MONS. GONZALO LOPEZ M.

MONS. GONZALO LOPEZ M.

martes, 2 de junio de 2015

LAS IGLESIAS QUE HACEN VIDA EN EL PAIS TIENEN EL RETO URGENTE E IRRENUNCIABLE DE INCENTIVAR UNA RESPUESTA CRISTIANA Y CONSTRUCTIVA DEL VENEZOLANO ANTE LA CRISIS QUE ESTAMOS PADECIENDO

 
Miguel Matos S.J.
 
Negar la crisis sería algo más que insensato. Pero creer que la crisis es exclusivamente política o económica sería un diagnóstico miope. Ambos aspectos de la crisis nos están llevando hacia algo más grave como es el deterioro mortal de la propia idiosincrasia del venezolano. Nuestra población está hoy protagonizando conductas y comportamientos alarmantemente antisociales y por ende reñidos con nuestra propia idiosincrasia. A los ya inéditos grados de intolerancia y polarizaciones se unen hoy altísimos decibeles de violencia interpersonal y comportamientos de un egoísmo e insensibilidad frenéticas. Lo que se vive por ejemplo en una cola corriente de un mercado o una bodega, tendría que preocuparnos hondamente. Estamos jugándonos mucho de nuestro futuro como colectivo nacional. Se vive con la impresión de estar en una guerra de todos contra todos. Cada ciudadano se nos visualiza como un potencial especulador o un también potencial agresor. El bachaqueo, el acaparamiento, el contrabando tienen como denominador común el ser confrontaciones de pobres contra pobres, de venezolanos contra venezolanos , especuladores circunstanciales contra víctimas que a su vez se convierten en victimarios.
 
Independientemente del posesionamiento ideológico desde el que se actúe y se piense en la actual coyuntura, no puede dejar de resultar altamente preocupante ese mar de fondo en el que se mueve el ciudadano promedio y en el que protagoniza los comportamientos que acabamos de señalar. La historia incluso reciente de otros pueblos nos muestra desenlaces trágicos de situaciones análogas. Sabemos de confrontaciones suicidas, incluso de reales genocidios y otros tipos de guerras intestinas a las que han llegado pueblos sometidos a stress parecidos a los que hoy soportamos nosotros. No podemos seguir irritándonos de una forma tan agresiva porque nadie nos asegura que nuestro pueblo esté vacunado contra esos comportamientos a los que han llegado colectivos parecidos al nuestro. Junto a los aportes que podamos hacer en el diagnóstico más estructural desde las posturas ideológicas a las que cada uno tiene derecho, debemos reservar un espacio para atender a la salud actitudinal de nuestro pueblo. Todos saldríamos irremediablemente perdiendo si nuestras confrontaciones nos llevan a desenlaces irracionales violentos. En esto tenemos que mantener en la raya a cualquier ingerencia externa de cualquier color ya que a ellos no podemos exigirles que les duela tanto nuestro pueblo como nos duele a nosotros.Elloos viene y se van. Nosotros nos quedaríamos con nuestras tragedias.
 
Lo que anunciamos en el título de esta reflexión tiene que ver con el aporte que tenían que estar haciendo las iglesias que hacen vida en el país, no tanto en sus análisis coyunturales de sentido más político o económico. Lo que deberían estar haciendo en el orden de la estimulación de los valores más humanos y cristianos para salirle al paso a ese creciente deterioro del alma de nuestra nación. Se trata de un aporte específico dada la naturaleza de lo que es una institución religiosa. Me imagino el impacto que en este momento podría tener un discurso urgente y religiosamente ungido de todas las denominaciones religiosas para estimular la solidaridad, el uso de los instrumentos verdaderamente pacíficos, la inclusión, el respeto, el compartir de los bienes, el rechazo contundente a conductas como el bachaqueo, la especulación, el contrabando, el acaparamiento, la atención de los más golpeados por la crisis y otras conductas parecidas.
 
Estas realidades deberían estar hoy presentes en todas las agendas formativas y motivadoras de nuestras religiones nacionales.
 
Un lenguaje que fuera asumido por todas las iglesias en común en todas sus expresiones como es la predicación, las actividades educativas, las de los grupos juveniles, de adultos, etc desde luego que tendría un impacto muy efectivo. Esto no es incompatible con los pronunciamientos más parciales circunscritos a las propias apreciaciones más ideologicas. Una acción así supondría un sentido verdaderamente patriótico que trata de incidir sobre algo más permanente como es el modo cristiano de afrontar una crisis humana.
Estamos a tiempo. Más tarde podría resultar inútil. Hoy todavía podemos hacer salir de las reservas tan indudablemente cristianas que tiene el venezolano para detener ese enfrentamiento violento y cotidiano que se nos hace cada vez más insoportable. Si las iglesias son capaces de elaborar un discurso común contra los antivalores que están posesionandose hoy en el horizonte de nuestra tierra, nuestras religiones estarían dejando de ser distractivas y alienantes, "opiozas" y estarían involucrándose de manera activa y efectiva en esta circunstancia tan novedosamente conflictiva que nos estresa.
 
Nada más cristiano y acorde con la voluntad salvífica de nuestro Dios que acompañar activamente a nuestro pueblo a vivir la crisis desde un corazón tocado por la palabra humanizadora de Jesús de Nazareth.