Pedro Pierre
La meritocracia es la enfermedad que hace pensar que solo las personas que tienen diplomas son las más adecuadas para llevar adelante sus tareas y que las que nos los tienen poco o nada sirven. Claro, siempre los diplomas son importantes y necesarios para poder enfrentar técnicamente las necesidades de la vida. El problema viene cuando se cree que son suficientes para vivir muy bien y alcanzar el éxito total.
El ‘éxito total’ es humanizarnos y hermanarnos. ¿Llevan a eso la educación escolar, las universidades, las iglesias, los congresos, los títulos? ¿Nos hacen más humanos y más hermanos? Creo que la gran falencia de la educación es que se aprende más que todo a competir, ser más que los demás, tener una cabeza llena y un corazón vacío, y hacernos pensar que, cuando nos graduamos, hemos llegado a lo máximo de lo máximo.
Hemos olvidado la palabra sabiduría, es decir: el arte de vivir, convivir, armonizarnos con la naturaleza y comulgar con Dios. Qué tristeza, por ejemplo, ver que nos llamamos no por nuestro nombre, sino por nuestros títulos: nos hemos rebajado a lo que está escrito en un cartón. Olvidamos saludarnos, agradecernos, pedir permiso o perdón, porque estamos muy ocupados a correr tras los diplomas y los títulos.
Felizmente escucha todavía las palabras ‘vecino, amigo, hermano, compañero’… porque las personas humanas somos primero personas de relación. No podemos vivir bien sin relacionarnos amorosamente con nosotros mismos; no podemos vivir bien si no nos relacionamos fraternalmente los unos con los otros; no podemos vivir bien si no nos relacionamos armoniosamente con la naturaleza; no podemos vivir bien si no nos relacionamos íntimamente con Dios. Lastimosamente no hay escuelas ni colegios ni universidades para aprender a relacionarnos correctamente con nosotros mismos y nuestro entorno humano, natural y trascendental.
Hasta los cristianos nos hemos olvidado de leer, estudiar y seguir los libros de sabiduría. El pueblo de Jesús encontró en la sabiduría popular la manera de resistir las invasiones culturales arrasadoras de los imperios griegos y romanos. Frente a las invasiones imperiales aparecieron los sabios para enfrentar su dominación esclavista, su saqueo descarado y sus falsas justificaciones religiosas. Hoy, frente a las escandalosas realidades de hambre, guerra, miseria, migración, deshumanización, el papa Francisco denuncia la “globalización de la indiferencia y la complicidad”. Volvamos a ser personas de relaciones humanas y esperanzadoras.