha pasado por este mundo.

Que Monseñor Romero le ayude al papa Francisco. Y que nos ayude a todos nosotros a parecernos a Jesús de Nazaret. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

domingo, 24 de marzo de 2013

San Romero de América, Pastor y Mártir nuestro


El ángel del Señor anunció en la víspera...

El corazón de El Salvador marcaba
24 de marzo y de agonía.
Tú ofrecías el Pan,
el Cuerpo Vivo
-el triturado cuerpo de tu Pueblo;
Su derramada Sangre victoriosa
-¡la sangre campesina de tu Pueblo en masacre
que ha de teñir en vinos de alegría la aurora conjurada!

El ángel del Señor anunció en la víspera,
y el Verbo se hizo muerte, otra vez, en tu muerte;
como se hace muerte, cada día, en la carne desnuda de tu Pueblo.

¡Y se hizo vida nueva
en nuestra vieja Iglesia!

Estamos otra vez en pie de testimonio,
¡San Romero de América, pastor y mártir nuestro!
Romero de la paz casi imposible en esta tierra en guerra.
Romero en flor morada de la esperanza incólume de todo el Continente.
Romero de la Pascua latinoamericana.
Pobre pastor glorioso, asesinado a sueldo, a dólar, a divisa.

Como Jesús, por orden del Imperio.
¡Pobre pastor glorioso,
abandonado
por tus propios hermanos de báculo y de Mesa...!
(Las curias no podían entenderte:
ninguna sinagoga bien montada puede entender a Cristo).

Tu pobrería sí te acompañaba,
en desespero fiel,
pasto y rebaño, a un tiempo, de tu misión profética.
El Pueblo te hizo santo.
La hora de tu Pueblo te consagró en el kairós.
Los pobres te enseñaron a leer el Evangelio.

Como un hermano herido por tanta muerte hermana,
tú sabías llorar, solo, en el Huerto.
Sabías tener miedo, como un hombre en combate.
¡Pero sabías dar a tu palabra, libre, su timbre de campana!

Y supiste beber el doble cáliz del Altar y del Pueblo,
con una sola mano consagrada al servicio.
América Latina ya te ha puesto en su gloria de Bernini
en la espuma-aureola de sus mares,
en el retablo antiguo de los Andes alertos,
en el dosel airado de todas sus florestas,
en la canción de todos sus caminos,
en el calvario nuevo de todas sus prisiones,
de todas sus trincheras,
de todos sus altares...
¡En el ara segura del corazón insomne de sus hijos!

San Romero de América, pastor y mártir nuestro:
¡nadie hará callar tu última homilía!

Pedro Casaldáliga

sábado, 23 de marzo de 2013

La “silenciosa oposición” al Papa Bergoglio

"Esperemos que le dejen trabajar, y que no acabe como el pobre Juan Pablo I"
 
 
 
La Curia y los movimientos conservadores temen que Francisco "entierre" la involución postconciliar
 
(Jesús Bastante).- Apenas lleva una semana como Papa, y parece que la historia hubiera pegado un vuelco. ¿Es Francisco el Pontífice que necesitaba la Iglesia? Más aún, ¿es la que necesita la sociedad globalizada del siglo XXI? En un mundo cada vez más pequeño, donde cualquier noticia llega de inmediato al lugar más recóndito del globo, los primeros gestos y decisiones de Bergoglio han generado una ola de optimismo y apoyo sin precedentes en los últimos pontífices. Y, paralelamente, si bien en silencio, o bajo el amparo del anonimato, comienzan a surgir las críticas a la "humildad" del nuevo Papa, a quien acusan de querer "enterrar" la involución postconciliar auspiciada por los dos anteriores Pontífices.
 
El llamado de Francisco a una mayor austeridad, su sueño de que ésta sea una "Iglesia de los pobres y para los pobres", la ausencia de oropeles en su vestimenta y gestos como el de pedir la bendición del pueblo o quedarse a la puerta de la parroquia de Santa Ana para despedir a sus fieles son gestos, sin duda, revolucionarios. Y también indicativos de que ciertas cosas están cambiando. Para disgusto de algunos. ¿De quiénes?
 
