MONS. GONZALO LOPEZ M.

MONS. GONZALO LOPEZ M.

viernes, 10 de julio de 2015

BALANCE DE UN VIAJE



Anastasio Gallego

Intentar hacer un balance de la presencia del Papa Francisco en Ecuador no resulta fácil. Y no lo es porque las circunstancias que rodearon el viaje, su preparación e implementación, generaron una expectativa fuera de lo común.

Preparativos:

Desde que se anunció la venida del Papa Francisco, ésta estuvo rodeada de incertidumbre. ¿Quién había invitado al Papa? ¿Los obispos y cuáles? ¿La Nunciatura? ¿El gobierno? Las reacciones no se dejaron esperar: la alegría del Gobierno por la visita; el desconcierto de parte de la Conferencia Episcopal en la que no aparecía quien encabezaba el acontecimiento. Lo mismo ocurría con el gobierno. Dieron la impresión de una visita no pedida ni esperada.

En estas circunstancias fue decisiva, y así aparecía, la presencia del Nuncio y las misiones de avanzada. La agenda venía hecha desde Roma (recordemos el viejo dicho: de Roma viene lo que a Roma va). Y la agenda era: GUAYAQUIL, NO.

Y comenzó el forcejeo: Guayaquil, Manabí, Cuenca, Oriente. Se mantuvo en primera instancia el Guayaquil no.

Parece ser que las presiones del propio gobierno y de la Conferencia Episcopal lograron que se incluyera Guayaquil. Y aquí empezó nuevamente el forcejeo: ¿Quién manejaría el evento? Si eran los Samanes…era el gobierno; y dónde quedaba el Municipio. Aquí apareció la “solución”: el santuario de la Divina Misericordia, en el km 26 de la vía a la costa. Y que albergaría a más de un millón de personas. Para quienes conocen Guayaquil, ese planteamiento era una locura y aparecía como un capricho personal, revestido de solución salomónica.

Tan locura que le costó el puesto al Gobernador de la provincia.

El otro elemento que complicaba la organización era: el Ecuador es un Estado laico. Debido a ello, el viaje del Papa debía esclarecerse bien: ¿viaje apostólico? ¿Viaje oficial de un Jefe de Estado? Si era lo primero, el Estado no podía gastar nada que significara apoyar a una expresión religiosa en concreto. Sería inconstitucional. Si era lo segundo, el viaje y estadía debía organizarlo solo el gobierno. Se optó por la doble consideración: viaje apostólico y viaje oficial. Además, un decreto ejecutivo declaraba la presencia del Papa como de “interés nacional”, por tanto se podían invertir fondos públicos.

La puesta en marcha había que coordinarla. Al Gobierno le competía el saludo de bienvenida, la visita protocolaria a la Casa de Gobierno y la despedida, además de la seguridad coordinada con la seguridad del Vaticano. El resto era competencia de la Conferencia Episcopal, incluidas todas las invitaciones a los actos organizados.

Con estas ideas claras se entiende mejor todo el tejemaneje ocurrido. Guayaquil, léase arzobispado, organizaba la misa, la visita al Santuario, con un paréntesis personal: la visita al P. Paquito y sus hermanos jesuitas del colegio Javier.

La liturgia, el altar, las canciones, las lecturas, las invitaciones fueron marcadas por la línea de la jerarquía católica de Guayaquil. De ahí que se escucharan por cuatro ocasiones los acordes de la música gregoriana y en latín, durante la misa. Volvíamos a la liturgia preconciliar expresada en el uso del idioma oficial del Vaticano.

Y como ya no habría la presencia multitudinaria en el santuario de la Divina Misericordia, se llenaría con enfermos de diversa índole e invitaciones personales. Un viaje de más de dos horas entre ida y vuelta para una estancia de quince minutos.

Hubo el sosiego para el papa de su encuentro con sus hermanos y discípulos jesuitas en la intimidad del comedor de la comunidad. Gracias a ello, el Papa pasó por la Perimetral, pero a más de 60km por hora

La presencia en Quito:

Esta estuvo enmarcada en tres encuentros gravitantes:

1.- la misa multitudinaria en el parque Bicentenario, precedido por un encuentro con los obispos.

2.- Encuentro con la sociedad civil dividida en dos partes: los invitados dentro del templo y los invitados en la plaza. En el templo hablaron: un dirigente de la Asociación de Empresarios cristianos, una representante de los artesanos, y una emocionada catequista de 84 años y 60 de catequesis. No hubo obreros, ni indígenas.

3.- Encuentro con la educación (católica) en los predios de la Pontificia Universidad Católica. Aquí hablaron, en su orden, un obispo (salesiano) de la Comisión de educación, y una alumna.

Se culminó con una reunión de los sacerdotes y religiosos/as en el santuario de la Virgen del Quinche.

TRANSFONDO

Como telón de fondo, el enfrentamiento de los días anteriores entre el gobiernos y sectores de la población liderados, por el Alcalde de Guayaquil, en Guayaquil; y por NADIE en la ciudad de Quito. En las dos al grito de FUERA, CORREA, FUERA.

El temor era: ¿qué pasará mientras el Papa esté en el país? ¿Qué pasará cuando se vaya? Y ¿qué dirá el Papa?

En este ambiente, las declaraciones, sobre todo en las redes social, no se dejaron esperar de tal manera que los discursos del Papa y sus expresiones se convirtieron en armas arrojadizas entre unos y otros, mientras el puedo más sencillo aguantó estoicamente la llegada, se apostó en las calles y llenó tanto en Guayaquil como en Quito, los espacios para las misas campales, pidiendo bendiciones.

En medio de este complicado escenario se movió el Papa Francisco, a sabiendas de lo que podría significar su palabra y, sobre todo, sus gestos. ¿Apoyaría la acción y logros del gobierno? ¿Se uniría al llamado al diálogo nacional, a estas alturas desvirtuado?

Es poco el tiempo transcurrido para medir el alcance de sus palabras, además los grupos de poder no están por la labor de escuchar, pues a unos el viejo liberalismos les hace despreciar todo aquello que provenga de la iglesia y que pueda suponer la no bendición de sus aspiraciones y para otros, es una línea, la de Francisco, que no les tranquiliza las conciencias.

Se impone, una vez más, la reflexión al cariño de las comunidades cristianas que esperan un consuelo para sus heridas y unas palabras de ánimo para su quehacer diario de la búsqueda de la justicia. Ahí sí ha llegado el Papa Francisco.

Los textos pueden ser motivo de análisis posteriores. Pero era necesario fijar el contexto. Ya se decía como viejo aforismo: EL TEXTO, SIN EL CONTEXTO, ES UN PRETEXTO.