Fray Marcos Rodríguez
Jn 10, 27-30
En la lectura del evangelio, hemos terminado con las apariciones, pero seguimos con un texto más profundamente pascual. Jn nos habla de Vida definitiva, que es la clave del tiempo pascual. Es una pena que al hablar de vida eterna sigamos pensando en una vida biológica en el más allá. La verdad es que los evangelios nos hablan de una Vida que hay que vivir aquí y ahora, y que está por encima de la biológica. Parece mentira el poco caso que hacemos al evangelio cuando no está de acuerdo con nuestras expectativas. En el evangelio de Jn está muy claro: “Hay que nacer de nuevo. Hay que nacer del Espíritu”.
Para poder entender lo que hemos leído hoy, hay que tener en cuenta todo el discurso que sigue a la curación del ciego de nacimiento: Jesús como puerta, Jesús como modelo de pastor. El pastor modelo da la Vida a las ovejas. Ésta es la clave del relato. Dar la Vida no significa aquí dejarse matar, sino matarse en beneficio de los demás mientras vive. En griego hay tres palabras para decir vida: “Bios” y “Zoê”, que significan vida biológica, y “psykhê” que significa la personalidad sicológica. Aquí dice psykhê. Quiere decir que no se refiere a dar la vida biológica muriendo, sino a entregarse como persona durante la vida.
No olvidamos que en el evangelio de Jn no habla Jesús sino la comunidad de finales del s. I, que expresan lo que ella pensaba sobre Jesús. No concibo a Jesús creyéndose pastor de nadie. Como ser humano, Jesús llega a su plenitud por las relaciones con los demás. Pero unas verdaderas relaciones humanas solo son posibles entre iguales. Porque nunca se creyó más que nadie, sino al servicio de todos, se presenta ante nuestros ojos como modelo de relaciones humanas. Relación entrañable con los demás hombres, de tal manera que se preocupa por todos como un pastor auténtico se preocupa por cada una de las ovejas.
Después de decir que ellos no son ovejas suyas, describe con todo detalle qué significa ser de los suyos, les está acusando de no querer seguirle, comprometiéndose con él al servicio del hombre. No se trata solo de oír a Jesús, se trata de escucharle. La mayoría de las veces oímos y aceptamos solamente lo que está de acuerdo con nuestros intereses. Escucharle significa acercarse sin prejuicios y aceptar lo que nos dice, aunque eso suponga cambiar nuestras convicciones. Seguirle es estar dispuesto a darse a los demás como él y como Dios se dan. Es aceptar que lo que más me importa es cada persona concreta.
“Y ellas me siguen”. No basta escuchar, hay que ponerse en movimiento y entrar en la nueva dinámica. La buena noticia de Jesús consiste en manifestar que hay una nueva manera de afrontar la existencia humana, una manera de vivir que esté más de acuerdo con las exigencias profundas del ser humano. Esa será la manera de cumplir lo que Dios espera de nosotros. La voluntad de Dios está ya en lo más profundo de mí. Jesús no nos pide ser borregos sino ser personas adultas y responsables de sí mismos y de los demás.
Y yo les doy Vida definitiva. Se trata de la misma Vida que el Jesús, demuestra haber recibido y desplegado. La consecuencia primera de seguirle es alcanzar esa Vida definitiva, Vida en el Espíritu. Esto es lo verdaderamente importante para nosotros. Lo que pasó en Jesús tiene que pasar también en mí. Éste es el meollo del misterio pascual. Como modelo de pastor, defiende a los suyos con todo su ser, no pasarán a manos de ladrones y bandidos. Ponerse en las manos de Jesús equivale a estar en las manos del Padre. "No hay quien libre de mi mano; lo que yo hago, ¿quién lo deshará? (Is 43,13)
Yo y el Padre somos lo Uno. Es la frase más sublime, que mejor refleja la conciencia que la comunidad de Jn tenía de Jesús. Hoy sabemos que los discursos del evangelio de Jn no son originales de Jesús, por lo tanto no tiene sentido pensar que esa frase exprese su conciencia de ser la segunda persona de la Trinidad. Para nosotros, tiene mucha más importancia si caemos en la cuenta de que fue la experiencia de la comunidad de Jn, la que llegó a la increíble conclusión de que Jesús estaba en identificación absoluta con Dios.
La versión de la Vulgata no dice “yo y el Padre somos unus” sino unum (neutro). Esto es más importante de lo que parece, porque nos está lanzando más allá del lenguaje ordinario. Jesús dice que él y el Padre (el Origen) no se distinguen en nada, pero tampoco se distingue de su origen, ninguna otra criatura existente. Lo que Jesús dijo, lo puede decir cualquier otra criatura que tenga conciencia de sí misma. No se puede ir más allá desde el lenguaje humano, no da más de sí. Por eso, después de oír esto, lo único que cabe es el silencio.