En primer lugar, de la Curia. Jorge Mario Bergoglio no es el Papa que hubieran elegido desde la estructura. Scola o Scherer eran los hombres destinados a una "reforma tranquila", que no tocara lo esencial y mantuviera el misterio en torno a la figura papal y al papel de los organismos vaticanos. Dar carpetazo al Vatileaks y aceptar pequeños cambios pero sin tocar lo esencial: el poder en manos de unos pocos. Sin embargo, Francisco ha sido claro. "El verdadero poder está en el servicio", afirmó, en la línea de las últimas palabras de Benedicto XVI, con quien almorzará mañana y que quiso, en sus últimos días, denunciar los tejemanejes de una estructura que no puso o no supo hacer entrar en vereda.
 
En segundo término, los nuevos movimientos. Se vio en la misa de inicio de Pontificado de Bergoglio, por otro lado muy numerosa. Allí cabían todos en la Iglesia. No sólo los kikos, Comunión y Liberación, Legionarios de Cristo y demás, cuyas pancartas, por cierto, prácticamente desaparecieron de la otrora conquistada plaza de San Pedro. Los "apóstoles de la nueva evangelización", a quienes Juan Pablo II había conferido en exclusiva la capacidad de considerarse Iglesia, han de reubicarse y buscar su sitio en una institución en la que parece que, por fin, pueden caber todos. Las congregaciones religiosas, auténticas vapuleadas durante los últimos treinta años, vuelven a respirar, y se sienten con la libertad y la confianza para continuar llevando a cabo su labor, en algunos casos milenaria. También los fieles "de a pie", que consideran al nuevo Papa mucho más cercano, en sus gestos y actitudes, que los pontífices anteriores.
 
En tercer lugar, los apologetas. Muchos representantes de la "caverna" eclesial, mediática, social y política, se encuentran ante la tesitura de la obediencia ciega a la figura papal, y la sensación de que el nuevo pontífice puede "traicionar" unos principios irrenunciables. Si ya fueron muchos los que, más o menos abiertamente, criticaron la renuncia de Benedicto XVI por "haberse bajado de la cruz", temen que la apertura que sugiere Bergoglio "acabe por romper la Iglesia". Y es que los últimos cismas en la Iglesia católica casi siempre se han dado del lado de los ortodoxos, en momentos de papados reformistas. Los "progresistas", simplemente, se convierten en indiferentes, no hacia el hecho religioso ni hacia la fe, sino al funcionamiento de las estructuras.
 
En cuarto lugar, muchos obispos, sobre todo en los países de la "vieja Europa", especialmente España, a los que el nombramiento les ha pillado "con el paso cambiado" y que, de momento, han optado por esperar para ver si Francisco frena en los pasos que está dando, o pasa el tiempo y la Curia consigue "atar" algunos de sus movimientos. En todo caso, esta estructura está dispuesta a "morir matando".
 
El prestigioso vaticanista Marco Politi (Il Fatto Quotidiano), también ha alertado de las resistencias internas al "papa de los pobres" que provienen de parte de sectores tradicionalistas y conservadores de la curia romana ya comenzaron.
 
Para Politi, es justamente la determinación mostrada por Francisco la que ha generado estas reacciones subterráneas internas a la estructura eclesiástica. "Exigir una Iglesia pobre a eclesiásticos irreprochables significa poner en contradicción estilos de vida y comportamientos que involucran a miles de jerarcas grandes y pequeños", escribió.
 
Esta exigencia supone además, en palabras del vaticanista, "poner en duda palacios, autos, servidumbre, consumismo, afán de éxito, que proliferan en el mundo eclesiástico como en cualquier organismo social, conviviendo junto con existencias totalmente desinteresadas, comprometidas con la misión".
 
Para Politi, poner la pobreza en el primer lugar de la agenda "no sólo equivale a vivir en dos habitaciones como hacía el Bergoglio arzobispo de Buenos Aires, sino que comporta también la imposibilidad de la jerarquía eclesiástica a negarse a la transparencia". Además, podría significar hacer público el propio patrimonio inmobiliario, estimado por el diario económico Il Sole 24 Ore en 1000 millones de euros sólo en Italia; publicar, como hacen en Alemania, los balances de las diócesis italianas, normalmente contrarias a eso; reformar drásticamente el IOR (Instituto para las Obras de Religión, el banco vaticano), últimamente acusado de haber lavado dinero en operaciones poco transparentes. El IOR podría ser directamente abolido y reemplazado por un banco ético, en regla con las normas internacionales.
 
