Dolores Aleixandre: "¿Por qué tenemos tanto miedo al sueño circular y fraterno de Jesús?"
"Cada vez que se intenta someter todo al pensamiento único, se empobrece la Iglesia"
José
Manuel Vidal, 16 de marzo de 2012 a las 15:51
"Creo que amamos la Iglesia a partir del Evangelio,
no al revés"
Dolores Aleixandre |
(José Manuel Vidal)- Dolores Aleixandre es una mujer excepcional.
Religiosa del Sagrado Corazón, pionera en los estudios bíblicos y teológicos en
España y, sobre todo, maestra de espiritualidad. Una espiritualidad suave y
valiente a la vez. Liberadora, profética, y al mismo tiempo muy nazarena, muy
de Jesús. Seduce por su testimonio y su sentido del humor. El video de su
entrevista ronda ya las 4.000 visitas. Buscadora de lo esencial, pide potenciar
"el sueño circular y fraterno de Jesús" y que la Iglesia no se
empobrezca "con el pensamiento único".
Lleva ya un
tiempo jubilada, pero sigue jubilando y jubilosa, publicando sin parar. Sus
últimos libros son Hilvanes y pespuntes (en
Fe Adulta), Mujeres
ignacianas (en Salterrae), y Un tesoro escondido: las
parábolas del Evangelio (en la editorial CCS).
¿Se te puede definir como una mujer de Dios?
Ojalá. Es lo que más podría gustarme
¿La felicidad puede venir de la creencia en
Dios y en Jesús de Nazaret?
Claro. Cuando él decía: "La alegría que
yo os doy no os la puede quitar nadie", eso es como un farol
impresionante, porque tan fácilmente, por cosas tan chicas se nos va la
alegría... pero la Palabra está ahí, como si fuera un montón de felicidad.
Felicidad que es compatible también con el sufrimiento, con el dolor del mundo.
Está mezclada, como el misterio pascual.
¿Has vivido tú esa mezcla de alegría y dolor,
como la cruz y la resurrección?
Claro. Quién no.
¿Has vivido algún momento de desesperanza?
No. La vida y Dios a través de ella me han
tratado muy suavemente.
¿El Sagrado Corazón es una congregación
pequeña?
No. Cuando entré éramos siete mil. Ahora somos
cuatro mil. Nuestra fundación es francesa, de 1800. Nos hemos dedicado siempre
a la educación, y a partir del cambio conciliar la palabra educación se ha
abierto mucho. A mí me gusta aquello que decía Blas de Otero: "Poner al
hombre en pie". Entendemos así la educación.
¿Estáis en todo el mundo?
Sí.
¿Te has sentido siempre feliz siendo monja?
La verdad es que sí.
¿No echas de menos cualquier otra vocación?
Yo creo que, cuando pasas ya de los 40 y te
das cuenta de que no vas a tener hijos ni marido, sí hay un momento en que eres
más consciente de aquello a lo que has dicho no. Entonces, es el momento de
enraizar más aquello a lo que has dicho sí. La gente, las personas, las
relaciones, suponen tal riqueza, tal fuente de amistad y comunicación, que sólo
con eso tenemos un tesoro en el celibato.
¿Te sientes una mujer realizada? ¿Qué piensas
de aquello que se decía y se repetía, de que "se casan con Dios porque no
hay quién se case con ellas"?
Eso es terrible. Y no es verdad.
¿En algún momento dudaste?
No. Entré en el convento a los 20 años, y hay
una etapa previa como en la vocación de Samuel aunque ahí todo pasa en una
noche: lo normal es que pases un tiempo largo en búsqueda. Luego te enamoras,
luego vuelves a pensar que eso no termina de ser lo tuyo... hasta que te
decides. Esas etapas son buenas. Creo que no habría que admitir a nadie en una
congregación que no haya pasado por un proceso de maduración previo. Porque, si
no, después surgen muchos problemas.
