Padre Pedro Pierre
No ha dejado de sorprender la otorgación del premio Nobel de la Paz al presidente de Colombia. ¡Ojalá sirva para confirmar los acuerdos entre el Gobierno colombiano y la guerrilla de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia)! No es la primera vez que está muy criticada la designación de ganadores a este premio internacional. Fue el caso del presidente norteamericano Barack Obama hace unos años: ¡de los últimos presidentes fue aquel que desató más guerras en todo el mundo!
Igualmente hace unos decenios se premió al primer ministro israelí -¡que ‘en paz’ descanse!-, Benjamín Netanyahu: la invasión de Palestina, el número de muertos palestinos, en particulares civiles, las destrucciones de casas e infraestructuras palestinas, las construcciones de viviendas judías en territorio palestino, las condenas de la ONU al gobierno israelí… son todavía el pan de cada día: ¡nadie logra detener las masacres!
En Colombia quien “ganó la paz” fue las FARC, un ejército mayoritariamente conformado por campesinos sin tierra, explotados por los grandes hacendados, cuyos dirigentes han sido sistemáticamente asesinados, siendo estos los principales motivos del surgimiento de las FARC y de su resistencia militar, que ningún Gobierno colombiano -ni con las ayudas norteamericanas- logró derrotar. Los mayores y mejores aportes del Acuerdo de Paz fueron del equipo de negociación conformado por los dirigentes de las FARC.
En cuanto a la negativa en el plebiscito sobre los Acuerdos de Paz del 18% de los colombianos (la 2/3ª parte se abstuvo), ¿no será -además de otros factores- porque el presidente de Colombia no supo incluir ni motivar suficientemente a sus compatriotas en un proceso trascendental para Colombia? La paz es más que un cese de hostilidades militares. Es la construcción de un nuevo país que incluya todos los sectores nacionales; es el fruto de una justicia social cada vez más amplia y real; es el esfuerzo constante para una convivencia ciudadana armoniosa; es la capacidad de organizar las instituciones estatales nacionales, provinciales y locales al servicio de la satisfacción de las necesidades más sentidas de la población. La paz es el resultado de batallas constantes para construir un país donde quepan todas y todos.
Eso era lo que soñaba el ingeniero sueco Alfredo Nobel, fallecido al final de siglo 19 y que quiso que su fortuna sirviera para premiar a personas e instituciones que hayan trabajado significativamente para adelantos humanitarios en bien de todo el planeta y su naturaleza. ¿Por qué, para honrar la memoria de este destacado humanista, no se cree una comisión que retire los premios a los que no han sido dignos de ellos?
El desafío de la paz no se limita a Colombia. Es el desafío de los ecuatorianos en ese tiempo de precampaña electoral. Es también el desafío de América Latina toda para construir un continente donde la desigualdad, la violencia, la corrupción, el maltrato sean desterrados. ¡Dios nos bendiga con este gran compromiso por la paz!