Padre Pedro Pierre
He leído en el periódico el dato de que 93% de las familias ecuatorianas están endeudadas. No es signo de buena salud para la mayoría de estas familias: no podemos vivir por encima de nuestros medios. Basta recordar el colapso de la economía española que botó a la calle millones de personas que se habían endeudado y que perdieron sus casas por estar endeudadas con los bancos. Se puede entender que en algún momento estemos obligados a endeudarnos: a mi parecer debería ser a corto plazo. Lo vemos para los que se endeudan para tener casa propia. ¡Qué sueño mejor que tener casa propia! Se acepta a veces un endeudamiento casi de por vida… Se hipoteca el futuro que desconocemos, sin hablar de las limitaciones impuestas al presente que van a ser permanentes.
¿Por dónde encontrar caminos que alivien y mejoren esta situación? Escuchaba estos días a un pastor de una emisora radial evangélica dar unos consejos a las familias para educar a sus hijos con relación al dinero. En nuestro país no hay una cultura del ahorro: se vive pensando casi solamente en el ahora, hay pocos proyectos de vida a largo plazo, se gasta casi al momento todo lo que se tiene. Con tres verbos aconsejaba el pastor a sus oyentes. Estos son: comprar, guardar y dar. Invitaba a utilizar el dinero de forma igual según estas tres orientaciones: una tercera parte para cada una de ellas.
Primero comprar. El dinero debe servir para cubrir nuestras necesidades y satisfacer nuestros mejores deseos. La cuestión es discernir cuándo los deseos son verdaderas necesidades. ¿No nos dejamos muchas veces engañar por la vanidad y la superficialidad? ¡Gastamos sin pensar en cuántas cosas innecesarias, inútiles y dañinas! La propaganda está allí para hacernos creer que necesitamos un montón de cosas que presentan como indispensables -son las grandes mentiras de la televisión- y nos dejamos engañar muchas veces demasiado fácilmente. Vayamos entonces pensándolo: vivir de manera sencilla para gastar solo lo que necesitamos de verdad.
Segunda orientación: saber guardar una tercera parte del dinero. ¿Nos parece mucho? Hagamos la experiencia. Hagámonos unas preguntas: ¿Hacemos una programación de nuestros gastos? ¿Hacemos la contabilidad de lo que compramos? ¿Nos dejamos llevar por el deseo del momento o la tentación de la propaganda y la moda? Si no hacemos un control y una evaluación de nuestros gastos, pronto nos dejaremos ganar por el gastar sin consideración e innecesariamente. Aprendamos a guardar una tercera parte de nuestro dinero.
Última orientación: saber dar y dar generosamente. Es cierto que ya hay entre nosotros una tradición del compartir y es muy a nuestro honor. Con el tiempo y los problemas apremiantes nos hacemos individualistas y acaparadores: ¡lo mío es mío… y lo de los demás también! El entorno consumista al exceso nos lleva a esto. Perdemos poco a poco la capacidad de compartir y de “hacernos amigos con este maldito dinero” -como decía Jesús-, nos encerramos en nuestro egoísmo y nos morimos de soledad. ¡Suerte y éxito para comprar, guardar y dar!