Tanto revuelo y tantas vestiduras rasgadas por estas declaraciones, debe ser porque se sienten atacados y tienen miedo de que se abran los ojos del mundo ante las viejas pràcticas de manipulaciòn y de ocultar la verdad. Una Iglesia que muere y que se quiere curar con su misma enfermedad, nos limita como Pueblo de Dios.
(Texto sin entre lìneas manipuladas)
Tomado de:
Sic Semanal – Centro Gumilla
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El Padre General de los PP. Jesuitas ha participado en el reciente Sínodo de Obispos sobre “La Nueva Evangelización para la transmisión de la fe cristiana”,
efectuado del 7 al 28 de octubre en Roma con la reunión de 260 obispos,
de los cuales 69 estuvieron en el Concilio Vaticano II.
A continuación algunas reflexiones personales del P. Adolfo Nicolás sobre el evento:
Confieso haber tenido ciertas dudas acerca del Sínodo antes de que comenzara.
Me preguntaba: ¿vamos a movernos en la acostumbrada dirección de “más
de lo mismo”, o estamos dispuestos a mirar hacia adelante con valentía y
creatividad?
La realidad del Sínodo ha sido compleja. Puedo indicar algunos puntos
positivos, inspiradores y estimulantes (1), y otros que apuntan a
ciertas áreas a las que la Iglesia, o al menos los Obispos y Padre
Sinodales, incluyéndome a mí, no hemos llegado todavía (2).
1. Podemos integrar los puntos positivos en tres categorías:
a) Aportación geográfica. A esta categoría
pertenecen las presentaciones que nos proporcionaron una buena
información de la situación, los problemas y, con frecuencia, los
sufrimientos de algunos países -especialmente del Medio Oriente, África y
Asia. El hecho de que Obispos de muchos países tengan la oportunidad de
comunicar y cambiar impresiones, con entera libertad, acerca de sus
experiencias y opiniones, es una de las características más atractivas
del Sínodo.
b) Iniciativas interesantes en curso, especialmente
las que se basan en proyectos de cooperación, redes o intercambios
internacionales en los que toman parte laicos y movimientos laicales
comprometidos. Esto se lleva a cabo no sólo en las sesiones plenarias
sino, con más frecuencia, fuera de las sesiones en conversaciones
informales que tocan esos puntos.
c) Reflexiones sobre los Fundamentos. El Significado
y las Dimensiones de la Nueva Evangelización. En este punto hemos sido
testigos de una gran unanimidad acerca de, entre otras, las siguientes
cuestiones:
- la importancia y necesidad de la experiencia religiosa (encuentro con Cristo);
- la urgencia de una buena formación espiritual e intelectual de los Nuevos Evangelizadores;
- la centralidad de la familia (la iglesia doméstica) como sitio privilegiado para el crecimiento en la Fe;
- la importancia de la parroquia y sus estructuras que necesitan ser renovadas y abrirse más y más a una mayor participación del laicado y su ministerio;
- la prioridad de la evangelización más bien que la expresión sacramental, como san Pablo decía de sí mismo: “enviado a evangelizar más que a bautizar”.
2. En cuanto a puntos “insuficientes” podría indicar los siguientes:
a) La voz del Pueblo de Dios no tiene ocasión de expresarse.
Es un Sínodo de Obispos y, por eso, no se cuenta con la participación
activa del Laicado aun cuando un número de expertos y “observadores”
(auditores) asisten como invitados. Me hizo recordar lo que dijo Steve
Jobs: que él estaba más interesado en escuchar las voces de los clientes
que las de los productores. Y en el Sínodo todos éramos “productores”.
b) Por eso era difícil evitar el sentimiento de que se trataba de una reunión de “Hombres de Iglesia afirmando la Iglesia”,
lo cual es ciertamente bueno pero no precisamente lo que necesitamos
cuando estamos a la búsqueda de una Nueva Evangelización. Podemos caer
en el peligro de buscar “más de lo mismo”.
c) Falta de reflexión sobre la Primera Evangelización y por
eso sabemos muy poco acerca de si y qué hemos aprendido de su larga
historia y sus mejores momentos, y de lo que nos han enseñado nuestras
propias equivocaciones. Esta omisión podría tener consecuencias muy
negativas.
d) La deficiente consciencia y conocimiento de la Historia
de la Evangelización y el papel que los Religiosos, hombres y mujeres,
han desempeñado en ella. En algunos momentos la Vida Religiosa fue
ignorada; en otros momentos recibió una mención casual y perentoria. No
es que nosotros, los Religiosos, necesitemos ulterior confirmación: pero
querría expresar mi preocupación acerca de que la Iglesia se exponga a
perder su propia memoria.
e) Quizás el punto más débil fue la metodología que
determinó la marcha del Sínodo, similar al viejo modo de organizar
nuestras Congregaciones Generales. Espero, sin embargo, que la
complejidad de la realidad y las necesidades del futuro ayudarán a la
Iglesia en la tarea de ajustar sus procesos para conseguir mayores
frutos apostólicos.
Obviamente fue un tiempo de mucha reflexión, aprendizaje y desafíos.
La invitación a profundizar en nuestra fe, propuesta por el Santo
Padre, puede ayudarnos a la hora de confrontarnos con las más profundas
dimensiones de la Nueva Evangelización. La realidad que nos rodea se
hahecho mucho más compleja de lo que nosotros podemos controlar
individualmente, mientras que el reto original de nuestra Misión para
servir a las almas y a la Iglesia, continúa y crece.
Tengo la esperanza que los jesuitas responderán a los nuevos retos
con la profundidad que viene de nuestra apropiación de la espiritualidad
ignaciana y de uno estudio serio de nuestro tiempo.
Rezo para que las reflexiones en nuestras comunidades y apostolados
en el Año de la fe nos ayudarán a renovar nuestro espíritu y nuestra
misión.