¿La vida religiosa tiene futuro?
Sí.
¿Redimensionada, quizás?
Sí, mucho. En número y en estructuras. Estamos
en un momento que yo encuentro precioso, que es de poda. Nos están podando
muchísimo.
¿Y duele?
Claro. Duelen el envejecimiento y la disminución,
pero, a la vez, nunca habíamos tenido una vida apostólica con más creatividad y
con más proximidad unas congregaciones de otras. La pobreza nos ha hecho más humanas,
nos ha bajado de ciertos pedestales. Cada congregación estaba en su especie de
burbuja y ahora ha desaparecido y fluyen mucho más la proximidad y la
cordialidad. Nos apoyamos y consultamos más unas a otras. Y eso es muy valioso.
¿Llegasteis a ese camino, entonces, por la
fuerza?
Sí. Y no pasa nada porque haya sido así.
¿Suele ser así cuando se purifica la Iglesia?
¿De forma forzosa?
Creo que sí. Mira, estos días, leyendo en
Marcos los preparativos de la Pasión, el texto dice: "El hijo del hombre se
va conforme está escrito de él". Aunque la Escritura no dice eso "tal
cual", pero él hace su propia lectura y lee las circunstancias de su vida
a la luz de la Escritura. Y Marcos usa un verbo que significa caminar, pero
caminar sometido, llevado. Jesús va a la muerte empujado por las
circunstancias. Pero camina haciendo suyo ese trayecto en el que es capaz de
leer más allá de la apariencia. Algo así ocurre en la vida religiosa: las cosas
han venido así, con su proceso de secularización. Sólo ver en lo que ocurre en
las familias con hijos únicos: es más difícil que una hija única se haga monja.
Pero otro elemento importantísimo es que el Concilio declara que la llamada a
la santidad es universal y eso supone mucho cambio. En mi generación no era
así: para ser santa había que ser monja.
¡Menos mal que ya no es así!
Claro, menos mal ¡Es una suerte! Es como
cuando se rompen las tapias de un jardín cerrado, y ahora puede transitar todo
el mundo. En la Iglesia habrá un sector quizá minoritario, que optará por la
vida religiosa como camino de seguimiento... pero en sinfonía con otros
carismas y opciones y para mí esa es una de las aperturas más ricas que hizo el
Concilio aunque trajo vendavales, claro. Pero eso de no sentirnos, los
religiosos, por encima del resto, era un cambio teológico que necesitábamos.
¿O sea que se democratizó la santidad? ¿Se
puso al alcance de cualquier persona que quiera seguir a Jesús?
Claro.
Piensas, entonces que va a haber menos vida
religiosa, pero, ¿será más genuina, más auténtica? ¿Con menos poder y más
intercongregacionalidad?
Sí. Yo he vivido 5 años en una comunidad ínter,
en un proyecto de Caritas para familias sin techo, en un bloque de 60
apartamentos. Había trabajadores sociales, pero Caritas quería también una
comunidad de religiosas. Y como a nadie le puedes pedir hoy 4 personas para
ello, algunas provinciales de CONFER hicieron suyo el proyecto, pidieron
voluntarias y hemos estado 4 religiosas, de 4 congregaciones distintas formando
comunidad. Íbamos un día a la semana a la congregación de origen, pero el resto
de los días vivíamos en esa comunidad: rezábamos juntas, compartíamos bienes y
en la casa de Caritas ejercíamos una especie de "ministerio de la
visitación" entrando en relación con las familias.
¿Una comunidad piloto?
Sí, intercongregacional.
¿Y funcionó bien?
Sí, de maravilla, y ahora hay otras 4, y otras
4 también en otra casa de Caritas. Van creciendo las experiencias.
¿O sea que el futuro puede apuntar a eso?
Por lo menos en ciertas circunstancias.
¿Y las experiencias mixtas no cuajan?
