Francisco Herrera Aráuz
Ecuamex
EI.- El tiempo que ha pasado entre el llamado a inscribir candidaturas para las elecciones de 2017 en Ecuador y el conflicto creciente en las tiendas electorales, solo ha demostrado una debilidad notoria en la clase política ecuatoriana, que se ha dedicado a dar un espectáculo miserable de traiciones. Es como si el odio que lanzaron antes, hoy se ha esparcido en su contra y se ven como si estuviesen infectados por una peste extraña que los hace repudiarse entre ellos. La política nacional está sufriendo ahora mismo del síndrome de "los apestados" en un escenario que conmueve lastimero.
En su libro “La Peste”, el famoso filósofo francés Albert Camus describe con dramática precisión como el mal destruye al ser humano, no precisamente en sus llagas físicas sinó en la destrucción moral del ser y su autoestima. El síndrome, o sea el cúmulo de males que se asocian a una sola causa, empieza por una simple herida y termina con la vida de las gentes, en ese tortuoso camino de la enfermedad se destapan en sí mismo uno por uno hasta llegar al caos extremo en la propia sociedad que mira al apestado con todo el prejuicio posible hasta aislarlo y matarlo dos veces, con la muerte física, pero también con la muerte moral que lo acaba en vida.
En Ecuador la costumbre política ha sido el odio contra el rival, de ese inconado en las mentes de las gentes agrupadas en bandos que genera destrucción y eliminación de sus contrarios. Todo empieza con un encasillamiento, sigue con un ataque constante con medias verdades, medias mentiras, todo con injurias o calumnias e infamias. Si se puede acceder a un medio de comunicación, pues mejor, así se logrará causar daño a la imagen de su enemigo temporal, al cual le llegan a ubicar como un ser con quien no se puede hablar ni acercarse siquiera. Es decir, crean el síndrome del “apestado político” que por efectos de este tipo de acciones perversas debe desaparecer del ambiente, sin que tenga oportunidad alguna de restarle posibilidades al otro, y menos en la disputa del poder. Así se hace política en nuestra nación.
La última década política nacional ha sido la peor muestra de este síndrome. Empezaron con el odio político al rival electoral que les había ganado las elecciones en el 2007, Rafael Correa. Sumergidos en el fracaso se abalanzaron a usar el peor de los recursos para enfrentarse políticamente: el odio político, que generó justamente ese síndrome descrito. Todo aquel que fue ubicado como “gobiernista” era digno de ser destruido por el bando “opositor” y viceversa porque de lado y lado se dieron. Desde las malas palabras, a las malas acciones, pasando por los sentimientos inflamados en grado extremo, los días han corrido en medio de este síndrome de apestados, sumado males, enemistades, denuncias falsas, perjurios, acciones indignas, uso de los recursos más bajos y las descalificaciones mas infames. Hicieron todo lo posible para incrementar el odio en los micrófonos de emisoras o televisoras, páginas de periódicos o el albañal de las redes sociales, sirvieron o se prestaron de manera indigna a ello y, entre todos hicieron un panorama sombrío.
Pero, como “el odio es un veneno que te tomas para que le haga daño al otro, y finalmente se vuelve en contra tuyo” ese tiempo ha llegado ya. Si se pasaron regando odio contra Rafael Correa y su prestigio electoral innegable; pues, el que no se haya presentado a estas elecciones ha vertido la pócima en contra de sus detractores y, ahora ese mismo mal se ha instalado en sus interiores causando un efecto pernicioso. El mal expandido provoca la presencia de los apestados e infecta con ese síndrome a los partidos y agrupaciones políticas ecuatorianos, en especial de la oposición nacional. Veamos.
El primer estallido de ese síndrome se veía venir desde hace tiempo atrás en “La Unidad”. La presencia del partido Avanza causó incomodidad entre los integrantes de esa plataforma, que recibieron con recelo, marcaron distancia y provocaron resentimiento. Pronto saltarían los conflictos contra las listas 8, que por su pasado “gobiernista” les ponía en condición de apestados. Poco pudieron hacer sus rivales de nuevo cuño para aislarlos o separarlos de Nebot, por lo que se fueron desgranando uno a uno de las filas unitarias, así salieron en desfile Suma, Juntos Podemos y hasta Concertación, con voces hirientes a la presencia de quienes resultaban “apóstatas” del régimen y cuyas palabras de los ahora convertidos en opositores los descalificaban por su deslealtad. Total esa unidad estalló en pedazos.
Si uno se entera de lo que pasa casa adentro entenderá que Cynthia Viteri no podía sobrellevar una alianza con un grupo que se traiciona entre ellos mismos. Me refiero a las declaraciones de varios de los voceros de Avanza clamaban para que la socialcristiana vaya con Paco Moncayo, a fin de hacer una sola fuerza, pero en el fondo era desacreditar sus posibilidades. El problema fue que esas posiciones electorales no eran sino el enfrentamiento que se vive al interior de la 8, es un reclamo contra el liderazgo de Ramiro Gonzales que le hacen sus ex socios políticos que los recogió de otras tiendas como Antonio Posso, Byron Pacheco o el propio Argudo. La pelea es por el control del partido y la ubicación electoral en las listas unitarias y por eso el odio, la traición artera y la ambición por el carguito, les han envuelto en una gresca que solo refleja el viejo mal de la política nacional: la codicia que rompe el saco.
