Es para mí un gran placer daros mis felicitaciones con motivo de la celebración del ‘Id al-Fitr, que concluye el mes del Ramadán, dedicado principalmente al ayuno, la oración y la limosna.
Se ha convertido en tradición que, en esta ocasión, el Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso os envíe un mensaje de buena voluntad, acompañado de un tema propuesto a la común reflexión. Este año, el primero de mi Pontificado, decidí firmar yo mismo este tradicional mensaje y enviároslo, queridos amigos, como expresión de aprecio y amistad para todos los musulmanes, especialmente aquellos que son líderes religiosos.
Como todos sabéis, cuando los Cardenales me eligieron como Obispo de Roma y Pastor Universal de la Iglesia Católica, escogí el nombre de “Francisco”, un santo muy famoso, que amó profundamente a Dios y a todo ser humano, hasta el punto de ser llamado “hermano universal”. Amó, ayudó y sirvió a los necesitados, a los enfermos y a los pobres; también se preocupó mucho de la creación.
Soy consciente de que, en este período, las dimensiones familiar y social son especialmente importantes para los musulmanes, y vale la pena subrayar que hay ciertos paralelos en cada una de estas áreas con la fe y la práctica cristiana.
Este año, el tema sobre el que me gustaría reflexionar con vosotros y con todos los que lean este mensaje, y que afecta tanto a los musulmanes como a los cristianos, es la promoción del respeto mutuo a través de la educación.
El tema de este año quiere destacar la importancia de la educación en la forma en que nos comprendemos unos con otros, sobre la base del respeto mutuo. “Respeto” significa una actitud de amabilidad hacia las personas para las que nutrimos consideración y estima. “Mutuo” significa que no se trata de un proceso unidireccional, sino de algo que es compartido por ambas partes.
Lo que estamos llamados a respetar en cada persona es ante todo su vida, su integridad física, su dignidad y los derechos que de ella manan, su reputación, su propiedad, su identidad étnica y cultural, sus ideas y sus decisiones políticas . Por esto estamos llamados a pensar, hablar y escribir del otro en un modo respetuoso, no sólo en su presencia, sino siempre y en todas partes, evitando críticas injustas o la difamación. Para lograr esto, tienen un papel fundamental la familia, la escuela, la enseñanza religiosa y todo tipo de medios de comunicación social.
Si nos referimos ahora al respeto mutuo en las relaciones interreligiosas, especialmente entre cristianos y musulmanes, estamos llamados a respetar la religión del otro, sus enseñanzas, símbolos y valores. Un respeto especial se debe a los líderes religiosos y los lugares de culto. ¡Cuánto dolor causan los ataques a uno u otro de ellos!
Claramente, al mostrar respeto por la religión de los demás o manifestar los mejores deseos con motivo de una celebración religiosa, simplemente tratamos de compartir la alegría, sin referencia al contenido de sus creencias religiosas.
En cuanto a la educación de los jóvenes musulmanes y cristianos, debemos formar nuestros jóvenes a pensar y hablar de un modo respetuoso de otras religiones y de sus seguidores, evitando ponerlos en ridículo o denigrar sus creencias y prácticas.
Todos sabemos que el respeto mutuo es esencial en cualquier relación humana, sobre todo entre las personas que profesan una creencia religiosa. Es así como puede crecer una amistad sincera y duradera.
Al recibir al Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede, el 22 de marzo de 2013, les dije: “No se pueden vivir auténticas relaciones con Dios ignorando a los demás. Por eso, es importante intensificar el diálogo entre las distintas religiones, pienso en primer lugar en el Islam, y he apreciado mucho la presencia, durante la Misa de inicio de mi ministerio, de tantas autoridades civiles y religiosas del mundo islámico”. Con estas palabras, quise subrayar una vez más la gran importancia del diálogo y de la cooperación entre los creyentes, sobre todo entre cristianos y musulmanes, así como la necesidad de fortalecerla.
Con estos sentimientos, renuevo mi esperanza de que todos los cristianos y musulmanes sean auténticos promotores del respeto mutuo y la amistad, especialmente a través de la educación.
Os expreso, por último, mis mejores deseos y oraciones para que vuestras vidas puedan glorificar al Altísimo y dar alegría a los que os circundan.
¡Feliz fiesta a todos vosotros!
Desde el Vaticano, 10 de julio de 2013
Francisco