MONS. GONZALO LOPEZ M.

MONS. GONZALO LOPEZ M.

domingo, 16 de marzo de 2014

Lo que vieron en Jesús es lo que todos somos.



(Gen 12,1-4) "Sal de tu tierra y de la casa de tu padre..."
(Tim 1,8-10) Aparece el Salvador que destruyó la muerte y sacó a la luz la vida.
(Mt 17,1-9) "Se transfiguró ante de ellos y su rostro resplandecía como el sol”.

Lo que vieron en Jesús es lo que todos somos. La trampa de la religión, prometerme lo que ya tengo; ofrecerme llegar a ser lo que ya soy.

El domingo pasado, tirarse del templo para ser recogido por los ángeles, era una tentación. Pero hoy, una espectacular puesta en escena de luz y sonido, nos parece la cosa más natural del mundo. Desde una visión racional es una contradicción, pero las verdades trascendentes está más allá de toda lógica, por eso, en ese orden, una formulación puede ser verdad y la contraria también.

Aunque no sabemos como se fraguó este relato, debe ser muy antiguo, porque Mc, ya lo narra completamente elaborado. Una vez que, experimentaron en la experiencia Pascual, lo que Jesús era, trataron de comunicar esa vivencia que les había dado Vida. Para hacerlo creíble, lo colocaron en la vida terrena de Jesús, justo antes del anuncio de la pasión. Así disimulaban la ceguera que les impidió descubrir quien era.

No podemos pensar en una puesta en escena por parte de Jesús; no es su estilo ni encaja con la manera de presentarse ante sus discípulos. Por lo tanto, debemos entender que no es la crónica de un suceso. Se trata de una teofanía, construida con los elementos y la estructura de las muchas relatadas en el AT. Probablemente es un relato pascual, retrotraído a la época de su vida pública tiempo después de haberse elaborado.

El relato está tejido con los elementos simbólicos, aportados por las numerosas teofanías que se narran en el AT. Nada en él es original; ni siquiera la voz de Dios es capaz de aportar algo nuevo, pues repite exactamente lo que dijo en el bautismo. Se trata de expresar la presencia divina en Jesús, con un lenguaje que todos podían reconocer. Lo importante es lo que quiere comunicar, no los elementos que utiliza para la comunicación.

No es muy verosímil que esta “visión” haya tenido lugar durante la vida terrena de Jesús. Si los apóstoles hubieran tenido antes de la pasión y muerte, esta experiencia de lo que era Jesús, no le hubieran abandonado ni negado poco después. No podemos proponerlo como un intento de preparar a los apóstoles para soportar el escándalo de la cruz. Si fue ese el objetivo, el fracaso fue absoluto: “Todos le abandonaron y huyeron”.

Solo en la experiencia pascual tomaron conciencia los discípulos de lo que realmente era Jesús. Entonces se dieron cuenta de que todo lo que descubrieron después de su muerte, estaba ya presente en él cuando andaban por los caminos de Palestina. Los exegetas apuntan a que estamos ante un relato pascual. Si se retrotrae a la vida terrena es con el fin de hacer ver que Jesús fue siempre un ser divino.

No podemos seguir pensando en un Jesús que lleva escondido en la chistera el comodín de la divinidad, para sacarlo en los momentos de dificultad. Lo que hay de Dios en él, está en su humanidad. Lo divino nunca podrá ser percibido por los sentidos. Es hora de que tomemos en serio la encarnación y dejemos de ridiculizar a Dios.

La única gloria de Dios es su amor. Nada que venga del exterior puede afectarle ni para bien ni para mal. El aplicar a Dios nuestras perspectivas de grandeza, es sencillamente ridiculizarle. La única gloria del hombre es manifestar que en él está ya ese mismo amor. El don total, la muerte por amor, es la mayor gloria de Jesús y la de todo ser humano.

