Numa Molina S. J.
Hace tres años, un 5 de marzo de 2013 se fue con la tarde de un sol caraqueño el líder latinoamericano Hugo Chávez. San Chávez de América como lo llaman un grupo de intelectuales nicaragüenses pertenecientes al Congreso de los Pueblos. Fueron diez días en sala velatoria y las multitudes no dejaron de hacer fila día y noche. Venían desde cualquier rincón del país. Tiempos de espera, peregrinos discapacitados pasaron 35 y 40 horas en larga hilera para darle su último adiós. “Diez segundos para verlo es el mejor regalo que me he podido hacer, no me importan los días y las noches haciendo cola a la intemperie, yo lo amaba” expresó una mujer humilde de un barrio muy pobre de Caracas, es el testimonio más irrefutable para alguien que supo ganarse el corazón del pueblo. También vimos desfilar gobernantes provenientes de oriente y occidente, algunos con los ojos nublados de lágrimas por la partida del amigo que se había quedado tatuado en el corazón de las masas mundiales que también lo vieron pasar. Pueblos que lo escucharon en la ONU denunciando con claridad profética las injusticias de los imperios y en Copenhague, el 16 de diciembre de 2009 gritando indignado “no cambiemos el clima cambiemos el sistema” refiriéndose a la perversidad del capitalismo. Los pueblos del Caribe también se enteraron de su solidaridad y aquel barrio de Nueva York, el Bronx, supo de un invierno con calor humano cuando Chávez comenzó a enviarles combustible para su calefacción.
Para Venezuela fue el hombre que pasó como un relámpago por su historia, despertó conciencias y recuperó en cada ser humano el amor propio que había perdido gracias a una democracia representativa, que se percataba del pobre cada cinco años para robarle con baratijas su voto. Hugo Chávez se ocupó de la vivienda, del petróleo para que llegara al pueblo, de la salud de los más pobres, de la infancia enferma y desnutrida, de la educación, de los indigentes de la calle, de los ancianos para que no les faltara su pensión de vejez, del deporte, de la juventud, de la lectura, de los pueblos indígenas. Nunca se habían producido tantos libros gratis para el pueblo como ahora para que este alcance su mayoría de edad y asuma su propio protagonismo. Por eso el imperio norteamericano y sus socios en el mundo, junto a una clase burguesa nativa que se beneficiaba de los recursos del país, nunca le perdonarán, y desde entonces han declarado su empecinada agresión a Venezuela.
Una muerte prematura y sospechosa se lo llevó para resucitarlo indeleble en el pueblo. Hoy las y los venezolanos lo seguimos re-cordando, porque recordar significa traer de nuevo al corazón.
@numamolina