La Teología de la Liberación, que surgió en América Latina en la
década de los sesenta, recurrió a la mediación de las ciencias sociales
para conocer la realidad. A este efecto, asumió teorías de la
“dependencia”, desechando teorías “desarrollistas”. Estas postulaban que
los países subdesarrollados debían seguir la suerte de los
desarrollados, alineándose con sus modelos de desarrollo. Las teorías de
la dependencia, por el contrario, sostenían que el subdesarrollo era
consecuencia directa de la injusticia de los países ricos hacia los
pobres. De estos países había que “liberarse”.
¿Dónde está hoy la Teología de la Liberación en esta materia?
En 40 años han ocurrido cambios mundiales enormes. Cambios en todas
las direcciones. La mayoría de los cientistas sociales concuerda en que
el nombre de la nueva época es el de la globalización, aunque entre
ellos haya divergencia en el modo de concebirla. Asistimos, a ojos
vista, a una revolución impresionante. Los fenómenos son más o menos
estos:
- La globalización es gobernada por el capital internacional; por las grandes corporaciones productivas y financieras internacionales. Estas sobrepasan los controles estatales.
- La tierra se concentra en pocas manos. Los millonarios compran pedazos o países enteros.
- Internet replica la realidad, la trasparenta y la pone en juego a velocidad de tiempo real.
- El tráfico de estupefacientes sortea los controles policiales. La droga destruye personas, familias y barrios.
- Las relaciones humanas se “licuan”: mucho contacto y poco vínculo.
- La delincuencia y la violencia hacen presa de sectores completos de ciudades latinoamericanas.
- Crece la conciencia de la opresión de la mujer.
- Crece la conciencia del despojo y la exclusión de los pueblos originarios.
- Crece la conciencia ecológica.
- Se descubre el valor inalienable de los derechos humanos.
- Se amplían las formas de ejercicio de la sexualidad.
- Se exacerba la angustia por consumir y el resentimiento de no poder hacerlo.
- Surge el analfabetismo cibernético en los pobres y en los adultos.
- Los ancianos aumentan. Aumenta también su abandono.
- La economía y la política desplazan su eje de EE.UU. a China y a los Brics.
- La biología descubre el Genoma humano y se apresta a clonar seres humanos.
- Las jerarquías eclesiásticas pierden el control sobre sus fieles. La religiosidad muta.
- Se afirma la valoración de la democracia. Se aborrecen las dictaduras.
- La pobreza tradicional no desaparece: sueldos miserables, cesantía, mala salud, mala educación, falta de viviendas, carencia de servicios básicos.
- Se descubre que la desigualdad es una injusticia independiente de la pobreza.
- Surge el delito informático.
- Probablemente la máquina de la guerra, en silencio, esté desarrollando quién sabe que instrumentos para vendernos la paz.
En 40 años la Teología de la Liberación, lo que queda de ella, no
puede concentrarse meramente en la necesidad de una liberación
socio-económica. Hoy hay víctimas de muchos tipos de opresión. Cuesta,
por lo demás, determinar quiénes son los responsables/culpables de las
múltiples esclavitudes. Por una parte, el “enemigo” se ha
invisibilizado. Por otra, los tiempos están más para el “profetismo” (la
crítica utópica) que para el “mesianismo” (la construcción ideológica
de un mundo más justo).
En 40 años de Teología de la Liberación, con todo, ante el despliegue
arrollador del neoliberalismo y tras el fracaso de los modelos
socialistas-estatistas, revalora el desarrollo como modelo de
comprensión y de modificación de la realidad social. No ya en los
términos de los años ’50. Pero sí en la perspectiva del PNUD.
Politólogos convencidos de la opción de Dios por los pobres como Daniel
García Delgado (FLACSO, Argentina), por ejemplo, oponen el modelo del
desarrollo integral al neoliberal del mero crecimiento económico.
En 50 años, América Latina asumió el modelo de Cuba, lo sustituyó
luego por el modelo de Chile y actualmente busca un modelo intermedio.
En 40 años la Teología de la Liberación, además de quedar descolocada
por una realidad económica, social, política y cultural que terminó
cambiando sin ella, ha debido soportar el triunfo arrollador del
neoliberalismo, de la prensa conservadora y del control eclesial. Esto
no obstante, ha logrado asegurar en la conciencia teológica de la
Iglesia y de buena parte de los latinoamericanos la convicción de la
“opción por los pobres”. Esta constituye una lupa con la cual los
cristianos pueden ver en los mismos fenómenos que observan los
cientistas sociales la acción histórica de Dios, en orden a tomar
partido por quienes la globalización margina y desintegra. Por esto,
mientras la exclusión no termine, aunque mute, la Teología de la
Liberación continúa teniendo plena vigencia.
El libro de Gustavo Gutiérrez Teología de la liberación. Perspectivas, publicado en 1972, hace 40 años, ya no sirve tal cual. Pero es indispensable escribirlo de nuevo.