MONS. GONZALO LOPEZ M.

MONS. GONZALO LOPEZ M.

martes, 7 de febrero de 2017

ELECCIONES ECUADOR: ¿POR QUÉ NO PIENSAN EN EL DIA SIGUIENTE?


Dr. Francisco Herrera Aráuz
Ecuamex

Si. Esta es una de las más severas fallas de las que adolece la clase dirigente en el Ecuador, su corta visión de futuro. A veces parecería que no la tienen, y menos ahora que estamos en un proceso político que les ha demostrado que se puede manejar un período de gobernabilidad por un buen tiempo, y por eso mismo se debe pensar en el largo plazo. El punto de debate en este momento es que para la política y los políticos ecuatorianos solo se ha pensado en las elecciones, y nadie pone en juego sus ideas y razones para el día siguiente del 19 de febrero de 2017. Las consecuencias pueden ser serías y graves.

Ecuador ha sido históricamente un país inestable en lo político. Gobierno tras gobierno, golpe por golpe de estado y luego elecciones, asambleas constituyentes, constituciones y una sucesión de gobernantes en el poder han construido una especie de esperpento de nación con fama de ingobernable. Sin embargo, nadie quiere señalar que la clase dirigente ha sido incapaz de darle un futuro al país, al que quieren controlarlo aunque sea solo por un momento, siendo ese el principal motivo por el cual no han tenido a su haber la continuidad en el gobierno, como tampoco el liderazgo social o la estabilidad económica.

Todo da a pensar que en país la clase política solo piensa en las próximas elecciones como su gran meta. Dan la impresión que su accionar solo va hasta llegar a las urnas, como gran motivo de vida, y se esfuerzan solo para ello, nada más. Y, tan ansiado es el proceso electoral que es motivo de conquista, chantaje, amenaza o captura del poder en los comicios próximos. Así, hacen todo para ganarse el voto de los electores y, por supuesto en ese afán de conquistarlo lanzan anuncios que tratan de reducir a sus rivales a los cuales les acumulan todas las ofensas con el fin de que los votantes asuman en concierto la pose de chantaje con su posible voto, y hasta amenazan a todos con indisponerlos frente al electorado para que voten solo por ellos, no por otros y, hasta llegan al límite descarado de la promesa demagogia para ofertar lo imposible con tal de obtener el cargo en disputa.

La actual campaña electoral ha sido una muestra muy puntual de ese limitado concepto de acción política. La clase dirigente ha luchado tanto estos años solo para llegar al día de las elecciones. Tan pobre es esa gestión que se nota que solo se han preparado para alcanzar el triunfo allegarse al cargo y luego no saber cómo gobernar. El discurso para la presencia ante la masa electoral ecuatoriana de estos días es una especie de torneo de ofertas baratas, incompetencias intelectuales, desconocimiento severo de las leyes y, hasta un alto grado de audacia para ofrecer hacer lo que sea si llegan, sin importar si violan la Constitución o los códigos jurídicos, las convenciones internacionales, los derechos humanos o el sentido común. No ha importado mentir, faltar a la verdad, inventarse cifras, manipular datos, o exagerar y excederse hasta el límite del ridículo con tal de figurar en la competencia del voto.

Una muestra puntal de tan pobre espectáculo ha sido la torpeza política del impuesto a la papa de boca de una candidata carchense; aducir como razón para ser asambleísta el “que guapo que soy” de un ridículo ojo seco, o el millón de empleos sin definición clara de uno y la división anual en cuatro partes que daba lo mismo de otro, en una improvisación matemática bastante superficial y sin sentido. De mala maña se nota la pose de democracia cuando se fue golpista contumaz en una audacia indigna como para presentarse al electorado; o sinó, ofrecer cambiar la educación a gritos, juntándose a los que fueron un auténtico cáncer a la misma; luchar contra la corrupción sin considerar la relación clientelar con la empresa mas corruptora, no importó decirlo. Sí, en la campaña electoral Ecuador 2017 se llegó al extremo que negociar el voto con la oferta de la pena de muerte o, el despropósito de firmar un TLC con Estados Unidos, aduciendo amistad con Trump por haber estado juntos en un desfile de modas, buscando ocultar que desde la propia embajada norteamericana le calificaron de arrogante al rastrero autor de tal barbaridad. Qué vergüenza social ante este muestrario del “hubo de todo”.

