(Mal 3,1-4) Entrará en el santuario el mensajero de la alianza que deseáis.
(Heb 2,14-18) De nuestra carne y sangre participó también Jesús.
(Lc 2, 22-40) Luz revelación para las naciones y gloria del tu pueblo Israel.
Jesús enraizado en la vida del pueblo. Ya había sido circuncidado, pero en este caso, llega al templo, entonces el único lugar de encuentro con Dios.
Los de cerca se alegrarán de saber que esta fiesta se llama en oriente “el encuentro” (Hypapante) en griego. En occidente tomó el nombre de la purificación de María o “la candelaria” por que la ceremonia más vistosa de este día era la procesión de las candelas. En la nueva liturgia se llama “la presentación del Señor”. En esta fiesta se retoma el simbolismo de Epifanía y se recuerda a Jesús como luz de todos los pueblos.
Podía ser interesante hacerse una composición de lugar y tiempo para comprender los textos. La familia de Jesús, muy probablemente procedía de Judea. Nos da pie para sospechar esto los nombres de sus miembros y los numerosos indicios que encontramos en todos los evangelio. Se trasladarían desde Judea en alguna de las repoblaciones que se llevaron a cabo en Galilea después de las deportaciones.
Este dato nos puede asegurar que la familia cumplía estrictamente la Ley, aunque sabemos que los galileos, por estar lejos del templo y de los fariseos y letrados, escapaban al control de los oficiales de la religión y eran mucho menos estrictos en el cumplimiento de las normas legales. Esta circunstancia permitió al mismo Jesús predicar y actuar al margen de lo que estaba legislado y exigido.
Aunque podemos estar seguros de que Jesús fue presentado en el templo a los cuarenta días de nacer, no quiere decir que el relato aluda o lo que pasó históricamente. El relato es un tratado de teología que intenta presentarnos a Jesús completamente integrado en el pueblo judío. Todo son símbolos, incluidos los dos personajes que aparecen como próximos la templo y esperando la salvación del pueblo.
En la ley de Moisés estaba prescrito que todo primogénito debía dedicarse al servicio de Dios en el templo. Cuando ese servicio se reservó a la tribu de Leví, los primogénitos debían ser rescatados de la obligación de servir al Señor, con una cantidad de dinero. La ofrenda era exigida por la purificación de la madre. Lc nos advierte que José y María tuvieron que conformarse con la ofrenda de los pobre, un par de tórtolas.
Es inverosímil que un anciano y una profetisa descubrieran en un niño, completamente normal, al salvador esperado por Israel. Pero es muy interesante que dos ancianos del pueblo se hubieran pasado la vida esperando y con los ojos bien abiertos para descubrir el menor atisbo de que se acercaba la liberación para el pueblo. No me extraña que Lc muestre a María y a José pasmados ante lo que se decía del niño.
Pero la extrañeza carece de lógica, teniendo en cuenta lo que nos había dicho en el capítulo anterior. María tenía que haber dicho a Simeón. Yo ya lo sabía, había dado consentimiento para que en mi seno se encarnara el Hijo de Dios. Además los ángeles y los pastores les habían dicho quién era aquel niño. Una prueba más de que en los relatos de la infancia no tenemos que buscar lógica narrativa, sino impulso teológico.
Simeón va al templo movido por el Espíritu. No solo toda la vida de Jesús la presenta como consecuencia de la actuación del Espíritu, todo lo que sucede a su alrededor está dirigido por el mismo Ruah de Dios que lleva adelante la liberación de su pueblo. La voluntad de Dios se va cumpliendo y se va manifestando paso a paso. Todo lo que sucede en torno a Jesús tendrá como última consecuencia la iluminación del mundo.
Ana aparece más pegada al AT. Identificada con el Templo que era la columna vertebral de toda la espiritualidad judía. Toda su vida al servicio de la institución que mantenía viva la esperanza de una definitiva liberación. Es muy curioso que proclame la grandeza del niño que va a desbaratar esa misma institución y a proponer algo completamente nuevo, para una relación con Dios absolutamente distinta.
Es interesante resaltar que todos los números que se refieren a la edad de Ana son simbólicos. Se casaban a los 14 (dos veces 7). Siete de casada. 84 (12x7) de viuda. El 12 número de las tribus de Israel y el siete, el número más repetido en la Biblia como signo de plenitud. Fijaros que 14+7+84=105. Esa edad era impensable en aquella época. Una muestra más de que los evangelios no buscan historia sino teología.
¿Qué puede significar para nosotros hoy esta fiesta? Me acuerdo cuando se celebraba con gran solemnidad. Era una de las grandes fiestas del año litúrgico. Hoy tenemos que esperar la carambola de que caiga en domingo para poder hacerle algún caso. Vamos a intentar aprovechar esta oportunidad para acercarnos al Jesús que fue tan niño como todos nosotros y vivió la pertenencia al pueblo judío con toda normalidad.
El final del relato es bastante realista y se aparta de toda ensoñación: “El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría”. Como todos los niños nació como un proyecto y tiene que ir desarrollándose. Parece que se ha olvidado de todas las maravillas que nos había contado sobre él. Debemos convencernos de que fue un niño completamente normal, que, como todos los niños, tuvo que partir de cero para ir completando su personalidad.
En el relato siguiente, que hace referencia al niño perdido, es todavía más concreto: “Y Jesús iba creciendo en estatura en conocimiento y en gracia ante Dios y los hombres”. Lc lo tiene muy claro: Jesús es un niño normal que tiene que recorrer una trayectoria humana exactamente igual que cualquier otro niño. Por desgracia no es esto lo que hemos oído desde pequeños. El haberle divinizado desde antes de su nacimiento, nos ha separado de su humanidad y nos ha despistado en lo que podía tener de ejemplo.
Que Jesús haya desarrollado su infancia en contacto que una profunda religiosidad judía, es muy importante a la hora de valorar su trayectoria personal. Si no hubiera vivido dentro de la fe judía, nunca hubiera llegado a la experiencia que tuvo de Dios. Esto nos tiene que hacer pensar. Lo que Jesús nos enseño no lo sacó de la chistera como si fuera un prestidigitador. Fue su trayectoria religiosa lo que le llevó a la experiencia de Dios que luego se transformo en mensaje.
Todo lo que Jesús nos contó sobre Dios, lo vivió antes como hombre que va alcanzando una plenitud humana. Su propuesta fue precisamente que nosotros teníamos que alcanzar esa misma plenitud. Su objetivo y el nuestro es el mismo: desplegar todo lo que hay de posibilidad humanizadora en cada uno de nosotros. Esa posibilidad de crecer hasta el infinito está disponible gracias a lo que Dios es en cada uno de nosotros.
Es la misma religión la que a veces nos aparta de ese objetivo. Nos propone otros logros intermedios como meta y así nos despista de lo que tenía que ser el punto de llegada de toda trayectoria verdaderamente humana. Todo lo que no sea esta meta, debemos considerarlo como medio para alcanzar el fin.
Jesús nos marcó el camino recorriéndolo él antes. Por eso sigue siendo tan importante acercarnos lo más posible a su trayectoria humana. Si fuera un extraterrestre caído del cielo, no nos hubiera servido como modelo de humanidad. Siendo uno de nosotros podemos fiarnos de lo que nos dice, porque antes lo vivió él mismo. Ya no tiene mayor importancia lo que hubiera sido antes ni lo que podía ser después de su vida terrena.