El Maestro Eckhart llegó a decir que Dios se aniquila para identificarse con nosotros y que el hombre tiene que anonadarse para llegar a ser uno con Dios. Nosotros buscamos la unión con Dios pero sin dejar de ser nosotros mismos. No puede funcionar. La simplicidad de las matemáticas nos puede ayudar. 1 + 1 siempre serán 2. Pero 1 x 1 = 1. Si el resultado de 1 x 1 lo vuelvo a multiplicar por 1, seguirá resultando 1. Es decir, la unidad con Dios no solo nos hace uno con Él sino que nos identifica con todos los seres.
Una de las pocas palabras que podemos asegurar que pronunció el mismo Jesús, es la de “abba”. Pero el concepto de padre que nosotros usamos en el aspecto humano, no es suficiente para expresar lo que Dios es para Jesús y para cada uno de nosotros. Los padres biológicos nos han trasmitido la vida, pero esa vida sigue sus propios derroteros. En el caso de la Vida, que Dios nos comunica, se trata de su única Vida, que se convierte en nuestra propia Vida sin dejar de ser la de Dios. Por lo tanto no hay posibilidad de independencia.
El ser humano Jesús había llegado a una experiencia de unidad total con Dios. Ya no había ninguna diferencia entre lo que era él y lo que era Dios en él, porque de él, de su falso yo, no quedaba absolutamente nada. Fijaros que para dar sentido a una adhesión a su persona, se muestra él mismo totalmente volcado sobre el Padre. Relacionarnos con Jesús es relacionarnos con Dios. Esta es la razón por la que, el Jesús que predicó el Reino de Dios, se convirtió, enseguida, en el objeto de la predicación de los primeros cristianos.
Jesús, como nuevo santuario, hace presente al Padre. No olvidemos que el diálogo se dirige a los “dirigentes judíos” en el Templo y en la fiesta de la Dedicación. El Padre se manifiesta en Jesús que realiza su obra creadora llevando al hombre a plenitud. No hay nada en Jesús que se encuentre fuera de Dios. Todo en él es expresión del Padre. Esa identificación excluye toda instancia superior a él mismo. Los judíos no pueden encontrar nada en qué apoyarse para juzgarle. Ante él, solo cabe aceptación o rechazo, que es aceptar o rechazar a Dios.
Jesús al entregar su vida, viviendo para los demás, está identificándose con lo que es Dios. Así manifiesta su condición de Hijo. Al dar la vida muriendo, manifiesta, en plenitud, la verdadera Vida, que es la misma de Dios. Esa misma Vida es la que comunicará a los demás. Dios se la está comunicando a él y nos la está comunicando a todos. Jesús es así manifestación de Dios y modelo de Hombre. Donde hay amor hasta el límite, hay Vida sin límite. Para quien ama como Jesús amó, no hay muerte. Por eso la entrega de la vida es algo espontáneo. Es la disponibilidad total que le constituye como Hijo.
Si Jesús promete la Vida al que escuche su voz, quiere decir que les está ofreciendo la misma Vida que él ha recibido del Padre. La vida que se trasmite del padre al hijo, es la misma vida del padre. Por eso se puede hablar de una identificación absoluta y total con el Padre.Recordemos las palabras de Juan en el discurso del pan de vida: "El Padre que vive me ha enviado y yo vivo por el Padre, del mismo modo el que me come vivirá por mí". Son realidades que nos desbordan si tratamos de comprenderlas con la inteligencia.
Meditación-contemplación
Jesús da Vida definitiva porque ha hecho suya la del Padre.
Son dos aspectos eminentemente pascuales.
No se trata de una Vida para el más allá.
Se trata de participar aquí y ahora de la misma Vida de Dios.
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Desde la vida biológica, en la que me encuentro,
debo acceder a la Vida Divina, que también está en mí.
A esta VIDA no le afecta la muerte,
por eso, cuando la vida biológica termina, AQUELLA continúa.
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Tener fe, consiste en confiar en estas palabras de Jesús.
Es pasar ya, desde ahora, a esa Vida Nueva.
Nacer de nuevo a una Vida que ya no terminará.
Ahí encontraré la verdadera salvación.
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Son dos aspectos eminentemente pascuales.
No se trata de una Vida para el más allá.
Se trata de participar aquí y ahora de la misma Vida de Dios.
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Desde la vida biológica, en la que me encuentro,
debo acceder a la Vida Divina, que también está en mí.
A esta VIDA no le afecta la muerte,
por eso, cuando la vida biológica termina, AQUELLA continúa.
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Tener fe, consiste en confiar en estas palabras de Jesús.
Es pasar ya, desde ahora, a esa Vida Nueva.
Nacer de nuevo a una Vida que ya no terminará.
Ahí encontraré la verdadera salvación.
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