Pedro Pierre
Para justificar las propuestas de las leyes de herencia y plusvalía, el Presidente reivindica la noción de equidad. Esta palabra, no tan común, se refiere al derecho que tiene cada persona de tener lo que necesita para vivir dignamente. En una sociedad tan desigual como la de Ecuador, esta perspectiva no puede sino ser bienvenida.
En la Biblia hay varios textos que abogan por la equidad. El primero es el de la experiencia de los hebreos saliendo de la esclavitud de Egipto y atravesando el desierto donde encuentran el maná. Descubrieron la necesidad de compartir, ya que acumular lo poco que se podía encontrar en las arenas desérticas era una forma de quitar a los demás lo necesario para sobrevivir. “Unos recogieron mucho y otros menos. Pero cuando lo midieron con el medio decalitro, ni los que recogieron mucho tenían más, ni los que recogieron poco tenían menos: cada uno tenía su ración”.
Otro ejemplo es el de Pablo cuando motiva a los cristianos de Corintio para hacer una colecta a favor de los cristianos de Jerusalén que pasaban hambre: “A nadie se le pide lo que no tiene… No se trata de que otros tengan comodidad y que a ustedes les falte, sino de que haya igualdad”.
El mismo Jesús, al hablar de la futura eucaristía, la refiere al maná, haciendo entender a los cristianos de Corintio que no se puede comulgar si no se comparte con el hermano: “Mientras uno pasa hambre, el otro se emborracha”.
La equidad es una exigencia económica de justicia y de derechos. Lo escribe el papa Francisco: “Los planes asistenciales, que atienden ciertas urgencias, solo deberían pensarse como respuestas pasajeras. Mientras no se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres, renunciando a la autonomía absoluta de los mercados y de la especulación financiera y atacando las causas estructurales de la inequidad, no se resolverán los problemas del mundo y, en definitiva, ningún problema. La inequidad es raíz de los males sociales. Ya no podemos confiar en las fuerzas ciegas y en la mano invisible del mercado. El crecimiento en equidad exige algo más que el crecimiento económico, aunque lo supone, requiere decisiones, programas, mecanismos y procesos específicamente orientados a una mejor distribución del ingreso, a una creación de fuentes de trabajo, a una promoción integral de los pobres que supere el mero asistencialismo. Estoy lejos de proponer un populismo irresponsable, pero la economía ya no puede recurrir a remedios que son un nuevo veneno, como cuando se pretende aumentar la rentabilidad reduciendo el mercado laboral y creando así nuevos excluidos”.
La contraparte es que, frente al derecho de recibir, está la exigencia y el deber de dar según los talentos que cada uno tiene. Y aquí hay mucha tela que cortar. Es fácil reclamar derechos; es más difícil cumplir con nuestros deberes. Dejamos dormir nuestros talentos o los enterramos al tiempo que nos quejamos de que las cosas no avanzan como debería ser. Estemos atentos a los mensajes que nos regalará el papa Francisco en su visita a Ecuador, para que luego los pongamos en práctica.