MONS. GONZALO LOPEZ M.

MONS. GONZALO LOPEZ M.

lunes, 26 de agosto de 2013

¿QUÉ ES EL SER CATÓLICO? ¿QUÉ ES SER CRISTIANO?

Taita Austin Bravo Muñoz, fue el compañero mas cercano de Monseñor Leonidas Proaño dentro del tiempo de su pastoreo, símbolo y palabra valida para toda la iglesia latinoamericana y universal de a pie.


¿QUÉ ES EL SER CATÓLICO? ¿QUÉ ES SER CRISTIANO?[1]
Pese a tener mis 81 años, no quiero meterme en cosas de mayores. Para hablar de la esencia de lo católico y do lo cristiano, están, por ejemplo: Karl Adam, con su libro "La esencia del Cristianismo"; Michael Schmaus, con su li­bro "Sobre la Esencia del Cristianismo"; William Hamilton, con su libio “La nue­va esencia del Cristianismo"; Hans Küng, con su libro "Ser Cristiano", que, para los críticos de alto vuelo, es la peripecia teológica más estruendosa de los últimos años. Yo no sé sacar ni siquiera la esencia del café molido. Acojo, pues, esas preguntas filosófico-teológicas como un desafío a mi propia fe y voy a de­cir una pocas palabras acerca de mi Dios, sabiendo que, en opinión de Ignacio González Faus, ''Hablar de Dios es un poco blasfemo o un poco idólatra".
 
Mi Dios es el Dios vivo y verdadero que, una vez por todas y para siempre, se nos mostró en Jesucristo como la verdadera divinidad de Dios, en la verdadera hu­manidad del hombre: la totalidad de Dios, sin totalitarismo alguno, para la totalidad del hombre, sin esclavismo alguno. Este Dios es el único Católico, univer­sal, para todos los hombres de todos los tiempos, sin distinción de sexo, religión, raza, condición social, cultura: "el Dios que todos llevamos, el Dios que lodos hacemos, el Dios que lodos buscamos y que nunca encontraremos”.[2]
 
Voy a decir mis palabras desde la IGLESIA DE RIOBAMBA, desde las pajizas chozas de los indios, que apenas saben de memoria las preguntas de la Car­tilla de la Doctrina Cristiana y todavía rezan el "Bendito" para saludar al patrón y, sobre todo, al párroco. Estamos atravesando un nuevo y definitivo umbral de la historia. "Hay que buscar comprender este momento histórico, a la luz de la Palabra, que es Cristo, en quien se manifestó el misterio de hombre"[3]. Mis pa­labras son un grito de dolor en medio de la noche y una plegaria de esperanza que saluda a la nueva aurora.
 
I. UNOS SIGNOS DE NUESTRO TIEMPO

1. La crisis de la Fe

"En nuestra generación, la fe cristiana se halla en una crisis más profunda que en cualquier época pasada. Si reflexionamos como hombres de nuestro si­glo y con las experiencias del mismo sobre las ideas aprendidas de niños, veremos que apenas si podemos aceptarlas"[4]. Esta crisis nos está invitando a la conversión: a ser una Iglesia viva para un Dios vivo. Es una señal de vida; só­lo los muertos no tienen crisis. A través de las humillaciones a que nos sometie­ron los maestros de la sospecha (Galileo, Darwin, Freud, Marx), los católicos es­tamos tratando de ser humildes y, por lo mismo, sinceros. Estamos persuadién­donos de que nos falla mucho para ser cristianos. Entre nosotros, ser católicos es todavía, ser anti protestantes; y, en represalia, ser protestantes es todavía, ser anticatólicos. Como Nación, fuimos consagrados oficialmente al Corazón de Je­sús, por Gabriel García Moreno, nuestro Constantino Magno, el 18 de octubre de I 873; y, así mismo, oficialmente, fuimos desconsagrados el 15 de octubre de 1900, por Eloy Alfaro, que implantó el laicismo, Y seguimos siendo católicos y apostólicos, oficialmente, canónicamente: cristianos de bautismo, de primera comunión, de procesión y romería, de misa en todo y para todo.