El síndrome del “apestado” también llegó a filas de Creo y Compromiso Ecuador. La gente de Suma, y Juntos Podemos han llegado a instalarse de manera incómoda en esa tienda política y, son vistos con desconfianza porque han desplazado a gentes de posibles candidaturas negando opciones electorales. La reacción de repudio es todavía silenciosa en ciertos casos, pero hay asambleístas que se sentían “seguros reelegibles” para ir a los primeros puestos junto a Guillermo Lasso, como: Patricio Donoso, Mae Montaño o Diego Salgado, que juraron lealtad al ex banquero, pero ahora se ven desplazados por la habilidad de Guillermo Celi, quien con una maniobra muy efectiva ha logrado que pongan de lado esos nombres y vayan los suyos de Suma en primera fila. Tan bien lograda ha sido la alianza para los del alcalde capitalino, que han llegado hasta el punto de sustituir al nombre del efectivo ejecutor político César Monge, para quitarle del primer lugar de las listas de asambleístas por el suyo propio. No puede ser de otra manera esos son vistos como advenedizos, como apestados, cundiendo la insanía política en esas filas. Traición artera es la frase que se oye en esos cuarteles.
Y claro, en este síndrome dos elementos cobraron víctimas desde el lado de CREO. La primera fue la desatinada intervención de la señora Macarena Valarezo y su desafortunada frase #muerto de hambre que tanta reacción negativa en su contra ha generado. A las claras se nota que habló el odio político para descalificar al otro, al rival. Lo único que ha logrado ella es el repudio generalizado que empezó por Guillermo Lasso, que prontamente se hizo de lado de semejante mala boca hasta la burla y daño a la imagen de la ex socialcristiana. Y, la segunda fue la clase política quiteña que ha sido desplazada del lado del ex banquero, por el incumplimiento de su oferta de nombrar a un “joven empresario quiteño”. La proclamación de Andrés Páez, como fórmula vicepresidencial con Lasso fue decepcionante para muchos de quienes se habían agrupado esperando que salga de sus filas uno de los suyos y no un portaestandarte del odio político, que siempre trae consecuencias negativas.
Digamos que hasta aquí los males son de medio cuño, porque el mal mayor de este “síndrome del apestado” ha pegado y con fuerza en el Acuerdo Nacional por el Cambio (ANC), plataforma política que a diferencia de los otros, en su caso ellos mismos llevaron a ese mal para que se instale en sus filas, causando desde ya los efectos críticos que les pueden salir costosos y pasar factura en su frente interno.
Y me refiero concretamente al acuerdo logrado entre la Izquierda Democrática, con su candidato el general Paco Moncayo y el Centro Democrático con el prefecto Jimmy Jairala a la cabeza. En el ANC se agruparon los sectores que mayor odio político proyectaron desde la oposición contra Rafael Correa. A lo largo de estos diez años, sea por resentimiento, por frustración o por motivos ideológicos, han sido quienes han sacado gente a las calles, se han mostrado activos con el insulto procaz o la crítica mísera en toda oportunidad que han tenido, para así destruir al gobierno y sus afines. Es por eso que no lo pueden creer hasta ahora que les hayan introducido en sus filas a un “gobiernista como Jairala”, que para colmo de males, llega en forma inconsulta y con serias opciones de captar poder para imponer el nombre del vicepresidente de esta plataforma.
Prontas fueron las horas que pasaron para que las reacciones salten en las filas del ANC, y tanto Pachacutik, Unidad Popular, la Ecuarunari, entre otros expongan su incomodidad ante el evidente desplazamiento inconsulto que sufrían. Y las respuestas que han recibido Carlos Pérez Guartambel o Cecilia Velasque del propio general Moncayo les hacen sentir que el autoritarismo es la actitud que menos se imaginaron iban a sufrir en sus propias huestes. Total, ese acuerdo con CD y la ID les podría fracturar el frente interno del ANC porque no es una oposición por cargos, puestos o candidaturas sinó por posturas ideológicas que han sido defendidas con rabia en las calles y ahora se las arrebatan con comodidad en las mesas. El descontento, la desconfianza y la crítica dura circulan en los pasillos de esta plataforma y, pronto podrían tomar fuerza afectando las opciones del candidato tan esperado como Paco Moncayo.
Si miran con conciencia lo ocurrido, bien se le puede inculpar a la clase política que no ha cambiado estos diez años, y eso se nota por como sufre por este síndrome, es por sus propias palabras como acciones que envueltas en odio puro y duro hoy se vuelven en su contra. El odio está instalado en sus filas y hoy entre ellos se miran con recelo, con venganza, porque les está haciendo daño lo ingerido. La traición, la ambición desmedida, y la codicia electoral están demostrando que entre ellos se vean como apestados. Se da por cierto entonces que se cumple aquello que uno de los males que destruyen al ser humano es “la política sin ética”, como dijo Gandhi. Al final, todo esto denota que la clase política ecuatoriana no ha cambiado. Con facilidad han vuelto a todo este proceso en un estercolero, un auténtico cochinero, por el odio que proyectaron y que ahora les pasa factura. No sé si puedan gobernar así porque como dice el dicho: “para ser respetado hay que ser respetuoso, lo que te convierte en respetable” Solo queda reflexionar entonces que si entre ellos no se respetan. ¿Cómo quieren que la nación les respete? (FHA).