MONS. GONZALO LOPEZ M.

MONS. GONZALO LOPEZ M.

domingo, 2 de agosto de 2015

“Yo soy el pan de Vida, el que viene a mí nunca pasará hambre”



Fray Marcos Rodríguez

(Ex 16,2-15) “Yo haré llover pan del cielo”.
(Ef. 4,17-24) “Dejad que el Espíritu renueve vuestra mentalidad”.
(Jn 6,24-35) “Yo soy el pan de Vida, el que viene a mí nunca pasará hambre”.

El pan que da Vida no es el pan que se come sino el pan que se da. Jesús da Vida porque se deja comer convirtiéndose en alimentos definitivo.

Seguimos en el c. 6 del evangelio de Jn, pero hemos pasado por alto el relato de la travesía del lago y la aparición de Jesús andando sobre el agua. La lectura de hoy afronta directamente la discusión con los judíos. En el v. 59, se dice expresamente que el encuentro tuvo lugar en la sinagoga de Cafarnaún. En todo caso, se plantea una discusión larga y dura, en la que Jesús va concretando y profundizando las exigencias del seguimiento. Se va acentuando la distancia a medida que Jesús va aquilatando el discurso. El proceso será: Entusiasmo, duda, desencanto, desilusión, oposición, rechazo, abandono.

El diálogo es un montaje que permite a Jn poner en boca de Jesús lo que aquella comunidad consideraba las claves del seguimiento. No contesta a la pregunta, ¿Cómo y cuándo has llegado aquí?, sino a las verdaderas intenciones de la gente, llevando el diálogo a su terreno. Lo que de verdad tiene importancia es el compromiso de entrega, al que quiere llevarlos.

Me buscáis, no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. La “señal” había sido una invitación a compartir, Pero ellos se fijaron solo en la satisfacción de la propia necesi­dad. Han vaciado el “signo” de su contenido. Esa búsqueda de Jesús no es correcta, porque solo pretenden seguridades. Jesús va directamente al grano y desenmascara su intención. No le buscan a él sino el pan que les ha dado. No le buscan porque les haya abierto las puertas de un futuro más humano. Esas palabras que Jn pone en boca de Jesús, critican la religión de todos los tiempos. Todas las religiones terminan manipulando a Dios para ponerlo a su servicio interesado.

Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que dura dando Vida definitiva. Esta propuesta de trabajar por la Vida, es el resume de todo su mensaje. Vale lo mismo para aquel tiempo que para hoy. Trata de advertir de la facilidad que tiene el hombre de malograr su vida enredándose en lo puramente material o dejándose llevar por lo sensible. La búsqueda del verdadero pan exige esfuerzo. Es un sendero de lucha, de superación, de purificación, de regeneración, de muerte y nuevo nacimiento (bautismo).

Ese alimento que perdura lo da Dios gratuitamente, Jesús descubrió ese don y desplegó su verdadera Vida humana. Sin alimento no se puede recorrer camino alguno. Por eso hay que escucharle cuando habla de otro tipo de comida que es la que me salva. También hay que trabajar por el alimento que perece, pero no debe ser el objetivo último de nuestro trabajo. Los judíos muestran un cierto interés por enterarse, pero como se demostrará más tarde, es puramente superficial. Acostumbrados a moverse a golpe de preceptos, preguntan a Jesús por las normas. No pueden imaginar que Dios pueda dar algo por nada.

Éste es el trabajo que Dios quiere, que prestéis adhesión al que él ha enviado. Conocer lo que Dios espera de nosotros, parecería el verdadero camino para llegar, pero ese interés es sólo aparente, en los judíos y en nosotros. En realidad no nos interesa demasiado lo que Dios quiera o no quiera. Lo que de verdad nos interesa es lo que nosotros esperamos de Dios. Para garantizar unas seguridades, nos hemos fabricado un Dios a nuestra medida... De todas formas Jesús le dice lo que Dios espera de ellos: que le presten su adhesión. La eterna discusión entre fe y obras queda superada de una manera drástica: confiar en Jesús es la obra primera y más importante que Dios espera de nosotros.

