A los 25 años de su pascua, monseñor Leonidas Proaño sigue siendo el gran profeta latinoamericano. El camino abierto en la reunión de los obispos latinoamericanos en Medellín, Colombia, en 1968, no deja de ensancharse más y más, tal como lo demostró la vista a Brasil del papa Francisco el mes pasado.
Después de un cuarto de siglo, monseñor Proaño sigue brillando con luz propia como el gran profeta latinoamericano. “Profeta” no es aquel que adivina el futuro, sino aquel que ve más lejos y más hondo. En este sentido monseñor Proaño se adelantó a la Iglesia latinoamericana para marcarle el camino, “un camino que camina”.
Monseñor Proaño ya se había comprometido en Roma, durante el Concilio Vaticano 2°, en el famoso Pacto de las Catacumbas, a construir en Ecuador la Iglesia de los Pobres: era el legado del papa Juan 23 a los obispos reunidos en el Concilio. Unos 40 obispos, bajo la dirección de monseñor Helder Cámara, de Brasil, se comprometían, entre otras cosas a: “Vivir según el modo ordinario de nuestra población en lo que toca a casa, comida, medios de locomoción… Renunciamos para siempre a la apariencia y la realidad de la riqueza, especialmente en el vestir y en símbolos de metales preciosos… No poseeremos bienes muebles ni inmuebles, ni tendremos cuentas en el banco a nombre propio… Rechazamos que verbalmente o por escrito nos llamen con nombres y títulos que expresen grandeza y poder… En nuestro comportamiento y relaciones sociales evitaremos todo lo que pueda parecer concesión de privilegios, primacía o incluso preferencia a los ricos y a los poderosos… Igualmente evitaremos propiciar o adular la vanidad de quienquiera que sea, al recompensar o solicitar ayudas, o por cualquier otra razón… Daremos todo lo que sea necesario de nuestro tiempo, reflexión, corazón, medios, etc., al servicio apostólico y pastoral de las personas y de los grupos trabajadores y económicamente débiles y subdesarrollados… Apoyaremos a los laicos, religiosos, diáconos o sacerdotes que el Señor llama a evangelizar a los pobres y trabajadores, compartiendo su vida y el trabajo…”.
¿Acaso no es este modelo de Iglesia que pide hoy el papa Francisco para que seamos más fieles a Jesús y a las primeras comunidades cristianas?
Gracias, Proaño, amigo, porque nos has marcado y nos sigues marcando el camino: “Púshac, pastor, de toda Abya Yala, santo padre de nuestra Iglesia nueva, / pontífice del poncho y la esperanza”, escribió monseñor Pedro Casaldáliga, obispo en Brasil.