1.
Política social (P)
Es
todo lo que se refiere al bien común de la sociedad. O bien, la participación
de las personas en la vida social. Así, por ejemplo, la organización de la
salud, de la red escolar, los transportes, la apertura y el mantenimiento de
calles, de agua, de alcantarillado, etc., tiene que ver con política social.
Luchar por conseguir un puesto de salud en el barrio, unirse para hacer llegar
una línea de autobús hasta la periferia, participar en una manifestación en el
centro de la ciudad en favor de la reforma agraria, o contra la especulación
urbanística, o contra la violencia policial... es hacer política social. Esa
política apunta al bien común de todos o de un grupo, cuyos derechos están
siendo irrespetados. Definiéndola de forma breve podemos decir: política
social, o Política con P mayúscula, significa la búsqueda común del
bien común.
2.
Política partidaria (p)
Es
la lucha por el poder del Estado, para conquistar el gobierno municipal,
estatal o nacional. Los partidos políticos existen en función de llegar al
poder, sea para cambiarlo (proceso revolucionario), sea para ejercerlo tal como
está constituido (gobernar el Estado que existe). El partido, como ya lo dice
la palabra, es parte y parcela de la sociedad, no toda la sociedad. Cada
partido tiene tras de sí intereses de grupos o de clases que elaboran un
proyecto para toda la sociedad. Si llegan al poder del Estado (gobierno), van a
dirigir las políticas públicas conforme a su programa y su visión partidaria de
los problemas.
Respecto
a la política partidaria es importante considerar los siguientes puntos:
-ver
cuál es el programa del partido;
-ver
cómo el pueblo entra en ese programa: si ha sido discutido en las bases; si
atiende a los reclamos históricos de la gente; si prevé la participación del
pueblo mediante sus movimientos y organismos, en su concepción, implementación
y control;
-ver
quiénes son los candidatos que representan el programa: qué biografía tienen,
si siempre han mantenido una vinculación orgánica con las bases, si son
verdaderamente aliados y representantes de las causas de la justicia y del
cambio social necesario, o si quieren mantener las relaciones sociales tal como
están, con las contradicciones y hasta injusticias que encierran.
Bastan
estos pocos criterios para darse cuenta del perfil del partido y de los
candidatos, de derecha (si quieren mantener inalterada la
relación de fuerza que favorece a los que están en el poder), de izquierda (si
apuntan a cambios en las estructuras que marginan a las grandes mayorías), o
de centro (partidos que guardan equilibrio entre la izquierda y la
derecha, procurando ventajas para sí y para los grupos que representan).
Por
representar a una parte, y no a la sociedad entera, la política partidaria es,
por sí misma, conflictiva; los políticos son adversarios -no enemigos- porque
tienen proyectos y programas diferentes. Pero tiene que quedar claro aquello
que Max Weber dijo en su famoso texto La política como vocación:
«Quien hace política busca el poder, bien como medio al servicio de otros
fines, o bien por sí mismo, para disfrutar del prestigio que confiere». Este
último modo de poder político fue ejercido históricamente por nuestras élites,
a fin de beneficiarse de él, olvidando el sujeto de todo poder, que es el
pueblo.
3.
La fe y su dimensión política
La
fe tiene que ver con Dios y su revelación. Pero está dentro de la sociedad y es
uno de los factores creadores de opinión y de decisión. Es como una bicicleta:
se vuelve efectiva en la sociedad sobre dos ruedas, la rueda de la religión y
la rueda de la política.
La rueda
de la religión se concretiza por la oración, las celebraciones, las
predicaciones y la lectura de las Escrituras. Por esos medios se forman
convicciones que están en la base de las decisiones concretas.
La
segunda rueda es la de la política. La fe se expresa por la
práctica de la justicia, de la solidaridad, y la denuncia de las opresiones.
Como se ve, política aquí es sinónimo de ética. Tenemos que aprender a mantener
el equilibro sobre esas dos ruedas, para poder caminar correctamente.
La
Biblia considera la rueda de la política (ética) como más importante que la
rueda de la religión como culto. Sin la ética, la fe queda vacía e inoperante.
Son las prácticas y no las prédicas las que cuentan para Dios. No adelanta
decir «Señor, Señor» y organizar toda una celebración; es más importante hacer
la voluntad del Padre, que es amor, misericordia, justicia, cosas todas ellas
prácticas, y por tanto éticas, como participar en una manifestación obrera,
entrar en un sindicato o en un grupo de derechos humanos.
Hay
muchas relaciones de la política con la fe, y viceversa, como, por ejemplo, con
el Estado, con la jerarquía de la Iglesia, con las comunidades de base y con
los laicos. Queremos analizar la relación de la fe con el ciudadano individual
y con el cristiano laico militante.
4.
