Padre Pedro Pierre
Ya son 3 años del papa Francisco: poco y mucho tiempo. Poco, porque 3 años no representan un gran tiempo sobre 2.000 años de cristianismo. Mucho, porque en 3 años ha cambiado un sinnúmero de cosas en particular en la Iglesia católica. Y eso por la simple razón de que Francisco ha tomado en serio el Evangelio y el seguimiento de Jesús. La sencillez del Papa sorprendió desde el primer momento cuando se presentó como el ‘obispo de Roma’ y pidió que se rezara por él y se lo bendijera. Llama la atención su sencillez de vida, cercanía con todos, su humanidad por hacerse de verdad servidor de todos y en particular de los más pobres. Su manera de hablar es clara y contundente.
Es el profeta que necesitaba la Iglesia después de 30 años de invierno eclesial. Profeta que denuncia y anuncia. Denuncia los pecados de la Iglesia como institución y de sus miembros, en particular los de la Curia Vaticana y de las jerarquías corruptas, opulentas e insensibles a los pobres. Denuncia con fuerza y sin miedo al sistema neoliberal que margina, descarta y mata a millones de personas, pueblos y continentes.
Francisco también anuncia la Buena Nueva del Reino, retomando las mayores directrices del Concilio Vaticano 2°, máxima autoridad en la Iglesia. La opción de Francisco es obvia: no se limita a la caridad, sino que proclama que los pobres organizados los más capaces de transformar nuestro mundo individualista, consumista y violento. Su carta encíclica ‘La Alegría del Evangelio’ es su hoja de ruta, su hoja de vida. Su segunda carta ecológica sobre el cuidado de la Madre Tierra, nuestra casa común, es el grito del planeta enfermo por el maltrato de las multinacionales, el descuido y la complicidad de los humanos. Nos pone la misericordia como la mejor manera actual de agradar a Dios, siguiendo el consejo de Jesús.
Francisco es profeta del Pueblo de Dios, es decir, del gran pueblo de los pobres más allá de las fronteras religiosas, porque todos los pobres son los privilegiados de Dios. Sus gestos son su más fuerte mensaje: con los migrantes en la isla italiana de Lampedusa, con los negros de África, víctimas de la violencia ciega de un terrorismo, con las y los perjudicados por las mafias mexicanas de la droga, el tráfico de migrantes y la trata de mujeres…
Tres años son poco tiempo para institucionalizar el papado como puente entre las Iglesias y las religiones. Son poco tiempo para hacer de la Curia Vaticana “la cabeza del colegio episcopal”, según el mandato del mismo Concilio Vaticano 2°. Son poco tiempo para devolver a las mujeres el rol que se merecen en la Iglesia y los ministerios, incluso el sacerdotal.
Por todo eso, ¡te damos gracias, Francisco! Las y los ‘cristianos de a pie’ nos sentimos acogidos y confirmados por ser una Iglesia servidora, para los pobres y de los pobres, transformadora de la misma institución eclesial y germen de una sociedad nueva y cuidadora de la naturaleza. ¡Larga vida, hermano Francisco! Estás abriendo una nueva y bella página de la historia de la Iglesia. ¡Dios te bendiga! Rezamos por ti.