Como si no fuese suficiente ver este agrio debate de un frustrante cortoplacismo, la campaña se vio infectada por la “guerra de pandillas” en la que entró la derecha política ecuatoriana, con acusaciones burdas y grotescas entre sus grupos allegados con poblaciones, explosión de miasmas en las redes sociales o en periódicos prefabricados, en la que no respetaron la intimidad o la honra de sus gentes. Y por supuesto, como no se tolera el que se les vea como únicos perdedores por haberse metido en un campeonato nacional de rabos de paja, ahora tratan en las últimas horas de contaminar a los que se hallan por encima de ellos con el fin de deshonrarlos y bajarlos en la intención de voto para forzar una soñada segunda vuelta que les pueda unir en odios como en ofensas, dando la impresión que para alcanzar su sueño electoral no importa usar ese recurso antiético que se aplica con aquello de que el enemigo de mi enemigo ahora es amigo y se juntan urgentes. Súmese a esto el afán de desprestigio del proceso electoral en el que han entrado algunos, incapaces de entregar en firme una denuncia que sustente sus acusaciones de padrón falso, pero con el alboroto suficiente que anticipa su derrota.

Se nota que en esta última década, en la que se ha dado la rara estabilidad política nacional, la clase dirigente se preparó para enfrentarse con Rafael Correa, al que lo añoran y extrañan en sus discursos de ataque. Tanta fatuidad como mendacidad se exhibe en la tarima electoral ecuatoriana con esta confrontación entre ellos y el gobierno, que dan a pensar de que no se han enterado que el Presidente no es candidato, pese a lo cual siguen en una molicie necia que solo les hace daño a ellos mismos, mientras el público les ha dado la espalda a semejantes incoherencias reflejadas en los bajos números de las encuestas.

A qué se debe el reclamo que formulo en el título de este comentario, pues a la frase infame del actual alcalde de Quito, Mauricio Rodas, al ganar las elecciones en el 2014; “En campaña se puede decir muchas cosas” con la cual justificó toda su nefasta participación electoral, ganando a costa de la deshonra del resto, sacrificando la verdad, ofendiendo a la razón y ocultando muchas cosas que ahora saltan como una especie de cadáveres del armario bastante incómodos para la masa de votantes y seguidores del político, que es un fiel representante de lo que siempre ha sido cierta clase política ecuatoriana. Sí, es notorio que en la campaña los políticos nacionales “dicen y hacen de todo”, y jamás piensan en lo que ocurrirá al día siguiente de las elecciones, lo que ratifica ese enfoque simplista que hemos tenido que soportar en la actual justa electoralista.

Para el caso, si AP se alza con el triunfo de su binomio, la oposición habrá comprobado el fracaso de su discurso que hasta la presente proclama que hay que borrar todo lo que ha hecho el correismo en estos diez años. Eso significaría además una ratificación de la continuidad del proceso de la revolución ciudadana que tantos logros les ha dado a los actuales gobernantes, al tiempo de respaldar su aprobación. El significado del día siguiente para los oficialistas sería el mantener viva la promesa de seguir construyendo un esquema de beneficio social colectivo solidario, con el cual han mantenido a su electorado fiel y leal, pero a la vez les tocará luchar contra su propio fantasma de la sombra de Rafael Correa, que les va a perseguir por los próximos años. Ese es un reto muy duro.

En cambio, si gana la oposición, con cualquiera de sus candidatos, tendrán que sostener desde el principio la conducta y el discurso de destrucción de todo lo anterior. Es decir, hay que cumplir con derribar lo correista y deben sumar a ello el que deben satisfacer el afán de venganza que ellos mismos han creado al desprestigiar al poder, ya que habrán ganado en buena medida por el fomento del voto del odio. Sin embargo, tienen a su favor el factor de cambio que puede y de hecho abre puertas, aun cuando las mismas no sean definidas desde ya. Es decir, llegar al poder con esa motivación de cambiarlo todo puede ser una gran justificación para asumir el cargo, y aplicar aquello tan característico del poder político en el Ecuador; refundar el país a partir de mi gobierno, eso significa el día después a una presunta oposición triunfadora que enfrentará a una ciudadanía que no se sabe cómo responderá a tanto afán destructivo.

