Padre Pedro Pierre
El próximo 19 de febrero, además de sufragar para elegir un binomio presidencial, asambleístas y parlamentarios andinos, se dará una consulta popular. Se nos presentará la siguiente pregunta a la que tenemos que responder Sí o No: “¿Está usted de acuerdo en que, para desempeñar una dignidad de elección popular o para ser servidor público se establezca como prohibición tener bienes o capitales de cualquier naturaleza en paraísos fiscales?”. A continuación se nos explica que nuestra respuesta traerá modificaciones a varias leyes vigentes sobre dicho asunto, las cuales entrarán en vigor dentro de un año.
Esta prohibición parece éticamente evidente, porque la corrupción es una plaga desastrosa y lastimosamente muy presente en nuestro país. Este vicio no afecta solo a las instituciones públicas y a sus integrantes, sino que lo practicamos bastante frecuentemente. El sistema social de organización capitalista fomenta naturalmente la corrupción, ya que se basa en la adquisición ilimitada de bienes y dinero. Para él, la corrupción no es un mal, sino un método que considera legítimo, ya que elimina la ética y los buenos procederes.
Se llega a considerarlo una astucia eficaz y un incentivo sin connotación negativa. Mientras no sustituyamos este sistema por otro, seguiremos atrapados en la corrupción. Este vicio se ha hecho una costumbre desastrosa que nos está perjudicando y destruyendo como país y como personas. Por una parte, y está a la vista, se roba al país mucho dinero, aproximadamente unos $ 3.000 millones, ya que esta suma de dinero, por ser protegida en bancos extranjeros, no entra en el pago de los impuestos correspondientes.
Por otra parte, al practicar actos de corrupción sembramos en nosotros y entre nosotros relaciones destructivas de la dignidad personal y de la convivencia armoniosa. Cuando se trata de autoridades, funcionarios y servidores públicos, las consecuencias son todavía más catastróficas: se distorsiona la marcha normal de nuestro país y de nuestras instituciones; colaboramos en la desintegración moral de las personas y la perversión de nuestras instituciones.
Por estos y otros motivos se espera una respuesta positiva masiva a la pregunta de la consulta popular del 19 de febrero. Nuestros representantes, tanto en la Presidencia de la República como en la Asamblea Legislativa y el Parlamento Andino, no pueden ser gentes que tienen dinero y bienes ocultos en paraísos fiscales.
Para los cristianos, sabemos que la Biblia condena la corrupción, en particular cuando se trata de los representantes del pueblo. He aquí, como botón, una muestra: “Elige entre los hombres del pueblo algunos que sean valiosos y que teman a Dios, hombres íntegros y que no se dejen sobornar, y los pondrás al frente del pueblo como jefes de mil, de cien, de cincuenta o de diez”. Fue el consejo que Jetro, el suegro de Moisés, le daba para que dé el mejor servicio al pueblo que acaba de sacar de la esclavitud de Egipto. Que esta orientación bíblica nos motive para la próxima consulta popular.