Editorial de "El Telegrafo"
Diario Pùblico del Ecuador
Que la Iglesia Católica asuma como un problema planetario el estado de la naturaleza dice mucho de la situación del entorno en el que desarrolla la existencia de los seres vivos en el siglo XXI. Para que la primera encíclica de Francisco -Laudato si. Sobre el cuidado de la casa común- señale que “la degradación de la naturaleza está estrechamente unida a la cultura que modela la convivencia humana” también es una alarma poderosa para entender cómo asumimos nuestros usos y costumbres, desde qué modo de vida estamos construyendo nuestras aspiraciones individuales y cómo todo ello erosiona nuestro hábitat.
Diario Pùblico del Ecuador
Que la Iglesia Católica asuma como un problema planetario el estado de la naturaleza dice mucho de la situación del entorno en el que desarrolla la existencia de los seres vivos en el siglo XXI. Para que la primera encíclica de Francisco -Laudato si. Sobre el cuidado de la casa común- señale que “la degradación de la naturaleza está estrechamente unida a la cultura que modela la convivencia humana” también es una alarma poderosa para entender cómo asumimos nuestros usos y costumbres, desde qué modo de vida estamos construyendo nuestras aspiraciones individuales y cómo todo ello erosiona nuestro hábitat.
Más allá de su militancia religiosa, para la comunidad humana se trata de un documento potente (construido por científicos y humanistas) para entender el momento que vivimos y de qué modo el consumo y el mercado imponen modelos expoliadores para el mismo sentido de la convivencia.
¿Y por qué decimos que se trata de una encíclica revolucionaria? ¿Qué le da ese carácter o dimensión política en un momento donde parecería que la Iglesia Católica debería recogerse a sus fieles y a sus sacerdotes? ¿Hasta dónde puede, efectivamente, incidir en los comportamientos políticos de los organismos internacionales, de los gobiernos, de las organizaciones no gubernamentales, de los bancos, de las empresas y de los gremios en general?
Por lo visto en cada una de sus páginas, se trata de un llamado ecuménico a construir otro sistema económico, político, cultural y ecológico. Y la reacción de varios líderes mundiales lo comprueba, aunque no todos contribuyan con sus acciones efectivas a esos propósitos.
Ecuador es un Estado laico y por ende garantiza todas las religiones y creencias. Siendo así, no está por demás invocar esta encíclica para que todos los relatos espirituales dialoguen alrededor de ella para construir una sociedad donde, incluso, las diversas comunidades religiosas encuentren en la naturaleza un espacio común. Sin él o en un planeta dañado, contaminado, irrespirable, ni los ritos tendrían una garantía de realización plena.
Y esta encíclica se hace pública a pocos días de la visita de Francisco al Ecuador (la que ciertos grupos fanáticos quisieran boicotear) y en medio de un debate del significado de la riqueza. Muy sintomático que cuando venga el Papa tengamos en nuestro país un diálogo nacional, propuesto por el Gobierno, para trabajar por la equidad y la igualdad. Ojalá, incluso, para quienes hablan desde valores católicos tradicionales, este documento les permita abonar ese diálogo para garantizar la construcción de una sociedad solidaria, menos consumista, imaginada hacia el futuro para que no existan ricos egoístas tan poderosos y pobres tan humillados por esas riquezas. Que ese diálogo también permita consagrar -desde las creencias individuales- una paz verdadera y duradera para desterrar la ambición depredadora. Y al mismo tiempo que este tiempo de espera para la llegada de Francisco, dialogando, permita desterrar esos odios y hambres de venganza de algunos insidiosos que salen a las calles a ofender al prójimo. Ojalá lean la encíclica para buscar su propia paz y la solidaridad.