Jesús vivió constantemente trasfigurado, pero es ridículo pensar que esa plenitud de ser, tenía que manifestarse externamente (hasta en los vestidos) con espectaculares síntomas. Su humanidad y su divinidad se expresaba cada vez que se acercaba a un hombre para ayudarle a ser él. La única luz que transforma a Jesús es la del amor, y sólo cuando manifiesta ese amor ilumina. Sólo en lo humano se trasparenta Dios.

Los relatos de teofanía que encontramos en el AT, son intentos de trasmitir experiencias personales de seres humanos concretos. Esa vivencia es siempre interior e indecible. La presencia de Dios es el punto de partida. Esa presencia es nuestro verdader ser. La gloria no es la meta a la que hay que llegar sino el punto de partida para llegar al don total.

Tomó consigo a tres: La experiencia interior es siempre personal no colectiva, por eso los presenta con sus nombres propios. Recordemos que también Moisés subió a la montaña acompañado por tres personas concretas.

El monte: Es el ámbito de lo divino en todas las tradiciones religiosas. Suponiendo que Dios está en el cielo, lo más cercano al cielo será lo mejor acondicionado para que se manifieste. Los montes más altos son el lugar donde siempre está Dios (Sinaí)

Rostro resplandeciente: la gloria de Dios se comunica a aquellos que están cerca de Él. A Moisés al bajar del monte, después de haber hablado con Dios, tuvieron que taparle el rostro porque su luminosidad hería los ojos)

La luz: ha sido siempre símbolo de la presencia de la Gloria de Dios.

La nube: Símbolo de la presencia protectora de Dios. A los israelitas les acompañaba por el desierto una nube que les protegía del calor del sol.

Moisés y Elías: Jesús conectado con todo el AT. La Ley y los Profetas en dialogo con Jesús. El evangelio es continuación del AT pero superándolo.

La voz: la palabra ha sido siempre el instrumento de la acción de Dios, el vehiculo por el que su voluntad se realizaba. Es pues la expresión de la voluntad de Dios.

Escuchadlo! Es la clave de todo el relato. Sólo a él, ni siquiera a Moisés y a Elías.

El miedo, aparece también en todas las teofanías. La presencia de lo divino asusta al hombre que se siente empequeñecido. En el AT, miedo incluso de morir por ver a Dios.

La raíz del mensaje del evangelio de hoy, está en proponer a Jesús como la presencia de Dios entre los hombres, pero de manera muy distinta a como se había hecho presente en el AT. Por eso hay que escucharlo. Su humanidad llevada a plenitud es Palabra definitiva. Escuchar al Hijo es transformarse en él y llevar una vida como la suya, es decir, ser capaces de manifestar el amor a través del don total de sí.

Ni la plenitud de Jesús ni la de ningún hombre están en un futuro propiciado por la acción externa de Dios. La plenitud del hombre está en la entrega total. No está la resurrección después de la muerte ni la dicha después del sufrimiento. La Vida y la gloria están allí donde hay amor. La vida de Jesús se presenta como un éxodo, pero el punto de llegada será el Padre, que era el punto de partida al empezar el camino.

A los cristianos nos queda aún un paso por dar. No se trata de aceptar el sufrimiento y la prueba como un medio para llegar a “la gloria”. Se trata de ver en la entrega, aunque sea con sufrimiento, la meta de todo ser humano. El amor es lo único que demuestra que somos hijos de Dios. Darse a los demás porque esperas una recompensa, no tiene nada de cristiano. La meta no está en la “gloria”. La gloria está en el deshacerse por los demás.

Jesús nos descubre un Dios que se da totalmente sin pedirnos nada a cambio. No es la esperanza en un premio, sino la confianza de una presencia, lo que me debe animar. La transfiguración nos está diciendo lo que era realmente Jesús y lo que somos realmente cada uno de nosotros. ¡Sal de tu tierra! Abandona tu materialidad y adéntrate por los caminos del Espíritu. Vives exiliado en tierra extraña, que no es el lugar que te pertenece.