¿QUÉ
ES EL SER CATÓLICO? ¿QUÉ ES SER CRISTIANO?[1]
Pese
a tener mis 81 años, no quiero meterme en cosas de mayores. Para hablar de la
esencia de lo católico y do lo cristiano, están, por ejemplo: Karl
Adam, con su libro "La esencia del Cristianismo"; Michael Schmaus,
con su libro "Sobre la Esencia del Cristianismo"; William
Hamilton, con su libio “La nueva esencia del Cristianismo"; Hans Küng,
con su libro "Ser Cristiano", que, para los críticos de alto vuelo,
es la peripecia teológica más estruendosa de los últimos años. Yo no sé sacar
ni siquiera la esencia del café molido. Acojo, pues, esas preguntas
filosófico-teológicas como un desafío a mi propia fe y voy a decir una pocas
palabras acerca de mi Dios, sabiendo que, en opinión de Ignacio González Faus, ''Hablar
de Dios es un poco blasfemo o un poco idólatra".
Mi
Dios es el Dios vivo y verdadero que, una vez por todas y para siempre, se nos
mostró en Jesucristo como la verdadera divinidad de Dios, en la verdadera humanidad
del hombre: la totalidad de Dios, sin totalitarismo alguno, para la totalidad
del hombre, sin esclavismo alguno. Este Dios es el único Católico, universal,
para todos los hombres de todos los tiempos, sin distinción de sexo, religión,
raza, condición social, cultura: "el Dios que todos llevamos, el Dios
que lodos hacemos, el Dios que lodos buscamos y que nunca encontraremos”.[2]
Voy
a decir mis palabras desde la IGLESIA DE RIOBAMBA, desde las pajizas chozas de
los indios, que apenas saben de memoria las preguntas de la Cartilla de la
Doctrina Cristiana y todavía rezan el "Bendito" para saludar al
patrón y, sobre todo, al párroco. Estamos atravesando un nuevo y definitivo
umbral de la historia. "Hay que buscar comprender este momento histórico,
a la luz de la Palabra, que es Cristo, en quien se manifestó el misterio de
hombre"[3].
Mis palabras son un grito de dolor en medio de la noche y una plegaria de
esperanza que saluda a la nueva aurora.
I. UNOS SIGNOS DE NUESTRO TIEMPO
1. La crisis de la Fe
"En
nuestra generación, la fe cristiana se halla en una crisis más profunda que en
cualquier época pasada. Si reflexionamos como hombres de nuestro siglo y con
las experiencias del mismo sobre las ideas aprendidas de niños, veremos que
apenas si podemos aceptarlas"[4].
Esta crisis nos está invitando a la conversión: a ser una Iglesia viva para un
Dios vivo. Es una señal de vida; sólo los muertos no tienen crisis. A través
de las humillaciones a que nos sometieron los maestros de la sospecha
(Galileo, Darwin, Freud, Marx), los católicos estamos tratando de ser humildes
y, por lo mismo, sinceros. Estamos persuadiéndonos de que nos falla mucho para
ser cristianos. Entre nosotros, ser católicos es todavía, ser anti protestantes;
y, en represalia, ser protestantes es todavía, ser anticatólicos. Como Nación,
fuimos consagrados oficialmente al Corazón de Jesús, por Gabriel García
Moreno, nuestro Constantino Magno, el 18 de octubre de I 873; y, así mismo, oficialmente, fuimos
desconsagrados el 15 de octubre de 1900, por Eloy Alfaro, que implantó el
laicismo, Y seguimos siendo católicos y apostólicos, oficialmente,
canónicamente: cristianos de bautismo, de primera comunión, de procesión y romería,
de misa en todo y para todo.
2. Nueva versión de la era constantiniana
El cristianismo
se convirtió en religión; el jefe de Estado proclamó que él es la única
religión verdadera; llegó a convertirse en la religión oficial del Estado
cristiano y hasta del no cristiano. Así, la Esposa de Cristo vino a parar en
una especie de "viuda alegre": se fue casando con todos los
Constantinos y no Constantinos. Nos hicimos la ilusión de que la
revolución de Concilio Vaticano II pondría fin a “la bendita era
constantiniana", como era el sueño dorado de Juan XXIII;
y ahora nos estamos
despertando con la pesadilla de que, desde la cúpula del Vaticano, el Opus Dei
capitanea la marcha de una nueva versión de la era constantiniana.
