(Sab 18,6-9) Que todos los santos serían solidarios en los peligros y
en los bienes.
(Heb 11,1-19) Por fe salió Abrahán de su tierra sin saber a dónde iba.
(Lc 12,32-48) Dichosos los criados a quienes el Señor al llegar encuentre en vela.
(Heb 11,1-19) Por fe salió Abrahán de su tierra sin saber a dónde iba.
(Lc 12,32-48) Dichosos los criados a quienes el Señor al llegar encuentre en vela.
El texto del
evangelio de este domingo forma parte de un amplio contexto, que empezaba el
domingo pasado con la petición de uno a Jesús: “dile a mi hermano que reparta
conmigo la herencia”. A partir de ahí, Lc propone una larga conversación con
los discípulos que abarca 35 versículos y toca muy diversos temas de difícil integración. Naturalmente se trata de
pensamientos dispersos que el evangelista organiza a su manera para ir
aclarando las exigencias de Jesús. Sin duda reflejan la manera de ver la vida
de la primera comunidad, como lo demuestra la conciencia de ser un pequeño
rebaño.
Que el texto
utilice a veces, el lenguaje escatológico nos puede despistar un poco. También
el que nos hable de talegos o tesoros en el cielo que nadie puede robar, o que
Dios llegará como un ladrón en la noche, nos puede confundir. Este leguaje
mítico a nosotros hoy no nos sirve de nada. Dios no tiene que venir de ninguna
parte. Está llamando siempre pero desde dentro. No pretende entrar en nosotros
sino salir a nuestra conciencia y manifestarse en nuestras relaciones con los
demás. Debemos superar la idea de un Dios actúa desde fuera.
El
domingo pasado se nos pedía no poner la confianza en las riquezas. Hoy,
además, se nos dice en quién hay que poner la confianza para que sea auténtica.
No en un dios todopoderoso externo, sino en el hombre creado a su imagen y que
tiene al mismo Dios como fundamento. No es pues, cuestión de actos de fe, sino afianzamiento en una actitud que debe atravesar toda nuestra
vida. Confiadamente, tenemos que poner en marcha todos los recursos de nuestro
ser, conscientes de que Dios actúa solo a través de sus criaturas, y que solo a
través de cada una de ellas la creación evoluciona. Ayúdate y Dios te ayudará.
Se trata de estar
siempre en actitud de búsqueda. Más que en vela, yo diría que hay que estar despiertos. No porque puede llegar el
juicio cuando menos lo esperemos, sino porque la toma de conciencia de la
realidad que somos exige una atención a lo que está más allá de los sentidos y
no es nada fácil de descubrir. El tesoro está escondido, y hay que “trabajar”
para descubrirlo. No se trata de confiar en lo que nosotros podemos alcanzar,
sino en que Dios ya nos lo ha dado todo. Ha sido Dios el primero que ha
confiado en nosotros en el momento en que ha decidido darse él mismo sin
limitación ni restricción alguna. Lo único que se espera es que nosotros mismos
descubramos ese don y vivamos de él.
Si de verdad hemos
descubierto el tesoro que es Dios, no hay lugar para el temor. A las
instituciones y a las personas que las dirigen no les interesa para nada la
idea de un Dios que da plena autonomía al ser humano, porque no admite
intermediarios ni manipulaciones. Para ellos es mucho más útil la idea de un dios
que premia y castiga, porque en nombre de ese dios pueden controlar a las
personas. La mejor manera de conseguir sometimiento es el miedo. Eso lo sabe
muy bien cualquier autoridad. El miedo paraliza a la persona, que
inmediatamente tiene necesidad de alguien que le ofrece su ayuda, para poder conseguir
con gran esfuerzo, aquello que ya poseían plenamente antes de tener miedo.
Cuentan que una
madre empezó a meter miedo de la oscuridad a su hijo pequeño. El objetivo era
que no llegara nunca tarde a casa. Con el tiempo, el niño fue incapaz de andar
solo en la noche. Eso
le impedía una serie de actividades que hacía muy difícil desarrollar su vida.
Entonces la madre, fabricó un amuleto y dijo al niño: esto te protegerá de la oscuridad. El niño
convencido, empezó a caminar en la noche sin ningún problema, confiando en el
amuleto que llevaba colgado del cuello. ¡Sin comentario!
Para descubrir el sentido de esa confianza, tenemos que descubrir los
errores que hemos desarrollado sobre lo que Dios es. No se trata de un ser
externo en el que debo confiar, sino en mi propio ser en lo que tiene de fundamento que me proporciona todas las
posibilidades desde dentro de mí mismo. Esto es lo que significa: “porque al
Padre de ustedes le agradó darles el Reino”. El dios araña que necesita chupar la sangre
al ser humano para salvar su trascendencia, no es el Dios de Jesús. El dios del
que depende caprichosamente mi fututo, no es el Dios de Jesús. El dios que me
colmará de favores cuando yo haya cumplido la Ley , no es el Dios de Jesús. El Dios de Jesús es don
total, incondicional y permanente. Esto es lo que nos tiene que llevar a la más
absoluta confianza. Ni siquiera depende de mí lo que Dios me da en todo
instante. La fe consiste en fiarse absolutamente de ese Dios.