Yo creo que son más complicadas. Estuve en los
años 80 en una comunidad mixta. Éramos 4 religiosas, un seminarista (José Luis
Álvarez Santacristina, que luego salió del seminario y pasó a ETA), en un
reformatorio de chicos en San Sebastián. Formábamos pequeñas familias con 6 o 7
chicos, y hacíamos un poco de padre y madre de aquel conjunto.
José Luis ha vuelto a la fe.
Sí, ha vuelto otra vez a sus raíces creyentes.
La verdad es que aquel proyecto era demasiado utópico: hacer comunidad de vida,
de trabajo y de fe. Y contamos poco con la condición humana...y aquel
experimento no acabó muy bien. Las comunidades mixtas que surgen ahora tienen
otro perfil. He estado hace poco en Bose (Italia) donde hay monjes y monjas,
protestantes y católicos, con un trabajo precioso en torno a la Palabra. Nacen
de forma más reposada, más tranquila.
¿Sabiendo mejor lo que se pretende?
Claro, pienso que sí. Otras formas que surgen
hoy son comunidades de laicos, célibes, matrimonios... y a mí me parece
precioso. Creo que es vivir el rostro, la realidad de la Iglesia, desde
carismas que se complementan.
¿Cómo ves a la Iglesia española? ¿Te duele en
estos momentos?
Sí. Claro. Siento que hay miedo y eso es malo.
Jesús, cada vez que se aparece a los suyos, les dice "no temáis".
Juan Pablo II comenzó su pontificado diciendo también "No tengáis miedo,
abrid las puertas a Cristo". Pero ahora hay bastante miedo: a lo plural, a
la disensión. ¡Pero la Iglesia ha nacido en plena disensión! Disentir no es romper
la comunión. Cada noche de Pascua escuchamos en la lectura del Génesis:
"los hizo a cada uno según su especie". De diversa manera, con
distintos acentos. Eso es una de las riquezas de la Iglesia que otros nos
envidian, porque de por sí, no hay un pensamiento único. Cada vez que se
intenta someter todo al pensamiento único, al modo litúrgico, celebrativo,
teológico, o espiritual único, eso empobrece. Limita.
¿Hay miedo a las decisiones, a las
advertencias, y a las reacciones en el campo teológico?
Sí, y estamos cansadísimos de tanto miedo.
¿Cómo se supera eso?
Yo creo mucho en las relaciones personales. Lo
primero que rompemos es eso que en Castilla se llama "el roce". Nos
separamos cuando dejamos de acercarnos, dialogar, manifestarnos como somos, comer
juntos. Hemos descuidado esos gestos elementales. Aunque se piense distinto,
porque cada uno está en su derecho. Pero hay diferencias que se disuelven en
una sobremesa.
¿También te duele la situación de la mujer en
la Iglesia actual?
Sí que me duele, pero, más que dolerme, estoy
cansada. Tengo la impresión de que llevamos con el mismo discurso demasiado
tiempo. Muy anclado, por una parte y por otra, en sus posturas. Hay un temor en
la Conferencia Episcopal, como si cualquier mujer que defiende sus derechos
estuviera reclamando la ordenación. Y no se trata de eso, sino de que el
Evangelio empuja de abajo a arriba, porque habla de una comunidad circular en
la que alguien tiene la presidencia, pero en la que todos somos hermanos y
hermanas. Un día le pregunté al cardenal Rouco, en una conferencia en Santiago:
"Don Antonio, si el matrimonio es indisoluble porque el Evangelio dice
"lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre", también dice el
Evangelio: "No llaméis padre y madre, maestro ni señor, porque sólo hay un
Padre". Y sin embargo tenemos la Iglesia llena de padres, abades y
monseñores. ¿Es que es apócrifo este texto? Me pregunto por qué tenemos
tanto miedo al sueño circular y fraterno de Jesús y creo que tenemos mucha
confusión entre autoridad y poder.
¿Es el poder, al final, la gran tentación de
toda institución, también de la eclesiástica?