Me pregunto con rigor periodístico ¿En qué van a quedar las denuncias que tanto afectaron la honra entre los candidatos?, para el caso creo que el candidato Andrés Páez es uno de los que más respuestas le deberá dar a la opinión pública al día siguiente de las elecciones, tanto por lo que él ha acusado como por lo que sobre él se ha dicho. De igual forma, las vinculaciones que para los grupos políticos como Creo, Suma y especialmente los Socialcristianos con personajes y casos de corrupción o perjuicio al Ecuador no pueden quedar en el olvido y, vienen a ser de alta consideración, por lo que se exige que haya una intervención de la justicia que no pudo actuar en contra de los candidatos o grupos políticos en campaña.

Sí señor, desde ahora mismo la nación pide, reclama y exige que se abra el caso Odebrecht y se exhiba a los inculpados de sobornos y coimas. A leguas se nota que Ecuador no sabe qué hacer con el caso, y la masa política como la opinión pública se han limitado a criticar los esfuerzos que hacen desde el estado, tanto el poder ejecutivo como la función judicial, a momentos infructuosos para saber los nombres y listas. Hasta el momento existe una sensación de impotencia e ineficacia por lo pedido ante Brasil y Estados Unidos, porque no hay respuestas y crecen las dudas. Por ello, si el tema no ha sido usado en lo electoral es porque da la impresión de que nadie tiene nada, ni el régimen ni sus opositores, con lo cual la urgencia para enfrentar el caso de la empresa corruptora brasileña es quizás un tema de alta prioridad que crecerá mucho más a parir del 20 de febrero.

Fue el alcalde de Quito, Mauricio Rodas, quien metió las sospechas y prisión de MauTe en su contra como tema electoral, acusando al gobierno ecuatoriano de persecución política en su contra, con su partido y su alianza con una candidatura presidencial. Pues bien, a estas alturas está comprobado que todo fue más bien la reacción de un nervioso antes que una realidad, y más bien queda en la conciencia colectiva que el candidato como sus grupos políticos añadidos se desmarcaron del ridículo que hizo en Washington. Un día después de los comicios hay que prestarle mayor atención al tema, porque se acabó el justificativo del controvertido burgomaestre quiteño, que le debe muchas explicaciones a la nación sobre este y muchos temas, y ya no será válido su silencio forzado. ¿Hablará ante la justicia y lo dirá todo?

La hora de la verdad será para el CNE, ya que la vista se fijará en ellos y, por supuesto, en medio de una borrasca de acusaciones, deberán confirmar la limpieza ofrecida de unos comicios cuyos resultados definirán el futuro de la nación. Al día siguiente y los que vengan serán de ardua disputa por la honestidad de las elecciones ecuatorianas.

Abro un interrogante necesario: ¿Qué pasaría con los electos en estas elecciones si son encontrados culpables de la corrupción, cuyas denuncias nos han acompañado en esta campaña? Pues, entra a prueba la honradez del sistema nacional total, ya que, estoy más que seguro que existe una parte de la opinión pública nacional que se movilizaría pronta para impedir que tal o cual persona acceda al poder con sombras de duda, ¿Se ha pensado eso cuando terminen las elecciones?

La oposición ha dicho, acusado y ofendido al régimen a lo largo de estos años, y en especial en la campaña electoral. Terminados los comicios, cualquiera fuese el resultado, es más que seguro que el Gobierno de Rafael Correa responderá con acciones frente a las acusaciones y, más de un proceso de confrontación a lo dicho e insultado va a ser parte de la confrontación. Es decir, se viene la hora de las aclaraciones, muy especialmente por las diatribas o calumnias que formularon e hicieron públicas algunos de quienes se excedieron con su boca las elecciones. Con un régimen que se ha caracterizado por responder a todas y cada una de las ofensas en su contra no me extrañaría que esta sea una acción y gestión que asumirá la revolución ciudadana para defender su honor político.

Si se trata de pensar en el futuro, vamos a estar muy ocupados a partir del 20 de febrero del 2017, sobre todo en enfrentar aquello que la clase dirigente nacional no ha pensado, o al menos no lo ha expresado de ninguna forma en ocuparse como si no fuese importante. En ciencia política se mide la capacidad entre un líder y un gobernante por su actitud de pensar y repensar constantemente en el futuro. ¿Por qué no piensan el día después en Ecuador? No se sabe. (FHA).