Pedro Pierre
Érase una rana joven que vivía en una linda laguna del páramo rodeada por sus compañeras amables, la tranquilidad del agua y la belleza de la naturaleza. Un día la vinieron a pescar y le ofrecieron vivir en un lugar paradisíaco sin que le costara nada. Sin pensarlo más ni conversar con nadie, la rana aceptó porque el señor que le hablaba era muy bien vestido y tenía una voz bien agradable.
Llevaron a la rana a una casa grande donde había muchas ollas de barro que esperaban sobre un horno industrial con las hornillas prendidas. Le dijeron que en cada una de estas ollas había ranas como ella y que estaban muy felices. La pusieron, sola, en una de estas ollas.
Con el tiempo subió la temperatura del agua. Entonces le dijeron que era normal y que todo era científicamente controlado. Hasta le pusieron música de la última moda en inglés. Luego, después de que subiera más la temperatura, le trajeron un televisor plasma 3D de última generación para que viera películas, unas de guerras y otras de sexo. ¡Fue espectacular!
Otro día la sacaron del agua y le dijeron que, como era una de las ranas más educadas y solidarias, le dijeron que le iban a sacar un riñón porque lo necesitaba una de sus vecinas enferma. Por aceptar les regalaron una tableta con tecnología de punta. Mientras tanto, seguía subiendo la temperatura del agua, pero estaba segura que sus benefactores hacían lo mejor para ella.
Otro día le sacaron un ojo… y le dieron un lindo diploma y hasta la imagen de un santo muy milagroso para que le rezara y, en caso de necesidad, lo invocara para que la auxiliara de cualquier peligro. Y la temperatura seguía subiendo: el agua casi hervía. Pero la rana Victoria, obediente, seguía aguantando.
Otra vez vinieron para avisarle que le iban a quitar el corazón y sustituirlo por uno artificial, ya que se necesitaba el suyo para regalarlo al hijo de un magnate de la telefonía de la 5ª generación. Él mismo le regaló un teléfono recién salido al mercado: ¡una maravilla! Le dijeron también que si llegase a morir -lo que era casi matemáticamente imposible- iría a un lugar de más felicidad, acompañada por el santo que le había regalado. Hasta un padrecito le dio la bendición. Pero, en contra de todos los pronósticos, la rana Victoria murió.
Moraleja: ¿No será esta historia de la rana Victoria la realidad de muchísima gente alrededor nuestro y, a veces, de nosotros mismos? Nos aíslan de los demás. Nos meten en un mundo prefabricado por otros y para el beneficio de ellos. Nos hacen pensar que somos los más felices. Vivimos en un infierno que llaman paraíso. Aguantamos sufrimientos que llaman ‘normales’… hasta que nos quitan la vida por pedazos y hasta del todo… porque poco a poco nos hemos acostumbrado a la mediocridad. ¿Cuándo vamos a despertar? Por eso es que el papa Francisco es tan duro con el sistema que no rodea, que piensa por nosotros y nos dice cómo hay que vivir… Y no nos damos cuenta de que somos puros muñecos en manos de los que se hacen llamar nuestros benefactores, malditos, hasta la eternidad.