Luis M. Modino
Corresponsal en Brasil
Se cumplen, este 24 de julio, treinta años del martirio del comboniano italiano Ezequiel Ramin. Nacido en Padua el 9 de febrero de 1953 y ordenado sacerdote en 1980, siempre tuvo como aspiración dedicar su vida a la misión entre los más pobres y abandonados, por quienes derramo su sangre en Cacoal, estado de Rondonia, amazonia brasileña.
El Padre Ezequiel Ramin llegó a la diócesis de Ji-Paraná cuando ésta estaba comenzando. Monseñor Antonio Possamai, obispo diocesano en aquella época, señala que encontró allí diversas realidades, la primera la multitud de inmigrantes llegados de todo Brasil, incentivados por el gobierno brasileño, que hacía creer que aquella tierra era El Dorado brasileño. Mucha gente vendió todo y fue a comenzar una nueva vida, pensando que en poco tiempo todos iban a ser ricos. Pero llegando a Rondonia, todavía en plena dictadura militar, la realidad era totalmente diferente y el prometido apoyo del gobierno no existía. Cada uno tenía que arreglárselas como podía.
En esta situación las Comunidades Eclesiales de Base se convirtieron en lugar de resistencia. Era, en opinión de Monseñor Possamai, una diócesis pobre en clero, pero muy rica en laicos, muy comprometidos con la Iglesia y en la lucha por la liberación del pueblo. Juntarse para rezar y construir una pequeña capilla era una de las primeras cosas que los recién llegados hacían.
Dentro de este contexto, los combonianos asumen la misión, en la diócesis de Ji-Paraná, para poder hacer realidad una Iglesia diferente, que amase a aquella gente, una Iglesia que caminase con el pueblo, comprometida con los pobres y atenta a las cuestiones sociales, como orientaba el Vaticano II.
En los primeros meses de 1984, el Padre Ezequiel llega a la comunidad de Cacoal. La gente veía en él a alguien joven, lleno de vida y expectativas y con muchas ganas de trabajar. Rápidamente va a descubrir las grandes desigualdades existentes, incrementadas por el abuso y violencia de los poderosos que invadían las tierras de los pequeños agricultores para aumentar sus latifundios.
Eran tiempos en los que la situación era tensa, lo que, unido al espíritu profético de Ezequiel Ramin, provocaba preocupación entre la gente y los miembros de su congregación, que le pedían que tuviese más paciencia. Su valentía, ganas de seguir en frente y hacer realidad la causa del Evangelio, le convirtieron, en poco tiempo, en un personaje muy popular y con gran carisma. Pero al mismo tiempo en alguien a quien los poderosos consideraban peligroso, pues su mayor alegría era ayudar al pobre, por lo que, en una tierra sin ley, la persecución contra él comenzó.
La hacienda Catuva era una propiedad inmensa en la que se habían instalado un grupo de campesinos sin tierra, que fueron amenazados de muerte. Como todavía reconocen los que en aquel momento estaban acampados en la hacienda, el Padre Ezequiel era quien aconsejaba y defendía a los pequeños, agricultores e indígenas, que luchaban por el reconocimiento de sus tierras.
El día 23 de junio de 1985, el padre Ezequiel, junto con Adilio de Souza, presidente del Sindicato de los Trabajadores Rurales de Cacoal en la época, visita la comunidad de Santa Lucia, donde las esposas de los que estaban acampados en la hacienda Catuva le piden que vaya a aconsejar a sus maridos para evitar entrar en conflicto.
Varias son las personas que le desaconsejaron emprender ese viaje, pero el amor que él manifestaba por el pueblo habló más alto, convirtiéndose en testigo de ese amor de Dios que da la vida por los otros. Llegado a la hacienda entabla una conversación con los campesinos que allí se encontraban e intenta dialogar con los pistoleros que continuamente vigilaban a los acampados, quienes por sorpresa y a traición acabaron con su vida a tiros.
La lectura de las Bienaventuranzas resonó entre las cuatro paredes de una Iglesia abarrotada, en cuanto una cruz, de la que colgaba la camisa ensangrentada que el Padre Ezequiel vestía en la hora de su martirio, entraba pausadamente en medio de una fuerte tensión popular. Católicos, evangélicos, indígenas, campesinos, los pobres de Yahveh…, clamaban y se rebelaban ante la muerte del profeta de la opción por la tierra y por los pobres. Todavía recuerdo con emoción la entrada de esa misma camisa en el Intereclesial de las Comunidades Eclesiales de Base que tuvo lugar en 2009, en Porto Velho, capital del estado de Rondonia, donde él murió.
Monseñor Antonio Possamai señala que “la sangre los mártires es semilla de nuevos cristianos, hubo muchas persecuciones, en muchos lugares, pero también hubo un tiempo de florecimiento en la cantidad, en el compromiso, en el nacimiento de pequeñas comunidades, en centros de formación…”
La memoria del Padre Ezequiel Ramin continúa presente en las organizaciones populares, que sienten su valentía en la lucha por la liberación del pueblo, de alguien que no tuvo reparo en dar la propia vida para defender la causa de los más pobres y oprimidos, siendo llamado a sembrar justicia, esperanza y vida, desde la fidelidad a Dios. Es la vieja lucha por Tierra, Techo y Trabajo, que algunos siempre enfrentaron desde la fe, y que hoy asume, sin reparos, aquel a quien el Señor le confió conducir la Barca de Pedro.
Que la letra del Padre Nuestro de los Mártires, compuesto por Cireneu Kunh, religioso del Verbo Divino, viendo la foto del Padre Ezequiel acribillado a balazos, y que siempre está presente en la vida de la Comunidades Eclesiales de Base, pueda ayudar a seguir descubriendo la presencia de Dios en los que continúan dando la vida por el Reino:
Padre nuestro, del pobre y del marginado,
Padre nuestro, de mártires y torturados.
Tu nombre es santificado en aquel que muere al defender la vida,
Tu nombre es glorificado, cuando la justicia es nuestra medida,
Tu reino es de libertad, de fraternidad, paz y comunión,
Maldita toda violencia que devora al hombre por la represión.
Padre nuestro, de mártires y torturados.
Tu nombre es santificado en aquel que muere al defender la vida,
Tu nombre es glorificado, cuando la justicia es nuestra medida,
Tu reino es de libertad, de fraternidad, paz y comunión,
Maldita toda violencia que devora al hombre por la represión.
Hágase tu voluntad, en el ser verdadero Dios liberador,
No vamos seguir la doctrina amañada por el poder opresor.
Pedimos el pan de la vida, pan de la esperanza, el pan de los pobres.
El pan que trae humanidad y reconstruye al hombre en vez de cañones.
No vamos seguir la doctrina amañada por el poder opresor.
Pedimos el pan de la vida, pan de la esperanza, el pan de los pobres.
El pan que trae humanidad y reconstruye al hombre en vez de cañones.
Perdónanos cuando por miedo quedamos callados delante la muerte,
Perdona y destruye el reino de la corrupción como ley más fuerte.
Protégenos de la maldad, de los prepotentes, de los asesinos
Dios Padre revolucionario, hermano del pobre, Dios del oprimido.
Perdona y destruye el reino de la corrupción como ley más fuerte.
Protégenos de la maldad, de los prepotentes, de los asesinos
Dios Padre revolucionario, hermano del pobre, Dios del oprimido.