Pienso que sí y que forma parte de nuestro
pecado original.
¿Ves alguna salida a corto plazo? ¿Un
Concilio, la decisión de un Papa por la igualdad, contra el escándalo de que la
Iglesia sea prácticamente la única institución a nivel internacional donde no
se admita la presencia de la mujer en igualdad de condiciones?
Hay una novela
que me ha gustado muchísimo y recomiendo: se llama Vaticano 2035. El autor, Pietro di Paoli, parece que es un
pseudónimo, y hay quien piensa, por lo bien que conoce la Iglesia, que es
alguien de la Curia. Es una novela llena de amor a la Iglesia pero haciendo
propuestas diferentes. En ella, Benedicto XVI dimite al llegar a los 80 años y
uno de los papas que le suceden es un viudo con dos hijas y ha sido premio
Nobel de la paz por haberla conseguido entre israelíes y palestinos. Y lo
primero que hace cuando accede al papado es nombrar cardenales a algunas
mujeres: una teóloga feminista para la Congregación para la Doctrina de la Fe y
una monja de la madre Teresa, que está en Calcuta de médico, para todo lo que
es Caritas en la Iglesia. Mientras leía el libro, iba asintiendo internamente:
"Son cosas normales". Y al acabarlo pensaba ¡pero si lo raro es lo
otro! Raro es lo que ahora estamos viviendo.
El problema es que llevamos con "lo
raro" muchos siglos.
Sí, muchos.
¿Crees que el Vaticano II no se ha
desarrollado, o que estamos en una etapa de involución?
Pienso que para convocar un Concilio haría
falta más "masa crítica" que se sume a los movimientos del Pueblo de
Dios que están empujando en esa dirección. Pero no creo esté presente en el
episcopado ni en la Curia.
Pero en época de Juan XXIII se podía aplicar
un mismo esquema, hasta que llegó precisamente el Papa. Pero el episcopado era
el mismo que en la época de Pío XII, o incluso "peor". El Espíritu
tendrá que soplar de alguna manera, ¿no?
Sí, pero, ¡es tan distinto su soplo del que
nos gustaría! Quizá esta "era del hierro" que estamos viviendo pueda
purificarnos. Lo que pasa es que hay mucha gente que se está yendo de la
Iglesia.
¿Ése es el problema? ¿La salida radical y
masiva hacia la indiferencia?
Es un dolor y una situación dramática, y
además se está rompiendo la transmisión de la fe (si no se ha roto ya). Hay una
inquietud enorme por parte de padres y madres jóvenes, que son cristianos, pero
no saben cómo pasar la fe a sus hijos. Todo lo que sea favorecer eso nos
ayudaría a continuar, pero hay cantidad de familias cristianas que no saben
cómo hacerlo.
Pero, ¿para eso no hace falta ilusionar
primero a los curas, a los catequistas y demás gente? ¿No habría que volver a
la primavera post-conciliar de la creatividad y la alegría? ¿No se ha perdido
eso, quedándonos una especie de funcionarios que se dedican a decir misas?
Sí. Por eso lo que nos urge hoy es la vuelta a
Jesús, la vuelta al Evangelio que sigue teniendo tiene un inmenso poder de
sugestión, de atracción y de asombro, que redime lo que tenemos, eclesialmente,
de apagado y desvaído. Creo que amamos la Iglesia a partir del Evangelio, no al
revés pero quien está fascinado por Jesús, entiende y puede amar después la
comunidad en que mantenemos su nombre. Estando en Israel, hice un retiro en el
lago de Galilea, allí los franciscanos tienen una iglesita y, desde el monte de
las Bienaventuranzas miraba el ir y venir de los autobuses de peregrinos... Y
era una maqueta de lo que es la Iglesia: la comunidad que mantiene viva memoria
de Jesús, su Evangelio y su Eucaristía. Pero le hemos puesto tantos
sobreañadidos que es difícil acceder a ese tesoro central que es Jesús. Hay
demasiadas cosas y ruidos superfluos.
