Eran otros tiempos. Tiempos de obispos sencillos, afables, servidores, a las órdenes de la Comunidad...
José
María Bardales, el cura asturiano que nunca cambió de chaqueta ni se
acomodó a las circunstancias, sigue luchando por la vuelta al “espíritu
del Concilio”. Y, desde la
mística de la resistencia activa, recupera, a través de un amigo, un
documento excepcional. Se trata del ‘pacto de las catacumbas’, firmado
el 16 de noviembre de 1965 por 40 padres conciliares, liderados por
Helder Camara, en las catacumbas romanas de santa Domitila.
Los
firmantes se comprometían a vivir en pobreza, a rechazar todos los
símbolos o privilegios de poder y a colocar a los pobres en el centro de
su ministerio pastoral. ¡Qué lejos estamos de aquel pacto!.
Extractos del ‘Pacto de las Catacumbas’
-”Procuraremos vivir según el modo ordinario de nuestra
población en lo que toca a casa, comida, medios de locomoción, y a todo
lo que de ahí se desprende. Renunciamos para siempre a la apariencia y
la realidad de la riqueza, especialmente en el vestir (ricas
vestimentas, colores llamativos) y en símbolos de metales preciosos”.
-Hace años que prima en la Iglesia la vuelta a los palacios
episcopales, a los anillos de oro, a los báculos ostentosos, a la buena
mesa, a los coches de alta gama y a las sedas y oropeles litúrgicos.
-”Rechazamos que verbalmente o por escrito nos llamen con
nombres y títulos que expresen grandeza y poder (eminencia, excelencia,
monseñor). Preferimos el nombre evangélico de padre”.
-Pero obispos, arzobispos y cardenales no se han apeado de la
parafernalia de las Eminencias reverendísimas, excelencias, monseñores…
-”Daremos todo lo que sea necesario de nuestro tiempo,
reflexión, corazón, medios, etc. al servicio apostólico y pastoral de
las personas y los grupos trabajadores y económicamente débiles y
subdesarrollados, sin que perjudique a otras personas de la diócesis”.
-Es la opción preferencial por los pobres que mcuhos eclesiásticos
han vuelto a colocar en el cajón de los olvidos, al tiempo que tachaban
esa exigencia evangélica de tendencia marxista de la Teología de la
Liberación.
-”Apoyaremos a los laicos, religiosos, diáconos o sacerdotes
que el Señor llama a evangelizar a los pobres y trabajadores,
compartiendo su vida y el trabajo”.
-La correponsabilidad de los laicos en la evangelización es una de
las ‘traiciones’ más evidentes de la jerarquía al ‘espíritu del
Concilio’. La Iglesia-pueblo de Dios ha vuelto a ser Iglesia-piramidal,
dominada exclusivamente por los clérigos. Los laicos ni están ni se les
espera. Y mucho menos, si son mujeres.
-”Conscientes de las exigencias de la justicia y de la
caridad, y de sus mutuas relaciones, procuraremos transformar las obras
de beneficencia en obras sociales basadas en la caridad y en la
justicia, que tengan en cuenta a todos, como un humilde servicio a los
organismos públicos competentes”.
-Gracias a instituciones como Cáritas o Manos Unidas, las
instituciones samaritanas de Iglesia han podido seguir haciendo caridad y
justicia, asistencia y promoción social. Pero con problemas y
sintiéndose permanentemente vigiladas por algunos prelados.
-”Haremos todo lo posible para que los responsables de
nuestro Gobierno y de nuestros servicios públicos decidan y pongan en
práctica las leyes, estructuras e instituciones sociales que son
necesarias para la justicia, la igualdad y el desarrollo armónico y
total de todo el hombre y de todos los hombres, y, así, para el
advenimiento de un orden social, nuevo, digno de hijos de hombres y de
hijos de Dios”.
-La denuncia profética está aparcada. Es muy raro (al menos en
España) que algún jerarca se atreva a levantar la voz y criticar al
Gobierno de turno. De hecho, mientras los Gobiernos recortan sin piedad
en gastos sociales, haciendo pagar la crisis a los que más la sufren y a
los que no la han provocado, el episcopado español calla, en un mutismo
casi absoluto, descorazonados y antievangélico. ¡No vaya a ser que les
hagan pagar el IBI!
-”Nos comprometemos a compartir nuestra vida, en caridad
pastoral, con nuestros hermanos en Cristo, sacerdotes, religiosos y
laicos, para que nuestro ministerio constituya un verdadero servicio.
Así, nos esforzaremos para “revisar nuestra vida” con ellos, buscaremos
colaboradores para poder ser más animadores según el Espíritu que jefes
según el mundo”.
-Hemos vuelto a los obispos-señores, a los del ordeno y mando, a los
que gobiernan a baculazo limpio. Los órganos de corresponsabilidad
eclesial no funcionan o son meramente consultivos, sin capacidad de
influencia o decisión alguna. Los consejos de pastoral y los consejos
presbiterales están desamortizados. Y ya se oyen voces que condenan la
simple existencia (incluso desactivada) de la Conferencia episcopal.
-”Cuando regresemos a nuestras diócesis, daremos a conocer
estas resoluciones a nuestros diocesanos pidiéndoles que nos ayuden con
su comprensión, su colaboración y sus oraciones”.
-Eran otros tiempos. Tiempos de obispos servidores, a las órdenes de
la comunidad. Afables, sencillos, cercanos, pastores más que dueños,
conscientes de ser más compañeros en el seguimiento que maestros. Porque ‘Padre y Maestro’ sólo hay uno, Cristo Jesús.