Fe, política y ciudadano individual
En
lo concreto, fe y política se encuentran juntas en la vida de las personas. La
política es una dimensión de la fe concreta de la persona en la medida en que
vive la fe sobre sus dos ruedas: fe como culto y fe como ética, como práctica
de justicia y como espiritualidad. La fe incluye la política, es decir: un
cristiano, por el hecho de serlo, debe comprometerse con la justicia y con el
bienestar social; también debe optar por programas y personas que se aproximen
lo más posible a aquello que entendió ser el proyecto de Jesús, el proyecto de
Dios en la historia.
Pero
la fe transciende la política, porque la fe se refiere también a la vida
eterna, a la resurrección de la carne, a la transformación del universo, cosa
que ninguna política social y ningún partido o Estado pueden prometer. Nosotros
queremos una sociedad justa y fraterna y al mismo tiempo queremos la
resurrección de la carne y la vida sin fin, y feliz, siempre y totalmente. Pero
la fe no es solamente buena para presentarnos una promesa; es buena también
para inspirar una sociedad humana, justa y tolerante.
El
paso de la fe a la política partidaria no es directo. O sea: del Evangelio no
se deduce directamente el apoyo a un determinado partido ni el deber de votar a
una persona, ni cuánto debe ser el salario mínimo. El Evangelio no ofrece
soluciones, sino inspiraciones para que se pueda escoger bien un partido y
decidir un salario digno. Pero para eso se necesitan herramientas adecuadas de
análisis de la realidad social, movimientos e instituciones, partidos y
programas que permiten dar cuerpo a la fe como práctica ética.
5.
Fe, política y laico militante
El
laico es miembro del Pueblo de Dios y de la comunidad cristiana. Es un ciudadano
cualificado por la fe y por la militancia. Iluminado por su fe, puede y debe
hacer política partidaria. Por tanto, nada de recibir órdenes de los obispos y
de los sacerdotes para apoyar determinado partido (política cristiana). La
política debe ser laica y no clerical. La fe cristiana y el evangelio ofrecen
criterios de orientación política, algunos de los cuales queremos enumerar.
-una
política liberadora: no basta reformar la sociedad que está ahí;
importa construir otro modelo de sociedad que permita más inclusión mediante la
participación, la justicia social y la dignidad; la liberación requiere tal
proyecto, cosa que una simple reforma no consigue;
-una
política liberadora a partir de las mayorías pobres y excluidas:
debe comenzar bien abajo, para no dejar a nadie fuera; si comenzara por los
asalariados o por la burguesía, dejaría fuera, de entrada, a casi la mitad de
la población...;
-una
política liberadora que use métodos liberadores, o sea, que use
procesos que posibiliten la participación del pueblo, de abajo para arriba, y
de dentro para afuera; esa política pretende otro tipo de democracia: no sólo
la democracia representativa/delegadora (cada cuatro años tenemos el derecho de
elegir un presidente y delegarle el poder, sin volver a controlarlo), sino una
democracia participativa por la cual el pueblo, con sus organizaciones, ayuda a
discutir, a decidir y a resolver las cuestiones sociales. En fin, una
democracia socio-cósmica que incorpore como ciudadanos con derechos de ser
respetados a la Tierra, los ecosistemas y los seres de la creación, con los
cuales mantenemos relaciones de interdependencia.
-una
política que use medios transparentes que los poderosos
difícilmente pueden usar, como la verdad, la resistencia activa, la razón
solidaria. Para la creación de una sociedad justa y pacífica los medios deben
ser también justos y pacíficos...
La
militancia exige competencia, conocimiento de la realidad social y también una
espiritualidad adecuada para percibir la Utopía de Jesús realizándose en este
mundo, en la medida en que hay más dignidad y mejor calidad de vida. En función
de eso surgió en muchas diócesis el Movimiento fe y política, que
trata de mejorar la participación de los cristianos en el campo de la política
(estudiando y reciclándose) y en el campo de la fe (alimentando la mística y
profundizando teológicamente las cuestiones).
Conclusión:
la memoria peligrosa de Jesús
Los
cristianos no deben nunca olvidar que somos herederos de la memoria peligrosa y
libertaria de Jesús. Por causa de su compromiso con el proyecto del Dios de la
Vida y con los humillados y ofendidos de su tiempo, fue perseguido, hecho
prisionero político, torturado y condenado en la cruz, el peor castigo
político-religioso de su tiempo. Si resucitó fue para, en nombre de ese Dios de
la Vida, animar la insurrección contra una política social y partidaria que
penaliza al pueblo -especialmente a los más pobres-, elimina a los profetas y a
los predicadores de una justicia mayor y fortalece a todos los que anhelan una
sociedad nueva con una relación liberadora para con la naturaleza, para con
todos/as y para con Dios.
Leonardo Boff
Petrópolis, Rio de Janeiro,
Brasil