El
Padre ha tenido a bien confiaros el Reino. Este es el punto de partida. No
tengáis miedo, estad preparados, etc., depende de esta verdad. Si el Reino es el tesoro encontrado, nada ni
nadie puede apartarme de él. Todo lo que no sea esa realidad absoluta, que ya
poseo, se convierte en calderilla. Nuestra tarea será descubrir el tesoro, todo
lo demás vendrá espontáneamente. El Reino es el mismo Dios escondido en lo más hondo de mi ser. Él es la mayor
riqueza para todo ser humano. Todos los demás valores que puedo encontrar en mi
vida, deben estar subordinados al valor supremo que es el Reino.
“Dar
el reino” aplicado a Dios no tiene el mismo sentido que puede tener en nosotros
el verbo dar. Dios no tiene nada que dar. Dios se da el mismo, pero a nosotros
se da antes de que nosotros seamos. De ese modo Dios se convierte en el
sustrato y fundamento de mi ser. Si Él yo no sería nada. Ese don descubierto y
vivido es la raíz de todas mis posibilidades de ser humano. Todo lo que puedo
llegar a ser más allá de mi pura biología, es consecuencia de esa presencia de
Dios en mí que me capacita para llegar a ser como Él.
Esa fe-confianza, falta de miedo, no
es para un futuro en el más allá. No se trata de que Dios me dé algún día
lo que ahora echo de menos. Esta es la gran trampa que utilizan los intermediarios.
A ver si me entendéis bien: Dios no tiene futuro. Es un continuo presente.
Ese presente es el que tengo que descubrir y en él lo encontraré todo. No se
trata de esperar a que Dios me dé tal o cual cosa dentro de unos meses o unos
años. El colmo del desatino es esperar que me dé, después de la muerte, lo que
no quiso darme aquí. La idea que
tenemos de una vida futura, desnaturaliza la vida presente hasta dejarla
reducida a una incómoda sala de espera. La preocupación por un más allá, nos
impide vivir en plenitud el más acá. La vida presente tiene pleno sentido por
sí misma. Lo que proyectamos para el futuro, está ya aquí y ahora a nuestro
alcance. Aquí y ahora, puedo vivir la eternidad, puesto que puedo conectar
con lo que hay de Dios en mí. Aquí y ahora puedo alcanzar mi plenitud, porque teniendo
a Dios lo tengo todo al alcance de la mano.
La esperanza cristiana no se basa en lo que Dios me dará, sino en que
sea capaz de descubrir lo que Dios me está dando. Para que llegue a mí
lo que espero, Dios no tiene que hacer nada, ya lo está haciendo. Yo soy el que
tiene mucho que hacer, pero en el sentido de tomar conciencia y vivir la
verdadera realidad que hay en mí. Por eso hay que estar despiertos. Por eso no
podemos pasar la vida dormidos. Por eso tenemos que vivir el momento presente,
porque cualquier momento es el definitivo, porque en un momento, puedo dar el
paso a la experiencia cumbre. Ese sería el momento definitivo de mi vida.
Demostramos falta
de confianza y exceso de miedos, cuando buscamos a toda costa seguridades, sea
en el más acá sea para el más allá. El miedo nos impide vivir el presente y nos
atenaza para esperar el futuro. En realidad solo vivimos cuando perdemos el
miedo. Debemos caminar aunque no teneos controlado ni el camino ni la meta. Nietzsche
dijo: “Nunca ha llegado el hombre más lejos que cuando no sabía a donde le
llevaban sus pasos”. Nunca podremos saber cual es nuestra meta, hasta que no la alcancemos. O tal
vez diríamos mejor, que no hay meta en el futuro del ser humano. Mientras más
se acerca a la plenitud un ser humano, más vasto es el horizonte de plenitud
que se le abre. Esto que en sí mismo es un don increíble, a veces lleva a la
desesperanza, porque la vida humana es siempre un comienzo, un volver a
empezar, que puede llegar a ponernos nerviosos, por eso la necesidad de
confiar, de fiarse de Otro. Esa fe-confianza no es para después, sino para este
instante.
Resumen: Dios no viene de fuera
sino de dentro. Estar despierto sería descubrir y vivir esta realidad que
ya es un hecho en nosotros y vivirla en plenitud.
meditación-contemplación
“No temas, porque Dios te ha dado el Reino”.
Si no has descubierto esto, toda religión será inútil para ti.
El único objetivo de toda religión debía ser llevarte al interior,
donde te encontrarás con el mismo Dios como centro de tu ser.
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Una vez descubierto el tesoro, sabrás que todo lo demás es arena.
No te costará ningún esfuerzo poner en él tu corazón
y apartarlo de todo lo que no es auténtico,
Por muy atrayente y reluciente que aparezca.
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Antes de descubrirlo, la confianza es imprescindible.
Nadie tira por la borda las seguridades, si no encuentra la total
seguridad.
Muchas veces te han dicho que tienes que vender todo lo que tienes.
Pero la realidad es muy tozuda. Nadie da todo por nada.
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