Fray Marcos Rodríguez
(Lv 13,1-2.44-46) El sacerdote le declarará impuro
de lepra en la cabeza.
(1Cor10,31-11,1) No deis motivo de escándalo a
judíos ni a griegos ni a la
Iglesia
(Mc 1,40-45) Si quieres puedes limpiarme... lo tocó
y dijo: Quiero: queda limpio.
Liberar a los demás, aunque
sea arriesgando. Siempre que queremos ayudar evitando el compromiso y el riesgo,
estamos falseando el amor.
Seguimos en el primer capítulo de Mc. Después de un
enunciado general, que resume su habitual manera de actuar, (fue predicando por
las sinagogas y expulsando demonios), nos narra la curación de un leproso.
Sigue Mc más atento a los hechos que a las palabras. El leproso no tiene
nombre. Tampoco se habla de tiempo y lugar determinados. Se advierte una falta
total de lógica narrativa. Apenas ha pasado un día de la predicación de Jesús y
ya le conocen hasta los leprosos que vivían en total aislamiento.
La primera lectura es suficientemente expresiva. La
lepra era el motivo más radical de marginación. Lo que se entendía por lepra en
la antigüedad, no coincide con lo que es hoy esa enfermedad concreta. Más bien
se llamaba lepra a toda enfermedad de la piel que se presentara con un aspecto
más o menos repugnante. Tanto la lepra como las normas sobre la enfermedad, no
son originales del judaísmo; se encuentran en otras culturas y religiones más
antiguas. Esas normas nos parecen hoy inhumanas, pero hay que tener en cuenta
la necesidad de defenderse de una enfermedad que podía causar estragos en una
población.
Se trataba de salvaguardar la vida de la comunidad,
ante una enfermedad contagiosa y mortal. Sin la garantía de que era Dios el que
lo mandaba, no hubiera tenido ningún efecto la prohibición. Por eso todas las
normas se presentaban como recibidas de Dios, aunque fueran simplemente
profilácticas. En una de las losas donde se encontró escrito el Código de
Hammurabi, lo primero que aparece es la figura del rey recibiendo de Dios el
escrito.
Se acercó, suplicándole de
rodillas: Si quieres puedes limpiarme. Esta actitud indica a la vez
valentía, porque se atreve a trasgredir la Ley, pero también temor a ser rechazado,
precisamente por eso. Se puede descubrir una complicidad entre el leproso y
Jesús. Los dos van más allá de la Ley. Uno por necesidad imperiosa, el otro por
convicción profunda.
Sintiendo lástima. La insistencia en
el amor de Jesús, tiene su
paralelo en Buda en la compasión.
La devaluación del significado de la palabra “amor” nos obliga a buscar un
concepto más adecuado para expresar esa realidad. En el NT, ‘compasivo’ se dice
solo de Dios y de Jesús. La acción de Dios manifestada a través de los
sentimientos humanos. La
compasión era ya una de las cualidades de Dios en el AT. Jesús la hace suya en
toda su trayectoria humana. Es una demostración de que para llegar a lo divino
no hay que destruir lo humano. La compasión es la forma más humana de
manifestar el amor. Cuando uno siente como suyo el sufrimiento del otro es
cuando, de verdad, se le ha hecho próximo.
Le tocó. El significado del
verbo griego aptw, no es en
primer lugar tocar, sino sujetar, atar, enlazar. Este significado nos acerca
más a la manera de actuar de Jesús. Quiere decir que no solo le tocó un
instante, sino que mantuvo esa postura durante un tiempo. Teniendo en cuenta lo
que acabamos de decir de la lepra, podemos comprender el profundo significado
del gesto, suficiente, por sí mismo, para hacer patente la actitud vital de
Jesús. No solo demuestra que está por encima de la Ley cuando se trata del bien
de un hombre sino que asume el riesgo de contraer la lepra y hacerse él también
impuro.
Quiero... La simplicidad del diálogo esconde una riqueza de
significados: Confianza total del leproso, y respuesta que no defrauda. No le
pide que le cure, sino que le limpie.
