Ya hubo algunas informaciones sobre el cambio de actitud del Vaticano con relación a la Teología de la Liberación, en particular en la Congregación por la Doctrina de la Fe. La misma congregación dejaba entender la validez de esta teología. Estos días, L’Osservatore Romano, periódico oficial del Vaticano, hace una presentación halagadora del último libro del padre Gutiérrez: “De parte de los pobres. Teología de la Liberación, teología de la Iglesia”, con citaciones textuales de varios pasajes del mismo libro.
Este cambio no deja de sorprender porque en muchos círculos eclesiásticos se decía que la Teología de Liberación había sido condenada por el mismo Vaticano después de las críticas que había hecho el papa Juan Pablo 2º y cardenal Ratzinger, por los años 80. El mismo cardenal había perseguido a más de 120 teólogos de la liberación por sus escritos a favor de ella.
Gracias a Dios y al papa Francisco, los tiempos están cambiando, pero también gracias a los aportes de las iglesias latinoamericanas a la Iglesia universal. La sangre de miles de mártires está dando sus frutos como igualmente la tenacidad de las comunidades eclesiales de base en todo el continente: cristianos de los sectores populares que viven su fe en la solidaridad con sus vecinos pobres en nombre de la Palabra de Dios. Estas comunidades han sido y continúan siendo, a pesar de las persecuciones de muchos obispos y un sinnúmero de sacerdotes, el caldo de cultivo de la Teología de la Liberación.
Todo esto es el signo de que, 50 años después, el Concilio Vaticano 2° ha sembrado la germinación de una nueva manera de ser Iglesia y cristiano en el mundo de hoy: eso es la Iglesia de los Pobres deseada por el papa Juan 23.
Los obispos de América Latina fueron los primeros y los únicos que se reunieron para aplicar el Concilio en su continente: esto ocurrió en 1968 con su reunión en Medellín, Colombia. Las orientaciones dadas en ese entonces fueron siempre confirmadas en sus reuniones posteriores.
Las presiones contra la Teología de la Liberación no han desaparecido, y es de pensar que seguirán. Al menos ahora las y los que hemos evangelizado desde esta perspectiva, tenemos las más altas esferas de la Iglesia a nuestro favor. Se repite lo que decía el fariseo Gamaliel de los primeros cristianos: “Si su proyecto o su actividad es cosa de hombres, se vendrán abajo. Pero si viene de Dios, ustedes no podrán destruirlos, y ojalá no estén luchando contra Dios”.