La resistencia al primer papa que se llama Francisco comienza a notarse también entre algunas de las plumas de renombre de Italia. Así, Giuliano Ferrara, director del diario Il Foglio, considerado un "ateo devoto", de joven comunista y ahora liberal de derecha, directamente le escribió una carta abierta a Francisco, titulada "Padre, tengo miedo de la ternura", jugando con la homilía que pronunció en la misa de asunción de pontificado, en la que llamó a no tener miedo de la ternura y la bondad.
 
"Estoy entre aquellos pocos que le tienen miedo a la ternura y entre esos poquísimos que consideran parte de la misericordia divina también el juicio y el ejercicio de la autoridad", escribió Ferrara, paladín de la lucha contra el aborto, que en Italia es legal dentro de los 90 días de embarazo.
 
"Para mí sería instintivo decirle que decir «buen almuerzo» no es una teología y que el perdón, la paciencia, la amistad de Dios por el hombre son parte de un proyecto de la creación [...] iluminado por ingobernables libertades que hay que disciplinar severamente", escribió.
 
Ferrara, que recuerda que Bergoglio dijo una vez que "abortar es matar a quien no puede defenderse", reclamó escuchar de su boca esas mismas palabras, en una actitud de "linearidad, claridad y verdad".
 
"Esperemos que le dejen trabajar, y que no acabe como el pobre Juan Pablo I", es el deseo que se escucha en muchos ámbitos eclesiales, tanto en Roma como en Madrid. Unas palabras que denotan cierta intranquilidad ante las reservas que el "tsunami Bergoglio" ha suscitado en los sectores más ultraconservadores. El tiempo dará o quitará razones.

viernes, 22 de marzo de 2013

PAPA FRANCISCO: ESPERANZA Y DUDAS




Pablo Richard

El Papa Francisco, desde un principio y con énfasis, se identificó como Obispo de Roma.

 El obispo de Roma debe asegurar la comunión de todas las Iglesias. Por esta razón es el primero entre los servidores de la unidad. Corresponde al sucesor de Pedro recordar las exigencias del bien común de la Iglesia (n° 94).
El obispo de Roma pertenece a su ´colegio´ y ellos son sus hermanos en el ministerio” (n° 95).  Encíclica “Ut Unum Sint”: donde se define que significa ser “Obispo de Roma” (los subrayados son míos).

La identificación del  Papa Francisco como obispo de Roma rompe con la figura  de un Papa universal y poderoso, en el mundo y en toda la Iglesia. Toda la cristiandad depende de su persona. Este fue el modelo de los Papas anteriores.  Siempre surgió la crítica que era imposible que 1.250 millones de católicos dependieran de una sola persona, normalmente anciana. También se negaba la importancia de las Iglesias locales, pues todo era decidido finalmente por Roma. Esta imagen fue difundida en forma desmedida por los medios de comunicación. Un Papa así estructurado responde mas bien a un  emperador romano, como Constantino o Teodosio, que a la persona de Pedro el pescador de Galilea.  También es un escándalo presentar al Papa como “Jefe de Estado”, en concreto como autoridad suprema del Estado Vaticano. Los Nuncios aparecen como embajadores del Estado Vaticano, como cualquier otro embajador. Muchas veces apoyando a gobiernos totalitarios y corruptos. En Paraguay el Nuncio Apostólico fue el primero en saludar al responsable del golpe de Estado (antes del embajador norteamericano). Muchos manifestaron que si el Nuncio era embajador de un Estado, era legítimo la “desobediencia civil”.

Los “perdedores” en el cónclave.
 
