Pedro Pierre
Con este mes de febrero ha de comenzar una nueva historia para la diócesis, o mejor el vicariato de Sucumbíos. Después de más de 3 años se ha librado una lucha tenaz por desaparecer la herencia valiosa de monseñor Gonzalo López de una “Iglesia pobre y para los pobres” como anhela el papa Francisco, el vicariato va a tener un obispo titular en la persona de monseñor Celmo Lazzari.
Las orientaciones del papa Francisco, cercanas a las de los obispos latinoamericanos en sus reuniones episcopales sudamericanas, dejan esperar un mayor respeto a las opciones de una Iglesia misionera, ministerial y construida sobre el protagonismo de los laicos, al servicio del respeto de la provincia, las personas, las organizaciones y la naturaleza.
“El obispo estará a veces delante para indicar el camino y cuidar la esperanza del pueblo, otras veces estará simplemente en medio de todos con su cercanía sencilla y misericordiosa, y en ocasiones deberá caminar detrás del pueblo para ayudar a los rezagados”, dijo el papa Francisco. ¡Linda comparación!
Pero la batalla no está ganada. Los conservadores políticos y religiosos de Sucumbíos nunca aceptaron el compromiso ni evangélico ni social de la Iglesia de Sucumbíos a favor de la mayoría de la población, con la ayuda de los ministerios seglares y de las organizaciones populares… Al nivel eclesial, la presencia militante del grupo integrista de los Heraldos del Evangelio y de obispos y sacerdotes enviados para suplirlos ha creado mucha confusión y funestas divisiones. Son heridas profundas que exigirán tiempo para cerrar y sanar.
Deseamos que el nombramiento de monseñor Celmo abra para Ecuador, y especialmente para esta provincia amada, una nueva etapa esperanzadora: que se confirmen y se materialicen los deseos del papa Francisco: ‘sacerdotes solidarios de los pobres’, como los que se quedaron después de la expulsión de los carmelitas, ‘obispos con olor a ovejas’, entre los que queremos ubicar a monseñor Celmo; cardenales que se alejen de cualquier expresión mundana, de cualquier celebración ajena al espíritu evangélico de austeridad, sobriedad y pobreza, y nuncios que sean verdaderos pastores, que amen la pobreza y que no tengan la psicología de los príncipes.
Hacemos votos y oraciones para que se cumpla lo que decía Jesús: “No temas, pequeño rebaño, porque al Padre de ustedes le agradó darles el Reino de Dios”.
¡Larga vida y muchos éxitos a esta Iglesia de los Pobres, reconocida y muy amada nacional e internacionalmente!