¿O sea que hay que volver a lo esencial?
Claro.
Pero eso también lo está diciendo Benedicto
XVI, al menos en sus discursos.
Es cierto. Pero para "volver a lo
esencial" hay que soltar lo accesorio. Y eso ya nos cuesta más.
¿Estamos de acuerdo en qué es lo esencial,
pero falta dar el paso? ¿No se sabe cómo soltar "lo accesorio"?
Soltar es fácil: no tendríamos más que abrir
las manos.
¿Pero tienen que empujar desde fuera?
Ya están empujando. Estamos perdiendo gente
tan buena, tan buscadora... Participo en un grupo que anima Pablo D'Ors.
Buen novelista.
Y buen cristiano, y buen cura. El grupo se
llama Buscadores de la Montaña. Somos poca gente, pero muy plural. Hay gente
post-cristiana, gente en busca de espiritualidad, cristianos que no encuentran
su sitio en la Iglesia... Y se busca recuperar desde dentro elementos centrales
como la oración o los ritos.... Hacemos meditación silenciosa, leemos textos de
la tradición espiritual cristiana o sufí o hinduista. Y también un tiempo de
"introducción al rito" para recuperar a nivel profundo los signos
litúrgicos, más despojados de lo rígido.
Pero los "talibanes" llamarían a eso
herejía.
Sí, pero allá ellos, es su problema. Pienso
que es una gran ayuda para los que participan en el grupo poder recuperar por
ejemplo el significado de la imposición de la ceniza o la renovación de las
promesas del bautismo... ¡hasta la imposición del escapulario del Carmen como una
devoción tradicional mariana! Tendría que haber más grupos así porque hay mucha
gente que necesita ayuda para reencontrar el lenguaje eclesial desde dentro y
comprender mejor su contenido.
¿Qué curas quieres tú para la Iglesia de hoy?
Quiero "místicos en la plaza" o en
el café, más "expertos en humanidad" cercanos de la gente. Tengo
temor a que la formación en los seminarios sea en una burbuja insonorizada y
aséptica. Creo que lo esencial de la formación es contagiar la pasión por Dios,
formar orantes fascinados por Jesús y su Evangelio. Pero capaces, a la vez, de
tomarse una caña con los no creyentes. Desde una Fraternidad de Hermanitos de
Jesús (de Carlos de Foucauld) en un barrio popular, uno de ellos decía: "Miro
la gente en esta plaza, y siento que esa es mi gente, que mi sitio está ahí,
con ellos". ¿No es también "la plaza" el sitio de un cura? La
parroquia, pero también "la plaza" porque, como no salgan en la
primera, se quedarán solos.
Me contaban unas catequistas que llegó un cura
joven con su "clergyman", y les dice a ellas, mujeres hechas y derechas,
gente de Iglesia de toda la vida: "Pueden ustedes llamarme Don
Pedro..." Y ellas, atónitas, sin entender este modo de llegar a una
comunidad cristiana investidos de poder. ¿De qué poder?, pero si para Jesús el
poder está en despojarse del manto y agarrar la toalla y la jofaina! Siéntate
con ellas, apréndete sus nombres, pregúntales si están en el paro, si llegan a
fin de mes. Mucha gente prefiere ahora que les llegue un cura mayor a la
parroquia porque hay temor a esos curas que llegan imponiendo y que a la hora
de tratar con las mujeres y con las religiosas vuelven a invocar "nuestro
cometido propio" y nuestra "dignidad peculiar" y en cuanto esa
dignidad es "peculiar", ya se sabe lo que se está queriendo decir.
Las relaciones que instaura el Evangelio fluyen de persona a persona, de
hermano a hermano, pero si se decide que lo de la mujer es
"peculiar", algo raro se esconde detrás de ese calificativo.