Pero inmediatamente viene la institución y nos dice: lo que Dios quiere es esto y aquello; que no es más que lo que les interesa a los dirigentes de turno. Jesús no vino a dar nuevas normas morales; vino a enseñarnos el camino de la Verdad y de la verdadera Vida. Lo que tengo que “hacer” en la práctica de cada día, lo tengo que descubrir yo, no me tiene que llegar de fuera como una programación, no tengo que ser un robot al que le han introducido un programa. Lo que Dios quiere es que lleguemos a nuestra plenitud, y el “mapa de ruta” para llegar, está en nuestro interior, no fuera.

A Dios le importa más lo que somos que lo que hacemos. Mostramos nuestra ceguera cuando estamos preocupados por lo que Dios quiere que hagamos o dejemos de hacer. Solo una cosa es fundamen­tal: confiar. Creer no es aceptara una serie de verdades teóricas y quedar tan tranquilos. En la Biblia creer es tener confianza en... Esto es lo que pide Jesús a sus oyentes. Tergiversamos esa confianza cuando la convertimos en esperanza de que Dios cumpla nuestros deseos. Confiar es aceptara la voluntad de Dios, no venida de fuera, sino como inserta en la raíz de nuestro ser. La clave está en saber pasar de un pan a otro pan.

¿Qué señal realizas tú para que viéndola te creamos? ¿Qué obras haces? La exigencia de una señal para creer, es la mejor demostración de que no creen. Estarían dispuestos a aceptar un Mesías, semejante a Moisés, que demostrara su valía a base de prodigios (por eso querían hacerle rey). El maná estaba considerado como el mayor de los milagros. Exigen de Jesús que legitime sus pretensiones con otro prodigio igual o mayor. Pero la Vida que Jesús promete no viene de fuera y espectacularmente. Está en cada uno y se manifiesta en lo cotidiano, como amor desinteresado, como preocupación por el otro.

No os dio Moisés el pan del cielo; no, es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Aquello no era más que un símbolo. La realidad está en Jesús, verdadero pan del cielo, que alimenta la verdadera Vida. Recordemos que los rabinos consideraban la Torah como el pan que Dios les había otorgado. Ahora es Jesús la única Ley que salva.

Danos siempre pan de ese. Reacción aparentemente sincera, pero radicalmente equivocada. Le llaman Señor, creen de alguna manera en sus palabras. Esperan que satisfaga sus anhelos, pero no le dan su adhesión, solo buscan una salvación que les llegue de fuera sin que ellos tengan que hacer nada. Lo que intentan es aprovecharse de una persona, que se muestra liberadora y que ha dado muestras de su capacidad de salvar.

Yo soy el pan de Vida. En todos los grandes discursos, que encontramos en este evangelio, se hace referencia a la Vida, con mayúscula. Se trata de una realidad que no podemos explicar con palabras, ni meter en conceptos humanos. Solo a través de símbolos y metáforas podemos indicar el camino de una vivencia que es lo único que nos llevará a descubrir de qué se está hablando. “Yo soy” en Jn es la suprema manifestación de la conciencia de lo que era Jesús. Cada uno de nosotros debemos descubrir lo que verdaderamente somos, como lo descubrió Jesús. Yo soy lo mismo que era Jesús.

El que viene a mí no pasará hambre, el que cree en mi no pasará nunca sed. ¿Qué significa, “ir a él, creer en él?” Aquí radica todo el meollo del discurso. No se trata de recibir nada de Jesús, sino de descubrir que todo lo que él tenía lo tengo yo. Lo que Jesús quiere decir es que los seres humanos descubrieran que se podía vivir desde una perspectiva diferente, que alcanzar la plenitud humana significaba el descubrir lo que Dios es en cada uno y una vez descubierto ese don total (Vida), respondiéramos como respondió Jesús.

Lo que propone Jesús está en contra de toda lógica racional. Nos está diciendo, que el pan que da vida no es el pan que se recibe y se come, sino el pan que se da. Si te conviertes en pan como él, entonces, ese darte, se convertirá en Vida. Jesús no invita a buscar la propia perfección, sino a desarrollar la capacidad de darse a sí mismo. Buscando su perfección el hombre edifica su propio pedestal, para colocar allí su falso yo. Solo dándose, superará el individualismo egoísta y alcanzará unidad y plenitud.