(Hch 6,1-7) Escoged a siete de vosotros... y les encargaremos de esa tarea.
(1Pe 2,4-9)Raza elegida, sacerdocio real, nación consagrada, pueblo adquirido.
(Jn 14,1-12) Yo soy el camino, la verdad, la vida. Nadie va al Padre sino por mí.
Jesús se identifica con Dios-Vida. Como la vida biológica, Dios, que es Vida, no anda por ahí, separado de un ser que la posea y manifieste.
En la 1ª lectura, descubrimos como los ministerios (diaconado) no fueron instituidos directamente por Jesús, sino que surgieron como exigencias de una comunidad que crece y tiene que organizarse. En la 2ª, nos encontramos con la idea del sacerdocio de los fieles, recuperada por el Vaticano II, pero escamoteada por los encargados de desarrollar su doctrina. La diferencia con el sacerdocio ministerial es accidental, no substancial. Los ministros ordenados no son más ni menos cristianos. La única diferencia es que se les ha preparado para cumplir un ministerio, una función.
El contexto del evangelio de Jn que leemos este domingo, es el discurso de despedida después de la cena. En el capítulo 13 el centro es Jesús. En éste (14) el centro es el Padre (25 veces aparece). El ambiente es de inquietud. La traición de Judas, el anuncio de la negación de Pedro, el anuncio de la partida. Todo es inquietante. Está justificada la invitación a la calma y a la confianza. La clave del mensaje en este capítulo es la relación de Jesús y la de sus discípulos con el Padre.
Aunque Jn pone en boca de Jesús todo el discurso, en realidad se trata de reflexiones pascuales. Lo que en el discurso es futuro, es ya presente para el que escribe y el que lee. Pero este presente deja entrever un nuevo futuro que el Espíritu irá realizando. Se percibe la dificultad que tiene la comunidad de expresar su experiencia. Esta vivencia pascual está anclada en la presencia viva de Jesús, del Espíritu y del Padre.
“Creed en Dios y creed también en mí”. “Pisteuete eis”, no significa creer, en el sentido que damos nosotros a esa palabra. Sería “creer en sentido bíblico, es decir, poned vuestra confianza en. Jn utiliza esta construcción 30 veces, aplicada a Jesús. Solo en 12,44 y aquí pone como término a Dios, indicando claramente la identidad de ambas adhesiones. Está en juego la relación de los discípulos con Dios. La confianza en Jesús y la confianza en Dios son la misma cosa. Si de verdad buscan a Dios, están en el buen camino, porque están con él. Por esta razón, no tienen nada que temer.
En el hogar de mi Padre, hay muchas estancias. Jesús va al Padre, para procurarles un tipo de relación con Dios, similar a la suya. No hay diferencia entre unas moradas y otras. No se trata de un lugar, sino del ámbito del amor de Dios. En el corazón de Dios, todos tienen cabida. También podía traducirse: en la familia de Dios hay sitio para todos. Todos los seres humanos están llamados a formar parte de la familia (ámbito) del mismo Dios. Jesús está en el seno del Padre y todos pueden sentirse allí.
Todo el lenguaje es mítico-simbólico. Me voy, me quedo, vuelvo, etc. no se puede entender literalmente. Es teología clave para entender la marcha de Jesús y a la vez, su permanencia con ellos. Pero aunque la verdad está formulada desde una visión mítica, el mensaje sigue siendo válido para nosotros. Hoy tendríamos que decir que la meta de todo está en Dios. Esa identificación con Dios, es la que tenemos que descubrir todos y vivirla ya aquí. En Jesús, Dios ha manifestado el proyecto de Dios para el hombre. Ahora tienen que dejar que ese proyecto se realice en ellos.
Yo soy el camino, la verdad y la vida. Estamos ante uno de los textos más densos, referidos a la realidad de Jesús. La meta es el Padre. Jesús es el camino, pero también la verdad y la vida. El concepto de “camino” presupone un término, el Padre. El concepto de “verdad” presupone un contenido, que es él. De los tres términos, el único absoluto es “Vida”. Porque Jesús posee la Vida, es verdad y es camino.