2. Nueva versión de la era constantiniana

El cristianismo se convirtió en religión; el jefe de Estado proclamó que él es la única religión verdadera; llegó a convertirse en la religión oficial del Estado cristiano y hasta del no cristiano. Así, la Esposa de Cristo vino a parar en una especie de "viuda ale­gre": se fue casando con todos los Constantinos y no Constantinos. Nos hici­mos la ilusión de que la revolución de Concilio Vaticano II pondría fin a “la bendita era constantiniana", como era el sueño dorado de Juan XXIII; y ahora nos estamos despertando con la pesadilla de que, desde la cúpula del Vaticano, el Opus Dei capitanea la marcha de una nueva versión de la era constantiniana.

La Iglesia está perdiendo credibilidad y sumiendo al mundo en una tristeza sin nombre. "Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, el que está sobre todo, a través de todo y en todos"[5]. El único Dios Católico, sí, mil veces sí; percibido con  una sola teología impuesta desde la Curia Romana y peor aún, un solo Catecismo para seguir catequizando a los catecúmenos: fomentando y manteniendo un infantilismo religioso.

3. Nuevos vientos de un nuevo Pentecostés

Durante siglos, el Espíritu Santo ha sido olvidado en la Iglesia Católica: se ha reducido a algo así como un Obispo Auxiliar de la jerarquía; ha sido casi suplantado por los llamados "tres Cristos vestidos de blanco": la Hostia blanca; María Inmaculada y el Papa. Pero, con Dios no se juega: soplan nuevos vientos de un nuevo Pentecostés.  Estamos asistiendo a la muerte de una Iglesia vieja y anquilosada. La Iglesia piramidal tiene que morir para que puedan nacer y crecer las nuevas comunidades cristianas: la Iglesia-comunidad de comunidades.[6]

Con Mons. Leonidas Proaño
en una de las inumerables Eucaristías con el pueblo indígena
 
II.     CRISTO NOS HA LIBERADO PARA EL ESTADO DE LIBERTAD[7]

1. Continuemos el camino de nuestros antecesores en la peregrinación de la Fe liberadora

Enrique Dussel, el gran historiador de la Iglesia Amerindia, enumera una pléyade de obispos, sacerdotes y laicos que, durante la Colonia, fueron testigos del Testigo fiel: llegaron a dar la vida en defensa de los Indios; vivieron, a su modo y en su tiempo, la teología de la misa entera: toda la vida, en toda la misa; y, toda la misa, en toda la vida. No fue solamente Bartolomé de Las Casas el que, para poder celebrar la misa, dejó en libertad a los indios que poseía como encomendero. Esa gloriosa pléyade salvó el honor de España y de la Iglesia Católica.[8] Esa "nube de testigos" reclama ahora "Otra Iglesia para otra España", como dice José M. González Ruiz, y nos recuerda estas lapidarías palabras de Bartolomé de Las Casas: "Felices los que creen en Cristo, por haberle visto; más felices los que creen en Cristo sin haberle visto; y más felices todavía los que creen en Cristo, a pesar de lo que han visto".

2. Escuchemos unas palabras de quienes tienen voz y voto en las asam­bleas teológicas de nuestros días

Hans Urs Von Balthasar, hablando acerca de la teología de la liberación, di­ce nada menos que esta teología puede decidir el futuro del cristianismo en to­dos los continentes.[9] Jon Sobrino, citando a Gustavo Gutiérrez, dice que la Iglesia, para ser fiel a Jesucristo, "debe descender a los infiernos de este mundo y comulgar con la miseria, la injusticia, las luchas y las esperanzas de los con­denados de la tierra, porque de ellos es el Reino de los cielos".[10]

3.    Reflexiones sobre el testimonio de un Padre de la Iglesia

José Comblin ha dado el título de Padre de la Iglesia a Monseñor Leonidas Proaño. Y realmente lo es, por lo menos de la Iglesia de Riobamba, esta realidad de fe, de amor y de esperanza que trascendió las fronteras del Ecuador. Obispo por la gracia de Dios y de la Santa Sede, Monseñor Proaño vivió crucificado entre dos deudas: la deuda interna para con Dios y la deuda externa para con la Santa Sede. Se dedicó a pagar la deuda interna. Se entregó durante 31 años a la edificación de su Iglesia Local: LA IGLESIA DE RIOBAMBA, comprometida con la liberación de los pobres, especialmente de los indios. Creyó en el hom­bre y en la comunidad. Creyó en el indio, porque creyó que, al encarnarse el Verbo de Dios, el Verbo de Dios se hizo indio. Fue su sueño que, del seno de la Iglesia Católica, llegue a nacer la Iglesia India con su propia cultura, su pro­pia religión, su propia teología, sus propios ministros. Hizo, así, una auténti­ca revolución cristiana: la Revolución del Poncho.

