Carlos Ayala Ramìrez
ALAI
Según el director de la Librería Editora Vaticana, el próximo 16 de junio se espera la publicación de la encíclica del papa Francisco dedicada a la protección del medio ambiente, que llevará por título Laudato sii (Alabado seas). El nombre del documento está tomado del Cántico de las Criaturas de san Francisco de Asís, escrito en torno a 1226 y considerado el texto más antiguo de la literatura italiana. En este célebre poema, el santo glorifica al creador y a su creación. Es un texto que merece la pena conocerlo y reflexionarlo, porque en él se pone de manifiesto una manera primera y fundamental de estar en el mundo, donde el ser humano experimenta una unión mística con todas las realidades, incluido Dios; es decir, se siente vinculado al mundo que le rodea y a su propia intimidad, participa de la naturaleza de las cosas y estas participan de la de él. Veamos:
ltísimo y omnipotente buen Señor, tuyas son las alabanzas, la gloria y el honor y toda bendición. A ti solo, Altísimo, te convienen y ningún hombre es digno de nombrarte.
Alabado seas mi Señor, en todas tus criaturas, especialmente en el señor hermano sol, por quien nos das el día y nos iluminas, y es bello y radiante con gran esplendor, de ti, Altísimo, lleva significación.
Alabado seas mi Señor, por la hermana luna y las estrellas, en el cielo las formaste claras, preciosas y bellas. Alabado seas mi Señor, por el hermano viento, por el aire, la nube y el cielo sereno y todo tiempo, por todos ellos a tus criaturas das sustento.
Alabado seas mi Señor, por el hermano fuego, por el cual iluminas la noche, y es bello, alegre, vigoroso y fuerte. Alabado seas mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sostiene, gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierbas. Alabado seas mi Señor, por aquellos que perdonan por tu amor (…). Alabado seas mi Señor, por nuestra hermana muerte corporal, de la cual ningún hombre viviente puede escapar (…).
¿Qué consecuencias prácticas se desprenden de estos sentimientos de pertenencia y de parentesco universal? El papa Francisco, en Evangelii gaudium, anticipa algunos criterios clave de esta visión ecológica. Habla de la necesidad de cuidar la fragilidad. Y entre los seres frágiles e indefensos que muchas veces quedan a merced de los intereses económicos o de un uso indiscriminado, menciona al conjunto de la creación. Los seres humanos, explica, “no somos meros beneficiarios, sino custodios de las demás criaturas”.
Señala, además, que por nuestra realidad corpórea, Dios nos ha unido tan estrechamente al mundo que nos rodea que la desertificación del suelo es como una enfermedad para cada uno, y podemos lamentar la extinción de una especie como si fuera una mutilación. Y en seguida nos plantea a todos un compromiso: “No dejemos que a nuestro paso queden signos de destrucción y de muerte que afecten nuestra vida y la de las futuras generaciones (…). Pequeños pero fuertes en el amor de Dios, como san Francisco de Asís, todos los cristianos estamos llamados a cuidar la fragilidad del pueblo y del mundo en que vivimos”.
Quienes han tenido acceso al primer borrador de la encíclica afirman que la propuesta ecológica del obispo de Roma puede resumirse en “amar a la tierra como a una madre”. Esta idea la planteó el papa en su discurso ante la Confederación Italiana de Cultivadores Directos. A ellos los invitó a volver a encontrar el amor por la tierra como “madre”. En ese sentido, les propuso custodiar la tierra, haciendo una alianza con ella, a fin de que siga siendo, como Dios la quiere, fuente de vida para la familia humana entera. También advirtió del peligro que existe en este ámbito cuando prevalece el dios dinero. Ocurre, dijo, que se puede ser capaz de vender hasta la propia madre; en este caso, a la madre tierra.
Para el papa Francisco, la nota dominante del mundo actual —ecológicamente hablando— es el descuido, la inequidad, el derroche y la depredación de recursos. Las causas de este despropósito son la producción y el consumo sin límites. Como antídoto a tal realidad, el papa propone, inspirado por el espíritu del santo de Asís, tener respeto por todas las criaturas de Dios y por el medioambiente en que vivimos; cuidar con amor tanto la naturaleza como las personas, especialmente las más frágiles; y cambiar los estilos de vida predominantes en los países ricos, que son insostenibles en el tiempo y que representan una amenaza para la familia universal.
Se trata, pues, de desarrollar el potencial ético del cuidado o custodia. Ser custodios de la naturaleza creada, de los demás, del medioambiente. Dicho desde la perspectiva de la fe cristiana, custodios del proyecto de Dios inscrito en la naturaleza y en la historia. Mientras esperamos el texto oficial de la encíclica, tengamos presente la invitación del papa a no dejar que los signos de destrucción y muerte se sumen al caminar de nuestro mundo. Él nos recuerda que la creación no es una propiedad de la que podemos adueñarnos a nuestro gusto ni, mucho menos, una propiedad solo de algunos: la creación es un regalo maravilloso que Dios nos ha dado para que lo cuidemos y lo utilicemos en beneficio de todos, siempre con gran respeto y gratitud.