Yo soy camino. Jesús es un proyecto realizado, porque recorrió el camino que le llevó a la plenitud humana. El camino es el amor hasta la muerte. El don total de sí mismo les realizará plenamente y hará brillar en ellos la presencia de Dios. Además de recorrer ese trayecto, Jesús se hace camino para que tú puedas recorrerlo también. En el AT el camino era la Ley. Jesús sustituye la Ley, no con otra ley, sino con su persona.
Yo soy verdad, es decir soy lo que tengo que ser. No se trata de la verdad lógica, (la adecuación de un predicado a un sujeto), sino verdad ontológica que hace referencia al ser. Jesús es hombre, autentico. Es lo que tiene que ser un ser humano. Su trayectoria es la que tiene que recorrer todo hombre. Lo contrario sería ser falso, engañoso, pura apariencia. “Yo soy” es el nombre que se da a sí mismo Dios desde la zarza. En Jn se repite hasta la saciedad el yo soy. El complemento puede ser cualquiera: puerta, pastor, camino, vida, verdad. Si me identifico con Dios, soy todo.
Yo soy vida, es decir, lo esencial de mi ser está en la energía que hace que sea lo que soy. Recordad: "El Padre que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre; del mismo modo el que me coma, vivirá por mí." Está hablando de la misma Vida que es Dios, que se le ha comunicado a él y que se nos comunica a nosotros. De la misma manera que no podemos encontrar la vida biológica independientemente de un ser que la posea, así no podemos encontrarnos con un Dios ahí fuera separado de un ser que lo manifieste.
Nadie va al Padre sino por mí. En c. 6 había dicho: “nadie viene a mí si el Padre no lo atrae”. Las dos ideas se complementan. Para el que nace del Espíritu, el Padre no es alguien lejano, su presencia es inmediata. Hacerse hijo es hacer presente al Padre. La identificación con Jesús, hace al discípulo participar de la misma Vida de Dios.
“Si llegáis a conocerme del todo, conoceréis también a mi Padre”. Una vez más se refleja el “ya, pero todavía no” de la primera comunidad. El seguimiento de Jesús es un dinamismo constante. No se trata de progresar en el conocimiento, sino en la comunión por amor. El conocimiento vivencial de Jesús, hará que el Padre se manifieste en el discípulo. Lo que pide Felipe es una teofanía como las narradas en el AT. Piensa que Jesús es un representante de Dios, no la presencia misma de Dios.
“Quién me ve a mí, ve al Padre. ¿Cómo dices tú, muéstranos al Padre?” Esta queja, puesta en boca de Jesús, es una clara reflexión pascual de los discípulos. En su vida pública no entendieron ni jota de lo que era realmente Jesús. Felipe sigue separando a Dios del hombre. No ha descubierto el alcance del amor-Dios ni su proyecto sobre el hombre. No se han enterado de que Dios sólo es visible en el hombre. Desde esta perspectiva, Jesús podía decir: quien me ve a mí, ve a mi Padre. Y: si me amarais os alegraríais de que vaya al Padre porque el Padre es más que yo.
“Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia”. “Remata” no significa dicho o palabra sino propuesta, exigencia realizada y manifestada a través de la vida. Fíjate que a continuación habla de obras: “el Padre que permanece en mí, él mismo hace las obras”. Y a continuación: “si no me creéis a mí, creed a las obras”. Las obras son la manifestación de que Dios está en Jesús. El Padre ejerce su actividad creadora a través de Jesús. Él, a partir de su propia experiencia, propone las “exigencias” que Dios le pide a él. Jesús a través de sus obras realiza el designio creador.
Lo único válido son las obras. Si lo tenemos claro, descubriremos a Dios en las obras de Jesús a favor del hombre. Pero la manifestación de Dios en las obras de Jesús no es una exclusiva suya. Dios actúa en él y seguirá actuando en todo aquél que siga sus pasos. Liberar al hombre será siempre la obra de Dios, a través de Jesús o de otro.