Anastasio Gallego
RD.- Así era el título del folletito-guía de la celebración eucarística, homenaje a monseñor Gonzalo López Marañón, obispo emérito de Sucumbíos (Ecuador) el domingo 2 de octubre. Fue una jornada memorable. En medio de un redondel de una avenida que conduce al puente sobre el rio Aguarico, que comunica con otra provincia. Como el dia amazónico amenazaba lluvia o un sol abrasador se armaron 8 enormes carpas para acoger a más de mil personas.
Iba a ser un acto de unas dos horas o tres. Todo terminaría con la celebración de la eucaristía.
¿El motivo? Eran muchos:
1.- El reconocimiento que la Asamblea Nacional (Parlamento) había hecho con motivo de la muerte de Gonzalo, a quien años atrás había condecorado cuando el Vaticano le aceptó su renuncia y le dijo que estaba equivocado, quitó la Misión a los Carmelitas Descalzos y se la encomendó a los Heraldos del Evangelio, para luego de varios meses de sufrimiento, dar marcha atrás.
2.- La decisión del Gobierno nacional y del presidente de la República, que delega en el ministro de Obras Públicas, de poner el nombre de Gonzalo al puente que une dos provincias.
3.- El Acuerdo del Municipio de Lago Agrio, capital de la provincia de Sucumbíos, de poner el nombre de Gonzalo a la avenida que conduce al puente de la población, las comunidades cristianas, la Federación de Mujeres de Sucumbíos.
4. Comunicar a la población la iniciativa de las organizaciones campesinas, indígenas y sociales, encabezadas por la Asociación de Mujeres, para levantar en la plazoleta, situada entre la avenida y el puente, el monumento a monseñor Gonzalo.
Todo lo había gestionado un Comité en el que estaba toda la sociedad civil, hasta el obispo.
Fue un encuentro maravilloso. Mujeres, jóvenes, ancianos, indígenas de diversas etnias, afrodescendientes, colonos, trabajadores petroleros, autoridades, religiosas, sacerdotes, diáconos permanentes, músicos...
Realmente la semilla del sembrador había germinado y dado su fruto.
El obispo que salió de Sucumbíos y terminó muriendo en Angola, miraba desde las gigantografías que se habían hecho, cómo la iglesia de Sucumbíos estaba viva, bastante sanada de sus heridas y rodeando a pastores como monseñor Celmo Lazari, hoy obispo de Sucumbíos; monseñor Jesús Esteban Sádaba, obispo capuchino del Vicariato vecino que acogió a los seis carmelitas que el Vaticano sacó de la Misión; o monseñor Mario Ruiz, arzobispo emérito de Portoviejo.
Otros obispos no pudieron acudir, pero manifestaron su adhesión. Parece que los obispos comienzan a volver a Sucumbíos siguiendo el ejemplo de sus hermanos que nunca dejaron solo a monseñor Gonzalo.
Gonzalo, ¿luego de muerto en Angola estaba sanando a la Iglesia de Sucumbíos?
La misa fue un canto a la comunidad y de la comunidad. Y concluyó como siempre han concluido las celebraciones de esta iglesia: una comida comunitaria en el mismo redondel, invitados por el diácono que dio por terminada la misa luego de la bendición del obispo con una extraña invitación: Sigan sentados. La misa ha terminado y sigue la comida.
Salió el sembrador... asi se titulaba el programa de monseñor Gonzalo López en la Radio Sucumbíos.
Y se quedó el sembrador cantaba la comunidad esta mañana, al aire libre, en la bocana del puente, porque.... el obispo siempre fue puente, nunca un muro.
Puedo dar testimonio de que esta iglesia está viva. Que festejaba por adelantado el cumpleaños 83 del que fuera su obispo y animaba al actual a caminar juntos.