LA BUENA NUEVA DE LA REVOLUCIÓN DEL PONCHO[11]

4.    Redescubramos la fe de Jesús

Esto es más necesario que redescubrir ahora el "nuevo mundo". Durante siglos, los teólogos de oficio y beneficio han enseñado que Jesús no sólo no tu­vo fe, sino que no podía tenerla, porque vivía permanentemente en la visión beatífica. Hoy toda cristología digna de este nombre, dedica por lo menos un capítulo a una reflexión de fe acerca de la fe de Jesús. La fe de Jesús no es cerebral, no es sólo su actitud fundamental: es Jesús mismo: la cruz óntíco-existencial ra­dical que es El mismo, en su dimensión vertical y horizontal, sin verticalismo ni horizontalismo.

Se vivió a sí mismo como un estar viviendo de Dios, recibiéndose de Dios como limosna, por eso, vive en estado de oración contemplativa, en permanente búsqueda de la voluntad de Dios: sabe que no tiene pre programado su destino. Y, como viene de un Dios, que es Padre de todos y para todos, y vuelve a este Dios, que es su Dios; su dimensión vertical se horizontalizó hasta el extremo: su entrega total a todos los hombres de todos los tiempos, especialmente a los más impedidos de ser hombres por culpa de otros hombres. Es­tos impedidos somos nosotros: nosotros somos los brazos de la Cruz que es Je­sús mismo.

Por vivir la dimensión social y política de su fe, Jesús se dedicó a quitar el pecado del mundo, esto es, el orden económico, social, político y reli­gioso, establecido por los dueños del poder económico, social, político y religio­so. Por eso, se coaligaron los beneficiarios del pecado del mundo y le mataron, le colgaron de una cruz. El Testigo de la Fe, murió a causa de su fe: la fe de Dios que actúa inundando el mundo con su claridad. De esta fe de Jesús, nace nuestra fe y es la mayor gracia de Dios. Ser cristiano, entonces, es vivir haciéndose cristiano, es un proceso inacabable, un seguir a Jesús tratando de ser Jesús, totalmente Jesús, que es el católico a la medida de Dios. Es el primero en creer en el hombre y en la comunidad.[12]

5.    Redescubramos la teología de Jesús

La teología de Jesús nace de su fe, de su manera de vivir y difundir su fe. Esta teología no está escrita una vez por todas y para siempre. Los Evangelios son una aproximación a la teología existencial de Jesús: por eso, son un aba­nico de cristologías. La teología de Jesús ciento por ciento existencial: es una reflexión de fe sobre su existencia de fe. No habla de esencias, Jesús no defi­nía al estilo de la filosofía aristotélica, con el género próximo y la diferencia específica. Emplea parábolas. Es eminentemente poético: Jesús mismo es el poema de Dios. Por eso, la teología de Jesús llega al corazón de todos: cual más, cual menos, todos llevamos alojados en nuestro corazón al poeta y al teó­logo que sintonizan con Dios. Tenemos que despertar a ese teólogo y a ese poeta que parecen estar dormidos. Entonces entenderemos las parábolas de Jesús, nos aproximaremos a Jesús mismo, que es la Gran Parábola de Dios. No nos escandalizaremos, meditando, por ejemplo, en la parábola del buen samaritano, que es ciento por ciento anticlerical. Entonces comprenderemos el ca­pítulo 25 de San Mateo: nos convenceremos de que nuestra deuda interna pa­ra con Cristo tenernos que pagarla en la persona de los más necesitados. Arriesguémonos a hacer nuestra teología por lo menos para nuestro uso; haga­mos el credo que da sentido a nuestra vida. No será proclamado en la misa dominical, pero sí será rezado en nuestra familia, en nuestra Iglesia domésti­ca.[13]

6.    Liberemos a Nuestra Libertadora: La Virgen del Magníficat

El Magníficat es el himno de liberación que la Iglesia naciente puso en la boca de María. El Dios de María es el Dios que "hace proezas con sus brazos, dispersa a los soberbios de corazón; derriba del trono a los poderosos y exalta a los humildes, colma de bienes a los hambrientos y despide vacíos a los ricos".[14] Es un himno subversivo. En él "se vislumbra la experiencia personal de María, el éxtasis de su corazón"[15].

