Gustavo Pérez Ramírez
Secretario Academia Nacional de Historia
Mañana, 31 de agosto, se cumplirán 27 años de la muerte de monseñor Leonidas Proaño (1919-1988), de su ‘resurrección’ desde una visión de fe. La comunidad de Pucahuaco, en la parroquia San Antonio de Ibarra, donde están sepultados sus restos mortales, ha organizado en su homenaje la Expo Compartir 2015.
El legado fundamental de quien fuera el ‘Obispo de los indios’ es la opción por los pobres y sus enseñanzas. Especialmente pertinentes en nuestros días son las reflexiones que hizo sobre el diálogo, que dejó consignadas en su libro Concientización, evangelización y política.
Sostenía monseñor Proaño que “los hombres sienten la necesidad de dialogar, pero que no han encontrado ni la actitud dialogal ni los caminos del diálogo”. Quizás hoy, pasados varios lustros, él pondría el énfasis en los contenidos, abierto al diálogo nacional que se lleva a cabo por la equidad y la justicia, “intensos, profundos y democráticos”, según el Ministro del Trabajo y cuya evaluación se anuncia para mediados de septiembre.
Ojalá indígenas y Gobierno tengan en cuenta a monseñor Proaño, en particular sobre lo que él denominaba antidiálogo, o sea “el silencio como expresión de indiferencia y la actitud de dominación, cuando cada quien quiere imponer su punto de vista, su criterio, su capricho”. “No es una escucha atenta de los razonamientos del otro”. Y añadía: “Lo que se llama diálogo entonces es más bien una lucha: tiene posibilidades de salir triunfante el que habla más, el que grita más, el que se encapricha más, pero las relaciones se vuelven más tensas y las posibilidades de comprensión desaparecen”; y concluye que “la actitud impositiva y conquistadora destruye los más sanos caminos del diálogo, como destruye la vida cualquier arma bélica”.
Monseñor Proaño enumera siete condiciones para el diálogo que resumo: 1. Uno y otro deben aspirar a ser más y a ayudarse, por medio del diálogo. 2. Se requiere de una actitud de apertura, para ir descubriendo a ese tercero en el pensamiento expuesto por el otro. 3. El diálogo es una invitación al ejercicio de las facultades superiores del hombre. El que es límpido, rectilíneo, no busca por medios subterráneos la conquista de un objetivo también subterráneo, a través de manifestaciones mentirosas: la doblez engendra desconfianza y resistencia: impide el diálogo. 4. ¿Cómo puedo dialogar, si veo siempre ignorancia en el otro, nunca en mí? 5. Fe en el hombre. Se trata de una disposición previa a creer en el hombre antes aun de hacer cualquier experiencia. 6. Así como el hombre debe amar al hombre, aunque en nivel diferente, el hombre debe amar al mundo como punto de cita para el encuentro, como lugar adecuado para la tarea común, como instrumento pedagógico para el crecimiento mutuo. 7. No hay diálogo, tampoco, sin esperanza. La esperanza está en la raíz de la inconclusión del hombre, hacia la cual se mueve en permanente búsqueda del ser más. Sabias reflexiones para construir diálogo de parte y parte, a sabiendas de que la violencia no hace avanzar causas.