La Iglesia está perdiendo
credibilidad y sumiendo al mundo en una tristeza sin nombre. "Un solo
Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, el que
está sobre todo, a través de todo y en todos"[5]. El único Dios Católico, sí, mil veces sí; percibido
con una sola teología impuesta desde la
Curia Romana y peor aún, un solo Catecismo para seguir catequizando a los
catecúmenos: fomentando y manteniendo un infantilismo religioso.
3. Nuevos vientos de un nuevo Pentecostés
Durante siglos, el Espíritu
Santo ha sido olvidado en la Iglesia Católica: se ha reducido a algo así como
un Obispo Auxiliar de la jerarquía; ha sido casi suplantado por los llamados
"tres Cristos vestidos de blanco": la Hostia blanca; María Inmaculada
y el Papa. Pero, con Dios no se juega: soplan nuevos vientos de un nuevo
Pentecostés. Estamos asistiendo a la
muerte de una Iglesia vieja y anquilosada. La Iglesia piramidal tiene que morir
para que puedan nacer y crecer las nuevas comunidades cristianas: la
Iglesia-comunidad de comunidades.[6]
Con Mons. Leonidas Proaño en una de las inumerables Eucaristías con el pueblo indígena |
1. Continuemos el camino de nuestros
antecesores en la peregrinación de
la Fe liberadora
Enrique Dussel, el gran
historiador de la Iglesia Amerindia, enumera una pléyade de obispos, sacerdotes
y laicos que, durante la Colonia, fueron testigos del Testigo fiel: llegaron a
dar la vida en defensa de los Indios; vivieron, a su modo y en su tiempo, la
teología de la misa entera: toda la vida, en toda la misa; y, toda la misa, en
toda la vida. No fue solamente Bartolomé de Las Casas el que, para poder
celebrar la misa, dejó en libertad a los indios que poseía como encomendero.
Esa gloriosa pléyade salvó el honor de España y de la Iglesia Católica.[8] Esa "nube de
testigos" reclama ahora "Otra Iglesia para otra España", como
dice José M. González Ruiz, y nos recuerda estas lapidarías palabras de Bartolomé
de Las Casas: "Felices los que creen en Cristo, por haberle visto; más
felices los que creen en Cristo sin haberle visto; y más felices todavía los
que creen en Cristo, a pesar de lo que han visto".
2. Escuchemos unas palabras de quienes tienen
voz y voto en las asambleas teológicas de nuestros días
Hans Urs Von Balthasar, hablando
acerca de la teología de la liberación, dice nada menos que esta teología
puede decidir el futuro del cristianismo en todos los continentes.[9] Jon Sobrino, citando a Gustavo
Gutiérrez, dice que la Iglesia, para ser fiel a Jesucristo, "debe
descender a los infiernos de este mundo y comulgar con la miseria, la
injusticia, las luchas y las esperanzas de los condenados de la tierra, porque
de ellos es el Reino de los cielos".[10]
3.
Reflexiones sobre el testimonio de un Padre de la Iglesia
José Comblin ha dado el título
de Padre de la Iglesia a Monseñor Leonidas
Proaño. Y realmente lo es, por lo menos de la Iglesia de Riobamba, esta
realidad de fe, de amor y de esperanza que trascendió las fronteras del
Ecuador. Obispo por la gracia de Dios y de la Santa Sede, Monseñor Proaño vivió
crucificado entre dos deudas: la deuda interna para con Dios y la deuda externa
para con la Santa Sede. Se dedicó a pagar la deuda interna. Se entregó durante
31 años a la edificación de su Iglesia Local: LA IGLESIA DE RIOBAMBA, comprometida con la
liberación de los pobres, especialmente de los indios. Creyó en el hombre y en
la comunidad. Creyó en el indio, porque creyó que, al encarnarse el Verbo de
Dios, el Verbo de Dios se hizo indio. Fue su sueño que, del seno de la Iglesia
Católica, llegue a nacer la Iglesia India con su propia cultura, su propia
religión, su propia teología, sus propios ministros. Hizo, así, una auténtica
revolución cristiana: la Revolución del Poncho.
4.