Nuestra libertadora es, definitivamente, la Virgen del Magníficat. Pero, por desgracia, está prisionera no sólo en la cárcel de los ricos, sino también en la cárcel de los pobres. Los ricos han explotado la devoción mariana para conservarse ricos, y los pobres han hecho de la devoción mariana, una fuente de tranqui­lidad y resignación en medio de su pobreza. Así, el capitalismo ha llegado a ser la religión del mercado, que campea en el mercado de las religiones. Así, la liberación se va tornando cada día más difícil. Tenemos que libertar a nuestra li­bertadora.

CONCLUSIÓN

Rahner dedicó 535 páginas para decirnos algo acerca de una "Introducción al concepto del Cristianismo"[16]. La esencia del cristianismo es Jesucristo, pero todo Jesucristo, el Cristo Total y totalizante, sin totalitarismo alguno. Dios nos di­jo en Cristo su Palabra; pero, para escucharla, hay que tener oído de poeta y co­razón de pobre. Es necesaria la gracia de la fe. Nos sobran misas y nos falta fe. "Ite: missa est": la misa se ha acabado, podéis iros..., decía el sacerdote; y el pueblo contestaba: gracias a Dios... Es que hay unas misas por las que agrade­cemos sólo cuando se acaban: sin Evangelio, sin pueblo; en todo y para todo, y, por lo mismo, para nada. Misas que son solamente misas: el sacerdote y su estipendio... Estas misas tienen que acabarse y se acabarán solamente cuando se acaben los curas que viven de esas misas y para esas misas...

La misa que no debe acabarse jamás es la misa de Cristo, Sumo y Eterno Sa­cerdote: el Sacramento de nuestra Fe; de la fe de Él y la fe de nosotros. La mi­sa entera: la de Él en Nosotros y de Nosotros en El: Toda la vida en toda la mi­sa y, toda la misa en toda la vida. Mientras exista el pecado del mundo, Noso­tros y Cristo debernos ser el Cordero de Dios que quila el pecado del mundo. Y, mientras no quitemos el pecado del mundo, no podremos ir en paz...

Hay una misa que quedó inconclusa: la misa de Monseñor Romero, asesi­nado después de la homilía. Todos nosotros, si somos realmente cristianos, te­nemos que continuar esa misa. Aquí, en nuestra América, oprimida y creyente, ésta es la manera de ser católicos, esto es, cristianos ciento por ciento.




[1] Este artículo fue enviado a España el 16 de agosto de 1995, a propósito del Concurso Iberoamericano de Ensayos, promovido por la Fundación Lily Alvarez. Obtuvo el Segundo Premio, MERITO PARES. Y fue publicado en la Revista El Ciervo de Barcelona..
[2] Antonio Machado.
[3]La Iglesia en el Mundo actual.
[4] José Ratzinger, Ser Cristiano, Salamanca 1967, p.14.
[5] Ef 4, 5
[6] Joseph Comblin, El Espíritu Santo y la Liberación, Ediciones Paulinas, Madrid 1987; Yves Congar, El   Espíritu Santo.
[7]   Gál 5. 1
[8]   Caminos de Liberación latinoamericana, Buenos Aires 1972, p.74, 76, 87, 92..
[9]   Puntos centrales de la Fe. Biblioteca de Autores Cristianos, p. XIII. I
[10] Resurrección de la verdadera Iglesia, Ed. Sal Terrae, Santander 1981, p. 101..
[11]  Leonidas Proaño, Creo en el Hombre y en la Comunidad, Tercera Edición; Ed. Desclee de Brouwer, Bilbao 1993; Luis Gavilanes del Castillo, Monseñor Proaño y su misión profético liberadora en América Latina, Tesis Doctoral, Madrid 1992.
[12] G. Olegario. Jesús de Nazareth, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1975. p. 43flss; Walter Kasper, Introducción a la fe. Ediciones Sígueme, Salamanca 1976, p. 53ss; Wolshart Panemberg, Fundamentos do Cristología, Ediciones Sígueme. Salamanca 1976; Hans Urs Von Balthasar, Ensayos Teológicos, Madrid 1965, p. 57-89.
[13] Karl Rahner.  Wilhelm Thüsmg, Crístología..., Ediciones Cristiandad; Madrid 1975.
[14] Lc. 51-53.
[15] Redemptoris Mater, Nº 36.
[16] Curso fundamental de la fe. Editorial Herclcr, íi.in clona 197