MONS. GONZALO LOPEZ M.

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jueves, 20 de febrero de 2014

La derecha continental quiere apropiarse de Quito

Fander Falconí

En Quito se juega una elección que tendrá consecuencias en toda Latinoamérica. Es evidente que la derecha continental quiere hacer en Ecuador lo que ya hizo en Argentina y en Venezuela: dividir al electorado para debilitar la consolidación de la Patria Grande y de los gobiernos populares de izquierda. De hecho, la experiencia electoral de la capital ecuatoriana es parte de la política global: cada movimiento en el tablero del mundo tiene que ver con los intereses de la dirección única que persigue una particular geopolítica del planeta. La derecha tiene un proyecto económico y político bien definido. En lo económico, el guión es conocido: neoliberalismo, privatización, ajustes y libre comercio (México, Panamá, Colombia, Perú, Chile son los ejemplos); en lo político, el libreto de desestabilización a los procesos democráticos también es evidente, sea que ganen la partida (el golpe de Estado en Honduras, la sumaria destitución de Lugo en Paraguay) o que la pierdan (lo que ocurre en Venezuela, o el 30-S en Ecuador).

En América Latina la derecha no está derrotada y en varios casos se ha recuperado por los errores cometidos por la izquierda y el progresismo.En América Latina la derecha no está derrotada y en varios casos se ha recuperado por los errores cometidos por la izquierda y el progresismo. Los partidos políticos locales de la derecha continental son variopintos, como lo son sus cabezas visibles, pero no reales. Son los Micheletti hondureños, los Capriles venezolanos, los Franco paraguayos, los Gutiérrez ecuatorianos. Unos ya tienen historia y han sido juzgados; otros se creen predestinados a seguir ese camino. En Quito, de la mezquina disputa entre Solines, Ricaurte y Rodas surgió ungido como la nueva cabeza de la derecha el último, sin más mérito que la vanidad de creerse predestinado a conducir el retroceso de la historia. Con el beneplácito de quienes se creyeron los dueños de la ciudad por décadas, para favorecer sus intereses a costa del bienestar de los quiteños.

La prensa de la derecha quiere convencer a los electores que el próximo domingo no se votará a favor de elegir el alcalde de Quito, sino en contra del Gobierno. No pueden desconocer la gigantesca labor desplegada, pero quieren juzgarlo por su filiación política. No le encuentran infracción alguna, pero lo acusan por su vecindad a Carondelet. Su discurso es un sofisma más, como el vacío discurso de su cabeza visible. Es el discurso que comienza y termina en los principios sublimes del neoliberalismo: libertad sin igualdad, mercado sin Estado, individuos sin sociedad.

Pero el pueblo quiteño es superior a esas propuestas falaces. Lo ha probado en febrero de 1997, en enero de 2000 y en abril de 2005. Y el próximo domingo no desmerecerá su historia, a despecho de los cantos de sirena de la reacción continental, empeñada en mantener a Latinoamérica como el patio trasero de su mansión de injusticia y dominación.