Para iluminar ésta casi inédita situación,
permítanme describirles una situación hipotética que comparte un buen número de
similitudes con el caso que nos ocupa.
Imagínense ustedes que un buen día su papá, pasados
unos días después de haber celebrado con toda pompa y sin ninguna señal que
presagiara ninguna sorpresa, su cumpleaños número 85, reúne a todos sus hijos,
sobrinos y demás familiares y les hace el siguiente discurso:
“queridos hijos y demás
familiares, he tomado la decisión de dejar este hogar e irme a una dependencia
al fondo de esta construcción, pero sin ninguna responsabilidad como abuelo, ni
padre. ¿Papá, qué ha pasado? Se preguntarán ustedes. Bueno, para ser breve les
digo: yo ya no me siento con fuerzas para llevar el control de este hogar. No
tengo fuerzas para evitar que en esta casa se sucedan escándalos de tipo
económico, de tipo administrativo, hasta de tipo sexual y otros más. Aquí hace
falta que una persona más llena de energía y juventud asuma la dirección de
esta familia. El último día de este mes es la fecha que seleccioné para mi
retirada”
Imagínense que en este momento toma la palabra, con
mucha timidez, uno de los hijos más jóvenes y le dice:
“papá, tú has vivido casi
toda tu vida con nosotros. Para ti, dada tu incumbencia tan directa en toda la
dirección de la familia, no creo que esté siendo novedosa ninguna de las
situaciones que hoy parecen sorprenderte. Pero lo más grave del caso es que en
todas las ocasiones en las cuales te hablábamos dolorosamente de esta descomposición,
tú nos has descalificado y has respondido que esas eran críticas motivadas por
un “nocivo relativismo” que desconoce las verdades absolutas sobre las que
están montadas las bases de nuestra existencia como institución familiar”. “¿Por
qué no aprovechaste aquella ocasión tan cercana en la que te homenajeamos tan
extraordinariamente, por tu cumpleaños para habernos anunciado tu inconformidad
con toda esta situación ?”
Bueno, hasta aquí la alegoría.
Hace apenas dos domingos, en la ceremonia del Angelus
tenida en la plaza de San Pedro el 17 de febrero Benedicto XVI se expresaba en
esta forma:
“la Iglesia, que es madre
y maestra, llama a todos sus miembros a renovarse en el espíritu, a reorientarse
decisivamente hacia Dios, renunciando al orgullo y al egoísmo, para vivir en el
amor”
Federico Lombardi, director de la oficina de prensa
de la Santa Sede dijo el 11 de febrero que Benedicto había dicho con sus
propias palabras:
“entre las circunstancias
que motivan mi renuncia están las circunstancias del mundo de hoy… la velocidad
con la que se suceden y el número de eventos y problemas y eventos que señalan
la necesidad de alguien con más juventud y energía”
Benedicto había expresado en el libro “la
luz del mundo” escrito por Peter Seewald:
”cuando el peligro es grande uno no
puede escapar…en estos momentos uno tiene que estar fuerte. Por esta razón este
no podría ser el momento para renunciar…uno puede renunciar en un tiempo de paz
, o cuando uno siente que ya no tiene la fuerza para afrontar estos problemas.”
Lo que cualquier inocente cristiano pordría
preguntarse es lo siguiente: ¿no conocía suficientemente el entonces cardenal Ratziner
el volumen de todos estos problemas que hoy parecen abrumarle? En algunos de
los cuales su actuación fue bastante errática. Es difícil que no los
hubiera conocido habiendo sido la mano derecha del Pontífice anterior.
Otra pregunta: ¿la percepción que Ratzinger
tenía de sus posibilidades físicas para afrontar estas situaciones serían
sustancialmente distintas de las que posee hoy sobre sí mismo? Y otra pregunta
más elemental: ¿hay alguna diferencia sinificativa entre los integrantes
del conclave que eligió a Ratziner y los que eligirán al próximo pontífice?
¿todos los integrantes de este cónclave no pertenecen a la “generación”
que tan cuidadosamente integró Juan Pablo II verificando milimetricamente
su completa afinidad con su “ortodoxia”¿no se podía ya en aquel momento haber
elegido a ese personaje deseado con fuerzas, energías, juventud suficiente como
para afrontar los problemas que todos conocemos y que hoy tanto acomplejan al Card.
Ratziner ?
Y la conclusion obvia es que con el “affaire”
Ratziner o sin él, la situación de nuestra querida Iglesia Católica, no puede
menos que considerarse como verdaderamente grave. Jamás dejará de ser un motivo de inspiración,
cuando una situación nos coloca ante problemas que requiren una toma de postura
clara y meridiana. El motive de inspiración negativo es aquella del
“avestruz” que prefiere “meter la cabeza bajo la tierra para “no enterarse de
los problemas que le amenazan.
Esa actitud del avestruz ha sido la más
concurrente en nuestra Iglesia Universal, especialmente nuestra Iglesia
venezolana. Las llamadas a la coherencia con el evangelio han recibido tantas
respuestas represivas que ya casi ni hay lugar para la denuncia. La
prescindencia ha sido la respuesta más inteligente. Pero allí quedan los
problemas que hacen sufrir a tantos venezolanos: el rechazo y repudio sumario
hacia los divorciados vueltos a casar, el comercio descarado con las
sacramentos y otras “cosas sagradas”, el desconocimiento del papel de los
laicos no clericalosos en la Iglesia, el repudio hipócrita hacia la
homosexualidad, la negativa al sacerdocio de las mujeres, las irrupciones
infelices de nuestros líderes religiosos en el mundo de la política., la
inercia apostólica y evangelizadora que sufre nuestra Iglesia.
Y muchas cosas más que no parecen preocupar
más a nuestros pastores que las “irregularidades” en las rúbricas
litúrgicas. Y así se educan a nuestros seminaristas y novicios. Buena, la
que nos espera…!
MIGUEL MATOS S. J.