La sola elección del Papa Francisco ya significa en sí misma  una derrota  de toda la maldad acumulada en la curia vaticana. En primer lugar el Cardenal Sodano, símbolo de las intrigas  y de  la lucha por el poder dentro de la Iglesia Vaticana. Fue Nuncio Apostólico en Chile, muy cercano y colaborador del dictador Augusto Pinochet (Chile 1973-1990). Denigrante ha sido  la corrupción económica y ética dentro de la curia romana. Todos esperamos que el Papa Francisco haga una reforma de todas las estructuras contrarias al Evangelio de Jesús. Aquí se jugará la credibilidad del nuevo Papa. Si el Papa fue elegido y los otros derrotados es justamente porque  todos y todas esperamos eso: una reforma de la Iglesia.

Muchos signos anuncian que este Papa será un “conservador moderado”. Aquellos que lo conocen afirman, sin embargo,  que tendrá una actitud abierta al ecumenismo, a la participación de los laicos y laicas en la Iglesia y una actitud liberadora en los temas sociales y culturales. No será agresivo con la Teología de la Liberación  y con el compromiso de los curas, religiosas, laicas y laicos con  el mundo de los más pobres.  Esperamos que su utopía sea una “Iglesia de los Pobres”. La utopía es lo que todavía no tiene lugar, pero si nos indica hacia donde debemos ir.


Un interrogante, muy discutido ahora, es el compromiso de Bergoglio con los Derechos Humanos en tiempo de la Dictadura de Videla (entre 1976 y 1981), siendo él Provincial de los Jesuitas  (1973-1979). Un caso concreto fue el secuestro de dos jesuitas: el Padre Orlando Yorio  y Francisco  Jalics, que trabajaban en “villas miserias”. Desaparecieron 5 meses, en condición de tortura permanente. Ya liberados, Orlando muere de muerte natural  en  el año 2000 y Francisco puede  salir a Alemania. Hay otras quejas de las “Madres de Plaza de Mayo”.

Lo que fue realmente escandaloso fue la colaboración abierta con la dictadura militar  del nuncio Apostólico Pio Laghi (1976-1980)  y del cardenal Raúl Primatesta. Estos si sabían de los centros de detención y de las torturas y no hicieron ninguna denuncia. Su tesis era que si caía la dictadura militar, vendría el comunismo, que sería mucho peor. Esta actitud presionó a toda la Iglesia Católica, con gloriosas excepciones. En este contexto la actitud de Jorge Mario Bergoglio no fue la de un “colaborador”.  Hay que mencionar la defensa que han hecho de él  el Obispo Hesaine, el premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel y la militante de los DDHH, señora  Fernández Mijibe.  El padre Jalics en Alemania ha declarado que “está en paz con su obispo”. En todo caso, tratándose de Derechos Humanos, lo correcto será la verdad, el perdón y en algunos casos hacer  justicia.

Quisiera  transcribir dos citas: una de Leonardo Boff (familia franciscana del Brasil) y otra de Jon Sobrino (teólogo jesuita del El Salvador)

Estas citas dicen lo que yo siento y pienso, por eso quiero hablar con sus palabras.

Leonardo Boff: “¿Por qué Francisco?
 
Porque San Francisco  comenzó su conversión al oír al Crucifijo de la capilla de San Damián que le decía: "Francisco, ve y restaura mi casa, mira que está en ruinas" (San Buenaventura,  Leyenda Mayor II, 1).  

¿Por qué el cardenal Jorge Mario Bergoglio ha elegido el nombre  de Francisco? Creo que ha sido porque se dio cuenta  que la Iglesia está en  ruinas por la desmoralización debida a los diversos escándalos que han afectado  a lo más precioso que ella tenía: la moral y la credibilidad.  

Francisco no es un nombre, es un proyecto de una Iglesia, pobre, sencilla, evangélica y desprovista de todo poder.” 

