"Ateo, homosexual, no importa qué. Jesús no preguntaba identidades"
"Hay que diferenciar dos mundos: el mundo de los intereses nacionales, que no sé con qué criterios se determinan, y el mundo de la fe, donde no hay fronteras", subraya el arzobispo de Tánger, Santiago Agrelo, de visita en Valencia. En una entrevista con Paco Cerdá, el prelado incide en que "¡ojalá los que decimos que tenemos fe en Dios o que creemos en el Evangelio nos moviéramos con la fuerza que ese sueño da a los subsaharianos que saltan la valla!"
Para el arzobispo franciscano, "si yo pongo una valla y cuchillas en la frontera es porque la considero infranqueable para determinadas personas". Pero "¿tengo yo más derecho que el que tiene el pobre a traspasarla?".
"Cuando se trata de legislar respecto a los pobres lo hacemos siempre los ricos, y siempre desde nuestra perspectiva y no respecto a sus necesidades. En ese sentido, las fronteras son racionales para los ricos, pero son irracionales, absurdas, opresoras y discriminatorias para los pobres. ¿Sería posible que a la hora de legislar tuviéramos la delicadeza de preguntarles a ellos qué esperan y cómo podemos ayudarles?", añade Agrelo.
Sobre los clichés de la inmigración, Agrelo denuncia cómo "cada año presumimos de que nos visiten 60 millones de turistas, pero cerramos la frontera a estos 4.000 o 5.000 inmigrantes". Una política "equivocadamente economicista" en opinión del arzobispo de Tánger, quien subraya que "han de cambiar las políticas y las conciencias".
"En mi vida hubo siempre homosexuales y divorciados. Los vi como amigos, algunas veces como amigos íntimos. En la Iglesia nadie debe emitir juicios", subraya al ser preguntado por la visión de la Iglesia ante estas realidades. "Ninguna persona se ha de quedar a la puerta de mi casa, sea de otra religión, ateo, homosexual o no importa qué. Jesús no preguntaba identidades. Queda mucho por cambiar en nuestra mentalidad".
Sobre la función de la Iglesia, Agrelo apunta que "es mucho más que ser una ONG", aunque reconocer que en lo relativo al poder "tenemos un problema serio. En vez de ser fermento en la masa social -es decir, disolvernos en ella-, seguimos pretendiendo ser órganos de poder. En este aspecto, a la Iglesia aún nos toca recorrer un camino de discernimiento, renuncia y empobrecimiento. Todavía nos sentimos poderosos. Pero eso a Dios no le gusta".
"A la Iglesia nos ha hecho sangrar mucho el asunto de la pederastia, porque es un problema muy serio y muy doloroso para las víctimas por el daño que se ha hecho a tantas personas", constata con dolor el prelado, quien añade que "ha sido doloroso porque se señaló a la Iglesia, en general, como responsable de ese daño". "Yo me he pasado la vida entre niños y jóvenes; he dado la vida en medio de ellos. Y aunque a mí no me ha pasado, que entres en un bar y te digan 'pederasta' es algo terrible. Aparte de eso, nos hace mucho daño que se asocie a la Iglesia con el PP".
¿Por qué? "Nos hace daño porque el Evangelio no es de derechas. No sé si se entenderá si digo que Dios es de izquierdas. Con lo cual no digo que sea del PSOE o de Izquierda Unida. Dios sería de derechas si se preocupara de Dios, pero es de izquierdas porque se preocupa de ti y de mí. La Iglesia ha de mostrar que no se preocupa de sí misma ni de Dios, sino del otro. En este sentido, nos hace daño que se nos identifique con políticas que se preocupan del dinero y de cosas que no tocan".