Por tres veces se repite el verbo kadarizw
limpiar, verbo que significa
también, liberar. Nos está lanzando a un significado mucho más profundo del que
podía tener a primera vista una curación. No solo desaparece la enfermedad,
sino que le restituye en su plena condición humana: Le devuelve su condición
social, y su integración religiosa. Vuelve a sentir la amistad de Dios, que era
el valor supremo para todo buen judío.
Lo
echó fuera… y cuando salió… La segunda parte del relato es de una gran
importancia. Se supone que estaban en un lugar fuera del pueblo, sin embargo el
texto griego dice literalmente: lo expulsó fuera, y del leproso dice: cuando
salió. Una vez más nos está empujando a una comprensión espiritual. Jesús no
quiere que continúe junto a él y lo despide inmediatamente; eso sí, con el
encargo de no contarlo y de presentarse ante el sacerdote. Una vez más,
manifiesta Mc el peligro de que las acciones de Jesús en favor del marginado,
fueran mal interpretadas.
¡Qué curioso! Jesús acaba de
saltarse la Ley a
la torera, pero exige al leproso que cumpla lo mandado por Moisés. Hay que
estar muy atento para descubrir el significad. Jesús no está nunca contra la Ley, sino contra las
injusticias y tropelías que se cometían en nombre de la Ley. Él mismo tuvo que
defenderse de malentendidos, aclarando: “no he venido a abolir la Ley, sino a darle plenitud”. Jesús solo
se salta la Ley
cuando le impide estar a favor del hombre. La obligación de presentarse al
sacerdote para que certifique la curación, era el único modo que tenía el
leproso de recuperar su estatus religioso y social.
El evangelio nos dice que las
consecuencias de la proclamación de hecho, fueron nefastas para Jesús. Si había
tocado a un leproso, él mismo se había convertido en apestado. Y no podía ya
entrar abiertamente en ningún pueblo. Las consecuencias de la divulgación del
hecho, podían también ser nefastas para el leproso. Era el sacerdote el único que podía
declarar puro al contagiado. Los sacerdotes podían ponerle dificultades
si tenían conocimiento de cómo se había producido la curación.
La lepra producía exclusión porque
la sociedad era incapaz de protegerse de ella por otros medios. Hoy la sociedad
sigue creando marginación por la misma razón, no encuentra los cauces adecuados
para superar los peligros que algunas conductas sociales suponen para los
instalados en el bienestar. No somos todavía capaces de hacer frente a esos
peligros con actitudes verdaderamente humanas. A veces se toman medidas para
aliviar la situación de los marginados, pero a la vez, teniendo mucho cuidado
de no cambiar la situación que la genera, porque eso supondría perder nuestros
privilegios.
Jesús se pone al servicio del hombre. Lo que tenemos
que hacer es servir a los demás como hace Jesús. Dios no tiene nada que ver con
la injusticia, ni siquiera cuando está amparada por la ley, sea humana o divina.
Jesús se salta a la torera la Ley,
tocando al leproso. Ninguna ley humana, sea religiosa, sea civil, puede
tener valor absoluto. Lo único absoluto es el bien del hombre. Pero para la
mayoría de los cristianos sigue siendo más importante el cumplimiento de la
ley, que el acercamiento al marginado.
No
creo que haya uno solo de nosotros que no se haya sentido leproso y excluido
por Dios. El pecado es la lepra del espíritu, que es mucho más dañina que la
del cuerpo. Es un contrasentido que, en nombre de Dios, nos hayan separado de
Dios. El evangelio de Jesús, es sobre todo buena noticia. El Dios de Jesús es
Padre porque es Amor. De Él, nadie se tiene que sentir apartado. La experiencia
de ser aceptado por Dios, es el primer paso para no excluir a los demás. Pero
si partimos de la idea de un Dios que excluye, encontraremos mil razones para
excluir en su nombre. Es lo que hoy seguimos haciendo.
Seguimos
aferrados a la idea de que la impureza se contagia, pero el evangelio nos está
diciendo que la pureza, el amor la libertad la salud, la alegría de vivir,
también pueden contagiarse. Este paso tendríamos que dar si de verdad somos
cristianos. Seguimos justificando demasiados casos de marginación bajo pretexto
de permanecer puros. ¡Cuántas leyes deberíamos saltarnos hoy para ayudar a
todos los marginados a reintegrarse en la sociedad y permitirles volver a
sentirse seres humanos!