No entiendo tampoco que haya libros de ciertos
autores que no se puedan leer en el seminario y que haya teólogos prohibidos
¿por qué hay miedo a aquello que hace pensar y hacerse preguntas...? ¿No es
extraño que en algunos seminarios no tengan acceso, por ej., a una revista como
Vida Nueva? Un seminarista se llevó de mi casa un montón de números atrasados
como si fuera material pornográfico... Me pregunto qué resultado van a dar
después ciertos modelos formativos.
Se ha hablado mucho últimamente de que la
Iglesia, en este contexto de crisis, debería hacer un gesto público y claro.
Impulsar la solidaridad desde las bases, desde todos sus medios. Pagar el IBI,
por ejemplo...
Pues, ¡buenísima idea!
El Padre Ángel acaba de decir a los obispos
que abran las catedrales y que las conviertan en comedores para la gente que lo
necesita. Lo mismo que pide a los políticos.
A mí, en la misa de Cuatro Vientos, el tiempo
de adoración de la Eucaristía me pareció mágico, en que se creó un clima muy
especial. Pero me faltó para que hubiera sido perfecto, que al terminar el Papa
dijera: "Vamos ahora a hacer, a nivel de toda España, una colecta para el
cuerno de África". Hubiéramos unido entonces la adoración de la Eucaristía
con el gesto del Pan roto y compartido por la vida del mundo.
Desde aquí también pedimos ese gesto.
¡La Iglesia tiene a su alcance y en su
tradición tantos gestos capaces de pro-vocar y sacudir las conciencias! Y no
contentarse solamente con lo que Caritas está haciendo y representando hoy en
España.
¿Debería ser, en estas circunstancias, aún más
samaritana?
Por supuesto, y hacer gestos más provocadores.
¿Deberían recuperarse las delegaciones de
trabajo y oficinas contra el paro que se crearon en las parroquias en los años
80? ¿Podemos pedir algo así?
Sería bueno que se unieran las comunidades de
base eclesiales para pedir gestos de ese tipo porque así no serían iniciativas
aisladas, y se conectaría con lo que tanta gente está esperando hoy. A veces
nos pierde el tono mesiánico o solamente reivindicativo. Es verdad que hace
falta gente capaz de levantar la voz y ser radical, pero también hacen falta
personas con otro tono, capaces de convencer sin acorralar. Con eso a veces
sólo se consigue que se retraiga más la jerarquía. Creo que hay que buscar más
vías de diálogo con los obispos, hacerles llegar más el sentir de muchos
creyentes desconcertados y también impacientes. Hay obispos muy sensibles a lo
social y que están ya haciendo esos gestos en sus diócesis. Pero haría falta
que lo hicieran juntos y públicamente, para que tenga repercusión mediática.
Algunos titulares
La pobreza nos ha hecho más humanas, nos ha
bajado de ciertos pedestales.
Gracias al Concilio Vaticano los religiosos
dejamos de sentirnos por encima del resto.
La Iglesia tiene miedo a lo plural, habiendo
nacido en plena disensión.
Cada vez que se intenta someter todo al
pensamiento único, se empobrece la Iglesia.
Estoy cansada de la situación de la mujer en
la Iglesia actual.
El Evangelio empuja de abajo a arriba, porque
propone una comunidad circular.
El Evangelio dice "no llaméis a nadie
padre..." ¿por qué tenemos la Iglesia llena de padres y monseñores?
¿Por qué tenemos tanto miedo al sueño circular
y fraterno de Jesús?
Quizá la "era del hierro" que
estamos viviendo pueda purificar el Espíritu de la Iglesia.
El Evangelio tiene tal poder de atracción, que
redime lo apagada y desvaída que está la Iglesia.
Creo que amamos la Iglesia a partir del
Evangelio, no al revés.
Es difícil acceder a Jesús por culpa de todos
los sobreañadidos que le hemos puesto a la Iglesia.
¡El sitio del cura es también la plaza!