Jon Sobrino: (selección de textos de un entrevista realizada el 16 de Marzo 2013)

“Bergoglio no  fue un Romero, célebre por su defensa de los derechos humanos y asesinado en el ejercicio de su ministerio pastoral. No tengo conocimientos suficientes, y lo digo con temor a equivocarme: Bergoglio no ofrecía la imagen de Monseñor Angelelli, obispo argentino asesinado por los militares en 1976. Muy posiblemente sí ocurría en su corazón, pero no solía aflorar en público el recuerdo vivo de Leónidas Proaño, Monseñor Juan Gerardi, Sergio Méndez…”

“Bergoglio, desde 1998, como arzobispo de Buenos Aires, acompañó de diferentes maneras a sectores maltratados de la gran ciudad, y con hechos concretos. Un testigo ocular cuenta que en la misa del primer aniversario de la tragedia de Cromagnon -incendio ocurrido durante un concierto de rock que costó la vida a 200 jóvenes-, Bergoglio se hizo presente y con fuerza exigió justicia para las víctimas. Denunció los males que trituran la carne del pueblo, y les puso nombre concreto: la trata de personas, el trabajo esclavo, la prostitución, el narcotráfico, y muchos otros. Para algunos, quizás la mayor virtud y la mayor fuerza para llevar adelante su actual ministerio papal es que Bergoglio sea un hombre abierto al diálogo con los marginados y desde el dolor. Acompañó con decisión procesos eclesiales en los márgenes de la Iglesia católica, y los procesos que ocurren al borde de la legalidad. Dos ejemplos emblemáticos son la vicaría de curas villeros de los barrios marginales y su apoyo a los curas que deambulaban sin un ministerio digno”. 

“Por lo que muchos dicen, Bergoglio tiene sensibilidad hacia los pobres. Ojala tenga lucidez para hacer real la Iglesia de los pobres, y que ésta deje de ser Iglesia de abundancia, de burgueses y ricos. No le faltarán enemigos, como no faltaron después de Medellín a muchos jerarcas que sí pusieron a los pobres en el centro de la Iglesia. Los enemigos estaban dentro de curias eclesiásticas, y muy poderosamente en el mundo del dinero y el poder. Estos asesinaron a miles de cristianos y cristianas.”

Ojala el Papa Francisco no se asuste de una Iglesia perseguida y mártir, como las de Monseñor Romero y Monseñor Gerardi. Y los canonice o no, ojala proclame que los mártires, concretándolos también como los mártires por la justicia, es lo mejor que tenemos en la Iglesia. Es lo que la hacen parecida a Jesús de Nazaret. Para ello no es esencial que canonice a Monseñor Romero, aunque sería un buen signo. Y si el Papa cae en alguna debilidad humana, sea ésta estar orgulloso de su patria latinoamericana, sufriente y esperanzada, mártir y siempre en trance de resurrección. Y estar orgulloso de toda una generación de obispos: Leónidas Proaño, Helder Camara, Aloysius Lorscheider, Samuel Ruiz… No llegaron a Papas, la mayoría de ellos tampoco a Cardenales. Pero de ellos vivimos.

Nuestra utopía es afrontar la conocida constelación de problemas al interior de la organización de la Iglesia que esperan solución. Por ejemplo, la muy urgente reforma de la Curia romana. También es necesario que los miembros de la Curia sean preferentemente laicos. Asimismo, es importante que Roma deje a las iglesias locales la elección de sus pastores. Que desaparezcan del entorno papal todos los símbolos de poder y de dignidad mundana, y ciertamente que el sucesor de Pedro deje de ser jefe de Estado, porque eso avergonzaría a Jesús. Hace falta que toda la Iglesia sienta como ofensa a Dios la actual separación de las iglesias cristianas. Hay que pedir al Papa que Roma solucione la situación de los católicos que fallaron en su primer matrimonio y han encontrado estabilidad en una segunda unión. Y, por supuesto, que repiense el celibato ministerial”.

“Tengo otras tres cuestiones. Por un lado, que de una vez por todas arreglemos la situación insostenible de la mujer en la Iglesia. También que dejemos de minusvalorar, a veces menospreciar, al mundo indígena, a los mapuches de América del Sur y a todos los que el Papa irá conociendo en sus viajes por África, Asia y América Latina. Y por supuesto que aprendamos a amar a la madre tierra“.

(extractos de una entrevista realizada  a Jon Sobrino  el 16 de Marzo del 2013 ).
Fin

Pablo Richard, Departamento Ecuménico de Investigaciones DEI
San José, Costa Rica, 21 de Marzo 2013
ssee@correo.co.cr