Redescubramos la fe de Jesús
Esto es más necesario que
redescubrir ahora el "nuevo mundo". Durante siglos, los teólogos de
oficio y beneficio han enseñado que Jesús no sólo no tuvo fe, sino que no
podía tenerla, porque vivía permanentemente en la visión beatífica. Hoy toda
cristología digna de este nombre, dedica por lo menos un capítulo a una
reflexión de fe acerca de la fe de Jesús. La fe de Jesús no es cerebral, no es
sólo su actitud fundamental: es Jesús mismo: la cruz óntíco-existencial radical
que es El mismo, en su dimensión vertical y horizontal, sin verticalismo ni
horizontalismo.
Se vivió a sí mismo como un
estar viviendo de Dios, recibiéndose de Dios como limosna, por eso, vive en
estado de oración contemplativa, en permanente búsqueda de la voluntad de Dios:
sabe que no tiene pre programado su destino. Y, como viene de un Dios, que es
Padre de todos y para todos, y vuelve a este Dios, que es su Dios; su dimensión
vertical se horizontalizó hasta el extremo: su entrega total a todos los
hombres de todos los tiempos, especialmente a los más impedidos de ser hombres
por culpa de otros hombres. Estos impedidos somos nosotros: nosotros somos los
brazos de la Cruz que es Jesús mismo.
Por vivir la dimensión social y
política de su fe, Jesús se dedicó a quitar el pecado del mundo, esto es, el
orden económico, social, político y religioso, establecido por los dueños del
poder económico, social, político y religioso. Por eso, se coaligaron los
beneficiarios del pecado del mundo y le mataron, le colgaron de una cruz. El
Testigo de la Fe, murió a causa de su fe: la fe de Dios que actúa inundando el
mundo con su claridad. De esta fe de Jesús, nace nuestra fe y es la mayor
gracia de Dios. Ser cristiano, entonces, es vivir haciéndose cristiano, es un
proceso inacabable, un seguir a Jesús tratando de ser Jesús, totalmente Jesús,
que es el católico a la medida de Dios. Es el primero en creer en el hombre y
en la comunidad.[12]
5.
Redescubramos la teología de Jesús
La teología de Jesús nace de su
fe, de su manera de vivir y difundir su fe. Esta teología no está escrita una
vez por todas y para siempre. Los Evangelios son una aproximación a la teología
existencial de Jesús: por eso, son un abanico de cristologías. La teología de
Jesús ciento por ciento existencial: es una reflexión de fe sobre su existencia
de fe. No habla de esencias, Jesús no definía al estilo de la filosofía
aristotélica, con el género próximo y la diferencia específica. Emplea
parábolas. Es eminentemente poético: Jesús mismo es el poema de Dios. Por eso,
la teología de Jesús llega al corazón de todos: cual más, cual menos, todos
llevamos alojados en nuestro corazón al poeta y al teólogo que sintonizan con
Dios. Tenemos que despertar a ese teólogo y a ese poeta que parecen estar
dormidos. Entonces entenderemos las parábolas de Jesús, nos aproximaremos a
Jesús mismo, que es la Gran Parábola de Dios. No nos escandalizaremos,
meditando, por ejemplo, en la parábola del buen samaritano, que es ciento por
ciento anticlerical. Entonces comprenderemos el capítulo 25 de San Mateo: nos
convenceremos de que nuestra deuda interna para con Cristo tenernos que
pagarla en la persona de los más necesitados. Arriesguémonos a hacer nuestra
teología por lo menos para nuestro uso; hagamos el credo que da sentido a
nuestra vida. No será proclamado en la misa dominical, pero sí será rezado en
nuestra familia, en nuestra Iglesia doméstica.[13]
6.
Liberemos a Nuestra Libertadora: La Virgen del Magníficat
El Magníficat es el himno de
liberación que la Iglesia naciente puso en la boca de María. El Dios de María
es el Dios que "hace proezas con sus brazos, dispersa a los soberbios de
corazón; derriba del trono a los poderosos y exalta a los humildes, colma de
bienes a los hambrientos y despide vacíos a los ricos".[14] Es un himno subversivo. En él "se
vislumbra la experiencia personal de María, el éxtasis de su corazón"[15].
