Padre Pedro Pierre
Como es su estilo, el papa Francisco acaba de publicarse una exhortación que retoma las conclusiones de los dos sínodos de los obispos católicos sobre la familia. Hace una reflexión vigorosa y muy abierta sobre “el amor en la familia”. Por una parte, vigorosa con los obispos y sacerdotes para que sean pastores atentos y respetuosos de todas las personas que pasan pruebas, dificultades y caídas en su vida matrimonial, al ejemplo de Jesús que “se presenta como pastor de cien ovejas, no de noventa y nueve: A todas las quiere”. Y, por otra, muy abierta con todas y todos porque pone como ley primera la misericordia y no las normas del derecho canónico o del catecismo católico, recordando la proclama de Jesús: “El sábado -día sagrado para los judíos- está al servicio del hombre y no el hombre al servicio del sábado”.
Recuerda el Papa la grandeza del matrimonio y, para las parejas y las familias, “la dicha de amarse” de verdad en un “amor libre y exclusivo”. Para recalcar la dimensión social del matrimonio, utiliza los bellos versos de un poema del uruguayo Mario Benedetti: “Tus manos son mi caricia, mis acordes cotidianos;/ te quiero porque tus manos trabajan por la justicia./ Si te quiero es porque sos, mi amor, mi cómplice y todo/ y en la calle codo a codo somos mucho más que dos”. Todas las personas en dificultades van a encontrar en las palabras del Papa la comprensión, la acogida, el respeto y el apoyo que muchas veces se les negó en la Iglesia. Es el caso de las parejas en unión de hecho la cual, bien vivida, es signo de la gracia y presencia de Dios. El Papa reconoce a las parejas el derecho de separación, no por conveniencia, sino porque es “incluso moralmente necesaria frente a las violencias”. En cuanto a la contracepción reconoce el Papa que la decisión final y responsable depende de la pareja. A los divorciados vueltos a casar les dice que “quedan parte de la Iglesia, para que puedan comulgar en ciertos casos y ser integrados activamente en las actividades pastorales”. En cuanto a las uniones homosexuales, advierte el Papa que “no pueden equipararse sin más al matrimonio”, pero sí apunta que “debemos reconocer la gran variedad de situaciones familiares que pueden brindar cierta estabilidad”. Afirma el Papa que la vida matrimonial y familiar es un proceso lleno de aciertos y errores, así como de caídas y levantadas, que merece respeto y ayuda: “El que esté sin pecado, eche la primera piedra”. Solo para el aborto el Papa no admite excepción; al mismo tiempo subraya que nadie se puede arrogar el derecho de condenar, marginar o peor expulsar. Advierte el Papa que “no existen recetas sencillas” y que “en cada país o región se debe buscar soluciones más inculturadas, atentas a las tradiciones y a los desafíos locales”.
Así que el tono del escrito papal es positivamente esperanzador, concluyendo así: “No desesperemos por nuestros límites, pero tampoco renunciemos a buscar la plenitud del amor y de comunión que se nos ha prometido”. Allí está el secreto de “la dicha de amarse”.