MONS. GONZALO LOPEZ M.

MONS. GONZALO LOPEZ M.

miércoles, 20 de febrero de 2013

Un Papa para nuestros tiempos


El Papa tuvo la honestidad de renunciar a un cargo que no podía más llevar adelante. ¿No será el colapso de una institución que quiere mantenerse como monarquía absoluta? El Concilio Vaticano 2° hace 50 años buscó abrir “puertas y ventanas” para que entre aire fresco y se salga al encuentro del mundo moderno. Lastimosamente pronto se volvieron a cerrar.

Ya son más de dos siglos que la Revolución Francesa, desde 1789, nos hace caminar por la democracia, todavía con muchos tropiezos; pero por allí se está yendo. En la Iglesia católica poco se ha avanzado en este sendero y sus máximas autoridades se aferran a una concepción del poder totalmente contraproducente.

Ya va a ser un siglo de la Revolución Rusa que emprendió el camino hacia el socialismo, más respetuoso de los trabajadores explotados por el capitalismo voraz. La actual crisis europea demuestra fehacientemente a dónde conduce. En la Iglesia católica, seguidora de las primeras comunidades cristianas en las que “todo ponían en común y donde no había necesitados”, hace falta más fraternidad y abandono de privilegios para vivir y anunciar con verdad y libertad el Evangelio del Reino.

Ya son casi 50 años de la revolución europea de mayo de 1968 donde se cuestionó el valor de toda autoridad absoluta y se confirmaron los derechos y el protagonismo de las mujeres. La Iglesia católica en su conjunto está haciendo caso omiso de esta nueva realidad, conservando un modelo de cristiandad heredado del Imperio romano.

Ya son 12 años que los movimientos sociales mundiales se van articulando para compartir sus ideales, enriquecerse de sus experiencias y pulir alternativas para construir “otro mundo posible, necesario y urgente”. En la Iglesia católica, el Concilio había orientado a las diócesis a evangelizar a partir de la realidad local y había animado las conferencias episcopales nacionales a coordinar experiencias y alentar esfuerzos valiosos. Estas orientaciones han sido revertidas poco a poco por el autoritarismo, dogmatismo y tradicionalismo.

La Iglesia católica no solo necesita de un nuevo Papa, necesita nuevas estructuras más democráticas y respetuosas de la unidad en la diversidad. ¿O no creemos que el Espíritu de Dios sea capaz de conducir a la Iglesia católica hacia una profunda renovación estructural? Jesucristo sigue siendo uno de los mayores profetas, capaz de animar a los hombres y a las mujeres de hoy a construir una Iglesia al servicio del Reino y una sociedad más equitativa y más respetuosa de la naturaleza.

Pedro Pierre