Acapararon gran
parte de los nombramientos papales para el sínodo de los obispos
36865.
Ciudad del Vaticano - Adista.
Valerio
Gigante
La mayor parte de los delegados al Sínodo son elegidos
por las Conferencias Episcopales, aunque los obispos designados tengan que
recibir posteriormente la aprobación de la Santa Sede.
Hay, sin embargo, un grupo de padres sinodales cuyo
nombramiento corresponde personalmente al Papa. Por eso, con la celebración de
cada Sínodo, analizar la lista de los nombramientos pontificios se ha
convertido en un ejercicio clásico entre los “vaticanistas” ya que, a la vez
que se publicita el conocimiento que cada uno de ellos tiene de los episcopados
nacionales y continentales y de los equilibrios en el interior de la Curia y
del colegio cardenalicio, se muestra la correlación de fuerzas existente entre
los diversos sectores y entre las muchas “almas” que habitan la Iglesia.
No faltan ocasiones en las que, más que un
ejercicio de “escuela”, el análisis de los nombramientos papales puede
revelarse como un importante medio para comprender la dirección que podrían
tomar los trabajos de la asamblea; o, más en general, para entender qué aires
soplan por el Vaticano.
Y el aire, en una primera lectura de los nombres
que el Papa ha elegido para la XIII Asamblea general ordinaria del Sínodo de
los obispos (7-28 de octubre 2012), hechos públicos el 18 de septiembre pasado,
parece rolar siempre en la misma dirección, o sea hacia la derecha.
Evidentemente, hay nombramientos que son lógicos y
que no pueden faltar (tal es el caso de los cardenales Angelo Sodano,
decano del colegio cardenalicio, Péter Erd, presidente del Consejo
de las Conferencias Episcopales de Europa, y Carlos Aguiar Retes,
presidente del CELAM), pero hay otros que sólo son comprensibles por una
elección directa de Ratzinger, por su voluntad de orientar los
trabajos del Sínodo, o por su deseo de “contrapesar” los resultados que arrojan
las votaciones de las Conferencias Episcopales mediante la “repesca” algunos de
los eclesiásticos “aparcados” por sus colegas obispos.
A partir de esta clave, pueden comprenderse los
nombramientos de toda una serie de prelados de perfil claramente conservador,
incluso marcadamente reaccionarios, como es el caso de los cardenales Joachim
Meisner, arzobispo de Colonia; Vinko Puljic, arzobispo de
Vrhbosna-Sarajevo; George Pell, arzobispo de Sydney; Josip
Bozanic, arzobispo de Zagreb; André Vingt-Trois, arzobispo de
París, y también obispos diocesanos tales como el de Tolone, Dominique
Rey, el de la Plata, Héctor Rubén Aguero el patriarca de
Venecia, Francesco Moraglia, ex alumno del cardenal Siri y
encendido partidario del restablecer el misal tridentino.
En los nombramientos papales aparece también una
“cualificada” presencia de Comunión y
Liberación. A las nominaciones, totalmente previsibles, del presidente de
la hermandad de Comunión y Liberación, Carron,
y del arzobispo de Milán, el cardenalAngelo Scola, hay que añadir como delegados
del Papa a Mons. Filippo Santoro, obispo de Tarento, y durante
muchos años hombre de Comunión y
Liberación en Brasil (fue arzobispo de Petropolis), y a Mons. Luigi
Negri, obispo de San Marino-Montefeltro, “ciellini” muy activos y
partidarios de las externalizaciones políticas.
Hay que subrayar que de los siete obispos italianos
nombrados por Ratzinger, al menos tres (Negri, Scola, Santoro),
son de Comunión y Liberación.
Nutrida es, igualmente, la representación del Opus Dei, habida cuenta de lo
“decisivas” que son hoy estas realidades eclesiales, (por cierto, a menudo, en
conflicto entre ellas) en la determinación de los siempre frágiles equilibrios
de la Iglesia.
Si se da por supuesto el nombramiento del prelado
del Opus Dei Javier
Echevarría Rodríguez, no es menos previsible el de otros dos “opusdeistas”:
el nuevo arzobispo de Los Ángeles, mons. José Horacio Gómez y
el arzobispo de Guayaquil, mons. Antonio Arregui Yarza. Sorprende
que en la lista falte el arzobispo de Lima, el cardenal Juan Luis
Cipriani Thorne. Su Conferencia Episcopal prefirió elegir otros
candidatos; y el Papa ha decidido no “repescarlo”.
Además, al Papa corresponden los nombramientos de
los moderadores del Sínodo.
Sobre todo, de los tres presidentes delegados (el
presidente es el Papa), que son los cardenales John Tong Hon,
obispo de Hong Kong, Francisco Robles Ortega, arzobispo de
Guadalajara en México y Laurent Monsengwo Pasinya, arzobispo de
Kinshasa en la República Democrática de Congo.
Luego topamos con algunas figuras claves en la
dirección de los trabajos del aula sinodal como es el relator general, (es
decir, el obispo que tendrá la relación introductora en el Sínodo, a partir de
la cual quedarán encaminados los debates), el cardenal estadounidense Donald
William Wuerl, arzobispo de Washington, el gran “acusador” de la
teóloga Elisabeth Johnson y uno de los más fieros opositores a
la reforma sanitaria deObama; y del secretario especial (que se ocupa de
la redacción de las Proposiciones finales que someter al Papa), el
francés Pierre-Marie Carré, arzobispo de Montpellier, y que, como
el colega Wuerl, preside la Comisión Doctrinal dentro de la misma Conferencia
episcopal. Dos “guardianes” de la doctrina, ocupados, por tanto, en vigilar el
“correcto” desarrollo de los trabajos.
Una curiosidad. El Papa también nombra una serie de
“expertos” o “Auditores Secretarii Specialis”. En la lista, hecha pública el 22
de septiembre, también aparece el nombre de Enzo Bianchi, prior de
la Comunidad Monástica de Bose.