Una
reparación mediática urgente
Orlando Pérez
Director de El Telégrafo
Parecería
exagerado pero no: cuánta tinta se derramó y cuánto odio se extendió para
acusar a varios ecuatorianos, entre ellos al Presidente de la República, como
miembros, simpatizantes, auspiciantes o colaboradores de las FARC.
No fuimos
pocos (y perdonen que me incluya). Incluso metieron a Hugo Chávez. Si se revisa
lo publicado en Ecuador y Colombia tras el ataque-invasión a Angostura, no
habría espacio en esta columna para demostrar el sinnúmero de insinuaciones,
supuestas conclusiones y hasta solemnes declaraciones de “personalidades” de
prestigio político, académico e intelectual que sugirieron vinculaciones con el
grupo armado colombiano.
Hubo, literal, un linchamiento mediático muy bien
orquestado. El objetivo: desprestigiar, aniquilar y asesinar la imagen de toda
aquella persona que, con una mínima expresión de izquierda real y consecuente,
defendiera el derecho a levantarse en armas y a la vez buscar la paz.
Y para
eso hubo periodistas agenciosos, medios supuestamente objetivos,
investigaciones aparentemente propias (en realidad algunos datos salían de
ciertas agencias de espionaje), libros y uno que otro personaje que iba y venía
de Colombia, pero luego aparecía en Miami. Son los mismos, además, que fundan
portales web con asiento en Panamá y reciben fondos de determinadas agencias
extranjeras. Llegaron al colmo de brindar en cocteles, en embajadas y hoteles,
por haber “revelado” la supuesta conexión narco-guerrillera con el gobierno y
seguidores ecuatorianos.
¿En cuántas de esas reuniones se estrecharon en
abrazos efusivos con Álvaro Uribe algunos de esos políticos, periodistas,
asambleístas y banqueros? ¿Quiénes vilipendiaron a una asambleísta cuando la
dibujaron y adjetivaron como “Comandante Pelos”? ¿Ya nos hemos olvidado del
sinnúmero de caricaturas y editoriales, entrevistas y comentarios
estigmatizando a todo aquel que se atrevía a mencionar a las FARC o por lo
menos a pedir un trato político a esa organización por las causas reales y
estructurales que originaron su aparecimiento en la disputa política de
Colombia?
Ahora que se firmó la paz en Colombia y hoy domingo que se decide en
las urnas ese acuerdo podemos mirar con distancia y reconocer que todo
significó una bien montada y bien financiada operación política y mediática de
la cual habrá que revisar cada paso para que la historia señale a cada uno de
los responsables directos e indirectos.
Por eso creo que la firma de paz y su
legitimación en el plebiscito de hoy debe asegurar lo que los colombianos han
pedido: verdad, justicia, reparación y no repetición. Es lo más justo y lo más
honorable si se quiere en serio vivir en armonía o, por lo menos, buscar el
bienestar común para los colombianos y para los países fronterizos afectados
por el conflicto de esa nación hermana.
1.- Verdad para que se sepa por qué
hicieron todo aquello contra ciudadanos inocentes y ajenos a ese conflicto. No
hay cómo asesinar la verdad ocultando por qué actuaron de ese modo los medios y
periodistas para propagar falsas y falaces investigaciones con supuestos
especialistas y documentos.
2.- Justicia para que la conciencia histórica no se
lastime y se conozca a cabalidad todo lo que llevó a la esquizofrénica acción
de parapolíticos, paraperiodistas y paraacadémicos.
3.- No repetición porque no
es posible aceptar de nuevo una operación de esa naturaleza que solo ha
contribuido a la violencia, la intolerancia y al hostigamiento público bajo el
supuesto valor moral de sus convicciones, cuando en realidad eran acciones bien
articuladas a una estrategia concreta.
4.- Y, voy a insistir varias veces: la
reparación mediática es urgente, necesaria, justa e inaplazable para que
retiren de todas sus publicaciones, grabaciones, audios y videos la basura
montada para el linchamiento recurrente y violento que hicieron en estos diez
años.
América Latina debe hacer una reparación mediática: la firma de la paz
revela hasta dónde todos esos actores políticos minaron y torpedearon la paz
colombiana a través de titulares y supuestas investigaciones (verdaderos
misiles contra la verdad). En Ecuador estaría bien abrir el debate con los
documentos en la mano, las ediciones de aquellos años y los testimonios de
todos los que se coaligaron para exacerbar el supuesto terrorismo que invadía
las estructuras del poder político nacional.
La reparación mediática pasa
también por entender que solo hoy es posible hablar de paz porque fue
precisamente el ministro de Defensa de Álvaro Uribe quien les dio las espaldas
al militarismo y al financiamiento terrorista para sostener la guerra como una
fuente de enriquecimiento. Las migajas de todo ese financiamiento (mucho dinero
que salió del mal llamado Plan Colombia) cayeron en ciertos periodistas y
medios, políticos y ONG. Deben ser todos ellos los que cuenten (para que queden
en paz con su conciencia) de qué modo se dejaron llevar a una locura llamada
guerra mediática.
Nadie puede asegurar que la firma de paz y el desarrollo del
proceso acordado entre el gobierno y las FARC constituyan ya las bases de la
entrada en el paraíso celestial. Pero si desde ahora no se cierran las heridas
y se conoce toda la verdad, esos que se beneficiaron de la guerra bien pueden
abrir de nuevo supuestas investigaciones para decir, por ejemplo, el
narcoterrorismo se ha trasladado a Ecuador o para inducir a pensar que el
dinero va a campañas electorales o a organizaciones políticas. Si hay una
reparación mediática, habrá muchos que deban dar la cara y pedir perdón.