Nuestra libertadora es,
definitivamente, la Virgen del Magníficat. Pero, por desgracia, está prisionera
no sólo en la cárcel de los ricos, sino también en la cárcel de los pobres. Los
ricos han explotado la devoción mariana para conservarse ricos, y los pobres
han hecho de la devoción mariana, una fuente de tranquilidad y resignación en
medio de su pobreza. Así, el capitalismo ha llegado a ser la religión del
mercado, que campea en el mercado de las religiones. Así, la liberación se va
tornando cada día más difícil. Tenemos que libertar a nuestra libertadora.
CONCLUSIÓN
Rahner dedicó 535 páginas para
decirnos algo acerca de una "Introducción al concepto del
Cristianismo"[16]. La esencia del cristianismo es
Jesucristo, pero todo Jesucristo, el Cristo Total y totalizante, sin
totalitarismo alguno. Dios nos dijo en Cristo su Palabra; pero, para
escucharla, hay que tener oído de poeta y corazón de pobre. Es necesaria la
gracia de la fe. Nos sobran misas y nos falta fe. "Ite: missa est":
la misa se ha acabado, podéis iros..., decía el sacerdote; y el pueblo
contestaba: gracias a Dios... Es que hay unas misas por las que agradecemos
sólo cuando se acaban: sin Evangelio, sin pueblo; en todo y para todo, y, por
lo mismo, para nada. Misas que son solamente misas: el sacerdote y su
estipendio... Estas misas tienen que acabarse y se acabarán solamente cuando se
acaben los curas que viven de esas misas y para esas misas...
La misa que no debe acabarse
jamás es la misa de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote: el Sacramento de nuestra
Fe; de la fe de Él y la fe de nosotros. La misa entera: la de Él en Nosotros y
de Nosotros en El: Toda la vida en toda la misa y, toda la misa en toda la
vida. Mientras exista el pecado del mundo, Nosotros y Cristo debernos ser el
Cordero de Dios que quila el pecado del mundo. Y, mientras no quitemos el
pecado del mundo, no podremos ir en paz...
Hay una misa que quedó
inconclusa: la misa de Monseñor Romero, asesinado después de la homilía. Todos
nosotros, si somos realmente cristianos, tenemos que continuar esa misa. Aquí,
en nuestra América, oprimida y creyente, ésta es la manera de ser católicos,
esto es, cristianos ciento por ciento.
[1] Este artículo fue enviado a España el 16 de agosto de 1995, a
propósito del Concurso Iberoamericano de Ensayos, promovido por la Fundación
Lily Alvarez. Obtuvo el Segundo Premio, MERITO PARES. Y fue publicado en la
Revista El Ciervo de Barcelona..
[2] Antonio Machado.
[3]La Iglesia en el Mundo actual.
[4] José Ratzinger, Ser
Cristiano, Salamanca 1967, p.14.
[5] Ef 4, 5
[6] Joseph Comblin, El Espíritu Santo y la Liberación, Ediciones Paulinas,
Madrid 1987; Yves Congar, El Espíritu
Santo.
[7] Gál 5. 1
[8] Caminos de Liberación
latinoamericana, Buenos Aires 1972, p.74, 76, 87, 92..
[9] Puntos centrales de la Fe.
Biblioteca de Autores Cristianos, p. XIII. I
[10] Resurrección de la verdadera Iglesia, Ed. Sal Terrae, Santander 1981,
p. 101..
[11] Leonidas Proaño, Creo en el
Hombre y en la Comunidad, Tercera Edición; Ed. Desclee de Brouwer, Bilbao 1993;
Luis Gavilanes del Castillo, Monseñor Proaño y su misión profético liberadora
en América Latina, Tesis Doctoral, Madrid 1992.
[12] G. Olegario. Jesús de Nazareth,
Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1975. p. 43flss; Walter Kasper,
Introducción a la fe. Ediciones Sígueme, Salamanca 1976, p. 53ss; Wolshart
Panemberg, Fundamentos do Cristología, Ediciones Sígueme. Salamanca 1976; Hans
Urs Von Balthasar, Ensayos Teológicos, Madrid 1965, p. 57-89.
[13] Karl Rahner. Wilhelm Thüsmg, Crístología..., Ediciones
Cristiandad; Madrid 1975.
[14] Lc. 51-53.
[15] Redemptoris Mater, Nº 36.
[16] Curso fundamental de la fe. Editorial
Herclcr, íi.in clona 197