Padre Pedro Pierre
Los Juegos Olímpicos vuelven a poner el deporte en el primer plano de los medios de comunicación después de la copa del mundo de fútbol. Antes de estos acontecimientos salieron a la vista escándalos mayores al más alto nivel de la directiva de la Federación Internacional de Fútbol. Con los Juegos Olímpicos en Río de Janeiro, no ha dejado de haber manifestaciones en Brasil por los altos gastos que ocasionaron los trabajos de infraestructuras, frente a la reducción general de los gastos sociales.
Nos admiramos de los logros que se alcanzan en las distintas disciplinas, como también del sentido de equipo entre los jugadores. Pero lamentamos y denunciamos las enormes ganancias de los jugadores, de los organizadores y de los medios de comunicación. Lionel Messi es el ejemplo más patente. ¿Cuánto ganará al mes? ¿Un millón de dólares, dos millones? Y su traslado al equipo de Barcelona en España costó ¡más de 120 millones de dólares! Qué escándalo mayor frente a los millones de personas sin empleo fijo y a los salarios de miseria de otros tantos millones de empleadas y empleados que, en la mayoría de nuestros países, no alcanzan ni para cubrir la mitad de la canasta básica.
En una carta fraterna, el teólogo español José Ignacio González Faus escribe a Lionel Messi: “Quizá seas el mejor futbolista del mundo. Y quien te escribe ha sido un admirador del fútbol por su mezcla de habilidad, inteligencia, velocidad, decisión rápida, compañerismo… Tú ganas demasiado. Escandalosamente demasiado… Eso exige que te sientas obligado a mirar en qué contexto vives. La industria (financiera) ha ido desterrando la belleza que nace de la alegría”. Es más importante ser una buena persona que hacer buen futbol.
¿Qué modelos de personas nos proponen los medios de comunicación? Lastimosamente es un mensaje que pone el dinero como la única referencia. No es el valor de la persona que va primero, sino su quehacer; ni la responsabilidad personal, ni su solidaridad con un proyecto de sociedad más igualitaria. No es que Messi sea una mala persona; más bien parece buena gente. ¿Pero qué significa decir en el juicio del fisco español que firmó “sin saber lo que firmaba”? ¿Y el sentido de la señal de la cruz al entrar en la cancha o después de marcar algún gol, trastornando el signo de los crucificados de la Tierra? ¿No será tomar en vano el nombre de Dios?
¿Dónde están los deportistas y deportes alternativos que no se dejan corromper por el sistema vigente? ¿Cómo derribar y sustituir un sistema perverso tal como nos lo indica María, la madre de Jesús y madre nuestra? “Dio un golpe con todo su poder: deshizo a los soberbios y sus planes. Derribó a los poderosos de sus tronos y exaltó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías”. ¿Quiénes tienen que hacer realidad esta profecía de María, si no nosotros para manifestar a un dios amigo y defensor de los pobres? Que nuestra devoción mariana, tan generalizada en nuestras iglesias, nos anime a concretar una vida personal más responsable y una vida social más equitativa.